La confusión política en Castilla dejó a Ovando con las manos libres en La Española. El gobernador se comunicaba regularmente con Fonseca, pero sólo con él. Aunque su política fue agresiva, la población de la española pasó de trescientos colonos a varios millares. Sólo se les prohibía llevarse esclavos, caballos, armas y objetos de plata u oro, lo que facilitó la venta de prendas y demás. Envió a España caucho y raíces de rubia, para el tinte, y organizó de mejor manera las explotaciones. La gente se estaba enriqueciendo.
Para sofocar la rebelión de Higuey, Ovando envió a Juan de Esquivel y Juan Ponce de León, miembro bastardo de una importante familia hidalga de Sevilla. Apresaron a Cotubanamá, el último de los caciques y fue ahorcado en Santo Domingo. Una quinta parte de los prisioneros fueron enviados a España. Pacificada la zona, se fundaron nuevos enclaves ,todas fueron dotadas de consejeros, jueces, notarios y escudos de armas, como si se tratase de antiguas ciudades españolas. La creación de ciudades tras la victoria sobre el enemigo ya se hizo en la lucha contra el Islam. Santo Domingo, por su parte, parecía cada vez más una capital, pues en 1509 ya contaba con cuatro palacios de piedra privados. Para el entretenimiento, desde 1505 se llevaron libros de Horas y novelas, entre las que encontramos el Amadís de Gaula. Esta obra fue una de las primeras que contagió el nuevo espíritu moderno. Desde entonces la sociedad aprendió a leer libros por el puro placer de entretenerse y de ahí vinieron muchos topónimos de Sudamérica.
Los informes favorables de las minas de cobre alentaron a Fernando a enviar tres carabelas con las herramientas necesarias para comenzar las excavaciones, pero no solo eso, sino también un centenar de negros africanos como mano de obra, algo que al final le fue muy útil a Ovando. Viendo su respuesta, la Casa de Contratación siguió haciéndose de sus servicios. Este año de 1507 es un nuevo cambio para la humanidad en base al mestizaje. Tan positiva era en ese momento la explotación que el quinto constante que recibía la corona ascendió a 22 millones de maravedís, por lo que el total superaba los 100 millones. En 1510 alcanzó los cinco millones de gramos de oro. Por otro lado, Andrés Morales trazó los primeros mapas de las Antillas conocidas hasta el momento.
Sin embargo, no todo iba bien en la Española. Ovando se enfrentó a personajes insignes, apoyados por la corona, como el bilingüe (taíno-castellano) Cristóbal Rodríguez y los hermanos Tapia de Sevilla, con inequidad en sus juicios, pues favorecía más a sus paisanos extremeños que a los andaluces, tanto así que nombró escribano de Medellín a un joven Hernán Cortés.
Fernando, para controlar más a los indios y colonos, se concedió la potestad de nombrar obispos, algo en lo que ni si quiera había pensado Isabel. La preocupación del monarca por las Indias comenzó a aumentar al ver el potencial de sus explotaciones. Además, los sucesivos altercados, ya explicados, dieron al traste con el mando de Ovando, que se sobrepasó en sus competencias. Así, estando en Sevilla Fernando, junto a su esposa Germana, nombró al almirante, Diego Colón, hijo del descubridor, gobernador del Nuevo Mundo (pero no de la Mar Oceana, ni Virrey de aquellas tierras, su poder estaba siendo limitado). Este nombramiento no es aleatorio, el primogénito había casado con María de Toledo y Rojas, sobrina del duque de Alba, a quien el monarca debía algunos favores por el apoyo militar, y el duque gustaba de su “sobrino” como regente allende el Atlántico. El 3-5-1509 Diego partió a la Española y Ovando regresó.
En las cortes de Toro de 1505, Fernando accedió a nombrar al antiguo compañero de Colón, Vicente Yáñez Pinzón de Palos, corregidor y capitán de la isla de San Juan Bautista, lo que hoy conocemos como Puerto Rico. Habría de convertirse aquel lugar en nuevo bastión de la expansión castellana. Nada destacable hizo el buen marinero, pero mal administrador, como el Almirante, hasta que en 1508, Juan Ponce de León marchó desde Higuey a San Juan, con 42 colonos.
Ponce de León era sobrino de Rodrigo Ponce de León, duque de Arcos, pero también era Ponce de León por vía materna. Había luchado contra los musulmanes en Granada y fue paje de Pedro Yáñez de Guzman en la corte. Era un protegido de Fonseca y ayudó a Esquivel en la conquista de Higuey. Ovando, además, lo autorizó para conquistar Puerto Rico entre 1506-1507.
El rey lo nombró adelantado y gobernador interino de la isla. Su hijo, Juan González, escribió la mejor descripción de esa campaña. Entablaron conversación con muchos caciques y, dicen, su recibimiento fue amistoso, pero el mismo Juan González dijo escuchar a los indígenas que planeaban atentar contra los españoles y así fue porque destruyeron el enclave de Aguadilla. Fue el principio de una guerra brutal. Finalmente se los venció y envió a gran parte de ellos a Santo Domingo.
La llegada de Diego Colón a La Española cambió la situación de Boriquen (así llamaban Puerto Rico los taínos). Diego Colón y Juan Ponce de León no trabaron buena amistad al principio porque el primero no sabía que Fernando había nombrado al segundo gobernador de Boriquen. En cualquier caso, mandó a Julio Cerón conquistar Guadalupe, la más extensa de las Pequeñas Antillas. Al final, Juan Ponce de León reafirmó su autoridad, apresó y envió a España a ese y sus colaboradores y comenzó a atraer a su isla caribes de otras para usarlos como mano de obra, algo que estaba prohibido.
Tanto enfadó esto a los caciques que Agueybana, junto a 3000 de los suyos, incendiaron el enclave de Aguadilla. Esto los empujó a una guerra por el control de los trabajadores y las pequeñas islas. El Consejo de Castilla abogó por Julio Cerón y Díez de Aux… no obstante, al regreso de Florida, Ponce de León fue nombrado gobernador de Puerto Rico en 1514. Tras otras dos rebeliones, a finales de 1516 la isla de Borinquen, de San Juan o de Puerto Rico (como queramos llamarla) estaba en manos españolas.
En otro orden, Jamaica, abandonada a su suerte por Colón, había sido encomendada a Alonso de Hojeda y Diego de Nicuesa, personas con las que no hablaba Diego Colón, quien pidió a Juan Esquivel y Pánfilo de Narváez que conquistaran la isla en su nombre y el de su padre el Almirante. Las Casas dice que sometió brutalmente a los indios para producir mandioca, maíz y algodón, mientras Oviedo consideró que lo hizo en nombre de la Corona, causa suficientemente justa. El ambicioso Francisco de Garay, con el favor real, consiguió instalarse en Jamaica.
Pero los navegantes también se interesaron por la que parecía ya “tierra firme”. Juan de la Cosa hizo su cuarto viaje atlántico, esta vez acompañado de Ledesma, para llegar al norte de Sudamérica, desde Canarias, Guadalupe y Margarita (la isla de las perlas). Allí algunos nativos comenzaron a intercambiar patatas con los marineros. Llegaron a la bahía de Uraba, donde posteriormente estaría el enclave de Cartagena de Indias. Una de las naves de Luis Guerra, que andaba por allá, se hundió. Allí establecieron un enclave de doscientos castellanos y el resto, errantes, llegaron a Jamaica y Cuba, pero siempre dispersos, hasta que algunos arribaron a Santo Domingo, donde fueron atendidos.
Estos aventureros castellanos sufrieron mucho físicamente en las islas del Caribe, encontraron poco oro y menos gloria, y tampoco convirtieron a muchos nativos al cristianismo.
Las tierras parecían mucho más extensas de lo que creían. Se reunieron en Burgos, en 1508, el rey, el obispo Fonseca, Juan de la Cosa, Vicente Yáñez Pinzón y algunos navegantes de gran relevancia. Pero entre los presentes destacó Americo Vespucci.
Amerigo Vespuci, de joven, había leído a Ptolometo, Aristóteles y había conocido a Toscanelli. Después de estudiar en París, se instaló en Sevilla, trabajando para los Medici, en 1492, justo después de que Colón emprendiera su primer viaje. Su ambición fue tal que embarcó con Ojeda en 1499 a las Indias, para encontrar la ruta hacia el oeste.
En 1502 aceptó la misión del rey de Portugal de viajar hacia el Brasil, y llegó hasta cerca del actual Porto Alegre (como navegante portugués), pero hasta río de la Plata (por cuenta y riesgo propios). De aquí dedujo que las tierras por las que estaba navegando no eran Asia, sino un nuevo continente que se extendía más al sur y al otro lado del cual se hallaría, quizá, las tierras de las que habló Marco Polo. En paralelo, fueron publicadas varias falsificaciones supuestamente escritas por Vespucio, pero solo eran escritos de personas que querían obtener pingües beneficios.
A raíz de los descubrimientos de Vespucio, Martín Waldseemüller había decidido publicar una nueva edición de la cosmographia de Ptolomeo, en la que insertó las Navegationes de Vespucio. El primero pensaba que todos los apelativos de los continente provenían de mujeres y que el “nuevo” debería llamarse “Amerige”, nombre femenino donde los hubiera, originario de su descubridor. Esta edición influyó en obras posteriores, como Mercator a mediados del s.XVI. Desde 1509 la denominación de América se fue traspasando al resto de mapas y atlas.
Lo curioso de la primera cartografía es que proyectaba un supuesto canal o paso a través de lo que hoy es Panamá y no definía el grosor del continente, pero ya suponía la existencia de un océano o mar al otro lado de las tierras recién descubiertas, lo que hace pensar que alguien, quizá un portugués, avistó aquellas aguas antes de Balboa. Pese a que Waldseemüller da más crédico al primer viaje de Colón (1498), porque estaba documentado, que al de Vespucio (1497) introdujo un cambio en sus mapas, pero ya Mercator dio a conocer el nuevo nombre del continente como América. El fraude de los primeros viajes de Vespucio no se intuyó hasta 1879. Además, el Mundus novus, supuestamente escrito por el italino, era una falsificación.
En cualquier caso, Vespucio merecía dejarnos el legado de su nombre. Él fue quien en su viaje por el Brasil descubrió que esas tierras no eran tierra conocida sino un Novus Orbis y prometió regresar algún día al Nuevo Mundo para llegar al este a través del sur aprovechando los vientos australes. Pero nunca lo hizo.
Lo dicho, la comisión de consejeros reales reunida en Burgos en 1505 acordó: fundar la Casa de Contratación, crear el cargo de piloto mayor, el de geógrafo y el de cartógrafo para trazar las cartas para las expediciones. Así, en Vespucio recayó toda la responsabilidad de la nueva política. Él se encargaría de controlar todas las naves que saldrían a las Indias y quien expediría un certificado de examen y aprobación. A él y un grupo de expertos también se les mandó trazar el mapa completo de las tierras hasta ahora descubiertas para que los distintos existentes no dieran lugar a confusión en la línea de costas. Para ello, se hizo obligatorio navegar con cuadrante y astrolabio, con tal de no perder la referencia de ningún punto descubierto. Por tanto, Vespucio, el piloto mayor, sería una especie de maestro que dirigiese una escuela de capitanes de barco en su casa de Sevilla. Al igual que Colón e Isabel, Vespucio fue enterrado con hábito franciscano en 1512.
Lo más importante de las decisiones adoptadas en 1508 fue la de encontrar como fuera el paso al otro lado de América. Cabían tres posibilidades teniendo en cuenta los viajes de Pinzón, Solís, Colón y Vespucio o bien por el centro más allá de Veragua, o bien por el sur, por el mar más meridional que Vespucio pudo ver o bien al norte, donde la influencia inglesa era mayor. Veragua (donde Nicuesa fue nombrado gobernador por Fernando) y Urabá, las playas de la actual Colombia y Panamá, parecían buenos puntos de partida para hallar el camino hacia el oeste.
Juan de la Cosa partió con Hojeda hacia el norte de Sudamérica a finales de 1508. Al paso por la Española recogieron a Pizarro, que había ido con Ovando años atrás. Hojeda fondeó en Turbaco, donde sufrió una grave derrota, donde murió acribillado Juan de la Cosa, junto a setenta hombres, y donde salvaron la vida Pizarro y Diego de Ordaz. Fue la primera derrota seria de los españoles desde 1493. En el horizonte apareció Nicuesa, que lo ayudó. Turbaco fue destruida y cientos de esclavos fueron enviados a Santo Domingo en su nombre. Hojeda dejó sus guarniciones en la zona. Iría a Santo Domingo y si en cincuenta días no había regresado deberían sobrevivir como bien pudieran. Así, junto a Bernardino de Talavera, arribó a Cuba y luego Santo Domingo, donde falleció empobrecido en 1515 y sin saber más de sus hombres. Hasta ese momento, cruzó una siete veces el Atlántico y había explorado casi toda la zona norte de Sudamérica.
Nicuesa, Cueto y Olano navegaron por la costa que Colón divisó en su cuarto viaje, pero sin mayor éxito, sin encontrar, al parecer, Veragua, donde prometía el primero que habían abundantes minas de oro… Nicuesa, intentando huir de sus detractores, dio con su cuerpo en lugar desconocido.
En vista de que Hojeda no volvía, Pizarro y Núñez de Balboa, junto a Fernández de Enciso, partieron del destruido por los indígenas, enclave de San Sebastián hacia la desembocadura del Atrato, en el golfo de Urabá, donde establecieron un nuevo poblado. Pedro Mártir, sin haber estado ahí, supo que la situación era enfermiza, pestífera y perniciosa, que los colonos enfermaban rápidamente y parece ser que fue verdad, porque la humedad y los contagios eran muy habituales. Una vez instalados, marcharon en busca de Nicuesa a quien encontraron en estado deplorable. Y aunque lo ayudaron a salir adelante, furioso por no poder robar el poder a Balboa, volvió a partir para no volver a verlo ya jamás.
Por otro lado, Enciso y Balboa se enemistaron, pero este contaba con el apoyo de Pizarro y, además, pidió a Diego Colón que consiguiera el permiso del rey para nombrarlo gobernador de la zona, y así fue. Balboa se convirtió, por así decirlo, en el primer caudillo de las Américas, pues se aupó al liderazgo a base de determinación y fortaleza. Su política fue bastante amistosa con los indígenas. Estos vivían en casas rectangulares, construidas sobre los árboles y sus adornos de oro solían estar muy elaborados. Hacían cerveza de maíz y cultivaban la piña tropical, así como los boniatos y la yuca.
En las exploraciones de los hombres de Balboa a los pies de los Andes nace el mito del Dorado, pues en numerosas cuevas comenzaron a encontrar filones de este metal áureo. Se cuenta que entablaron conversación con unos indígenas que se sentían indignados por el valor que los colonos daban al poco oro que habían encontrado. Les ofrecieron minas muchísimo más grandes de oro siempre que estuvieran dispuestos a vencer al gran rey Tumanamá, en los Andes, al sur de los cuales las encontrarían. La codicia pudo con su paciencia.
En 1513, Juan Ponce de León, su hijo Juan González, Juan Garrido (el negro portugués), Diego y Juan Bermúdez y Alaminos (piloto de la gran conquista de México posteriormente) partieron desde Puerto Rico hacia el norte, aprovechando la destitución de Juan Ponce como gobernador de esa isla. Encontraron, en la Pascua Florida, la región que hoy conocemos con ese nombre y después viró hacia la península del Yucatán, donde no parece haber desembarcado según informa en sus testimonios, pero encontró algo extremadamente importante, más de lo que él pensaba, la corriente del Golfo.
Por aquel entonces cinco hombres gobernaban el Caribe: Diego Colón en La Española, Juan Ponce de León en Puerto Rico, Diego Velázquez en Cuba; Juan de Esquivel en Jamaica y Vasco Núñez de Balboa en Darién. El primero pensaba que tenía potestad sobre los demás, pero los demás no estaban dispuestos a ningún tipo de subordinación.
Para sofocar la rebelión de Higuey, Ovando envió a Juan de Esquivel y Juan Ponce de León, miembro bastardo de una importante familia hidalga de Sevilla. Apresaron a Cotubanamá, el último de los caciques y fue ahorcado en Santo Domingo. Una quinta parte de los prisioneros fueron enviados a España. Pacificada la zona, se fundaron nuevos enclaves ,todas fueron dotadas de consejeros, jueces, notarios y escudos de armas, como si se tratase de antiguas ciudades españolas. La creación de ciudades tras la victoria sobre el enemigo ya se hizo en la lucha contra el Islam. Santo Domingo, por su parte, parecía cada vez más una capital, pues en 1509 ya contaba con cuatro palacios de piedra privados. Para el entretenimiento, desde 1505 se llevaron libros de Horas y novelas, entre las que encontramos el Amadís de Gaula. Esta obra fue una de las primeras que contagió el nuevo espíritu moderno. Desde entonces la sociedad aprendió a leer libros por el puro placer de entretenerse y de ahí vinieron muchos topónimos de Sudamérica.
Los informes favorables de las minas de cobre alentaron a Fernando a enviar tres carabelas con las herramientas necesarias para comenzar las excavaciones, pero no solo eso, sino también un centenar de negros africanos como mano de obra, algo que al final le fue muy útil a Ovando. Viendo su respuesta, la Casa de Contratación siguió haciéndose de sus servicios. Este año de 1507 es un nuevo cambio para la humanidad en base al mestizaje. Tan positiva era en ese momento la explotación que el quinto constante que recibía la corona ascendió a 22 millones de maravedís, por lo que el total superaba los 100 millones. En 1510 alcanzó los cinco millones de gramos de oro. Por otro lado, Andrés Morales trazó los primeros mapas de las Antillas conocidas hasta el momento.
Sin embargo, no todo iba bien en la Española. Ovando se enfrentó a personajes insignes, apoyados por la corona, como el bilingüe (taíno-castellano) Cristóbal Rodríguez y los hermanos Tapia de Sevilla, con inequidad en sus juicios, pues favorecía más a sus paisanos extremeños que a los andaluces, tanto así que nombró escribano de Medellín a un joven Hernán Cortés.
Fernando, para controlar más a los indios y colonos, se concedió la potestad de nombrar obispos, algo en lo que ni si quiera había pensado Isabel. La preocupación del monarca por las Indias comenzó a aumentar al ver el potencial de sus explotaciones. Además, los sucesivos altercados, ya explicados, dieron al traste con el mando de Ovando, que se sobrepasó en sus competencias. Así, estando en Sevilla Fernando, junto a su esposa Germana, nombró al almirante, Diego Colón, hijo del descubridor, gobernador del Nuevo Mundo (pero no de la Mar Oceana, ni Virrey de aquellas tierras, su poder estaba siendo limitado). Este nombramiento no es aleatorio, el primogénito había casado con María de Toledo y Rojas, sobrina del duque de Alba, a quien el monarca debía algunos favores por el apoyo militar, y el duque gustaba de su “sobrino” como regente allende el Atlántico. El 3-5-1509 Diego partió a la Española y Ovando regresó.
En las cortes de Toro de 1505, Fernando accedió a nombrar al antiguo compañero de Colón, Vicente Yáñez Pinzón de Palos, corregidor y capitán de la isla de San Juan Bautista, lo que hoy conocemos como Puerto Rico. Habría de convertirse aquel lugar en nuevo bastión de la expansión castellana. Nada destacable hizo el buen marinero, pero mal administrador, como el Almirante, hasta que en 1508, Juan Ponce de León marchó desde Higuey a San Juan, con 42 colonos.
Ponce de León era sobrino de Rodrigo Ponce de León, duque de Arcos, pero también era Ponce de León por vía materna. Había luchado contra los musulmanes en Granada y fue paje de Pedro Yáñez de Guzman en la corte. Era un protegido de Fonseca y ayudó a Esquivel en la conquista de Higuey. Ovando, además, lo autorizó para conquistar Puerto Rico entre 1506-1507.
El rey lo nombró adelantado y gobernador interino de la isla. Su hijo, Juan González, escribió la mejor descripción de esa campaña. Entablaron conversación con muchos caciques y, dicen, su recibimiento fue amistoso, pero el mismo Juan González dijo escuchar a los indígenas que planeaban atentar contra los españoles y así fue porque destruyeron el enclave de Aguadilla. Fue el principio de una guerra brutal. Finalmente se los venció y envió a gran parte de ellos a Santo Domingo.
La llegada de Diego Colón a La Española cambió la situación de Boriquen (así llamaban Puerto Rico los taínos). Diego Colón y Juan Ponce de León no trabaron buena amistad al principio porque el primero no sabía que Fernando había nombrado al segundo gobernador de Boriquen. En cualquier caso, mandó a Julio Cerón conquistar Guadalupe, la más extensa de las Pequeñas Antillas. Al final, Juan Ponce de León reafirmó su autoridad, apresó y envió a España a ese y sus colaboradores y comenzó a atraer a su isla caribes de otras para usarlos como mano de obra, algo que estaba prohibido.
Tanto enfadó esto a los caciques que Agueybana, junto a 3000 de los suyos, incendiaron el enclave de Aguadilla. Esto los empujó a una guerra por el control de los trabajadores y las pequeñas islas. El Consejo de Castilla abogó por Julio Cerón y Díez de Aux… no obstante, al regreso de Florida, Ponce de León fue nombrado gobernador de Puerto Rico en 1514. Tras otras dos rebeliones, a finales de 1516 la isla de Borinquen, de San Juan o de Puerto Rico (como queramos llamarla) estaba en manos españolas.
En otro orden, Jamaica, abandonada a su suerte por Colón, había sido encomendada a Alonso de Hojeda y Diego de Nicuesa, personas con las que no hablaba Diego Colón, quien pidió a Juan Esquivel y Pánfilo de Narváez que conquistaran la isla en su nombre y el de su padre el Almirante. Las Casas dice que sometió brutalmente a los indios para producir mandioca, maíz y algodón, mientras Oviedo consideró que lo hizo en nombre de la Corona, causa suficientemente justa. El ambicioso Francisco de Garay, con el favor real, consiguió instalarse en Jamaica.
Pero los navegantes también se interesaron por la que parecía ya “tierra firme”. Juan de la Cosa hizo su cuarto viaje atlántico, esta vez acompañado de Ledesma, para llegar al norte de Sudamérica, desde Canarias, Guadalupe y Margarita (la isla de las perlas). Allí algunos nativos comenzaron a intercambiar patatas con los marineros. Llegaron a la bahía de Uraba, donde posteriormente estaría el enclave de Cartagena de Indias. Una de las naves de Luis Guerra, que andaba por allá, se hundió. Allí establecieron un enclave de doscientos castellanos y el resto, errantes, llegaron a Jamaica y Cuba, pero siempre dispersos, hasta que algunos arribaron a Santo Domingo, donde fueron atendidos.
Estos aventureros castellanos sufrieron mucho físicamente en las islas del Caribe, encontraron poco oro y menos gloria, y tampoco convirtieron a muchos nativos al cristianismo.
Las tierras parecían mucho más extensas de lo que creían. Se reunieron en Burgos, en 1508, el rey, el obispo Fonseca, Juan de la Cosa, Vicente Yáñez Pinzón y algunos navegantes de gran relevancia. Pero entre los presentes destacó Americo Vespucci.
Amerigo Vespuci, de joven, había leído a Ptolometo, Aristóteles y había conocido a Toscanelli. Después de estudiar en París, se instaló en Sevilla, trabajando para los Medici, en 1492, justo después de que Colón emprendiera su primer viaje. Su ambición fue tal que embarcó con Ojeda en 1499 a las Indias, para encontrar la ruta hacia el oeste.
En 1502 aceptó la misión del rey de Portugal de viajar hacia el Brasil, y llegó hasta cerca del actual Porto Alegre (como navegante portugués), pero hasta río de la Plata (por cuenta y riesgo propios). De aquí dedujo que las tierras por las que estaba navegando no eran Asia, sino un nuevo continente que se extendía más al sur y al otro lado del cual se hallaría, quizá, las tierras de las que habló Marco Polo. En paralelo, fueron publicadas varias falsificaciones supuestamente escritas por Vespucio, pero solo eran escritos de personas que querían obtener pingües beneficios.
A raíz de los descubrimientos de Vespucio, Martín Waldseemüller había decidido publicar una nueva edición de la cosmographia de Ptolomeo, en la que insertó las Navegationes de Vespucio. El primero pensaba que todos los apelativos de los continente provenían de mujeres y que el “nuevo” debería llamarse “Amerige”, nombre femenino donde los hubiera, originario de su descubridor. Esta edición influyó en obras posteriores, como Mercator a mediados del s.XVI. Desde 1509 la denominación de América se fue traspasando al resto de mapas y atlas.
Lo curioso de la primera cartografía es que proyectaba un supuesto canal o paso a través de lo que hoy es Panamá y no definía el grosor del continente, pero ya suponía la existencia de un océano o mar al otro lado de las tierras recién descubiertas, lo que hace pensar que alguien, quizá un portugués, avistó aquellas aguas antes de Balboa. Pese a que Waldseemüller da más crédico al primer viaje de Colón (1498), porque estaba documentado, que al de Vespucio (1497) introdujo un cambio en sus mapas, pero ya Mercator dio a conocer el nuevo nombre del continente como América. El fraude de los primeros viajes de Vespucio no se intuyó hasta 1879. Además, el Mundus novus, supuestamente escrito por el italino, era una falsificación.
En cualquier caso, Vespucio merecía dejarnos el legado de su nombre. Él fue quien en su viaje por el Brasil descubrió que esas tierras no eran tierra conocida sino un Novus Orbis y prometió regresar algún día al Nuevo Mundo para llegar al este a través del sur aprovechando los vientos australes. Pero nunca lo hizo.
Lo dicho, la comisión de consejeros reales reunida en Burgos en 1505 acordó: fundar la Casa de Contratación, crear el cargo de piloto mayor, el de geógrafo y el de cartógrafo para trazar las cartas para las expediciones. Así, en Vespucio recayó toda la responsabilidad de la nueva política. Él se encargaría de controlar todas las naves que saldrían a las Indias y quien expediría un certificado de examen y aprobación. A él y un grupo de expertos también se les mandó trazar el mapa completo de las tierras hasta ahora descubiertas para que los distintos existentes no dieran lugar a confusión en la línea de costas. Para ello, se hizo obligatorio navegar con cuadrante y astrolabio, con tal de no perder la referencia de ningún punto descubierto. Por tanto, Vespucio, el piloto mayor, sería una especie de maestro que dirigiese una escuela de capitanes de barco en su casa de Sevilla. Al igual que Colón e Isabel, Vespucio fue enterrado con hábito franciscano en 1512.
Lo más importante de las decisiones adoptadas en 1508 fue la de encontrar como fuera el paso al otro lado de América. Cabían tres posibilidades teniendo en cuenta los viajes de Pinzón, Solís, Colón y Vespucio o bien por el centro más allá de Veragua, o bien por el sur, por el mar más meridional que Vespucio pudo ver o bien al norte, donde la influencia inglesa era mayor. Veragua (donde Nicuesa fue nombrado gobernador por Fernando) y Urabá, las playas de la actual Colombia y Panamá, parecían buenos puntos de partida para hallar el camino hacia el oeste.
Juan de la Cosa partió con Hojeda hacia el norte de Sudamérica a finales de 1508. Al paso por la Española recogieron a Pizarro, que había ido con Ovando años atrás. Hojeda fondeó en Turbaco, donde sufrió una grave derrota, donde murió acribillado Juan de la Cosa, junto a setenta hombres, y donde salvaron la vida Pizarro y Diego de Ordaz. Fue la primera derrota seria de los españoles desde 1493. En el horizonte apareció Nicuesa, que lo ayudó. Turbaco fue destruida y cientos de esclavos fueron enviados a Santo Domingo en su nombre. Hojeda dejó sus guarniciones en la zona. Iría a Santo Domingo y si en cincuenta días no había regresado deberían sobrevivir como bien pudieran. Así, junto a Bernardino de Talavera, arribó a Cuba y luego Santo Domingo, donde falleció empobrecido en 1515 y sin saber más de sus hombres. Hasta ese momento, cruzó una siete veces el Atlántico y había explorado casi toda la zona norte de Sudamérica.
Nicuesa, Cueto y Olano navegaron por la costa que Colón divisó en su cuarto viaje, pero sin mayor éxito, sin encontrar, al parecer, Veragua, donde prometía el primero que habían abundantes minas de oro… Nicuesa, intentando huir de sus detractores, dio con su cuerpo en lugar desconocido.
En vista de que Hojeda no volvía, Pizarro y Núñez de Balboa, junto a Fernández de Enciso, partieron del destruido por los indígenas, enclave de San Sebastián hacia la desembocadura del Atrato, en el golfo de Urabá, donde establecieron un nuevo poblado. Pedro Mártir, sin haber estado ahí, supo que la situación era enfermiza, pestífera y perniciosa, que los colonos enfermaban rápidamente y parece ser que fue verdad, porque la humedad y los contagios eran muy habituales. Una vez instalados, marcharon en busca de Nicuesa a quien encontraron en estado deplorable. Y aunque lo ayudaron a salir adelante, furioso por no poder robar el poder a Balboa, volvió a partir para no volver a verlo ya jamás.
Por otro lado, Enciso y Balboa se enemistaron, pero este contaba con el apoyo de Pizarro y, además, pidió a Diego Colón que consiguiera el permiso del rey para nombrarlo gobernador de la zona, y así fue. Balboa se convirtió, por así decirlo, en el primer caudillo de las Américas, pues se aupó al liderazgo a base de determinación y fortaleza. Su política fue bastante amistosa con los indígenas. Estos vivían en casas rectangulares, construidas sobre los árboles y sus adornos de oro solían estar muy elaborados. Hacían cerveza de maíz y cultivaban la piña tropical, así como los boniatos y la yuca.
En las exploraciones de los hombres de Balboa a los pies de los Andes nace el mito del Dorado, pues en numerosas cuevas comenzaron a encontrar filones de este metal áureo. Se cuenta que entablaron conversación con unos indígenas que se sentían indignados por el valor que los colonos daban al poco oro que habían encontrado. Les ofrecieron minas muchísimo más grandes de oro siempre que estuvieran dispuestos a vencer al gran rey Tumanamá, en los Andes, al sur de los cuales las encontrarían. La codicia pudo con su paciencia.
En 1513, Juan Ponce de León, su hijo Juan González, Juan Garrido (el negro portugués), Diego y Juan Bermúdez y Alaminos (piloto de la gran conquista de México posteriormente) partieron desde Puerto Rico hacia el norte, aprovechando la destitución de Juan Ponce como gobernador de esa isla. Encontraron, en la Pascua Florida, la región que hoy conocemos con ese nombre y después viró hacia la península del Yucatán, donde no parece haber desembarcado según informa en sus testimonios, pero encontró algo extremadamente importante, más de lo que él pensaba, la corriente del Golfo.
Por aquel entonces cinco hombres gobernaban el Caribe: Diego Colón en La Española, Juan Ponce de León en Puerto Rico, Diego Velázquez en Cuba; Juan de Esquivel en Jamaica y Vasco Núñez de Balboa en Darién. El primero pensaba que tenía potestad sobre los demás, pero los demás no estaban dispuestos a ningún tipo de subordinación.
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