Quien hizo que y cuando ?¿ - 6 -

La primera ley feminista (S. XV) Luis de Oteyza, en su libro Anécdotas Picantes (Mundo Latino. Madrid) da la siguiente información histórico-jurídica: "Isabel de Castilla, aunque dejase el gobierno total de las Españas a su esposo Fernando de Aragón, en ocasiones recababa el derecho a legislar que tenía sobre los castellanos, como su soberana absoluta que era. Y así dio una ley muy curiosa. Fue que cierta mujeruca de Valladolid llegó a la soberana, lamentándose de algo que atentaba contra su vida, nada menos. El marido de la tal, robusto campesino, de naturaleza verdaderamente pródiga, practicaba las funciones matrimoniales con tanta frecuencia que su mujer no podía ya resistir los constantes trabajos a que la sometía. La muerte por agotamiento acechaba, pues, a aquella víctima del exceso conyugal".

"Y para evitar semejante extremo, y para impedir también que extremos semejantes sucediesen, decretó Isabel la Católica que los maridos no pudieran exigir a sus mujeres más de seis sacrificios diarios".

"Esta es la curiosa ley que únicamente a título de curiosidad subsiste aún. Porque ha caído en desuso. Digo, me parece. No creo que haya ahora quien pueda faltar a ella. La especie humana se debilita, indudablemente".

Cosa más cierta de lo que cabría pensar: el psicólogo danés Thorkil Vanggaard, en su libro Phallós (Jonathan Cape. Londres. 1972), dice, basándose en eruditísimas fuentes, que "el hombre primitivo practicaba el coito varias veces al día".

Reliquias de santos o museos (S. XVI) No se sabe si en la antigüedad remota o en la menos remota o en la clásica, había museos. La hija de un rey de Babilonia tenía una gran colección de antigüedades, y entre los romanos opulentos del Imperio hubo gran pasión por las colecciones de antigüedades griegas, falsas casi todas, pero no menos importantes para sus dueños, que las pagaban a peso de oro. Es curioso, a propósito de esto, que en varios museos europeos con departamentos de falsificaciones hay uno o más santos falos, pese a que sólo uno en todo el mundo podría ser auténtico: al parecer se los cortaban a las momias egipcias en el siglo XIX para vendérselos a los turistas devotos en estuches de oro, también falsos, supongo, aprovechando que los antiguos egipcios se circuncidaban, como casi todos los del antiguo Oriente Medio.

Pero estas colecciones antiguas, que sólo podían visitarse con permiso de sus dueños, no eran museos. Más cercanas a nuestro concepto del museo están las exposiciones de reliquias de santos que había en las sacristías de las primeras iglesias cristianas o las colecciones de antigüedades que sembraban los palacios imperiales de la antigüedad tardía, la alta Edad Media y el Renacimiento, los cuales, por estar siempre llenos de gente, podían ser considerados museos. Y los Gabinetes de curiosidades o Salas de maravillas, corrientes en el Renacimiento y en los siglos siguientes. El primer museo parece ser el formado por las colecciones de J. Tradescant y E. Ashmole, que legaron en 1659 a la Universidad de Oxford, la cual las abrió a la curiosidad pública en 1683.


 La invención de la infancia (S. XX) Hay una escuela filosófica que sostiene que el recién nacido ya conoce el idioma de su madre mejor que cualquier estudiante extranjero, porque lo ha absorbido inconscientemente al ritmo del corazón de aquella, situado durante nueve meses justo encima de su cabeza. El primero que llamó la atención sobre la infancia como fenómeno intelectual con lógica y fines propios fue posiblemente el obispo moravo Juan Amos Comenio, al aconsejar a los padres que estimulen a sus hijos "con besos y abrazos" en lugar de ponerles a trabajar casi desde su primer aliento, tratándolos como a mayores de menor tamaño y edad. El cristianismo no mejoró la situación de la infancia, que siguió siendo tan trágica, más o menos, como en la era precristiana. El cariño como terapia y disciplina sistemáticas es una idea moderna; y la infancia, en el sentido que le damos nosotros, es también moderna: yo diría que posterior a la revolución industrial. Y esto a pesar de las voces que sonaban en el desierto, como la de J. J. Rousseau, que aconseja a los padres que dejen a sus hijos "saborear la naturaleza", o la de J. E. Pestalozzi, que abrió la primera escuela modelo para párvulos. Y muchos más, cuyo buen sentido sólo empezó a fructificar en Europa occidental en los primeros decenios del siglo XX.

La infancia ha sido hasta hace poco una especie de esclavitud maquillada. El padre romano podía vender a sus hijos, y la Edad Media está llena de niños vagabundos o agotados hasta morir de trabajo.

La esclavitud Alguien ha dicho que el hombre no pudo sentirse libre hasta que apareció la esclavitud. Lo malo es que ésta ha existido poco menos que siempre, porque es la consecuencia lógica de la guerra, y la guerra -grande o pequeña, mundial o local- es consustancial al hombre.

Los primeros esclavos fueron prisioneros de guerra a los que se dio a elegir entre ser ejecutados o someterse para siempre o por tiempo determinado a sus vencedores. La caricatura de esta trágica realidad es don Quijote ordenando a sus caballeros vecinos ir a ponerse a las órdenes de su dama, Dulcinea. Otra cosa es que esta idea de usar como esclavo al vencido -que, pese a su evidente injusticia, parece justa al guerrero primitivo, incapaz de vivir en paz con la naturaleza o con sus semejantes- se institucionalice, como ocurrió en las primeras sociedades humanas hasta su perfeccionamiento jurídico en Roma.

La esclavitud ha pasado por muchas fases. Churchill, en una frase que hizo fortuna, dijo: "Llamar esclavos a los jornaleros, cuyo sueldo no les basta para vivir, es lexicológicamente inexacto", pero vitalmente era exacto, porque no podían prescindir de un trabajo que, sin embargo, no les permitía vivir. La esclavitud como institución terminó en 1865 con el fin de la guerra de Secesión americana, que destruyó el sistema esclavista más próspero del mundo.


 
La guillotina, la ejecución igualitaria (1792) La Revolución Francesa tiene dos símbolos: su comienzo, la guillotina, y su remate, Napoleón. Sobre ambos se han escrito bibliotecas, y en el caso de la guillotina, lo que más preocupa a los investigadores es su inventor. El doctor José Ignacio Guillotin no tuvo nada que ver con el siniestro aparato. Él se limitó a proponer a la Asamblea Nacional en 1789 que todos los condenados a muerte fuesen ejecutados de la misma forma, en lugar de recurrir a ejecuciones bárbaras o denigrantes, como descuartizarles entre cuatro caballos o quemarles las manos a fuego lento. La Asamblea aceptó la proposición, que encajaba con sus ideas igualitarias.

En 1792, el doctor Louis presentó un prototipo de guillotina que, según algunos, no lo había inventado él, sino un clavicordista llamado Thomas Schmidt. Así y todo, en su honor se le dio el nombre de louisette, que no cuajó, y todo el mundo empezó a llamarla guillotina. En 1792 fue probada con tres cadáveres, y tan bien funcionó que fue declarada oficialmente el medio único de ejecución en Francia, mientras Guillotin se desesperaba ante la humillación de que su dignísimo apellido se relacionase con cosa tan indigna como es la última pena. En una ocasión amenazó con guillotinarse a sí mismo si no se daba otro nombre al aparato, que cortó en un sólo año 17.000 cabezas. Desde entonces, Guillotin vivió amargado y murió desesperado.

El texto trilingüe (1799) La expedición de Napoleón a Egipto en 1799 dejó dos recuerdos más importantes que la expedición misma: una frase pronunciada por Napoleón ante sus tropas ("¡Soldados, desde lo alto de estas pirámides 40 siglos os contemplan!") y una losa de piedra plana con un texto incompleto en tres idiomas: griego, egipcio jeroglífico y egipcio demótico, gracias al cual se pudo comenzar a entender los textos del antiguo Egipto. Ese documento fue también el primer texto trilingüe antiguo que se ha hallado, y no hay etruscólogo que no sueñe todas las noches de su vida con un hallazgo similar, sólo que en etrusco y latín, textos que nos consta que existieron, y que se tallaron en piedra y en metal.

La tierra es el archivo más completo de la humanidad, pero ni está clasificado ni se tienen sus llaves, así que la situación es peor aún que la del que se encuentra ante los archivos vaticanos con bula para hallar el documento que le urge, pero sin la menor pista de dónde pueda estar. Hay zonas, el cercano Oriente -sobre todo- empapadas en documentos vitales para nuestra comprensión como especie inteligente. Como  dijo un arqueólogo especializado en Sumeria: "Cada paso que doy es un tormento, porque ¿qué es lo que estaré pisando?, a lo mejor el testamento de Adán traducido al sumerio". Y añadió que, una vez, en lo más profundo de Asia Menor, asistió a una pedrea entre raterillos turcos; se le ocurrió coger una de las piedras y comprobó que era una declaración de guerra de un rey hitita a un reyezuelo vecino.




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