Bernardo de Vargas Machuca (Simancas, 1555-Madrid,1623) soldado y capitán español, a fines del siglo XVI participó en diversas campañas en América. Fruto de su experiencia fue el libro Milicia y descripción de las Indias (Madrid, 1599). Entre otras cosas, en ese libro se refiere a las enfermedades y lesiones más frecuentes entre los soldados y a los tratamientos y medicinas más convenientes para remediarlas.
En el curso de 1599 terminó de imprimirse en Madrid en casa de Pedro Madrigal, un libro que llevaba en la portada el título:Milicia y descripción de las Indias.
Su autor era el capitán Bernardo de Vargas Machuca. Resulta curioso anotar que en ese mismo taller, pocos años después, entre 1605 y 1615, estando a cargo de Juan de la Cuesta, se tiraron las dos partes de la famosa novela El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha.
Aunque la el libro gozó de una cierta popularidad a raíz de su publicación, pues resultaba una obra utilísima para todo el que quisiera conocer la realidad americana del tiempo y la forma de hacer la guerra en contra de los indígenas, en la actualidad resulta muy poco conocida.
En algunos diccionarios contemporáneos se le recuerda sólo como uno de los primeros tratados de medicina castrense, específicamente alusivos al nuevo mundo; empero,la verdad es que, sin dejar de ser tal, resulta mucho más que eso. Después de su edición príncipe, se reeditó en 1892 en Madrid, en la Librería de Victoriano Suárez, y en 1994 en Caracas, en la Biblioteca ayacucho
Dentro de la gran cantidad de libros escritos durante los siglos XVI y XVII acerca del continente descubierto por Cristóbal Colón, ocupa, un lugar muy especial por su temática y pretensiones. Estaba dirigida fundamentalmente a las autoridades españolas y a los jefes de las expediciones que todavía se organizaban a fines del siglo XVI y principios del XVII,para sujetar alguna nueva región americana todavía no dominada por los europeos. Ahora, para nosotros, constituye un inapreciable documento para conocer cómo eran aquellas jornadas guerreras, merced a las cuales España consiguió hacerse de un enorme imperio que llegó a abarcar, de norte a sur, desde el área actual del Oregón y la California estadounidenses hasta la Patagonia argentina y la Araucania chilena y, hacia el poniente, hasta las islas Filipinas.
En realidad, el volumen aparecido bajo el epígrafe de Milicia y descripción de las Indias constaba de tres partes completamente independientes: Milicia Indiana ,Descripción de las Indias y Compendio de la esfera . Éstas carecían de otra unidad que la conferida por el hecho de que quien las escribió, pensase que las tres resultaban de igual provecho.
cada una por su propio motivo para los combatientes en las guerras de conquista americanas. La primera a manera de guía de actuación práctica, la segunda como exposición de lo que para entonces configuraba la realidad del nuevo continente, y la última como un mero resumen de la teoría cosmográfica todavía muy popular en la época;me refiero a la inspirada en las teorías del astrónomo egipcio Tolomeo, que consideraba a la Tierra como el centro del Universo.
Aquí, de todos los interesantes aspectos de su contenido, se resaltará solamente por el cual se le recuerda más hoy en día: el de los apuntes acerca de las enfermedades y lesiones que con mayor frecuencia aquejaban a los soldados conquistadores, y de su inmediata curación.
En el curso de 1599 terminó de imprimirse en Madrid en casa de Pedro Madrigal, un libro que llevaba en la portada el título:Milicia y descripción de las Indias.
Su autor era el capitán Bernardo de Vargas Machuca. Resulta curioso anotar que en ese mismo taller, pocos años después, entre 1605 y 1615, estando a cargo de Juan de la Cuesta, se tiraron las dos partes de la famosa novela El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha.
Aunque la el libro gozó de una cierta popularidad a raíz de su publicación, pues resultaba una obra utilísima para todo el que quisiera conocer la realidad americana del tiempo y la forma de hacer la guerra en contra de los indígenas, en la actualidad resulta muy poco conocida.
En algunos diccionarios contemporáneos se le recuerda sólo como uno de los primeros tratados de medicina castrense, específicamente alusivos al nuevo mundo; empero,la verdad es que, sin dejar de ser tal, resulta mucho más que eso. Después de su edición príncipe, se reeditó en 1892 en Madrid, en la Librería de Victoriano Suárez, y en 1994 en Caracas, en la Biblioteca ayacucho
Dentro de la gran cantidad de libros escritos durante los siglos XVI y XVII acerca del continente descubierto por Cristóbal Colón, ocupa, un lugar muy especial por su temática y pretensiones. Estaba dirigida fundamentalmente a las autoridades españolas y a los jefes de las expediciones que todavía se organizaban a fines del siglo XVI y principios del XVII,para sujetar alguna nueva región americana todavía no dominada por los europeos. Ahora, para nosotros, constituye un inapreciable documento para conocer cómo eran aquellas jornadas guerreras, merced a las cuales España consiguió hacerse de un enorme imperio que llegó a abarcar, de norte a sur, desde el área actual del Oregón y la California estadounidenses hasta la Patagonia argentina y la Araucania chilena y, hacia el poniente, hasta las islas Filipinas.
En realidad, el volumen aparecido bajo el epígrafe de Milicia y descripción de las Indias constaba de tres partes completamente independientes: Milicia Indiana ,Descripción de las Indias y Compendio de la esfera . Éstas carecían de otra unidad que la conferida por el hecho de que quien las escribió, pensase que las tres resultaban de igual provecho.
cada una por su propio motivo para los combatientes en las guerras de conquista americanas. La primera a manera de guía de actuación práctica, la segunda como exposición de lo que para entonces configuraba la realidad del nuevo continente, y la última como un mero resumen de la teoría cosmográfica todavía muy popular en la época;me refiero a la inspirada en las teorías del astrónomo egipcio Tolomeo, que consideraba a la Tierra como el centro del Universo.
Aquí, de todos los interesantes aspectos de su contenido, se resaltará solamente por el cual se le recuerda más hoy en día: el de los apuntes acerca de las enfermedades y lesiones que con mayor frecuencia aquejaban a los soldados conquistadores, y de su inmediata curación.
Pero antes de entrar en asunto, parece conveniente referir a grandes rasgos quién era ese hombre que tantas cosas interesantes vino a decir acerca de la medicina elemental que debía usarse en las marchas de conquista a través de las selvas,montañas y llanuras americanas.
El autor Nacido hacia 1555 en la pequeña población de Simancas,en plena meseta castellana y a unos cuantos kilómetros de Valladolid, alrededor de Bernardo de Vargas Machuca se reúne todo un conjunto de circunstancias que hacen de él uno de los hombres más interesantes y representativos de su época, por lo demás no escasa en tipos humanos de sobresaliente enjundia y significación.
Después de una breve incursión por las aulas universitarias vallisolitanas, desde muy joven, inició su formación castrense en las campañas contra los moriscos de Granada sublevados bajo la dirección de Abén Humeya, en las guerras que por entonces sostenía España en Italia y en las armadas navales .
Combatió en mares occidentales donde persiguió al pirata inglés Francis Drake, y después pasó a América. Recorrió entonces buena parte de los dominios hispanos de Indias,desde el Nuevo México hasta Chile, no sólo contribuyendo con su actividad bélica al cabal sometimiento de algunos grupos indígenas de difícil control, sino también observando con atención todo aquello interesante acerca de la geografía, la fauna, la flora, la antropología y la milicia locales,que luego habría de recordar y explicar en sus escritos.
Obtuvo grado de capitán general, dirigió con valor y sabiduría diversas campañas pacificadoras de naturales indómitos los andaquíes, los muzos, los pijaos, los carares, los cusianas y los becos, entre los más aguerridos; fundó una ciudad que llamó Simancas en recuerdo de su villa natal .
Esa ciudad se ubicó a orillas de un afluente amazónico, en parajes ahora pertenecientes a la república de Colombia. Anduvo por todos los caminos y luego, cuando llegó la hora de descansar de una vida ajetreada, lo quiso hacer por todo lo alto.
Regresó a España en busca de un premio adecuado para sus méritos de soldado y pretendió afianzar éstos, también, con los propios de su calidad de escritor. Y así, a partir de 1600,comenzaron a aparecer en las prensas madrileñas varios curiosísimos libros suyos, especialmente dedicados a temas indianos y a la teoría y a la práctica de una particular forma de montar a caballo, la llamada “de la jineta”, de origen berberisco, del norte de África.
En el Madrid de las cortes de Felipe III y Felipe IV contó con buenas relaciones, así en el ambiente literario como en el político. Más adelante tuvo oportunidad de mostrar sus dotes de buen gobernante, cuando entre 1602 y 1608 ejerció como alcalde mayor de San Felipe de Portobelo, en la costa atlántica del istmo de Panamá, y con posterioridad en la isla Margarita, frente a la costa venezolana, de cuyo mando civil y militar se hizo cargo durante varios años, hasta 1615.
La muerte lo sorprendió en Madrid, el 17 de febrero de 1622, cuando se preparaba para cruzar de nuevo el océano,con destino a las provincias de Antioquia, Cáceres y Zaragoza, del Nuevo Reino de Granada, cuya gobernación le acababa de encomendar el rey.
Uno de los temas cuyo análisis confiere mayor relevancia a la Milicia y descripción de las Indias es,indudablemente, el médico farmacéutico. Tanto es así, que en algunos lugares por ejemplo, en el Diccionario Porrúa y en la Enciclopedia de México, la referencia a él se hace casi como si fuera éste el único asunto importante de todo su contenido.
Regresó a España en busca de un premio adecuado para sus méritos de soldado y pretendió afianzar éstos, también, con los propios de su calidad de escritor. Y así, a partir de 1600,comenzaron a aparecer en las prensas madrileñas varios curiosísimos libros suyos, especialmente dedicados a temas indianos y a la teoría y a la práctica de una particular forma de montar a caballo, la llamada “de la jineta”, de origen berberisco, del norte de África.
En el Madrid de las cortes de Felipe III y Felipe IV contó con buenas relaciones, así en el ambiente literario como en el político. Más adelante tuvo oportunidad de mostrar sus dotes de buen gobernante, cuando entre 1602 y 1608 ejerció como alcalde mayor de San Felipe de Portobelo, en la costa atlántica del istmo de Panamá, y con posterioridad en la isla Margarita, frente a la costa venezolana, de cuyo mando civil y militar se hizo cargo durante varios años, hasta 1615.
La muerte lo sorprendió en Madrid, el 17 de febrero de 1622, cuando se preparaba para cruzar de nuevo el océano,con destino a las provincias de Antioquia, Cáceres y Zaragoza, del Nuevo Reino de Granada, cuya gobernación le acababa de encomendar el rey.
Uno de los temas cuyo análisis confiere mayor relevancia a la Milicia y descripción de las Indias es,indudablemente, el médico farmacéutico. Tanto es así, que en algunos lugares por ejemplo, en el Diccionario Porrúa y en la Enciclopedia de México, la referencia a él se hace casi como si fuera éste el único asunto importante de todo su contenido.
La Milicia... es la obra donde mejor y más sistemáticamente se trató, por esa época, de los asuntos relativos a la cura de las enfermedades y lesiones más frecuentes entre los soldados conquistadores de América. De cualquier modo, para situar las cosas en su exacto lugar,debe entenderse que todo lo que al respecto menciona Vargas Machuca, no conforma sino uno de los capítulos de su escrito intitulado “Prevención de medicinas y aplicación de ellas”. Tal apartado, con toda su importancia intrínseca, debe mirársele sólo como uno de los varios que tratan de elementos de toda índole; armas, herramientas,bastimentos, servicios religiosos que el autor recomienda que el caudillo-capitán disponga previamente a su puesta en marcha para comenzar una campaña. Este capítulo corresponde al segundo de los cuatro “libros” en que divide la Milicia Indiana , el cual está dedicado a “advertir” a los expedicionarios en América “el modo de hacer soldados y prevenir sacerdotes, medicinas, armas, municiones, herramientas y matalotaje”.
El principal valor de lo apuntado por don Bernardo es el de estar basado en la experiencia. No se encuentran allí grandes lucubraciones científicas ni muy elaboradas recetas de medicamentos, sino meras anotaciones referentes a las dolencias más comunes entre los guerreros conquistadores y breves consejos acerca de los más fáciles auxilios contra ellas, todo sacado fundamentalmente de la observación directa a lo largo de sus años de combatiente.
No le interesa ni podría hacerlo, además, puesto que no tenía ninguna formación específica de galeno o de boticario meterse en honduras de presentar fórmulas “compuestas” para el largo tratamiento y complicada curación de los enfermos difíciles. Lo único que está en posibilidades de enseñar a sus lectores son remedios sencillos, de fácil elaboración durante las expediciones, para atender a las necesidades más urgentes: allí radica su limitación y, al mismo tiempo, su incuestionable interés.
Con la intención de mantener alerta al capitán de la partida,presenta una lista de los males que con más frecuencia habrían de sufrir los soldados durante el curso de sus aventuras. Su solo enunciado proporciona una vívida imagen de un aspecto el patológico de las guerras de conquista, al cual los modernos estudios no han dado, quizá, toda la importancia que merece.
Según él, las enfermedades y heridas más habituales, son:
Primeramente heridas de yerba es decir, provocadas por armas envenenadas y sin ella, fiebres, llagas, cámaras diarrea, quiere decir, hinchazones, picadurasde rayas un animal muy frecuente en las selvas sudamericanas, fuego, yerbas ponzoñosas en la comida,empeines enfermedad del cutis, dolor de ijada de costado, mal de ojos, dolor de oídos, dolores de cabeza, dolores en el cuerpo, bazo, la del monte es decir,mareos.
Para el oportuno tratamiento de ellas, recomienda se lleve preparado en las entradas de conquista, todo un botiquín de remedios baratos y de fácil transporte, de cuya aplicación,de ser posible, sugiere se encargue un médico que acompañe de planta a la expedición. De todos modos, para los casos en que no pueda disponerse de personas profesionalmente dedicadas a este menester, anota las medidas más urgentes por efectuar, a fin de dar alivio a los más apremiantes padecimientos de los que combaten. Resulta muy interesante la serie de elementos farmacológicos que señala conveniente reunir antes del inicio de la campaña. La reproduzco aquí, puesto que su revisión es magnífico complemento de la anteriormente transcrita de enfermedades, a cuya curación se refiere. Su revisión proporcionará, por cierto, una buena imagen de las ideas farmacéuticas europeas de la época, dentro de la cual sólo habían encontrado acogida unos cuantos productos de las tierras americanas.
Así pues, Vargas Machuca, aconsejaba que, para el momento de emprender la marcha,
.. llevará el cirujano algunas purgas leves, como son mechoacan, aceite de higuerilla y otras yerbas y raíces conocidas para tal efecto; llevará flor de manzanilla, tabaco, azúcar, anime-copal; llevará solimán crudo, cardenillo y yerba de bubas(Bubas era el nombre que comúnmente se daba a la sífilis y otros padecimientos venéreos) , bálsamo, alumbre,diaquilón ungüento para la piel, sebo, piedra de Buga(Buga es una ciudad colombiana), piedra bezar cálculos que se encuentran en las vías digestivas de algunos animales, sobre todo rumiantes, a las que se atribuyeron por largo tiempo propiedades curativas caraña-resina de un árbol sud-americano-ungüento blanco, atriarca, y su estuche con todo recado.
Estas medicinas habrían de ser aplicadas de la forma más sencilla y rápida posible, puesto que su función era más la de proporcionar atenciones de emergencia que servir para complicados y largos tratamientos. Es decir como apunta él que los medicamentos enlistados habrían de usarlos los conquistadores “con el menor compuesto que pudiere,porque han de ser curas breves por la poca comodidad que para ello tendrán”.
De cualquier modo, debe apuntarse que como buen hombre de su tiempo, al lado de su confianza en los remedios citados, don Bernardo siempre continúa creyendo en la conveniencia de solicitar, en paralelo, la intervención de fuerzas sobrenaturales para conseguir el alivio. Y así, hace la advertencia de que “... en todas estas heridas y curas, si usare el santo ensalmo, será muy bien, porque con él se han hecho cosas milagrosas”. Como quien dice: duro “con el mazo” de la toma de drogas y de la aplicación de curaciones dando pero sin dejar, por ello, siempre, de atender a la otra parte del refrán: “a Dios rogando...”
Algunos ejemplos
En caso de lesión por flechas envenenadas, gravísima cuestión, de la que tantos conquistadores han muerto rápidamente, de modo que “hablando y rabiando acaban”, apunta taxativamente: “lo mejor y más seguro es cortar toda la carne que comprendió la herida”, para lo cual sugiere llevar prevenidos “un anzuelo y una navaja, para con el anzuelo alzar la carne y con la navaja cortarla”, procurando “no cortar los nervios”. Luego se meterá en el hueco de la herida “una masa de harina de maíz tostado y de pólvora, sal y ceniza y carbón”, y debajo de ésta “otra pequeña de sebo y solimán crudo”.
El principal valor de lo apuntado por don Bernardo es el de estar basado en la experiencia. No se encuentran allí grandes lucubraciones científicas ni muy elaboradas recetas de medicamentos, sino meras anotaciones referentes a las dolencias más comunes entre los guerreros conquistadores y breves consejos acerca de los más fáciles auxilios contra ellas, todo sacado fundamentalmente de la observación directa a lo largo de sus años de combatiente.
No le interesa ni podría hacerlo, además, puesto que no tenía ninguna formación específica de galeno o de boticario meterse en honduras de presentar fórmulas “compuestas” para el largo tratamiento y complicada curación de los enfermos difíciles. Lo único que está en posibilidades de enseñar a sus lectores son remedios sencillos, de fácil elaboración durante las expediciones, para atender a las necesidades más urgentes: allí radica su limitación y, al mismo tiempo, su incuestionable interés.
Con la intención de mantener alerta al capitán de la partida,presenta una lista de los males que con más frecuencia habrían de sufrir los soldados durante el curso de sus aventuras. Su solo enunciado proporciona una vívida imagen de un aspecto el patológico de las guerras de conquista, al cual los modernos estudios no han dado, quizá, toda la importancia que merece.
Según él, las enfermedades y heridas más habituales, son:
Primeramente heridas de yerba es decir, provocadas por armas envenenadas y sin ella, fiebres, llagas, cámaras diarrea, quiere decir, hinchazones, picadurasde rayas un animal muy frecuente en las selvas sudamericanas, fuego, yerbas ponzoñosas en la comida,empeines enfermedad del cutis, dolor de ijada de costado, mal de ojos, dolor de oídos, dolores de cabeza, dolores en el cuerpo, bazo, la del monte es decir,mareos.
Para el oportuno tratamiento de ellas, recomienda se lleve preparado en las entradas de conquista, todo un botiquín de remedios baratos y de fácil transporte, de cuya aplicación,de ser posible, sugiere se encargue un médico que acompañe de planta a la expedición. De todos modos, para los casos en que no pueda disponerse de personas profesionalmente dedicadas a este menester, anota las medidas más urgentes por efectuar, a fin de dar alivio a los más apremiantes padecimientos de los que combaten. Resulta muy interesante la serie de elementos farmacológicos que señala conveniente reunir antes del inicio de la campaña. La reproduzco aquí, puesto que su revisión es magnífico complemento de la anteriormente transcrita de enfermedades, a cuya curación se refiere. Su revisión proporcionará, por cierto, una buena imagen de las ideas farmacéuticas europeas de la época, dentro de la cual sólo habían encontrado acogida unos cuantos productos de las tierras americanas.
Así pues, Vargas Machuca, aconsejaba que, para el momento de emprender la marcha,
.. llevará el cirujano algunas purgas leves, como son mechoacan, aceite de higuerilla y otras yerbas y raíces conocidas para tal efecto; llevará flor de manzanilla, tabaco, azúcar, anime-copal; llevará solimán crudo, cardenillo y yerba de bubas(Bubas era el nombre que comúnmente se daba a la sífilis y otros padecimientos venéreos) , bálsamo, alumbre,diaquilón ungüento para la piel, sebo, piedra de Buga(Buga es una ciudad colombiana), piedra bezar cálculos que se encuentran en las vías digestivas de algunos animales, sobre todo rumiantes, a las que se atribuyeron por largo tiempo propiedades curativas caraña-resina de un árbol sud-americano-ungüento blanco, atriarca, y su estuche con todo recado.
Estas medicinas habrían de ser aplicadas de la forma más sencilla y rápida posible, puesto que su función era más la de proporcionar atenciones de emergencia que servir para complicados y largos tratamientos. Es decir como apunta él que los medicamentos enlistados habrían de usarlos los conquistadores “con el menor compuesto que pudiere,porque han de ser curas breves por la poca comodidad que para ello tendrán”.
De cualquier modo, debe apuntarse que como buen hombre de su tiempo, al lado de su confianza en los remedios citados, don Bernardo siempre continúa creyendo en la conveniencia de solicitar, en paralelo, la intervención de fuerzas sobrenaturales para conseguir el alivio. Y así, hace la advertencia de que “... en todas estas heridas y curas, si usare el santo ensalmo, será muy bien, porque con él se han hecho cosas milagrosas”. Como quien dice: duro “con el mazo” de la toma de drogas y de la aplicación de curaciones dando pero sin dejar, por ello, siempre, de atender a la otra parte del refrán: “a Dios rogando...”
Algunos ejemplos
En caso de lesión por flechas envenenadas, gravísima cuestión, de la que tantos conquistadores han muerto rápidamente, de modo que “hablando y rabiando acaban”, apunta taxativamente: “lo mejor y más seguro es cortar toda la carne que comprendió la herida”, para lo cual sugiere llevar prevenidos “un anzuelo y una navaja, para con el anzuelo alzar la carne y con la navaja cortarla”, procurando “no cortar los nervios”. Luego se meterá en el hueco de la herida “una masa de harina de maíz tostado y de pólvora, sal y ceniza y carbón”, y debajo de ésta “otra pequeña de sebo y solimán crudo”.
Igualmente trata de las picaduras de serpientes y otros animales ponzoñosos, en cuyas eventualidades deberá hacerse lo mismo de sacar del cuerpo el veneno,y luego aplicar un remedio en cuya elaboración intervenían también el sebo y el solimán crudo, remedio que considera “cosa peregrina y milagrosa, porque aunque esté muy hinchado el paciente y tomado del veneno, le saca del peligro”. Recuérdese que el solimán es el sublimado corrosivo cloruro mercúrico , cuyas virtudes desinfectantes fueron muy utilizadas por la medicina occidental.
Siendo muy frecuente que los indios hostiles trataran de envenenar a los españoles echando “algunas yerbas malas y ponzoñosas así en polvo como en zumo” en comidas y bebidas, recomienda mucho hacer prueba siempre con lo que habría de ingerirse durante las expediciones, y si de todos modos se presentare intoxicación, lo indicado es que, en sintiendo el soldado cualquier dolor u otra descomposición, hacer vómito, provocándose a ello con mascar el tabaco verde o seco y tragarlo; y si antes de esto pudiere beber un jarro de agua más que tibia para que se revuelva, lo hará; y hecho el vómito podrá beber aceite y zumo de Jagua y éste es bueno.
Para resfriados, enfermedad la más frecuente en las marchas por selvas húmedas surcadas por multitud de arroyuelos a cruzar, y bajo constantes aguaceros, lo que recomienda es dar al soldado “su azufre a beber”, o si no “darle a beber de agua cocida con manzanilla, una escudilla de ella,echándole miel de abejas al cocer, y esta agua bébala lo más caliente que pudiere y arroparle, que con esto se reparará, usando del tabaco en humo”.
Para las fiebres y calenturas lo de rigor era la sangría y la purga, tan conocidas y utilizadas “que no hay para que tratar de ello”.
La atención a los enfermos del estómago puede darse con “un emplasto de carne de guayaba o membrillo amasado con polvos de romero, yerbabuena, incienso y almácigo”.
En fin, también apunta el simanquino elementos para la cura de males del hígado, de los ojos, de los pies, del oído y de otros órganos. Para la cabeza, recuerda, “ya saben todos los soldados o los más que el tabaco en polvo y humo es bueno”, así como para la muela el tabaco mascado, si es que no está “dañada”, en cuyo caso “lo mejor es sacarla”.
En los escritos de don Bernardo también hay alusiones de interés herbolario, de la botánica y de la zoología americana, incluso de la antropología, caballería, zootecnia y de veterinaria.
El capitán y gobernador Bernardo de Vargas Machuca, “el indiano” como se le llamara en la portada de alguno de los libros que publicó, realizó lo fundamental de su actividad en el continente americano, el cual llegó a conocer profundamente y a estimar de corazón con el paso de los años.
De modo que se convirtió, merced a sus correrías militares, a sus expediciones pobladoras y descubridoras y a sus gestiones administrativas, en un representante típico de esa “gente diestra en la tierra”, como él la nombrara, a la que se identificaba con el calificativo de “baquiana” para distinguirla de los “gachupines” o “chapetones”, que eran los peninsulares recién llegados al continente, todavía desconocedores de las interioridades americanas.
El baquiano era el que ya estaba hecho a la “constelación de la tierra” y a los mantenimientos de ella”, el que soportaba los calores bochornosos y malsanos de la costa, los fríos y los vértigos de las sierras altísimas, las constantes picaduras de los mosquitos y las inacabables caminatas por sitios jamás hollados antes por un europeo. Era el que nunca se descuidaba al ir de marcha o al prepararse para combatir,pero que al mismo tiempo se atrevía a hacer gala de una aparente y gallarda despreocupación. El que se aferraba a una absoluta y ciega lealtad para con un soberano que sabía lejos y olvidado de sus actividades pero que también osaba,en ocasiones,murmurar de los empleados nombrados desde España para hacer y deshacer a su antojo en América, despreciándolos porque se estaban aprovechando de una tierra que no significaba nada para ellos. El baquiano era, en fin, el primer americano auténtico, el que sabía que América una América española, claro, entendida en relación con la península ibérica, conquistada y culturizada por ella era su única razón de ser, puesto que era el lugar que había elegido para llevar a cabo su existencia.
Don Bernardo, fue justo un baquiano. Un baquiano que, con los sucesivos hijos espirituales, libros suyos, fue apasionadamente a poner su experiencia adquirida en las Indias occidentales al servicio de la que él entendía era la causa de su propia nacionalidad española.
Y esto lo quiso ser don Bernardo de una manera apasionada. Quizá la mejor clave para entender el todo de su personalidad sea el hermoso dístico que colocó al lado de un retrato suyo grabado al cobre que se encuentra en el principio de la Milicia Indiana ... Allí, como queriendo insistir para siempre en el ímpetu infatigable de su empeño por seguir luchando con las armas y con la ciencia por el engrandecimiento de su patria y de su fe, expuso:
A la espada y al compás,
más, y más, y más, y más.
Siendo muy frecuente que los indios hostiles trataran de envenenar a los españoles echando “algunas yerbas malas y ponzoñosas así en polvo como en zumo” en comidas y bebidas, recomienda mucho hacer prueba siempre con lo que habría de ingerirse durante las expediciones, y si de todos modos se presentare intoxicación, lo indicado es que, en sintiendo el soldado cualquier dolor u otra descomposición, hacer vómito, provocándose a ello con mascar el tabaco verde o seco y tragarlo; y si antes de esto pudiere beber un jarro de agua más que tibia para que se revuelva, lo hará; y hecho el vómito podrá beber aceite y zumo de Jagua y éste es bueno.
Para resfriados, enfermedad la más frecuente en las marchas por selvas húmedas surcadas por multitud de arroyuelos a cruzar, y bajo constantes aguaceros, lo que recomienda es dar al soldado “su azufre a beber”, o si no “darle a beber de agua cocida con manzanilla, una escudilla de ella,echándole miel de abejas al cocer, y esta agua bébala lo más caliente que pudiere y arroparle, que con esto se reparará, usando del tabaco en humo”.
Para las fiebres y calenturas lo de rigor era la sangría y la purga, tan conocidas y utilizadas “que no hay para que tratar de ello”.
La atención a los enfermos del estómago puede darse con “un emplasto de carne de guayaba o membrillo amasado con polvos de romero, yerbabuena, incienso y almácigo”.
En fin, también apunta el simanquino elementos para la cura de males del hígado, de los ojos, de los pies, del oído y de otros órganos. Para la cabeza, recuerda, “ya saben todos los soldados o los más que el tabaco en polvo y humo es bueno”, así como para la muela el tabaco mascado, si es que no está “dañada”, en cuyo caso “lo mejor es sacarla”.
En los escritos de don Bernardo también hay alusiones de interés herbolario, de la botánica y de la zoología americana, incluso de la antropología, caballería, zootecnia y de veterinaria.
El capitán y gobernador Bernardo de Vargas Machuca, “el indiano” como se le llamara en la portada de alguno de los libros que publicó, realizó lo fundamental de su actividad en el continente americano, el cual llegó a conocer profundamente y a estimar de corazón con el paso de los años.
De modo que se convirtió, merced a sus correrías militares, a sus expediciones pobladoras y descubridoras y a sus gestiones administrativas, en un representante típico de esa “gente diestra en la tierra”, como él la nombrara, a la que se identificaba con el calificativo de “baquiana” para distinguirla de los “gachupines” o “chapetones”, que eran los peninsulares recién llegados al continente, todavía desconocedores de las interioridades americanas.
El baquiano era el que ya estaba hecho a la “constelación de la tierra” y a los mantenimientos de ella”, el que soportaba los calores bochornosos y malsanos de la costa, los fríos y los vértigos de las sierras altísimas, las constantes picaduras de los mosquitos y las inacabables caminatas por sitios jamás hollados antes por un europeo. Era el que nunca se descuidaba al ir de marcha o al prepararse para combatir,pero que al mismo tiempo se atrevía a hacer gala de una aparente y gallarda despreocupación. El que se aferraba a una absoluta y ciega lealtad para con un soberano que sabía lejos y olvidado de sus actividades pero que también osaba,en ocasiones,murmurar de los empleados nombrados desde España para hacer y deshacer a su antojo en América, despreciándolos porque se estaban aprovechando de una tierra que no significaba nada para ellos. El baquiano era, en fin, el primer americano auténtico, el que sabía que América una América española, claro, entendida en relación con la península ibérica, conquistada y culturizada por ella era su única razón de ser, puesto que era el lugar que había elegido para llevar a cabo su existencia.
Don Bernardo, fue justo un baquiano. Un baquiano que, con los sucesivos hijos espirituales, libros suyos, fue apasionadamente a poner su experiencia adquirida en las Indias occidentales al servicio de la que él entendía era la causa de su propia nacionalidad española.
Y esto lo quiso ser don Bernardo de una manera apasionada. Quizá la mejor clave para entender el todo de su personalidad sea el hermoso dístico que colocó al lado de un retrato suyo grabado al cobre que se encuentra en el principio de la Milicia Indiana ... Allí, como queriendo insistir para siempre en el ímpetu infatigable de su empeño por seguir luchando con las armas y con la ciencia por el engrandecimiento de su patria y de su fe, expuso:
A la espada y al compás,
más, y más, y más, y más.
Interesantísima entrada, como siempre.
ResponderEliminarCuando pude leer este libro me parecio muy curioso y revelador , me alegra que te parezca interesante , un saludo.
ResponderEliminarMuy interesante el artículo sobre este libro.
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