1537 : Los Tercios del Mar, la primera infantería de marina europea

Hasta la aplicación de la pólvora al armamento, las batallas navales eran como las batallas en tierra firme: los barcos chocaban y sus cubiertas se convertían en zona de combate con las mismas armas que empleaba la infantería: las espadas, los escudos, las lanzas, los arcos y las flechas...

Algunas invenciones, como el fuego griego empleado por los bizantinos y los brulotes, junto con las tormentas, podían destruir una flota o dar la victoria sin que entrasen en contacto las dotaciones de los barcos, pero no era lo habitual.

La armada castellana que en junio de 1372, dentro de la Guerra de los Cien Años, atacó La Rochelle, en poder del rey inglés, fue la primera de Europa en emplear piezas de artillería (sacabuches, morteros, culebrinas, cañones, cerbatanas, bombardas...). Debido a las limitaciones de las armas de fuego, que sólo eran efectivas a corta distancia, los combates navales siguieron basándose en los siguientes siglos en la pelea entre infantes en vez de un duelo entre artilleros.

Cualquier almirante sabía que era capital disponer de una tropa habituada al combate cuerpo a cuerpo, al uso de armas de fuego cortas (mosquetes, arcabuces) y que, encima, no se marease ni tuviese miedo al mar, pero fue España, la mayor potencia marítima del siglo XVI, la que instituyó la primera infantería de marina de la Edad Moderna en 1537. Se trata de un cuerpo del Ejército español con casi 500 años de existencia.
La Jornada de Túnez

En el verano de 1534, el pirata Barbarroja, obediente al sultán turco Solimán, comenzó una campaña atroz contra los cristianos. Primero, asoló con su escuadra el sur de Italia y amenazó Roma; y luego conquistó Túnez, reino independiente vasallo de la Corona española. El monarca derrocado, Muley Hassán, pidió ayuda a Carlos I, que organizó una expedición para la que contó con naos del Cantábrico y urcas flamencas, y a la que se unieron galeras genovesas y pontificias y carabelas portuguesas; en total, 30.000 hombres. No se trataba sólo de reponer en un trono a un vasallo, sino de eliminar una amenaza tanto más preocupante cuanto el envidioso rey francés, Francisco I, seguía empeñado en guerrear contra España (en 1536, el francés pactó una alianza con los turcos).

En mayo siguiente, Carlos I, ya coronado emperador, zarpó de Barcelona y desembarcó en La Goleta, con miles de veteranos españoles e italianos de las guerras de Italia. La flota la mandaba Álvaro de Bazán El Viejo, cuyo hijo sería un marino más célebre que él, y uno de los jefes de la infantería era Fernando Álvarez de Toledo, duque de Alba. En julio, cayó Túnez. Los imperiales liberaron a unos 20.000 cautivos cristianos, repusieron a Muley Hassán y dejaron una guarnición. La victoria del emperador le hizo popular en Italia y le dio el sobrenombre de Africano.

Las tropas que intervinieron en esta campaña estaban encuadradas en Tercios, constituidos en 1534 por Carlos I a partir de las coronelías de Gonzalo Fernández de Córdoba. A la vista de la campaña anfibia de Túnez (traslado de tropas por mar, desembarco de éstas y protección por parte de la flota ante otra armada enemiga) y de la necesidad de contar con una fuerza de infantería entrenada para embarcar y combatir exclusivamente en galeras, se formaron en 1537 las Compañías Viejas de la Mar de Nápoles. En las décadas siguientes, los arcabuceros españoles demostraron ser más efectivos que los arqueros turcos, sobre todo en Lepanto: barrían las cubiertas de las galeras enemigas con más puntería y mortandad.

Una fuerza de desembarco moderna

Felipe II, que superó en tantas cosas a su padre, también lo hizo en ésta.
 
Fue Felipe II en 1566 el que desarrolló el concepto actual de Fuerza de Desembarco, es decir, la proyección del poder naval sobre la costa, creando en ese mismo año el Tercio Nuevo de la Mar de Nápoles, el Tercio de la Armada del Mar Océano y el Tercio de Galeras de Sicilia, y más adelante, en 1571, el Tercio Viejo del Mar Océano y de Infantería Napolitana.

El Tercio de la Armada del Mar Océano era el único que no estaba asignado a las Escuadras de Galeras y se empleaba cuando se "juntaba Armada" para reforzar a los demás y desembarcar completos en la costa enemiga. Este Tercio se considera el ascendente del actual Tercio de Armada. ¿Cuál fue la innovación de Felipe II?:

A cada galera se le asignaba su infantería, con lo cual podía dosificarse su entidad según la misión asignada a la escuadra, pero lo más importante no era esto, sino la creación del concepto de Fuerza de Desembarco, ya que las guarniciones podían desembarcar en un momento dado e integrarse en unidades tácticas, puesto que poseían el adiestramiento y los cuadros de mando para ello. A partir de este momento, España contaba con una herramienta que podía pasearse por todo el Mediterráneo y aplicarse en cualquier momento y punto de la costa.

Hasta entonces, las operaciones navales, incluso las desarrolladas por los berberiscos y los turcos, se limitaban a atacar por sorpresa un puerto o una ciudad, saquearlo y abandonarlo. Sus dotaciones (la dotación de un barco la forman la tripulación, es decir, la marinería, y la guarnición, la tropa) no estaban preparadas para ocupar un territorio de manera permanente y enfrentarse a unidades de infantería y caballería enemigas. Un desembarco que fuese una invasión consistía en un complejo y arriesgado traslado de tropas de tierra de una costa otra. Muchos de esos soldados no habían visto el mar hasta entonces.

Cervantes y Calderón de la Barca, infantes de marina

El más ilustre de los infantes de marina españoles ha sido Miguel de Cervantes, que participó con sus camaradas en la flota de la Liga Santa contra los turcos. Fueron miembros del Tercio de la Armada del Mar Océano los que formaron la guarnición de la galera Real, la capitana de la flota cristiana y en la que viajaba don Juan de Austria. Estos soldados fueron los primeros en abordar la galera Sultana, del almirante turco Alí Pachá. Otro infante de marina luego gran literato fue Pedro Calderón de la Barca.

El Tercio de la Armada del Mar Océano pasó a denominarse en 1603 Tercio Viejo de la Armada Real del Mar Océano; en 1704 cambió su nombre por el de Regimiento de Bajeles; en 1717 se integró en el Cuerpo de Batallones de Marina. En 1969 recuperó su vieja y tradicional denominación de Tercio de Armada por el decreto 1148/68, que constituyó en el núcleo de las fuerzas de Infantería de Marina. El real-decreto 1888/1978 ratificó como fecha de fundación del Tercio la ya citada de 1537.

Otros países establecieron sus infanterías de marina ya entrado el siglo XVII, como Francia (1622) e Inglaterra (1664). El cuerpo de marines de Estados Unidos nació en 1775, durante la guerra de independencia de este país, pero desapareció en la paz; se restauró en 1798.

Hoja de servicios
Encontramos a estos Tercios y sus continuadores en todas las campañas con componente naval en las que participó España, tanto en el Mediterráneo y el Atlántico como en el Pacífico: la conquista de la isla Tercera (1583), el desembarco en Inglaterra (1599), la recuperación de Salvador de Bahía (1625), la reconquista de Cerdeña (1717), la defensa de Cartagena de Indias (1741), la toma de Pensacola (1781), la batalla de Buenos Aires (1806), la expedición a la Cochinchina (1858-1862), la expedición a México (1862), el desembarco de Alhucemas (1925)...

Los infantes de marina se han batido en todos los campos de batalla que los demás militares españoles, por lejanos que estuvieran del mar. En la guerra de la Independencia se organizó una Legión Real de Marina que peleó en Bailén, Talavera, Espinosa de los Monteros, Tolosa, Zaragoza... En la batalla de San Pedro de Abanto (Vizcaya), en 1874, un batallón tomó un monte en el que se habían hecho atrincherado fuerzas carlistas y ganó así la Cruz Laureada. También estuvieron desplegados en Cuba y África. Debido a las guerras coloniales, el cuerpo creció tanto que dispuso hasta de unidades de caballería de marina, que desaparecieron después de la guerra de 1898.

Unidades de este cuerpo participaron en la defensa de Ifni (1957) y estuvieron de guarnición en el Sáhara. 

La última bandera rojigualda en esta provincia española, entregada a Marruecos, la arriaron infantes de marina en Villa Cisneros.




Autor : Pedro Fernandez


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