17 de agosto de 1987. Muere el último de los ocupantes de la prisión de Spandau, en Berlín. El único desde que Albert Speer abandonara la prisión allá por 1966. Entre sus rejas, ha permanecido más de 40 años hasta que, según la versión oficial, a la edad de 93 años, decidió quitarse la vida. El anciano se llamaba Rudolf Hess, había llegado a ser el “número tres” del Tercer Reich, tras el propio Hitler y Göring a finales de la década de los 30. Y si era cierto lo de su suicidio, se trataba del enésimo de la alta jerarquía nazi que acababa con su vida (Hitler, Göring, Goebbels, Himmler…).
La diferencia con toda esa gente es que Hess no estaba allí. Cuando Hess abandonó Alemania, el enfrentamiento se limitaba básicamente a Alemania contra el Imperio Británico (bueno, eso era medio mundo) y por aquellas fechas los germanos llevaban la iniciativa en todos los frentes. Así que el 10 de mayo de 1941 Rudolf Hess, que puede que fuera el único amigo de verdad con que contaba Hitler, cogía un Messerschmitt Bf 110, y se marchaba a Escocia en una misión de paz que, supuestamente, no conocía nadie. Tanto los británicos como los alemanes, cuando se encontraron con semajante marrón, se apresuraron a afirmar que no sabían nada de esa historia y que Hess estaba loco.
El “loco” Hess, según el historiador Martin Allen, llevaba meses contactando con un sector opositor a Churchill, Primer Ministro inglés de la época y enemigo acérrimo de Hitler. Su visita buscaba concretar un acuerdo de paz que acabara con la guerra en Occidente mediante el cambio de escenario político en Inglaterra y permitiera a Alemania enfocar todos sus esfuerzos bélicos en la campaña rusa. La Operación Barbarroja ya estaba casi ultimada. Probablemente al poco de llegar, Hess se daba cuenta de que le habían tendido una trampa y que esa facción pro-paz y anti-Churchill no existía, y que lo único que se buscaba era alentar a los alemanes a una operación suicida en la inhóspita URSS (quizás sus pensamientos no llegaron a tanto), lo que volvería a dejar a Alemania en una guerra con dos frentes abiertos (al igual que se sucediera en la Gran Guerra). Así que al “pirado” Hess lo trasladan, tras algún que otro lugar provisional, a la Torre de Londres, donde permanecerá encerrado hasta los Juicios de Nuremberg.
La diferencia con toda esa gente es que Hess no estaba allí. Cuando Hess abandonó Alemania, el enfrentamiento se limitaba básicamente a Alemania contra el Imperio Británico (bueno, eso era medio mundo) y por aquellas fechas los germanos llevaban la iniciativa en todos los frentes. Así que el 10 de mayo de 1941 Rudolf Hess, que puede que fuera el único amigo de verdad con que contaba Hitler, cogía un Messerschmitt Bf 110, y se marchaba a Escocia en una misión de paz que, supuestamente, no conocía nadie. Tanto los británicos como los alemanes, cuando se encontraron con semajante marrón, se apresuraron a afirmar que no sabían nada de esa historia y que Hess estaba loco.
Toda la alta jerarquía nazi es condenada a muerte en los famosos juicios, si no se han suicidado antes como hicieran Hitler, Goebbels y Himmler: Martin Bormann, a la horca (fue condenado en ausencia, pero ya estaba muerto y no se conocía en esas fechas); Hermann Göring, a la horca (se suicidó poco antes de cumplir sentencia); Julius Streicher, a la horca; Joachim von Ribbentropp, lo mismo. Las pruebas que va presentando el fiscal norteamericano Robert H. Jackson son demoledoras… Y en esto que le llega al turno a Rudolf Hess: sentencia, cadena perpetua. Algunos pueden pensar que para el casi co-autor de Mein Kampf, era un castigo merecido; pero siendo objetivos, era un tipo sobre el que teóricamente pesaba condena de pena de muerte en el Tercer Reich por alta traición y que no pisaba suelo alemán desde el 10 de mayo de 1941. Había gente con mucha más implicación que él en todos los trágicos sucesos que se sucedieron día tras día durante más de media década que había salido mucho mejor parada de los procesos.
El tiempo va pasando y parece que la salud mental de Hess va empeorando. Si ya durante el juicio dio determinadas muestras de no estar muy bien de la cabeza, parece que su psicosis va en aumento. Y el resto de criminales de guerra que van saliendo o bien por cumplir condena, como Albert Speer, en 1966; o bien por cuestiones humanitarias, como el caso de Walther Funk, liberado en el 57 (aunque su condena también era perpetua) o anteriormente, y por los mismo motivos, Erich Raeder, en 1955.
Churchill, con esa mezcla de medio-verdades y medio-mentiras, escribe en su obra sobre la Segunda Guerra Mundial, su disconformidad con el trato recibido por Hess. Si bien parece que sus palabras guardan ese doble tono y ambigüedad que caracterizaron a este genial político. Puede que sea el remordimiento por una situación de la probablemente él sea responsable en gran culpa. ¿Quién sabe?
Y allí que sigue el “loco” Hess, al que después de muchos años le permiten recibir visitas mensuales por parte de su hijo. También se hace amigo de uno de los encargados de la prisión: Eugene K. Bird, que escribirá una biografía sobre Hess y al que, suspendieron de su cargo, cuando se enteraron de la existencia del manuscrito que estaba preparando con la colaboración del germano. ¿Le regaba lo suficiente el cerebro a Hess por aquellas fechas o esa frágil salud mental era un producto de la propaganda anglo-soviética?
A finales de los setenta hay gente que empieza a clamar por la situación de Hess. No sólo porque es un octagenario con casi cuarenta años en prisión a las espaldas, sino también por los gastos que supone mantener una cárcel para un único prisionero. Pero en esto, que ni británicos, según leo en algunas partes, ni los soviéticos, según puedo observar en otras, se ponen de acuerdo: Hess debe seguir en prisión. ¿Acaso no era esto una forma de incentivar a los neonazis? ¿No se estaba creando, ¡vaya paradoja!, un mártir nazi? El caso es que a finales de los ochenta, cuando ya el Muro parece que se empieza a resquebrajar, soviéticos y británicos parecen haber acordado que ya va siendo hora de que Hess vaya abandonando Spandau. En 1987 y a la edad de 93 años, no creen que “la cara amable del nazismo” pueda embaucar ya a nadie.
Rudolf Hess parece que también es consciente de esto, y tras permanecer en prisión 46 años, 3 meses y 6 días (prácticamente la mitad de su vida), decide quitarse la vida como el personaje Brooks de Cadena Perpetua. ¿Acaso estaba institucionalizado y temía lo que se encontraría en la calle? ¿Había terminado de perder los pocos tornillos que le pudieran quedar? ¿Tenía ese hombre de 93 años las suficientes fuerzas para ahorcarse o estrangularse? ¿Seguía siendo un hombre que sabía demasiado, incluso en su senectud?
La muerte de Hess se llevó las respuestas a una serie de enigmas que nos seguirán corroyendo acerca de ese vuelo a Escocia. También sobre el verdadero estado mental de este personaje: ¿estaba loco o no?, ¿se volvío majareta de estar tanto tiempo al lado de gente como Hitler, Himmler, Bormann y compañía?, ¿perdió la cabeza al verse víctima de un fraude al llegar a Gran Bretaña?, ¿o fue la soledad de Spandau lo que resquebrajó su mente?. Hasta 2016 no se abrirán los archivos correspondientes al enigma Hess. Quizás, para esas fechas sepamos también si Hess verdaderamente se suicidó, al igual que hizo Karl Haushofer en aquel lejano marzo de 1946, tras ser visitado por agentes del servicio secreto británico. Haushofer-Hess, Hess-Haushofer: dos de los máximos exponentes de los intentos ¿secretos? ¿falsos? nazis de firmar la paz con los británicos. En boca cerrada, no entran moscas.
Autor msantaella
Hess fue condenado por supuesto criminal de guerra, cuando los crímenes nazis empezaron a partir del 22 de junio de 1941 y se aumentaron tras la Conferencia de Wansee en enero de 1942, cuando Hess ya era prisionero británico. Es decir que no podía haber participado en la Solución Final por encontrarse "alojado" en la Torre de Londres.
ResponderEliminarTodo esto parece ser que fue obra de los aliados, que por otra parte también fueron a su vez criminales de guerra. No me extenderé demasiado sobre los crímenes de Stalin que se llevaron por delante cerca de 30 millones de ciudadanos soviéticos (hay historiadores que dicen que "sólo" fueron 25 millones...). En fin, no vendrá de 5 millones de víctimas. Además Stalin era del clan de los vencedores y a los vencedores se les perdona todo.
Luego tenemos a Churchill el cerebro de los bombardeos terroristas sobre las ciudades alemanas, es decir objetivos civiles. Churchill también se merece su varapalo por no afirmar lo mismo de Rossevelt o Truman, artífices de los bombardeos sobre civiles japoneses. En especial se merece un lugar honorífico entre los criminales de guerra el señor Truman que lanzó dos bombas nucleares sobre objetivos civiles.
Con eso queda dicho que Hess podría ser todo lo malo que fuera, pero pagó con creces sus errores de juventud mientras que los criminales aliados murieron en su cama tranquilamente.
Vamos por partes: el anónimo del primer comentario es un ímbecil ignorante; que se lea los juicios de Nuremberg, y verá porqué condenaron a R.Hess. Respecto a Martin Allen, su carrera colando falsificaciones en los archivos británicos llegó a su fin hace años, asi que dejemonos de historias.
ResponderEliminarhttp://www.abc.es/hemeroteca/historico-08-05-2008/abc/Cultura/antony-beevor-sin-castigo-se-incentiva-la-falsificacion-de-archivos-historicos_1641851814599.html
Lo de "imbecil" sobra . La Alemania de Hitler solicito la paz con Inglaterra por 10 veces , y estos se negaron todas las veces . Fue Francia e Inglaterra las que declararon la guerra a Alemania despues que esta ultima solicitase a los primeros por 8 veces que mediasen en el conflicto con Polonia a lo que hicieron oidos sordos . Fueron Francia e Inglaterra quienes querian la guerra y no la paz . Rudolf Hess fue condenado por buscar la paz , y cuando fue derribado (sin armamento) solicito reunirse con un importante aristocrata (al que exiliaron luego junto con su esposa) , pero fue encarcelado por Churchill privado de todo contacto .
ResponderEliminarLa verdad por delante y "la historia sin historietas"
Revisionismo