Los dieciocho meses de regencia de Cisneros habían posibilitado una transición pacífica para que el nuevo monarca, joven y extranjero, se hiciese con el control de la situación; pero la llegada de Carlos contribuyó a que España entrara al Renacimiento en el seno de la civilización europea. Chièvres confirmó en sus cargos a la mayoría de miembros del Consejo del Reino: obispo Fonseca, arzobispo Rojas, Lorenzo Carvajal, Luis Zapata y Francisco de Vargas. El intermediario en esta operación fue Cobos.
En Valladolid, Las Casas y Montesino coincidieron con el cortejo real de Carlos. Propusieron que el territorio de las Indias debería ser dividido en provincias. Dos visitadores y un alguacil inspeccionarían cada poblado una vez al año. Los esclavos serían bien tratados y podrían casarse si contaban con la aprobación de su amo. Estas ideas pudieron verse influidas por Tomás Moro.
Chiévres sustituyó a Fonseca en la dirección administrativa de las Indias en diciembre de 1512. Según los indianos que ya le escribían, cuatro eran las causas del descendimiento poblacional en La Española: los cambios de gobernadores, el traslado constante de grandes grupos de indios, los procesamientos de los colonos y que hubiese en las Indias menos oro del esperado.
También estos contemplaban la idea de traer negros a las islas. Gorrevod quiso colonizar aquella zona llamada “del Yucatán” con flamencos, pero el rey no le dio permiso. Fonseca pensaba que el sistema de encomiendas debía continuar. Los priores jerónimos pidieron al rey que les diera la facultad para negociar la venida de negros de Cabo Verde y Guinea. Zuazo urgía la llegada de matrimonios para asentar y colonizar esas tierras. Debería fomentarse la inmigración ilimitada, con la única condición de ser cristiano. Él también recomendaba la repoblación de esas tierras con negros africanos. Añadió que cerca de Santo Domingo ya había plantaciones de azúcar. Un juez informó que de 15.000 bahameños, habían muerto ya 13.000.
Francisco de los Cobos había sido nombrado como sustituto de Conchillos en la secretaría para las Indias. El rey y él tuvieron que enfrentarse a las continuas peticiones que Gorrevod hacía respecto al Yucatán, "tierra que, decía Diego Colón, pertenecía a él por herencia y derecho, aunque aún no había sido siquiera explorada, no digamos conquistada" para establecer asentamientos flamencos.
Cobos comenzó siendo contador mayor en Granada en 1510 para luego pasar a ser secretario del rey en 1517.
A principios de 1518 Carlos convocó las Cortes, donde participó el procurador de Burgos, Juan Zumel y un tal García de Padilla, miembro del Consejo del Reino. Con esto quería conseguir fondos del reino. Le urgieron a casarse con Isabel de Portugal y a conservar el control de Navarra contra Francia. Así consiguió Chievres y Carlos un subsidio de 225 millones de maravedís al año durante los tres años siguientes. Carlos fue proclamado rey en valladolid en la iglesia de San Pablo,iglesia de un convento dominico.
En mayo de 1518 Carlos convocó cortes en Aragón. Poco antes Fernando, el hermano de Carlos, lo abrazó por última vez para ir a Flandes, donde sería nombrado archiduque , duque de Austria, Brabante y Tirol y solo conocería el ambiente de la corte castellana a través de su correspondencia con Martín de Salinas.
Se acordó que el subsidio de Aragón al rey sería de 750 millones de maravedíes.
Mientras esto sucedía, Las Casas terminaba de escribir otra de sus memorias en las que proponía una utopía más que un plan estratégico viable: fin de las encomiendas, impulso al comercio de los negros para sustituir a los indios, a los que se les haría libres, y toda una serie de fortalezas concatenadas a lo largo de la costa continental del Yucatán.
En La Española parecía llegar el fin de la autocracia, pues se propuso que los procuradores fueran elegidos por los mismos colonos, divididos siempre entre “pasamontistas” y “colonistas”. Vázquez de Ayllón fue elegido para representar a las Indias en Castilla. Las peticiones que llevaba comprendían la supresión de enviar indios a las minas y solo se podría tener a ochenta por encomienda. Además, Santo Domingo debería reducir su autoridad respecto al resto de las islas y la corona debería invertir en factorías azucareras.
A la muerte de Le Sauvage, Fonseca y su protegido, Cobos, redactaron dieciocho decretos. En ellos se suspendía al juez Zuazo de empleo y sueldo y lo obligaron a abandonar las islas.
Todo lo hicieron con presteza porque eran conscientes de que Mercurino de Gatttinara, saboyardo protegido de la archiduquesa Margarita, estaba a punto de llegar a España.
En tanto, Las Casas seguía lidiando. Buscó el apoyo del cardenal Adrian, aún en España y de Charles de Laxao; pero fray Pedro de Córdoba, desde Santo Domingo, aconsejaba que se vendiese a los indios y se los dejase marchar de tanta masacre como estaba sucediendo.
En España, tanto el rey Carlos, como Zuazo, Las Casas, Fonseca y Adrian eran conscientes de que la única solución a la carencia de mano de obra era la importación de negros africanos. En la Casa de Contratación de Sevilla se acordó que serían, para las cuatro grandes islas, unos cuatro mil africanos. Carlos creyó que con esta medida salvaría la vida de muchos indios inocentes.
Se le concedió la dirección del negocio a Gorrevod, que ya exigiera colonizar Yucatán con flamencos. Vendió parte de los privilegios a una serie de mercaderes genovéses, entre los que cabe destacar a Fornari, Agostín de Vivaldi y Gaspar Centurión. Las Casas no estaba de acuerdo con que se le concediera el negocio a Gorrevod, pero su voz aquí no tenía tanta autoridad. Aquí se inició el comercio de esclavos a gran escala durante tres siglos y medio, hasta los años sesenta del siglo XIX.
El retorno al poder del obispo Fonseca en Castilla, como consecuencia de la muerte de Le Sauvage, no impidió la interminable proliferación de documentos y propuestas para la mejora de las condiciones de vida en las Indias. Por ejemplo, se dio la oportunidad de viajar como colonos a aquellos que eran muy pobres en España. Además, Carlos pidió a la Casa de Contratación que concediese algunos privilegios a todo agricultor que solicitase ir al Nuevo Mundo.
Las Casas siguió presionando: pidió una autorización real para la fundación de poblados de indios libres que viviesen como españoles: pagarían tributos, pero no estarían asignados a determinadas encomiendas. Además, siguiendo a fray Pedro de Córdoba, propuso que todas las tierras españolas del “mar del Caribe” fuesen de control estricto de las órdenes mendicantes. Además, para reclutar gente, Las Casas recorrió muchas poblaciones de Castilla predicando el proyecto que se iba a concebir y la libertad que iban a ganar en aquellas tierras. Después partió a Zaragoza, donde informó a Fonseca de que había reclutado hasta a 3.000 hombres.
Al tiempo, Mercurino de Gattinara, nombrado canciller (antes, miembro del Consejo Privado de Catalina), llegó en octubre de 1518. Lo primero que hizo fue racionalizar los consejos de Estado, de Aragón y de Nápoles, pero su mayor proyecto era diseñar una política coherente respecto al Nuevo Mundo. Fue portavoz de Carlos ante el Sacro Imperio Romano y dio un giro a las directrices francófilas de Chiévres y Le Sauvage.
Fonseca supo que el régimen de los priores en Santo Domingo había fracasado y convenció al rey para que decretase oficialmente su fin. Rodrigo de Figueroa (se supone que no era familiar de Luis de Figueroa, el prior de La Mejorada) fue nombrado nuevo gobernador y Las Casas fue nombrado primer secretario de Figueroa, acompañándolo durante los debates con los consejeros del rey en Zaragoza… Fonseca quería alejar al rebelde sacerdote de España . Figueroa cuidaría del flujo de barcos entre las dos orillas,de no apresar a ningún indio que no fuera Caribe, investigaría la expedición de Juan Bono a Trinidad y declararía libres a los habitantes de Bahamas.
En 1518, la primera epidemia de viruela asoló el nuevo mundo. La consecuencia inmediata: aumento de la demanda de indígenas de las Bahamas y de esclavos de la Costa de las Perlas. Las deliberaciones sobre las Indias se interrumpieron en Zaragoza, donde las cortes concedieron ya su dinero a Carlos. Pocos días después murió el emperador Maximiliano, lo que dispuso a Carlos I en la mejor posición para acceder a la corona del Sacro Imperio, frente a la candidatura de Franscisco I apoyado por el Papa.
En Barcelona Carlos se disponía a recibir los respetos de la ciudad condal y sus más altas dignidades. En el coro de la catedral habría diez nobles españoles de la hermandad del Toisón de Oro. Toda la atención se centró en Aquisgrán. Las Indias pasaron desapercibidas durante un tiempo.
En tanto sucedía esto en Centroeuropa, Álvarez de Pineda exploraba, en 1519, la región entre el Missisipi y Florida y Diego Velázquez, encomendando la empresa a Cortés, decidía investigar las tierras atisbadas por Fernández de Córdoba y Juan Grijalva. Gattinara y Laxao siguieron en contacto con Las Casas, quien recibió el permiso del rey para conformar una comisión que tratara el asunto de la costa norte de Sudamérica. En su proyecto concibió el envío de cincuenta colonos “caballeros de las espuelas doradas”, doce misioneros franciscanos o dominicos y diez intérpretes indios. Podrían buscar tesoros y entregarían un quinto al rey.
En el mismo momento de este debate se nombró Emperador del Sacro Imperio, con el nombre de Carlos V, a Carlos I de España, a quien el Papa no apoyaba porque ya era también rey de Nápoles… Gracias, sobre todo a las intercesiones entre la archiduques a Margarita, la tía de Carlos, con Jacob Fugger (pero también a otros muchos banqueros), ese pudo ser elegido emperador . El conde del Palatinado y el hermano del duque de Baviera llegaron al poco a Barcelona con el original de la declaración que lo acreditaba como tal y le pedían se trasladara a Alemania para ser coronado.
El 10-8-1519, Rodrigo de Figueroa llegó a Santo Domingo en calidad de nuevo gobernador y regresaron los dos jerónimos que aún quedaban en las sufridas y sofocantes Indias españolas.
En 1519 España tenía un rey encantado de ser emperador pero que consideraba que sus dominios se reducían a Europa. Eso sí, Carlos afirmó una vez: “somos señores de las Indias occidentales, las islas y los continentes de la mar Oceána descubiertos o por descubrir”, para diferenciarlas ya de las Indias orientales. La relevancia de estas colonias estaba en el aumento exponencial de sus exportaciones de oro desde 1510.
A las islas del Caribe se dirigió Rodrigo de Figueroa, un juez zamorano para sustituir a los priores jerónimos. No contó con la colaboración de Bartolomé de las Casas. Figueroa, al llegar, comprobó que solo había unos mil colonos en las islas, el resto se había marchado a la más prometedora Cuba. Nada más llegar construyó un molino de azúcar en su encomienda de Azúa, la nueva ciudad donde Hernán Cortés había sido escribano en tiempos de Ovando.
En tanto, Las Casas consolidaba una nueva versión sobre la política indiana: convertir a los indios de la costa septentrional de Sudamérica a través de la fundación de diez ciudades, en las que invertiría la corona hasta nueve millones de maravedís. El proyecto fascinó al canciller Gattinara. También Diego Colón le prestó su apoyo, ya que el plan implicaba renovar su poder, pero el obispo Fonseca contraatacó incansablemente durante todo ese año. Al final , Gattinara dijo a Las Casas: “El señor obispo mucha cólera tiene; placerá a Dios que este negocio habrá buen fin”.
Por entonces ya se aludía a un Consejo de Indias, cuyo presidente era Fonseca y estaba integrado por Luis Zapata, Gatinnara y Francisco de los Cobos, como secretario. Por eso, Las Casas comprendió que debía hacer alguna concesión para evitar la posterior oposición por parte de Fonseca y de sus amigos, decidió excluir de su proyecto el control sobre las perlas de Cubagua, en la actual Venezuela, reduciendo así las riquezas, aunque no la extensión del territorio que pretendía.
Con objeto de investigar las ventas ilegales de lucayos (de esclavos indígenas) al norte de La Española se nombró a una serie de funcionarios. Todo indicaba que había muchos casos de venta de esclavos cuando, en realidad, lo que se habían producido habían sido intercambios. Además, Figueroa llevó a cabo el juicio de residencia del juez Zuazo, quien había concedido licencias para capturar esclavos sin comunicarlo a los jerónimos y favoreciendo a sus amigos.
El canibalismo y la sodomía, en cualquier caso, seguían siendo justificaciones para que un español pudiese capturar a cualquier indio, fuera o no un Caribe (un canibal).Testigos de dicha investigación fueron los constructores de nave, los mercaderes y todo tipo de personas en la isla. En Venezuela había ocho tipos de tribus, cuatro de ellas “caníbales”. Al final, quedó su captura totalmente autorizada, siempre y cuando se obtuviese la oportuna licencia; pero, por su parte, se restableció la ilegalidad de la venta de naborías (es decir, indios “buenos”). También la investigación determinó la debilidad de las órdenes franciscana y dominica en el control de la situación, por lo que corrían riesgo de desaparecer.
En cualquier caso, fuese el que fuese el resultado, lo que preocupaba a Figueroa era que si quería tratar bien a los indios habría que renunciar al sistema de explotación de encomiendas. Pero, si renunciaba a las encomiendas, la mayoría de los españoles dejarían las Indias. Al margen de estos pensamientos que apabullaban al nuevo gobernador, entre 1519 y 1520 se organizaron 34 flotillas que partieron en busca de esclavos, hasta capturar unos 1500.
Lejos de allí, Las Casas era quien dictaba la política, aunque no las actividades concretas, que había que desarrollar en las Indias, por eso estaba permanentemente en la Corte. El Consejo del Reino lo apoyó en su larguísima disputa con el obispo Juan de Quevedo, quien estuvo con Pedrarias en Darién. Asimismo, Diego Colón y Zúñiga terciaron a favor de Las Casas. Luego, Ruiz de la Mota fue a ver al rey y le contó todo lo ocurrido entre fray Las Casas y el obispo Quevedo, sugiriendo que acaso el monarca quisiera escuchar lo que el primero tenía que decir acerca de las Indias… y aceptó.
En la sesión, el rey estuvo rodeado de Chiévres, Gattinara, el obispo Ruiz de la Mota, el licenciado Agustín Aguirre y el historiador Oviedo. Este aspiraba a conseguir tierras en Santa Marta, Colombia. Quevedo dijo que la situación en las Indias, con Las Casas al mando, era insostenible pues en Darién por poco no mueren de hambre y añadió que los indios son esclavos a natura. Las Casas añadió que eso no era así y que la población indígena estaba descendiendo por guerras injustas y por un exterminio indiscriminado hacia la población india, únicamente para explotarlos en las minas y encomiendas. Añadió que si la religión cristiana predicaba el mismo trato para todo, entonces no había nadie que pudiera ser “esclavo por naturaleza”, como decía Quevedo y que convenía recordar que Jesucristo murió por todos los pueblos de la tierra, también por estos que habitaban el Nuevo Mundo. Elocuencia tal convenció a Gattinara y al mismo rey, quienes aprobaron sus proyectos.
Tanto Fonseca como Oviedo se opusieron a estos planes y redactaron una relación de treinta objeciones a las propuestas de Las Casas, pero con la muerte de el segundo en la navidad de 1519 se aplacó la situación y se puso a favor del fraile.
La cuestión de lo que iba a pasar en el imperio alemán se estaba convirtiendo en la mayor preocupación de Gattinara, Chiévres y Carlos. Los electores de Maguncia y Sajonia escribieron a Carlos apremiándolo a que acudiera rápidamente a Aquisgrán.
En 1520 fue también el año en que Suleimán I llegó al trono otomano y revocó la política conciliadora de Selim I, que hasta enconces solo había deseado atacar Persia y Egipto, y no al imperio Cristiano.
Antes de partir, el secretario Cobos convocó las Cortes Castellanas en Santiago el 20 de marzo. Esto era porque el rey quería estar cerca de La Coruña, el puerto en el que embarcaría, y quizá también quería estar lejos de un lugar tan peligrosamente bullicioso como Burgos. Al mismo tiempo, Valladolid era un hervidero de rumores: ¿iba quizá el rey a la Coruña para abandonar España para siempre?. Después de haber visitado a su amargada madre y dejarla al cuidado del Marqués de Denia, partió a Galicia.
Ruiz de la Mota le dijo a los procuradores que el rey se disponía a partir para Benavente y allí se los volvió a recibir. Pero en esta ocasión solo vieron a Antonio de Rojas, arzobispo de Granada y presidente del Consejo del Reino, y a Padilla, que les dijo que no se metieran en los asuntos del rey. A la mayoría de cortesanos les parecía un error celebrar Cortes en Santiago, un lugar remoto.
Ruiz de la Mota enalteció la postura del rey mediante un discurso imperial, nunca mejor dicho. Ahí acuñó el término “Plus Ultra” y también nombró a emperadores como Trajano, Adriano y Teodosio: “Ahora, el imperio, vino a buscar a la España del Rey de Romanos y emperador”. Acto seguido Carlos añadió: ciertas necesidades me obligan a partir a unos viajes. La decisión debe tomarse partiendo del debido respeto a la religión, cuyos enemigos han crecido tanto que ni siquiera la tranquilidad de la comunidad ni la dignidad de España ni el general de mis reinos están dispuestos a tolerar tal amenaza. Pero es difícil que existan o se mantengan, a menos que una a España con Alemania y añada el título caesar al de rey de España”. En estas palabras se resumen sus pretensiones para los siguientes años.
Juró volver antes de que se cumplieran tres años y no nombraría más extranjeros para ocupar cargos en España.
Los nobles de Galicia salieron de su antiguo letargo para exigir que sus ciudades también enviaran procuradores a Cortes ¿Por qué debían limitarse las Cortes de Castilla a los representantes de unas pocas ciudades castellanas y no acoger a los de Santiago o La Coruña?. La corte dejó Santiago y se dirigió a La Coruña. Carlos ordenó a las Cortes, es decir, a los procuradores, que se reunieran con él allí. La Coruña tenía, por entonces, un puerto bastante pequeño, pero era perfecto para salir hacia el norte con rapidez.
Se convenció a los procuradores del subsidio y se nombró a Diego Colón como gobernador de las Indias sin definir de forma clara cuáles serían sus poderes y atribuciones, pues iba a ser gobernador y virrey de la isla La Española, así como de todas las demás islas que el Almirante, su padre, había descubierto en aquellos mares; pero en realidad no iba a cambiar nada. Los “tenientes del gobernador” se convertirían en gobernadores de los mismos territorios, Diego estaría muy lejos, como una especie de distante tribunal de apelación. Para entonces, Diego había establecido una alianza con Las Casas, al que había garantizado que él en persona trabajaría por la evangelización de los indios en el continente. El territorio que Las Casas seguía considerando que debía desarrollar era el que se extendía desde Santa Marta a paria, es decir, la mayor parte de la costa, lo que hoy sería la mayor parte de Colombia y toda Venezuela. Además, garantizó que pacificaría y convertiría a los indios puestos bajo sus auspicios y que los organizaría en pueblos en un plazo de dos años. Al tiempo, el rey también dio instrucciones a Figueroa de liberar a los indios que hubieran de ser liberados “con toda la celeridad que sea razonable”.
Lo más importante de aquellas Cortes fueron las noticias traídas por Montejo y Hernández Portocarrero, quienes en 1518 viajaron con Cortés a Veracruz. Trajeron un notable tesoro e informaron de que en ese lugar, Cortés estaba construyendo un asentamiento estable en el continente con solo 600 hombres. Se lo condenó, en general, por rebelión contra el gobernador de Cuba, Velázquez. Ya había hablado Ruiz de la Mota de aquella tierra como “la del oro”. Este, regalado por Moctezuma a Cortés, fue guardado en la Casa de Contratación. El consejo del Reino discutió las demandas de estos dos procuradores que pedían licencia a Cortés para continuar con sus proyectos sin subordinación a Velázquez. Al final, ni se le dio ni se le quitó el permiso, simplemente se le dio diez mil pesos para sus gastos… lo que era un apoyo tácito.
Carlos partió a Alemania y en España, dentro del Consejo de Castilla, quedaba un subcomité de Indias, subcomité inmediato del gran Consejo de Indias, en el que estaban Fonseca, Francisco de Vargas, Juan, arzobispo de Zaragoza, Mendoza y Pedro de los Cobos, entre otros.
Carlos se detuvo en Inglaterra y luego en Flandes. Martín Lutero tenía puestas esperanzas en él, pero sus publicaciones estaban escandalizando a Roma, donde el Papa ya estaba preparando unas bulas condenatorias hacia su persona.
El 23-10-1520 fue coronado emperador en Aquisgrán. Allí exhibió algunas de las riquezas que habían traído los procuradores de Cortés desde México.
En la Dieta de Worms, el emperador Carlos V se reunió con Lutero, que tenía un salvoconducto y estaba protegido por el elector Federico de Sajonia. Se presentó a sí mismo como un hombre que dirigía la revolución. Esto causó gran impacto. Aquí comenzó la reforma de la iglesia protestante.
Otros problemas llamaban a la puerta del Imperio. El rey Franciso I de Francia declaró la guerra a Carlos cuando mandó tres carabelas transatlánticas que interceptaron otras tantas españolas que arribaban del Nuevo Mundo. Carlos forjó una alianza con el papa León X contra el rey galo, pero también se preparó un edicto contra Lutero. Europa estaba en plena ebullición.
Chiévres murió en mayo y fue reemplazado como gran chambelán por Enrique de Nassau, que nunca tuvo su misma influencia. El rey comenzó a apoyarse más en experimentados secretarios de nivel “internacional”, por así decirlo.
Mientras Carlos cosechaba éxitos en el Sacro Imperio, España parecía desmoronarse. En mayo de 1520, nueve días después de que Carlos marchara a coronarse emperador, comenzó en Segovia una revuelta en toda regla, la de los comuneros, los hombres de las comunas de las ciudades y que proclamaron pacíficamente “la comunidad”, la independencia.
El cardenal Adrian de Utrech, regente nombrado por Carlos, llegó a Valladolid con el Consejo del Reino. El arzobispo de Granada Antonio de rojas, el presidente, ya estaba allí, con el experimentado condestable de Castilla, Íñigo Fernández de Velasco, quienes debatieron el problema. Proclamaban muchas peticiones (apuntes de Salazar), pero destacaba aquel argumento de que Carlos no tenía derecho a reinar mientras su madre viviera. Adrian hizo concesiones inteligentes, el rey renunciaría a las subvenciones que se habían votado en La Coruña. Luego, desde Flandes, Gattinara nombró dos regentes castellanos, para acallar los rumores contra los extranjeros: Íñigo Fernández de Velasco, condestable de Castilla, y Fadrique Enríquez, almirante.
(Desarrollo somero de la Guerra de las Comunidades y Germanías) Fue la última vez que las ciudades intentaron dirigir el rumbo de los acontecimientos: desde entonces se encargaron de ello la corte y la monarquía. Con el rey de viaje, España en llamas y Adrian preocupado por las rebeliones, el poder respecto a las Indias quedó en manos de Fonseca, a pesar de que él mismo había abandonado sus deberes durante algun tiempo. De igual forma, cuando la corte se restableció finalmente, Las Casas obtuvo concesiones. Estaba ya listo para embarcarse otra vez hacia el Nuevo Mundo, pero la rebelión de los comuneros le impidió salir de Valladolid. No obstante, tuvo tiempo para refinar sus planes, con el apoyo del cardenal Adrian.
A Santo Domingo llegó la noticia de que Diego Colón era restituido, por Carlos V, en su puesto de gobernante en las Indias. El licenciado Lebrón efectuó la residencia de Figueroa por sus abusos en el poder en lo que respecta a los indianos. No obstante, nada más llegar, Las Casas tuvo que enfrentarse a una gran revuelta inconexa con él, pero que le competía. Flores, que todavía estaba en Cubagua, había tratado sin éxito sofocarla, donde un grupo de caribes se rebeló cuando asesinaron a su cacique, Melchor.
Los españoles se hicieron con 50 taínos, que fueron vendidos. Al final se los sometió con violencia.
Diego Colón gobernaba, Las Casas proyectaba, pero el viejo tesorero, Pasamonte, seguía planteando demandas imperiosas que no encajaban en su pensamiento del Nuevo Mundo. Antes de que en el Caribe supieran que Carlos V, de vuelta en Valladolid, había limitado el radio de acción de la búsqueda de perlas para las Casas, este logró hacerse a la mar con ciento veinte soldados y frailes bajo su control. Esos hombres solo lucharían con los indígenas del norte de Sudamérica en caso de que el fraile certificara que no podía adoctrinarlos en la fe, en el resto de ocasiones el papel evangelizador debería primar sobre las armas. Cuando llegó allí, Las Casas se dirigió a los pocos españoles que quedaban en la costa, pero ninguno o muy pocos aceptaron seguir bajo esas condiciones climáticas y mucho menos bajo las exigencias de un fraile, excepto los franciscanos que lo recibieron con alabanzas. Las Casas tampoco logró controlar a los comerciantes clandestinos de esclavos y perlas, y también tuvo problemas con Francisco de Vallejo, nombrado por los priores de Santo Domingo.
Las Casas decidió partir a la capital para presentar sus quejas en persona. Aprovechando su ausencia, Francisco de Soto comenzó a buscar oro, luego perlas y, finalmente, también esclavos. La posibilidad de establecer en aquellas tierras una nueva y dorada utopía parecía cada vez más remota. Una vez las Casas se hubo marchado, los indios de Cumaná se rebelaron contra los monjes, ataque que conllevó la muerte de Soto.
En tanto, Juan Ponce de León había emprendido un viaje en 1521 a Florida con doscientos cincuenta hombres en cuatro barcos. Allí resultó herido de una flecha envenenada y murió cerca de La Habana. En 1522 Carlos dejó Bruselas y retornó a España vía Inglaterra.
En Valladolid, Las Casas y Montesino coincidieron con el cortejo real de Carlos. Propusieron que el territorio de las Indias debería ser dividido en provincias. Dos visitadores y un alguacil inspeccionarían cada poblado una vez al año. Los esclavos serían bien tratados y podrían casarse si contaban con la aprobación de su amo. Estas ideas pudieron verse influidas por Tomás Moro.
Chiévres sustituyó a Fonseca en la dirección administrativa de las Indias en diciembre de 1512. Según los indianos que ya le escribían, cuatro eran las causas del descendimiento poblacional en La Española: los cambios de gobernadores, el traslado constante de grandes grupos de indios, los procesamientos de los colonos y que hubiese en las Indias menos oro del esperado.
También estos contemplaban la idea de traer negros a las islas. Gorrevod quiso colonizar aquella zona llamada “del Yucatán” con flamencos, pero el rey no le dio permiso. Fonseca pensaba que el sistema de encomiendas debía continuar. Los priores jerónimos pidieron al rey que les diera la facultad para negociar la venida de negros de Cabo Verde y Guinea. Zuazo urgía la llegada de matrimonios para asentar y colonizar esas tierras. Debería fomentarse la inmigración ilimitada, con la única condición de ser cristiano. Él también recomendaba la repoblación de esas tierras con negros africanos. Añadió que cerca de Santo Domingo ya había plantaciones de azúcar. Un juez informó que de 15.000 bahameños, habían muerto ya 13.000.
Francisco de los Cobos había sido nombrado como sustituto de Conchillos en la secretaría para las Indias. El rey y él tuvieron que enfrentarse a las continuas peticiones que Gorrevod hacía respecto al Yucatán, "tierra que, decía Diego Colón, pertenecía a él por herencia y derecho, aunque aún no había sido siquiera explorada, no digamos conquistada" para establecer asentamientos flamencos.
Cobos comenzó siendo contador mayor en Granada en 1510 para luego pasar a ser secretario del rey en 1517.
A principios de 1518 Carlos convocó las Cortes, donde participó el procurador de Burgos, Juan Zumel y un tal García de Padilla, miembro del Consejo del Reino. Con esto quería conseguir fondos del reino. Le urgieron a casarse con Isabel de Portugal y a conservar el control de Navarra contra Francia. Así consiguió Chievres y Carlos un subsidio de 225 millones de maravedís al año durante los tres años siguientes. Carlos fue proclamado rey en valladolid en la iglesia de San Pablo,iglesia de un convento dominico.
En mayo de 1518 Carlos convocó cortes en Aragón. Poco antes Fernando, el hermano de Carlos, lo abrazó por última vez para ir a Flandes, donde sería nombrado archiduque , duque de Austria, Brabante y Tirol y solo conocería el ambiente de la corte castellana a través de su correspondencia con Martín de Salinas.
Se acordó que el subsidio de Aragón al rey sería de 750 millones de maravedíes.
Mientras esto sucedía, Las Casas terminaba de escribir otra de sus memorias en las que proponía una utopía más que un plan estratégico viable: fin de las encomiendas, impulso al comercio de los negros para sustituir a los indios, a los que se les haría libres, y toda una serie de fortalezas concatenadas a lo largo de la costa continental del Yucatán.
En La Española parecía llegar el fin de la autocracia, pues se propuso que los procuradores fueran elegidos por los mismos colonos, divididos siempre entre “pasamontistas” y “colonistas”. Vázquez de Ayllón fue elegido para representar a las Indias en Castilla. Las peticiones que llevaba comprendían la supresión de enviar indios a las minas y solo se podría tener a ochenta por encomienda. Además, Santo Domingo debería reducir su autoridad respecto al resto de las islas y la corona debería invertir en factorías azucareras.
A la muerte de Le Sauvage, Fonseca y su protegido, Cobos, redactaron dieciocho decretos. En ellos se suspendía al juez Zuazo de empleo y sueldo y lo obligaron a abandonar las islas.
Todo lo hicieron con presteza porque eran conscientes de que Mercurino de Gatttinara, saboyardo protegido de la archiduquesa Margarita, estaba a punto de llegar a España.
En tanto, Las Casas seguía lidiando. Buscó el apoyo del cardenal Adrian, aún en España y de Charles de Laxao; pero fray Pedro de Córdoba, desde Santo Domingo, aconsejaba que se vendiese a los indios y se los dejase marchar de tanta masacre como estaba sucediendo.
En España, tanto el rey Carlos, como Zuazo, Las Casas, Fonseca y Adrian eran conscientes de que la única solución a la carencia de mano de obra era la importación de negros africanos. En la Casa de Contratación de Sevilla se acordó que serían, para las cuatro grandes islas, unos cuatro mil africanos. Carlos creyó que con esta medida salvaría la vida de muchos indios inocentes.
Se le concedió la dirección del negocio a Gorrevod, que ya exigiera colonizar Yucatán con flamencos. Vendió parte de los privilegios a una serie de mercaderes genovéses, entre los que cabe destacar a Fornari, Agostín de Vivaldi y Gaspar Centurión. Las Casas no estaba de acuerdo con que se le concediera el negocio a Gorrevod, pero su voz aquí no tenía tanta autoridad. Aquí se inició el comercio de esclavos a gran escala durante tres siglos y medio, hasta los años sesenta del siglo XIX.
El retorno al poder del obispo Fonseca en Castilla, como consecuencia de la muerte de Le Sauvage, no impidió la interminable proliferación de documentos y propuestas para la mejora de las condiciones de vida en las Indias. Por ejemplo, se dio la oportunidad de viajar como colonos a aquellos que eran muy pobres en España. Además, Carlos pidió a la Casa de Contratación que concediese algunos privilegios a todo agricultor que solicitase ir al Nuevo Mundo.
Las Casas siguió presionando: pidió una autorización real para la fundación de poblados de indios libres que viviesen como españoles: pagarían tributos, pero no estarían asignados a determinadas encomiendas. Además, siguiendo a fray Pedro de Córdoba, propuso que todas las tierras españolas del “mar del Caribe” fuesen de control estricto de las órdenes mendicantes. Además, para reclutar gente, Las Casas recorrió muchas poblaciones de Castilla predicando el proyecto que se iba a concebir y la libertad que iban a ganar en aquellas tierras. Después partió a Zaragoza, donde informó a Fonseca de que había reclutado hasta a 3.000 hombres.
Al tiempo, Mercurino de Gattinara, nombrado canciller (antes, miembro del Consejo Privado de Catalina), llegó en octubre de 1518. Lo primero que hizo fue racionalizar los consejos de Estado, de Aragón y de Nápoles, pero su mayor proyecto era diseñar una política coherente respecto al Nuevo Mundo. Fue portavoz de Carlos ante el Sacro Imperio Romano y dio un giro a las directrices francófilas de Chiévres y Le Sauvage.
Fonseca supo que el régimen de los priores en Santo Domingo había fracasado y convenció al rey para que decretase oficialmente su fin. Rodrigo de Figueroa (se supone que no era familiar de Luis de Figueroa, el prior de La Mejorada) fue nombrado nuevo gobernador y Las Casas fue nombrado primer secretario de Figueroa, acompañándolo durante los debates con los consejeros del rey en Zaragoza… Fonseca quería alejar al rebelde sacerdote de España . Figueroa cuidaría del flujo de barcos entre las dos orillas,de no apresar a ningún indio que no fuera Caribe, investigaría la expedición de Juan Bono a Trinidad y declararía libres a los habitantes de Bahamas.
En 1518, la primera epidemia de viruela asoló el nuevo mundo. La consecuencia inmediata: aumento de la demanda de indígenas de las Bahamas y de esclavos de la Costa de las Perlas. Las deliberaciones sobre las Indias se interrumpieron en Zaragoza, donde las cortes concedieron ya su dinero a Carlos. Pocos días después murió el emperador Maximiliano, lo que dispuso a Carlos I en la mejor posición para acceder a la corona del Sacro Imperio, frente a la candidatura de Franscisco I apoyado por el Papa.
En Barcelona Carlos se disponía a recibir los respetos de la ciudad condal y sus más altas dignidades. En el coro de la catedral habría diez nobles españoles de la hermandad del Toisón de Oro. Toda la atención se centró en Aquisgrán. Las Indias pasaron desapercibidas durante un tiempo.
En tanto sucedía esto en Centroeuropa, Álvarez de Pineda exploraba, en 1519, la región entre el Missisipi y Florida y Diego Velázquez, encomendando la empresa a Cortés, decidía investigar las tierras atisbadas por Fernández de Córdoba y Juan Grijalva. Gattinara y Laxao siguieron en contacto con Las Casas, quien recibió el permiso del rey para conformar una comisión que tratara el asunto de la costa norte de Sudamérica. En su proyecto concibió el envío de cincuenta colonos “caballeros de las espuelas doradas”, doce misioneros franciscanos o dominicos y diez intérpretes indios. Podrían buscar tesoros y entregarían un quinto al rey.
En el mismo momento de este debate se nombró Emperador del Sacro Imperio, con el nombre de Carlos V, a Carlos I de España, a quien el Papa no apoyaba porque ya era también rey de Nápoles… Gracias, sobre todo a las intercesiones entre la archiduques a Margarita, la tía de Carlos, con Jacob Fugger (pero también a otros muchos banqueros), ese pudo ser elegido emperador . El conde del Palatinado y el hermano del duque de Baviera llegaron al poco a Barcelona con el original de la declaración que lo acreditaba como tal y le pedían se trasladara a Alemania para ser coronado.
El 10-8-1519, Rodrigo de Figueroa llegó a Santo Domingo en calidad de nuevo gobernador y regresaron los dos jerónimos que aún quedaban en las sufridas y sofocantes Indias españolas.
En 1519 España tenía un rey encantado de ser emperador pero que consideraba que sus dominios se reducían a Europa. Eso sí, Carlos afirmó una vez: “somos señores de las Indias occidentales, las islas y los continentes de la mar Oceána descubiertos o por descubrir”, para diferenciarlas ya de las Indias orientales. La relevancia de estas colonias estaba en el aumento exponencial de sus exportaciones de oro desde 1510.
A las islas del Caribe se dirigió Rodrigo de Figueroa, un juez zamorano para sustituir a los priores jerónimos. No contó con la colaboración de Bartolomé de las Casas. Figueroa, al llegar, comprobó que solo había unos mil colonos en las islas, el resto se había marchado a la más prometedora Cuba. Nada más llegar construyó un molino de azúcar en su encomienda de Azúa, la nueva ciudad donde Hernán Cortés había sido escribano en tiempos de Ovando.
En tanto, Las Casas consolidaba una nueva versión sobre la política indiana: convertir a los indios de la costa septentrional de Sudamérica a través de la fundación de diez ciudades, en las que invertiría la corona hasta nueve millones de maravedís. El proyecto fascinó al canciller Gattinara. También Diego Colón le prestó su apoyo, ya que el plan implicaba renovar su poder, pero el obispo Fonseca contraatacó incansablemente durante todo ese año. Al final , Gattinara dijo a Las Casas: “El señor obispo mucha cólera tiene; placerá a Dios que este negocio habrá buen fin”.
Por entonces ya se aludía a un Consejo de Indias, cuyo presidente era Fonseca y estaba integrado por Luis Zapata, Gatinnara y Francisco de los Cobos, como secretario. Por eso, Las Casas comprendió que debía hacer alguna concesión para evitar la posterior oposición por parte de Fonseca y de sus amigos, decidió excluir de su proyecto el control sobre las perlas de Cubagua, en la actual Venezuela, reduciendo así las riquezas, aunque no la extensión del territorio que pretendía.
Con objeto de investigar las ventas ilegales de lucayos (de esclavos indígenas) al norte de La Española se nombró a una serie de funcionarios. Todo indicaba que había muchos casos de venta de esclavos cuando, en realidad, lo que se habían producido habían sido intercambios. Además, Figueroa llevó a cabo el juicio de residencia del juez Zuazo, quien había concedido licencias para capturar esclavos sin comunicarlo a los jerónimos y favoreciendo a sus amigos.
El canibalismo y la sodomía, en cualquier caso, seguían siendo justificaciones para que un español pudiese capturar a cualquier indio, fuera o no un Caribe (un canibal).Testigos de dicha investigación fueron los constructores de nave, los mercaderes y todo tipo de personas en la isla. En Venezuela había ocho tipos de tribus, cuatro de ellas “caníbales”. Al final, quedó su captura totalmente autorizada, siempre y cuando se obtuviese la oportuna licencia; pero, por su parte, se restableció la ilegalidad de la venta de naborías (es decir, indios “buenos”). También la investigación determinó la debilidad de las órdenes franciscana y dominica en el control de la situación, por lo que corrían riesgo de desaparecer.
En cualquier caso, fuese el que fuese el resultado, lo que preocupaba a Figueroa era que si quería tratar bien a los indios habría que renunciar al sistema de explotación de encomiendas. Pero, si renunciaba a las encomiendas, la mayoría de los españoles dejarían las Indias. Al margen de estos pensamientos que apabullaban al nuevo gobernador, entre 1519 y 1520 se organizaron 34 flotillas que partieron en busca de esclavos, hasta capturar unos 1500.
Lejos de allí, Las Casas era quien dictaba la política, aunque no las actividades concretas, que había que desarrollar en las Indias, por eso estaba permanentemente en la Corte. El Consejo del Reino lo apoyó en su larguísima disputa con el obispo Juan de Quevedo, quien estuvo con Pedrarias en Darién. Asimismo, Diego Colón y Zúñiga terciaron a favor de Las Casas. Luego, Ruiz de la Mota fue a ver al rey y le contó todo lo ocurrido entre fray Las Casas y el obispo Quevedo, sugiriendo que acaso el monarca quisiera escuchar lo que el primero tenía que decir acerca de las Indias… y aceptó.
En la sesión, el rey estuvo rodeado de Chiévres, Gattinara, el obispo Ruiz de la Mota, el licenciado Agustín Aguirre y el historiador Oviedo. Este aspiraba a conseguir tierras en Santa Marta, Colombia. Quevedo dijo que la situación en las Indias, con Las Casas al mando, era insostenible pues en Darién por poco no mueren de hambre y añadió que los indios son esclavos a natura. Las Casas añadió que eso no era así y que la población indígena estaba descendiendo por guerras injustas y por un exterminio indiscriminado hacia la población india, únicamente para explotarlos en las minas y encomiendas. Añadió que si la religión cristiana predicaba el mismo trato para todo, entonces no había nadie que pudiera ser “esclavo por naturaleza”, como decía Quevedo y que convenía recordar que Jesucristo murió por todos los pueblos de la tierra, también por estos que habitaban el Nuevo Mundo. Elocuencia tal convenció a Gattinara y al mismo rey, quienes aprobaron sus proyectos.
Tanto Fonseca como Oviedo se opusieron a estos planes y redactaron una relación de treinta objeciones a las propuestas de Las Casas, pero con la muerte de el segundo en la navidad de 1519 se aplacó la situación y se puso a favor del fraile.
La cuestión de lo que iba a pasar en el imperio alemán se estaba convirtiendo en la mayor preocupación de Gattinara, Chiévres y Carlos. Los electores de Maguncia y Sajonia escribieron a Carlos apremiándolo a que acudiera rápidamente a Aquisgrán.
En 1520 fue también el año en que Suleimán I llegó al trono otomano y revocó la política conciliadora de Selim I, que hasta enconces solo había deseado atacar Persia y Egipto, y no al imperio Cristiano.
Antes de partir, el secretario Cobos convocó las Cortes Castellanas en Santiago el 20 de marzo. Esto era porque el rey quería estar cerca de La Coruña, el puerto en el que embarcaría, y quizá también quería estar lejos de un lugar tan peligrosamente bullicioso como Burgos. Al mismo tiempo, Valladolid era un hervidero de rumores: ¿iba quizá el rey a la Coruña para abandonar España para siempre?. Después de haber visitado a su amargada madre y dejarla al cuidado del Marqués de Denia, partió a Galicia.
Ruiz de la Mota le dijo a los procuradores que el rey se disponía a partir para Benavente y allí se los volvió a recibir. Pero en esta ocasión solo vieron a Antonio de Rojas, arzobispo de Granada y presidente del Consejo del Reino, y a Padilla, que les dijo que no se metieran en los asuntos del rey. A la mayoría de cortesanos les parecía un error celebrar Cortes en Santiago, un lugar remoto.
Ruiz de la Mota enalteció la postura del rey mediante un discurso imperial, nunca mejor dicho. Ahí acuñó el término “Plus Ultra” y también nombró a emperadores como Trajano, Adriano y Teodosio: “Ahora, el imperio, vino a buscar a la España del Rey de Romanos y emperador”. Acto seguido Carlos añadió: ciertas necesidades me obligan a partir a unos viajes. La decisión debe tomarse partiendo del debido respeto a la religión, cuyos enemigos han crecido tanto que ni siquiera la tranquilidad de la comunidad ni la dignidad de España ni el general de mis reinos están dispuestos a tolerar tal amenaza. Pero es difícil que existan o se mantengan, a menos que una a España con Alemania y añada el título caesar al de rey de España”. En estas palabras se resumen sus pretensiones para los siguientes años.
Juró volver antes de que se cumplieran tres años y no nombraría más extranjeros para ocupar cargos en España.
Los nobles de Galicia salieron de su antiguo letargo para exigir que sus ciudades también enviaran procuradores a Cortes ¿Por qué debían limitarse las Cortes de Castilla a los representantes de unas pocas ciudades castellanas y no acoger a los de Santiago o La Coruña?. La corte dejó Santiago y se dirigió a La Coruña. Carlos ordenó a las Cortes, es decir, a los procuradores, que se reunieran con él allí. La Coruña tenía, por entonces, un puerto bastante pequeño, pero era perfecto para salir hacia el norte con rapidez.
Se convenció a los procuradores del subsidio y se nombró a Diego Colón como gobernador de las Indias sin definir de forma clara cuáles serían sus poderes y atribuciones, pues iba a ser gobernador y virrey de la isla La Española, así como de todas las demás islas que el Almirante, su padre, había descubierto en aquellos mares; pero en realidad no iba a cambiar nada. Los “tenientes del gobernador” se convertirían en gobernadores de los mismos territorios, Diego estaría muy lejos, como una especie de distante tribunal de apelación. Para entonces, Diego había establecido una alianza con Las Casas, al que había garantizado que él en persona trabajaría por la evangelización de los indios en el continente. El territorio que Las Casas seguía considerando que debía desarrollar era el que se extendía desde Santa Marta a paria, es decir, la mayor parte de la costa, lo que hoy sería la mayor parte de Colombia y toda Venezuela. Además, garantizó que pacificaría y convertiría a los indios puestos bajo sus auspicios y que los organizaría en pueblos en un plazo de dos años. Al tiempo, el rey también dio instrucciones a Figueroa de liberar a los indios que hubieran de ser liberados “con toda la celeridad que sea razonable”.
Lo más importante de aquellas Cortes fueron las noticias traídas por Montejo y Hernández Portocarrero, quienes en 1518 viajaron con Cortés a Veracruz. Trajeron un notable tesoro e informaron de que en ese lugar, Cortés estaba construyendo un asentamiento estable en el continente con solo 600 hombres. Se lo condenó, en general, por rebelión contra el gobernador de Cuba, Velázquez. Ya había hablado Ruiz de la Mota de aquella tierra como “la del oro”. Este, regalado por Moctezuma a Cortés, fue guardado en la Casa de Contratación. El consejo del Reino discutió las demandas de estos dos procuradores que pedían licencia a Cortés para continuar con sus proyectos sin subordinación a Velázquez. Al final, ni se le dio ni se le quitó el permiso, simplemente se le dio diez mil pesos para sus gastos… lo que era un apoyo tácito.
Carlos partió a Alemania y en España, dentro del Consejo de Castilla, quedaba un subcomité de Indias, subcomité inmediato del gran Consejo de Indias, en el que estaban Fonseca, Francisco de Vargas, Juan, arzobispo de Zaragoza, Mendoza y Pedro de los Cobos, entre otros.
Carlos se detuvo en Inglaterra y luego en Flandes. Martín Lutero tenía puestas esperanzas en él, pero sus publicaciones estaban escandalizando a Roma, donde el Papa ya estaba preparando unas bulas condenatorias hacia su persona.
El 23-10-1520 fue coronado emperador en Aquisgrán. Allí exhibió algunas de las riquezas que habían traído los procuradores de Cortés desde México.
En la Dieta de Worms, el emperador Carlos V se reunió con Lutero, que tenía un salvoconducto y estaba protegido por el elector Federico de Sajonia. Se presentó a sí mismo como un hombre que dirigía la revolución. Esto causó gran impacto. Aquí comenzó la reforma de la iglesia protestante.
Otros problemas llamaban a la puerta del Imperio. El rey Franciso I de Francia declaró la guerra a Carlos cuando mandó tres carabelas transatlánticas que interceptaron otras tantas españolas que arribaban del Nuevo Mundo. Carlos forjó una alianza con el papa León X contra el rey galo, pero también se preparó un edicto contra Lutero. Europa estaba en plena ebullición.
Chiévres murió en mayo y fue reemplazado como gran chambelán por Enrique de Nassau, que nunca tuvo su misma influencia. El rey comenzó a apoyarse más en experimentados secretarios de nivel “internacional”, por así decirlo.
Mientras Carlos cosechaba éxitos en el Sacro Imperio, España parecía desmoronarse. En mayo de 1520, nueve días después de que Carlos marchara a coronarse emperador, comenzó en Segovia una revuelta en toda regla, la de los comuneros, los hombres de las comunas de las ciudades y que proclamaron pacíficamente “la comunidad”, la independencia.
El cardenal Adrian de Utrech, regente nombrado por Carlos, llegó a Valladolid con el Consejo del Reino. El arzobispo de Granada Antonio de rojas, el presidente, ya estaba allí, con el experimentado condestable de Castilla, Íñigo Fernández de Velasco, quienes debatieron el problema. Proclamaban muchas peticiones (apuntes de Salazar), pero destacaba aquel argumento de que Carlos no tenía derecho a reinar mientras su madre viviera. Adrian hizo concesiones inteligentes, el rey renunciaría a las subvenciones que se habían votado en La Coruña. Luego, desde Flandes, Gattinara nombró dos regentes castellanos, para acallar los rumores contra los extranjeros: Íñigo Fernández de Velasco, condestable de Castilla, y Fadrique Enríquez, almirante.
(Desarrollo somero de la Guerra de las Comunidades y Germanías) Fue la última vez que las ciudades intentaron dirigir el rumbo de los acontecimientos: desde entonces se encargaron de ello la corte y la monarquía. Con el rey de viaje, España en llamas y Adrian preocupado por las rebeliones, el poder respecto a las Indias quedó en manos de Fonseca, a pesar de que él mismo había abandonado sus deberes durante algun tiempo. De igual forma, cuando la corte se restableció finalmente, Las Casas obtuvo concesiones. Estaba ya listo para embarcarse otra vez hacia el Nuevo Mundo, pero la rebelión de los comuneros le impidió salir de Valladolid. No obstante, tuvo tiempo para refinar sus planes, con el apoyo del cardenal Adrian.
A Santo Domingo llegó la noticia de que Diego Colón era restituido, por Carlos V, en su puesto de gobernante en las Indias. El licenciado Lebrón efectuó la residencia de Figueroa por sus abusos en el poder en lo que respecta a los indianos. No obstante, nada más llegar, Las Casas tuvo que enfrentarse a una gran revuelta inconexa con él, pero que le competía. Flores, que todavía estaba en Cubagua, había tratado sin éxito sofocarla, donde un grupo de caribes se rebeló cuando asesinaron a su cacique, Melchor.
Los españoles se hicieron con 50 taínos, que fueron vendidos. Al final se los sometió con violencia.
Diego Colón gobernaba, Las Casas proyectaba, pero el viejo tesorero, Pasamonte, seguía planteando demandas imperiosas que no encajaban en su pensamiento del Nuevo Mundo. Antes de que en el Caribe supieran que Carlos V, de vuelta en Valladolid, había limitado el radio de acción de la búsqueda de perlas para las Casas, este logró hacerse a la mar con ciento veinte soldados y frailes bajo su control. Esos hombres solo lucharían con los indígenas del norte de Sudamérica en caso de que el fraile certificara que no podía adoctrinarlos en la fe, en el resto de ocasiones el papel evangelizador debería primar sobre las armas. Cuando llegó allí, Las Casas se dirigió a los pocos españoles que quedaban en la costa, pero ninguno o muy pocos aceptaron seguir bajo esas condiciones climáticas y mucho menos bajo las exigencias de un fraile, excepto los franciscanos que lo recibieron con alabanzas. Las Casas tampoco logró controlar a los comerciantes clandestinos de esclavos y perlas, y también tuvo problemas con Francisco de Vallejo, nombrado por los priores de Santo Domingo.
Las Casas decidió partir a la capital para presentar sus quejas en persona. Aprovechando su ausencia, Francisco de Soto comenzó a buscar oro, luego perlas y, finalmente, también esclavos. La posibilidad de establecer en aquellas tierras una nueva y dorada utopía parecía cada vez más remota. Una vez las Casas se hubo marchado, los indios de Cumaná se rebelaron contra los monjes, ataque que conllevó la muerte de Soto.
En tanto, Juan Ponce de León había emprendido un viaje en 1521 a Florida con doscientos cincuenta hombres en cuatro barcos. Allí resultó herido de una flecha envenenada y murió cerca de La Habana. En 1522 Carlos dejó Bruselas y retornó a España vía Inglaterra.
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