El rey Fernando siguió viajando durante 1516. Desde Palencia marchó a Sevilla, para lo que tuvo que cruzar Extremadura, la tierra de Balboa, Hernán Cortés y Pizarro. Alojado en Madrigalejo la muerte alcanzó al rey católico. Fernando había unido Catilla, de la que era regente, y reinado en Aragón, anexionó Navarra para España y, gracias al Gran Capitan, Nápoles seguía siendo un virreinato de soberanía española. Aunque no existía el Consejo de Indias, ni se había conquistado México y Perú, el Imperio español se estaba fraguando sin un organismo oficial que lo administrase más allá de la Casa de Contratación, del obispo Fonseca y de su secretario aragonés, Lope Conchillos. No parece probable que Fernando tuviera mucha conciencia de lo que había descubierto.
Aunque no fue el único rey, Fernando descuidó la situación de las Indias. Fonseca prefirió nombrar a miembros de grandes familias, solo por serlo (Ovando, Bobadilla, Ponce de León, Velázquez) que a hidalgos desconocidos (Colón, Balboa, Cortés).
Diego de Colón seguía gobernando en La Española; Francisco de Garay (sucesor de Juan Esquivel), en Jamaica; Diego Velázquez lo hacía en Cuba y Juan Ponce de León en Puerto Rico. En tanto, Núñez de Balboa y Pedrarias gobernaban Darién y Panamá, mientras que Pedro de Córdoba proyectaba establecer una piadosa colonia cerca de la Costa de las Perlas, en Venezuela. Esta era la situación en el nuevo mundo a la muerte del rey católico.
No desistieron en las expediciones a las Antillas, Bahamas o Trinidad para conseguir esclavos con los que comerciar. Fray Antonio de Montesino y el sacerdote Bartolomé de Las Casas criticaban esta actitud.
El rey dispuso en su testamento que cedía todos sus territorios a su segundo nieto, Fernando, pero su secretario Zapata, el tesorero Vargas y Galíndez de Carvajal le aconsejaron justo lo contrario, elegir a Carlos de Gante como legítimo heredero y dejar a Fernando con los territorios patrimoniales de los Habsburgo en Austria… y quizá fue este el mayor error del Monarca Católico, porque Fernando habría sido un rey más castellano, más cercano a España y a su Imperio.
También se estipulaba que tras la muerte del rey y hasta la llegada de Carlos de gante, el cardenal Cisnero desempeñaría de nuevo la regencia de Castilla, y el arzobispo de Zaragoza, Alfonso de Aragón, regentaría la corona aragonesa.
Cisneros partió de Alcalá a Guadalupe, recogió a Germana, el infante Fernando y al Consejo de Castilla y partió con ellos dirección a Madrid, donde todos se alojaron entre el alcázar y los claustros del convento de San Jerónimo. En Malinas se recibió una carta de puño y letra del rey católico.
Carlos de galante educado en Malinas y el ritual borgoñón del Toisón de Oro, en 1515 ( a los 15 años) fue nombrado duque de Borgoña por su abuelo Maximiliano, quien estaba totalmente orgulloso de él. El joven Carlos estaba acompañado por Margarita de Austria su tía, prometida en un principio con Carlos VIII, quien la rechazó para casarse con la viuda Ana de Bretaña , Chiévres (chambelán del príncipe y jefe del gobierno de Flandes desde 1515 hasta 1520 y negociador del Tratado de Noyon, paz con Francia) y Adriano de Utrech (obispo de dicha ciudad y licenciado en teología por la universidad de Lovaina, a partir de 1507 preceptor de Carlos).
En marzo de 1516 Cisneros recibió la primera carta firmada por el infante Carlos. Poco después se oficiaron dos misas solemnes en la catedral de Santa Gúdula, en Bruselas, en nombre del recién fallecido Fernando “el Católico”. Allí mismo se gritó “Viva el rey” en nombre del joven Carlos, lo que iba en contra de lo dicho en el testamento, donde se lo nombraba gobernador junto a la reinante, su incapacitada heredera Juana.
Tanto es así que Carlos pidió a Cisneros, ser llamado príncipe, y a todo su Consejo que fuera órgano regente solo hasta que él llegase. Esto levantó rumores y temores entre los grandes nobles. Cisneros no se escandalizó, dice, pues él mismo pensaba nombrarlo heredero a la corona de Castilla en Toledo… aunque al final lo hizo en Madrid.
Cisneros fue firme en sus decisiones, destituyó a quien no lo apoyaba y movió las piezas del puzle como más convenía a la voluntad del rey católico: “confinó” a Juana y a el joven Fernando y sometió a algunos nobles. Desde Flandes, Carlos mantuvo correspondencia con Cisneros para nombrar personas que hubieran sido favorables a su difunto padre, pero no hizo nada por partir hacia Castilla. En tanto, Cisneros creó una especie de cuerpo de policía, inspirado en la antigua Santa Hermandad, para intervenir contra los disidentes allá donde quisiera el “tercer rey de España”.
El 24-4-1516 Cisneros movió ficha y destituyó al obispo Fonseca, administrador de las Indias, más por corrupción que por su política en el Nuevo Mundo. Las Casas y Montesinos vieron cumplidas sus peticiones indirectamente. Además, se elevó un informe impactante sobre la situación de los indígenas en Cuba; padecían excesivo trabajo, estaban mal alimentados, se los empleaba como bestias de carga… Ante esta situación Las Casas elevó una serie de propuestas a Cisneros y Carlos, todavía en Bruselas ; abolir todas las encomiendas y los trabajos forzosos, todos los gobernadores deberían ser sustituidos y deberían mantenerse las leyes favorables a los indios y se los debería agrupar en poblaciones que contasen con un hospital, pues, aunque libres, deberían seguir trabajando para los españoles.
Esto puede parecer novedoso, pero es bastante retrógrado proponer sustituir a los indios por esclavos negros africanos. No obstante, propuso crear comunidades de hispanoindios que colaborasen en las mismas tareas, pues seguro que había muchos españoles pobres encantados de comenzar una nueva vida en las Indias. En fin, los 64 funcionarios necesarios para aplicar el programa costarían cerca de 3 millones de maravedís al año. Además, recordó la voluntad que Isabel expresó en su testamento: “trátese con benevolencia a los Indios”. Pidiendo auxilio a su consejero en asunto de indias, Francisco Ruiz el Abulense, Cisneros intentó favorecer las peticiones de Las Casas en detrimento del recién llegado a España, Pánfilo de Narváez que criticaba constantemente las propuestas de Las Casas.
Cisneros señaló a Calos que los naborías eran hombres libres, no esclavos, y que debían ser tratados como tales, denunció la actitud de Fonseca y Conchillos, aunque sin citarlos.
Le pidió, en definitiva, que los jerónimos (pureza de sangre y fama de buenos administradores) formasen un gobierno en La Española. Cisneros, junto a una comisión en la que también estaba el cardenal Adrian, inquisidor de Aragón, y el obispo Ruiz de Ávila, acordó que los indios tenían alma, pero un nivel cultural muy bajo que obligaba a España a convertirlos y a civilizarlos.
Se eligió a tres nuevos monjes para dirigir los asuntos de Indias: San Jerónimo de Buenaventura, Luis de Figueroa y Bernardino de Manzanedo. Los derechos de los indios deberían ser preservados ,a la vida, a no ser maltratados, a la seguridad personal, a la dignidad y a la cultura.
Poco antes de disolverse la comisión, los emisarios jerónimos habían empezado a rebelarse contra los deseos de Cisneros. Las Casas y Palacios Rubio no cejaron en su intento. Consiguieron al final que los priores actuaran en La Española como altos funcionarios, no como gobernadores o jueces, solamente como protectores de los indios en todos los territorios, desde Puerto Rico y Martinica a Dairen y de allí a las Bahamas.
Las Casas no partió en el mismo barco que los jerónimos, con quien sí fue Gonzalo de Sandoval, protagonista de la conquista de México. Luis Fernández de Alfaro era copropietario de la San Juan, barco en el que viajaron los eclesiásticos. Él sería un socio importante en las actividades vinculadas a la conquista de México por Cortés.
Mientras en 1516 continuaba Diego Colón en España y su esposa María de Toledo, como administradora de la isla con los jueces como verdaderos gobernadores, el comercio de esclavos continuaba, acciones que fueron denunciadas en la zona de misiones. Una de las más numerosas fue la acontecida en Dairem por colonos cubanos y otra en Trinidad por autoridades de La Española, efectuada por Juan Bono de Quejo.
Los priores jerónimos llegaron a Santo Domingo en diciembre e 1516. Concertaron una reunión con los jueces, el tesorero, el secretario y los regidores de la isla. Las Casas llegó unas semanas después. Supieron que parte de la población de La Española descendió de 12.000 a 6.000, pues habían marchado a buscar mejor suerte a Cuba; pero más acusado era el descenso de indígenas: de 1,2 millones, a unos 40.000… el sistema de encomiendas era un modo de explotación legal.
Los priores procuraron atender las peticiones de Cisneros: intentaron alejar a los indígenas de las minas para instalarlos en poblaciones con plaza, iglesia y hospital. No había que pedirles que buscasen oro, sino que cultivasen la tierra, pues el problema era la escasez de mano de obra, la escasez de alimentos, el sofocante calor y la sensación de lejanía. Desde ese momento, daba igual la razon que se diese, se prohibió el comercio de naborías, aunque no el de los caribes (los caníbales).
Se hizo una investigación en la que preguntaron a las personas más antiguas de La Española si los indígenas deberían ser libres, si tenían la capacidad o no de ser independientes y vivir como civilizados entre los españoles. Algunos argumentaban que ya construían sus ciudades y vivían en sociedad antes de que llegaran los colonos, otros creían que solo vagabundearían, se tirarían a los vicios y otros que serían agresivos. No había posturas afines.
Los priores jerónimos estaban llegando a una interesante conclusión como los indígenas estaban expuestos a duras situaciones climáticas, pedían que se trajesen negros desde Cabo Verde o Guinea, creando así un triángulo comercial que, eso sí, beneficiaría a terceros, algo con lo que no simpatizaban los flamencos.
La situación era crítica. Las Casas partió a España con cartas de Pedro de Córdoba, los franciscanos y los dominicos reformados, el proceso de los jerónimos le parecía bastante lento. Zuazo, por su parte, informó a Cisneros de que los indígenas no podrían acomodarse al estilo de vida castellano, pero tampoco se los podría tener en encomiendas con ese régimen de trabajo porque resultaría un exterminio. Él decidió retirarse al convento de Santa Marta, cerca de Zamora y olvidarse del asunto de Las Indias.
Las Casas y fray Francisco Ruiz asesoraron en todo momento a Cisneros quien modificó notablemente su política en las Indias, a donde quería enviar jornaleros andaluces y permitir el comercio de esclavos, pero siempre que se los tratara bien en su lugar de origen. Respecto al comercio de negros africanos, prefería esperar a la llegada del príncipe Carlos. En agosto de ese año dejó a Adrian en Madrid y partió hacia Aranda del Duero, donde se encontraría con el príncipe Carlos.
Un mes después partió Carlos desde Middleburgo con una flota de cuarenta naves, con Haller de Nuremberg en representación de los Fugger a bordo de su navío. En un principio desembarcarían en Santander, pero fueron a parar a Asturias. Allí desembarcó junto al muy influyente Francisco de los Cobos.
Allí no estaban preparados para su llegada y les ofrecieron lo que pudieron. En agradecimiento, el príncipe, como a caballeros, los eximió de impuestos. Después fueron hacia Llanes (donde fue recibido por Antonio de Rojas, presidente del Consejo del Reino) y Santander.
En el camino Chievres, en nombre de Carlos y traducidas por Cobos, escribía cartas a Cisneros para que permaneciese en Aranda del Duero. Al final concertaron que se verían en Valladolid. Carlos enfermó y decidió partir pronto hacia Tordesillas, para ver a su madre. En el camino le rindieron honores Fonseca, Adrian y el Condestable de Castilla. Todos parecían querer unirse pronto al nuevo poder. En tanto, Cisneros enfermaba en Roa.
Aunque no fue el único rey, Fernando descuidó la situación de las Indias. Fonseca prefirió nombrar a miembros de grandes familias, solo por serlo (Ovando, Bobadilla, Ponce de León, Velázquez) que a hidalgos desconocidos (Colón, Balboa, Cortés).
Diego de Colón seguía gobernando en La Española; Francisco de Garay (sucesor de Juan Esquivel), en Jamaica; Diego Velázquez lo hacía en Cuba y Juan Ponce de León en Puerto Rico. En tanto, Núñez de Balboa y Pedrarias gobernaban Darién y Panamá, mientras que Pedro de Córdoba proyectaba establecer una piadosa colonia cerca de la Costa de las Perlas, en Venezuela. Esta era la situación en el nuevo mundo a la muerte del rey católico.
No desistieron en las expediciones a las Antillas, Bahamas o Trinidad para conseguir esclavos con los que comerciar. Fray Antonio de Montesino y el sacerdote Bartolomé de Las Casas criticaban esta actitud.
El rey dispuso en su testamento que cedía todos sus territorios a su segundo nieto, Fernando, pero su secretario Zapata, el tesorero Vargas y Galíndez de Carvajal le aconsejaron justo lo contrario, elegir a Carlos de Gante como legítimo heredero y dejar a Fernando con los territorios patrimoniales de los Habsburgo en Austria… y quizá fue este el mayor error del Monarca Católico, porque Fernando habría sido un rey más castellano, más cercano a España y a su Imperio.
También se estipulaba que tras la muerte del rey y hasta la llegada de Carlos de gante, el cardenal Cisnero desempeñaría de nuevo la regencia de Castilla, y el arzobispo de Zaragoza, Alfonso de Aragón, regentaría la corona aragonesa.
Cisneros partió de Alcalá a Guadalupe, recogió a Germana, el infante Fernando y al Consejo de Castilla y partió con ellos dirección a Madrid, donde todos se alojaron entre el alcázar y los claustros del convento de San Jerónimo. En Malinas se recibió una carta de puño y letra del rey católico.
Carlos de galante educado en Malinas y el ritual borgoñón del Toisón de Oro, en 1515 ( a los 15 años) fue nombrado duque de Borgoña por su abuelo Maximiliano, quien estaba totalmente orgulloso de él. El joven Carlos estaba acompañado por Margarita de Austria su tía, prometida en un principio con Carlos VIII, quien la rechazó para casarse con la viuda Ana de Bretaña , Chiévres (chambelán del príncipe y jefe del gobierno de Flandes desde 1515 hasta 1520 y negociador del Tratado de Noyon, paz con Francia) y Adriano de Utrech (obispo de dicha ciudad y licenciado en teología por la universidad de Lovaina, a partir de 1507 preceptor de Carlos).
En marzo de 1516 Cisneros recibió la primera carta firmada por el infante Carlos. Poco después se oficiaron dos misas solemnes en la catedral de Santa Gúdula, en Bruselas, en nombre del recién fallecido Fernando “el Católico”. Allí mismo se gritó “Viva el rey” en nombre del joven Carlos, lo que iba en contra de lo dicho en el testamento, donde se lo nombraba gobernador junto a la reinante, su incapacitada heredera Juana.
Tanto es así que Carlos pidió a Cisneros, ser llamado príncipe, y a todo su Consejo que fuera órgano regente solo hasta que él llegase. Esto levantó rumores y temores entre los grandes nobles. Cisneros no se escandalizó, dice, pues él mismo pensaba nombrarlo heredero a la corona de Castilla en Toledo… aunque al final lo hizo en Madrid.
Cisneros fue firme en sus decisiones, destituyó a quien no lo apoyaba y movió las piezas del puzle como más convenía a la voluntad del rey católico: “confinó” a Juana y a el joven Fernando y sometió a algunos nobles. Desde Flandes, Carlos mantuvo correspondencia con Cisneros para nombrar personas que hubieran sido favorables a su difunto padre, pero no hizo nada por partir hacia Castilla. En tanto, Cisneros creó una especie de cuerpo de policía, inspirado en la antigua Santa Hermandad, para intervenir contra los disidentes allá donde quisiera el “tercer rey de España”.
El 24-4-1516 Cisneros movió ficha y destituyó al obispo Fonseca, administrador de las Indias, más por corrupción que por su política en el Nuevo Mundo. Las Casas y Montesinos vieron cumplidas sus peticiones indirectamente. Además, se elevó un informe impactante sobre la situación de los indígenas en Cuba; padecían excesivo trabajo, estaban mal alimentados, se los empleaba como bestias de carga… Ante esta situación Las Casas elevó una serie de propuestas a Cisneros y Carlos, todavía en Bruselas ; abolir todas las encomiendas y los trabajos forzosos, todos los gobernadores deberían ser sustituidos y deberían mantenerse las leyes favorables a los indios y se los debería agrupar en poblaciones que contasen con un hospital, pues, aunque libres, deberían seguir trabajando para los españoles.
Esto puede parecer novedoso, pero es bastante retrógrado proponer sustituir a los indios por esclavos negros africanos. No obstante, propuso crear comunidades de hispanoindios que colaborasen en las mismas tareas, pues seguro que había muchos españoles pobres encantados de comenzar una nueva vida en las Indias. En fin, los 64 funcionarios necesarios para aplicar el programa costarían cerca de 3 millones de maravedís al año. Además, recordó la voluntad que Isabel expresó en su testamento: “trátese con benevolencia a los Indios”. Pidiendo auxilio a su consejero en asunto de indias, Francisco Ruiz el Abulense, Cisneros intentó favorecer las peticiones de Las Casas en detrimento del recién llegado a España, Pánfilo de Narváez que criticaba constantemente las propuestas de Las Casas.
Cisneros señaló a Calos que los naborías eran hombres libres, no esclavos, y que debían ser tratados como tales, denunció la actitud de Fonseca y Conchillos, aunque sin citarlos.
Le pidió, en definitiva, que los jerónimos (pureza de sangre y fama de buenos administradores) formasen un gobierno en La Española. Cisneros, junto a una comisión en la que también estaba el cardenal Adrian, inquisidor de Aragón, y el obispo Ruiz de Ávila, acordó que los indios tenían alma, pero un nivel cultural muy bajo que obligaba a España a convertirlos y a civilizarlos.
Se eligió a tres nuevos monjes para dirigir los asuntos de Indias: San Jerónimo de Buenaventura, Luis de Figueroa y Bernardino de Manzanedo. Los derechos de los indios deberían ser preservados ,a la vida, a no ser maltratados, a la seguridad personal, a la dignidad y a la cultura.
Poco antes de disolverse la comisión, los emisarios jerónimos habían empezado a rebelarse contra los deseos de Cisneros. Las Casas y Palacios Rubio no cejaron en su intento. Consiguieron al final que los priores actuaran en La Española como altos funcionarios, no como gobernadores o jueces, solamente como protectores de los indios en todos los territorios, desde Puerto Rico y Martinica a Dairen y de allí a las Bahamas.
Las Casas no partió en el mismo barco que los jerónimos, con quien sí fue Gonzalo de Sandoval, protagonista de la conquista de México. Luis Fernández de Alfaro era copropietario de la San Juan, barco en el que viajaron los eclesiásticos. Él sería un socio importante en las actividades vinculadas a la conquista de México por Cortés.
Mientras en 1516 continuaba Diego Colón en España y su esposa María de Toledo, como administradora de la isla con los jueces como verdaderos gobernadores, el comercio de esclavos continuaba, acciones que fueron denunciadas en la zona de misiones. Una de las más numerosas fue la acontecida en Dairem por colonos cubanos y otra en Trinidad por autoridades de La Española, efectuada por Juan Bono de Quejo.
Los priores jerónimos llegaron a Santo Domingo en diciembre e 1516. Concertaron una reunión con los jueces, el tesorero, el secretario y los regidores de la isla. Las Casas llegó unas semanas después. Supieron que parte de la población de La Española descendió de 12.000 a 6.000, pues habían marchado a buscar mejor suerte a Cuba; pero más acusado era el descenso de indígenas: de 1,2 millones, a unos 40.000… el sistema de encomiendas era un modo de explotación legal.
Los priores procuraron atender las peticiones de Cisneros: intentaron alejar a los indígenas de las minas para instalarlos en poblaciones con plaza, iglesia y hospital. No había que pedirles que buscasen oro, sino que cultivasen la tierra, pues el problema era la escasez de mano de obra, la escasez de alimentos, el sofocante calor y la sensación de lejanía. Desde ese momento, daba igual la razon que se diese, se prohibió el comercio de naborías, aunque no el de los caribes (los caníbales).
Se hizo una investigación en la que preguntaron a las personas más antiguas de La Española si los indígenas deberían ser libres, si tenían la capacidad o no de ser independientes y vivir como civilizados entre los españoles. Algunos argumentaban que ya construían sus ciudades y vivían en sociedad antes de que llegaran los colonos, otros creían que solo vagabundearían, se tirarían a los vicios y otros que serían agresivos. No había posturas afines.
Los priores jerónimos estaban llegando a una interesante conclusión como los indígenas estaban expuestos a duras situaciones climáticas, pedían que se trajesen negros desde Cabo Verde o Guinea, creando así un triángulo comercial que, eso sí, beneficiaría a terceros, algo con lo que no simpatizaban los flamencos.
La situación era crítica. Las Casas partió a España con cartas de Pedro de Córdoba, los franciscanos y los dominicos reformados, el proceso de los jerónimos le parecía bastante lento. Zuazo, por su parte, informó a Cisneros de que los indígenas no podrían acomodarse al estilo de vida castellano, pero tampoco se los podría tener en encomiendas con ese régimen de trabajo porque resultaría un exterminio. Él decidió retirarse al convento de Santa Marta, cerca de Zamora y olvidarse del asunto de Las Indias.
Las Casas y fray Francisco Ruiz asesoraron en todo momento a Cisneros quien modificó notablemente su política en las Indias, a donde quería enviar jornaleros andaluces y permitir el comercio de esclavos, pero siempre que se los tratara bien en su lugar de origen. Respecto al comercio de negros africanos, prefería esperar a la llegada del príncipe Carlos. En agosto de ese año dejó a Adrian en Madrid y partió hacia Aranda del Duero, donde se encontraría con el príncipe Carlos.
Un mes después partió Carlos desde Middleburgo con una flota de cuarenta naves, con Haller de Nuremberg en representación de los Fugger a bordo de su navío. En un principio desembarcarían en Santander, pero fueron a parar a Asturias. Allí desembarcó junto al muy influyente Francisco de los Cobos.
Allí no estaban preparados para su llegada y les ofrecieron lo que pudieron. En agradecimiento, el príncipe, como a caballeros, los eximió de impuestos. Después fueron hacia Llanes (donde fue recibido por Antonio de Rojas, presidente del Consejo del Reino) y Santander.
En el camino Chievres, en nombre de Carlos y traducidas por Cobos, escribía cartas a Cisneros para que permaneciese en Aranda del Duero. Al final concertaron que se verían en Valladolid. Carlos enfermó y decidió partir pronto hacia Tordesillas, para ver a su madre. En el camino le rindieron honores Fonseca, Adrian y el Condestable de Castilla. Todos parecían querer unirse pronto al nuevo poder. En tanto, Cisneros enfermaba en Roa.
el principe carlos Junto a su madre, escribió una carta a Cisneros para verse en Mojados, donde le agradecería los servicios prestados y le concedería un justo retiro para descansar, pero antes de recibir esta carta, el cardenal falleció el 8-11-1517.
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