1714 : Curiosidades de Cataluña en la guerra de sucesion española

Regimientos Catalanes Partidarios de Felipe V
Cuando aún no se había iniciado la Guerra de Sucesión, y llegaba por primera vez Felipe V a Barcelona como rey indiscutido, siendo aclamado por los catalanes y jurando sus fueros, apareció un curioso personaje: Blas de Trincheria. Hijo de un famoso caudillo miquelete, propuso al Rey formar en dos meses un Tercio completo para acantonarlo en Nápoles. El Rey, sorprendido e incrédulo, accedió a sufragarlo. Blas de Trincheria contó con muchos antiguos miqueletes y en dos meses consiguió preparar y uniformar un tercio de 700 catalanes. Esta unidad marchó para defender el reino de Nápoles y, tras el alzamiento austracista que iniciaría la Guerra de Sucesión, sus integrantes —todos catalanes— se mantuvieron fieles a Felipe V.

Otras unidades compuestas de catalanes también se mantuvieron en las filas felipistas. Veamos la relación:
Regimiento de Dragones «Pons» (1703-1706), comandado por Miquel Pons de Mendoza que luchó junto al Regimiento de Dragones de «Camprodón» (1703-1706). Éstas fueron dos unidades de extraordinaria calidad bélica y muy eficaces para la victoria de la causa felipista. Otros regimientos de catalanes felipistas fueron: el de Dragones «Picalqués» (1706-1710); el Regimiento de Dragones «Grimau» (1710-1718); Ya acabada la Guerra, los catalanes pudieron alistarse en el Regimiento de Dragones «Tarragona» (1718-1734) y en el de «Sagunto» (1725-1785).

Durante la guerra de sucesion Unos catalanes salvan a Felipe V: uno de los Regimientos de Dragones, más concretamente el de «Camprodón», salvó al mismísimo Felipe V en la batalla de Almenar. Éste huía en desbandada, tras una terrible carga de las tropas austracistas, comandadas por el general inglés James Stanhope. El ejército felipista hubo de retirarse a Zaragoza y, si no fuera por la protección de los catalanes, Felipe V habría caído prisionero. Ironías de la historia, gracias a unos catalanes, Felipe V acabó ganando la Guerra y luego llegó el Decreto de Nueva Planta.

Otro Tercio de infantería catalana fue el de Llovet (1703-1704), fundado por Manuel de Llovet y formado por unos 600 catalanes, que fue destinado a Ceuta.

Tras el alzamiento austracista, se mantuvo fiel al Borbón. Otros regimientos de infantería felipista de los que no hemos conocido más datos que los de su existencia son el de «Ballaró» (1704-1707) y el de «Molina» (1704-1707) o los regimientos de caballería números 1, 2, 3 y 4 «Rafael Nebot» (que se fueron constituyendo entre 1703 y 1714). Hacia estos últimos hubo siempre desconfianza y miedo a que se pasaran a los austracistas. Pero la lista sigue: encontramos el Regimiento de Fusileros «Naturals de Cervera» (1711-1714), cuyo teniente coronel era Josep Vilallonga i Saportella; o los Regimientos de Fusileros «Po de Jafre» y el de «Naturals de Berga», de los que por desgracia no hemos podido encontrar más datos. Sea como sea, el querer plantear la Guerra de Sucesión como una guerra entre catalanes y castellanos es una simple estulticia. Estamos ante una guerra civil, donde muchos castellanos eran austracistas, al igual que muchos catalanes eran felipistas.

Un tercio Castellano defiende Barcelona
El imaginario catalanista quiere creer en un sitio de Barcelona donde los catalanes puros defendían su catalanidad hasta la muerte. Evidentemente Barcelona estaba llena de barceloneses, menuda obviedad, pero entre los defensores de la ciudad había muchos que no hablaban catalán: porque eran o aragoneses, o navarros; o incluso, castellanos austracistas. De momento sólo cabe aquí apuntar que el verdadero héroe de la defensa de Barcelona no fue Rafael de Casanovas, sino el Teniente Mariscal Antonio de Villarroel y Peláez (gallego, aunque nacido accidentalmente en barcelona).

Fue el hecho de que hubiera nacido en Barcelona lo que le permitió ser elegido en vez del otro candidato: el Teniente Mariscal Antonio Colón de Portugal y Cabrera, Conde de La Puebla que no era catalán (aunque no se ha podido averiguar su lugar de nacimiento).

Lo que casi nadie sabe es que hubo un Tercio de Castellanos defendiendo Barcelona en 1714. Se trataba de una unidad de infantería llamada Regimiento de la Concepción. Su coronel era Gregorio de Saavedra; sus colores de divisa eran el azul y rojo; y su patrona —evidentemente— la Inmaculada Concepción. El Regimiento estaba compuesto de unos 700 castellanos. Este regimiento se fundó en 1713, tras la traición inglesa, y tuvo el sobrenombre de Villarroel, pues este fue su organizador directo. El coronel, hombre de confianza de Villarrroel, fue comisionado como comandante fijo de Baluarte. La leva de este regimiento, hasta llegar a los mil hombres, fue completada con catalanes.

Otro regimiento peculiar y nada catalán fue el de Infantería Santa Eulalia. Igualmente se formó tras el abandono de los ingleses. En él se aglutinaron todos los soldados navarros y su coronel fue Don José Íniguez Abarca, Marqués de Las Navas. Más tarde fue sustituido por un castellano, el Coronel Antonio del Castillo y Chirino. También, cuando las cosas se pusieron mal, muchos navarros decidieron marchar y el regimiento se completó con catalanes.

Francesc de Castellví y Obando (1682-1757) en sus Narraciones Históricas Vol. III, recoge algunos nombres de oficiales españoles voluntarios en la ciudad: «Coroneles españoles de voluntarios: don Manuel Desvalls, don Pablo Toar…». Otra fuente muy especializada es la proporcionada por Agustí Alcoberro i Pericay en su obra L’Exili Austracista (1713-1747), Vol. II, donde reseña los «Oficiales españoles vivos en diferentes regimientos alemanes», que provenían de la defensa de Barcelona.


En nombre de la santisima Trinidad
Hacía años que el conflicto sucesorio había quedado resuelto. El Archiduque Carlos y los aliados ingleses habían abandonado a su suerte a las tropas austracistas. Prácticamente toda Cataluña ya había sido tomada por las fuerzas felipistas; pero Barcelona decidió resistir. No podría explicarse esta resistencia numantina o, mejor dicho, macabeica, sin el apoyo de un fervor religioso extraordinario. En todos los documentos y proclamas son constantes las invocaciones a la Divina Providencia, las procesiones, los rezos públicos del Rosario, novenarios y la presencia constante del Santísimo en los altares.

Infatigablemente se invocaban a los santos patrones: Santa Eulalia, San Severo y San Narciso o Nuestra Señora de las Mercedes, que fue proclamada Generalísima del Ejército resistente.

Impresionantes fueron los actos de bendición de las banderas y el juramento de los soldados. Los regimientos desfilaban por Barcelona hasta la iglesia o capilla donde se hallaba la santa o santo patrón bajo cuyo patrocinio estaban. Acto seguido se oficiaba un misa solemne y finalizado el oficio las banderas eran bendecidas. Los oficiales salían fuera del recinto sagrado y se colocaban frente a los soldados formando un círculo con la bandera en el centro. Clavadas las banderas en las astas, eran alzadas, y bajo su presencia un auditor leía las ordenanzas militares, especialmente los capítulos referentes a la defensa del Rey y de la Patria. Entonces, oficiales y soldados alzaban los tres dedos de la mano derecha en señal de la Santísima Trinidad y realizaban este juramento: «En nombre de la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, Tres Personas distintas y un sólo Dios verdadero Juro no abandonar mi bandera hasta perder la última gota de mi sangre en defensa de la Sacra Cesárea Católica Real Majestad del Rey nuestro Señor y del Fidelísimo Principado de Cataluña».

Finalizado todo el ceremonial de bendición y juramento, se disparaban tres salvas de fusilería, tras de lo cual el regimiento volvía desfilando hasta su acuartelamiento.


Las Banderas de 1714
También se celebraron con especial devoción las diadas en honor de los santos patrones que protegían la unidad. El 15 de marzo de 1714, en honor de Santa Madrona, el V Batallón de la Coronela, de Barcelona celebró su onomástica bajo la supervisión del sargento mayor de la Coronela Félix Nicolás de Monjo y a la orden del teniente coronel de la unidad. Abría la parada un destacamento de música militar, seguido de una compañía de granaderos y los 434 milicianos del batallón. Ante la Catedral de Barcelona formaron a seis de fondo, aguardando hasta la finalización del oficio. Acto seguido se inició la procesión con la sagrada cruz, el clero y el cabildo, seguidos por el cuerpo de la virgen y mártir Santa Madrona bajo palio llevado por el consistorio municipal, encabezado por el Conseller en cap y coronel Rafael Casanova; cerraban la procesión los hombres del V Batallón. Concluida la procesión, las tropas formaron en orden de batalla, lanzaron una descarga cerrada y se desarbolaron las banderas.

Las banderas de la infantería del Ejército de Cataluña mostraban la imagen del santo patrón de cada unidad, custodiado por las armas del Principado de Cataluña y las reales armas del emperador y rey Carlos III de Aragón, llevando también una bandera de san Jorge. Los estandartes de caballería seguían el mismo patrón, y el Regimiento de Caballería de la Fe llevaba un Cristo bordado sobre fondo verde, divisa de la unidad, con el siguiente lema Pro Lege, Patria et Rege (Por la Ley, la Patria y el Rey), bajo el cual figuraban las armas reales de Carlos III de Aragón, las del coronel del regimiento, y las de Cataluña.

En las banderas de la Coronela de Barcelona figuraban las armas de la Ciudad y el emblema del gremio de la Compañía. Mención aparte merece la Bandera de Santa Eulalia, la bandera que desde el siglo XVI devino bandera de la Ciudad, de fondo carmesí con la imagen de Santa Eulalia, co-patrona de Barcelona, flanqueada por las armas de la Ciudad y un sagrado cálice con el lema: Exugere Deus, Judicam Causa Tuam, (Ven Dios, y juzga tu causa).

Tras la reforma de 1713, que reorganizó la Coronela en 6 batallones, se dotó a cada batallón de una bandera con la imagen del santo patrón o del misterio católico bajo la advocación del cual estaba: Santísima Trinidad, Inmaculada Concepción, Santa Eulalia de Barcelona, Santa Madrona, San Severo de Barcelona y Virgen de la Merced. El capitán de la 7a Compañía del II Batallón, Francisco de Castellví y Obando, narró que cada una de las seis primeras compañías de cada batallón mostraban en el anverso la imagen del santo patrón, con el escudo heráldico de Barcelona debajo, y en el anverso las reales armas de Carlos III de Austria, con el símbolo heráldico del gremio repetido en las cuatro esquinas de la bandera.

Felipe V se rodea de Catalanes para su proteccion
Felipe V, tras la Guerra de Sucesión, acometió la reforma de su Guardia Real. En 1731 formó la Compañía de Granaderos Reales. La formación de esta compañía fue encargada al catalán Barnardino Marimón. En 1735, esta unidad militar pasó a integrarse como cuerpo de la Casa Real, obteniendo así unos privilegios especialísimos. Los nombres de la insignes familias catalanas se encuentran entre la oficialidad de este cuerpo: los Marimón, los Azlor, los Alós y los Amat.

Ciertamente entre ellos había una relación de parentesco y amistad que propició que Marimón consiguiera cargos para el resto; pero Felipe V no tuvo inconveniente en que su «guardia pretoriana» fuera dirigida por catalanes. Insignes militares como Junyent Bergós, levantador del Regimiento de Barcelona, o Joaquín Bru Sampsó, se sumaban a la oficialidad catalana. Un hombre clave fue José Ortador, que fue nombrado «Comisario real de Guerra de los exercitos de S.M. y propietario de dicha compañía».

El origen de este excepcional cuerpo al servicio de Felipe V (del que ningún historiador nacionalista nos ha hablado) está en el apoyo inicial de los catalanes al Rey antes del inicio de la Guerra de Sucesión. Entre los años 1702 y 1703, se formaron en Cataluña cuatro regimientos de infantería y dos de dragones. De los regimientos de dragones surgirían los hombres que nutrirían años después la guardia personal de Felipe V. Los fautores de los regimientos de dragones fueron Miguel Pons y José Camprodón. Reinando ya Felipe V en paz, se siguieron formando regimientos de catalanes, como los de los Dragones denominados «Ampurdán» y «Ribagorza» (en 1718), constituidos por Isidro Pou y Pedro Miguel. En 1734 la noble familia de los Sentmenat creó el Cuerpo de Infantería de Cataluña. Lo más irónico de esta cuestión es que del Cuerpo de Granaderos de Felipe V, propiamente catalán, acabaría surgiendo un himno que se acabaría convirtiendo en la marcha real y después en el himno de España.

Los efectos del decreto de nueva Planta
Ante la caída de Barcelona, el Decreto de Nueva Planta y la pérdida de los fueros y usatges podemos hacer dos cosas: ponernos a llorar hasta no parar o aceptar que pasó y analizar sus consecuencias.

En la historiografía catalanista es más que evidente la posición adoptada. Sin embargo, paradójicamente, tras las lógicas represiones después de un conflicto y el Decreto de Nueva Planta, se tiene que asumir que a Cataluña le sentó muy bien la derrota. Si bien el catalanismo no cejó en quejarse de que se le había privado de asistir a América, en el siglo XVIII el comercio catalán eclosionó. Por eso no es de extrañar que Víctor Balaguer, catalanista converso al españolismo gracias a sus ganancias americanas, justificara: «El descubrimiento de América… iniciado por castellanos y aragoneses… completado luego por los naturales de la Corona de Aragón y… de todas las nacionalidades españolas… el descubrimiento de América… aún sin darse cuenta los que intervinieron, vino a ser alianza y base de interés común, contribuyendo poderosamente a la unidad de España» (Conferencia titulada Castilla y Aragón en el Descubrimiento de América y pronunciada en 1892).

Ciertamente el Decreto de Nueva Planta acababa con una serie de usos y derechos seculares del Principado, pero también anulaba las fronteras arancelarias en la Península. Como señala Carolina Rúa en su tesis doctoral sobre el tema: «Castilla aumentaba sus mercados en un 25%, pero Aragón accedía a un mercado cuatro veces superior… dicho de otra manera Castilla pasaba de un mercado de 6 millones a 7,5, mientras que la Corona de Aragón pasaba de 1,5 a 7,5 millones». De Pinedo en una comunicación académica titulada Notas sobre la conquista del mercado peninsular por los comerciantes y los productos catalanes en el siglo XVIII, recoge algunos testimonios de la rapidez con la que los catalanes se aprovecharon del Decreto de Nueva Planta.

En Galicia, por ejemplo: «enxambres de marineros catalanes que no cabian en su Pais, atraidos de la fama de las marítimas riquezas de Galicia, se derramaron sobre sus costas». Castilla se vio inundada de catalanes que iban a comprar materias primas como la lana. En Badajoz: «Catalanes con chinas, encaxes y otros géneros de algodones y sedas, vendian por las calles y casas el tiempo que querían…».

Es interesante el testimonio de Larruga y Boneta en un escrito titulado Memorias políticas y económicas sobre los frutos, comercio, fábricas y minas de España de 1787. En él se lee: «las provincias de estos dominios que más intereses sacan de la corte por un verdadero comercio suyo activo, son las de Valencia y Cataluña… la segunda saca mucho más en los diferentes géneros de sus fábricas que entran continuamente, siendo los renglones más principales paños, bayetas, estameñas, indianas, lienzos pintados, papel y medias de seda,… de curtidos entra un renglón considerable de zapatos, admira el gran número que se consume, y este es un ejemplar de lo industriosa que es Cataluña, pues solo de este género vende en España más que los demás zapateros».

Eran tan evidente los beneficios del Decreto de Nueva Planta que Soldevila no tiene más remedio que afirmar: «El balance que va desde la setentena de años que van desde la caída de Barcelona en 1714, hasta la muerte de Carlos III (1788) no era, entonces, tan descorazonador como podría parecer en un principio».

Se queja de la pérdida del amor de los catalanes por la propia lengua y de la «desmemoria» histórica. Los hijos de los defensores de la Barcelona de 1714 —sigue Soldevila— «escriben como verdaderos botiflers y la opinión ilustrada se muestra abiertamente felipista». Por ello, Soldevila, junto a Rovira y Virgili, reconocen —aunque no logran entender— los recibimientos entusiastas que los Borbones recibían cada vez que viajaban a la Ciudad Condal.

Hasta el más mediocre de ellos, Carlos IV, fue desaforadamente recibido en medio de un delirio popular. Y es que el bienestar de los despóticos Borbones suplió todo recuerdo de la amarga derrota.

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1 comentarios:

  1. Elisenda Paluzie Hernández.

    Esta señora, o señorita, es la decana de Económicas de la Universidad de Barcelona y propone declarar la secesión y tomar por la fuerza las instituciones del Estado en Cataluña. Así, como suena. me llama la atención su nombre y apellidos; y ustedes perdonen si me pongo a hablar de una visión muy personal de esta noticia.

    Lo primero que me llama la atención es su nombre (eso que los americanos denominan Christian name), porque habiendo nacido en Barcelona donde he pasado la mayor parte de mi vida, no recuerdo haber conocido a ninguna señora que se denomine Elisenda. Cosa que me sorprende más porque Santa Elisenda, cuya fecha en el santoral cristiano se celebra el dia 8 de febrero, fué una virtuosa dama que llegó a ser Reina consorte de la Corona de Aragón al casarse con Jaime II, rey de Aragón y conde de Barcelona, y fué la fundadora del monasterio de Pedralbes. El Ayuntamiento de Barcelona dió, en su día, ese nombre al Paseo de la Reina Elisenda de Moncada, en el barrio de Pedralbes.

    Y en el monasterio puede verse el sepulcro de la Santa con los atributos de reina.


    Reina y Santa; lo que no llegó a ser Isabel la Católica. Isabel, nombre de origen hebreo como Elisabeth, Elisa, o Elisenda. Todos estos nombres femeninos indican originalmente "la que recibe ayuda de Dios".

    De todos modos, esperemos que el Señor no ayude demasiado a este nueva Elisenda, que está proponiendo romper la unidad de España por medios violentos, utilizando la "policía propia", y que lleva algún tiempo proponiendo esta actuación a sus oyentes. Según explica esta doctora en económicas, una Declaración Unilateral de Independencia implica "tomar el control de todas las instituciones públicas del Estado en Cataluña. empezando por la Justicia, la AEAT y la seguridad Social, y siguiendo por sus centrales nucleares, ferrocarriles, puertos y aeropuertos".

    Otro de los motivos por los que me ha llamado la atención la propuesta de esta señora, es el primero de sus apellidos porque le recuerda sus años mozos, cuando aprendía a jugar al ajedrez utilizando aquellos tratados que editaba don José Paluzie Lucena, en los que los jóvenes de entonces aprendían cosas tan interesantes como la apertura española, el gambito de Evans, la defensa india, la de cuatro caballos, y tantas otras cosas de las que sólo me queda el recuerdo.

    Pues bien, de la ilustre familia Paluzie ha salido esta teórica del golpismo, que asegura muy seriamente que en Cataluña se viviría mucho mejor si fuera independiente.

    Mientras tanto, no estaría de más que reflexionáramos sobre el aspecto con se se está presentando nuestro futuro si los españoles quieren regresar al reinado de Witiza.

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