1762: Colonización de la gran Luisiana

Aunque el estado que lleva su nombre es ahora relativamente pequeño, en el siglo XVIII La Luisiana comprendía algo más de un tercio del actual territorio americano, esto es, todo el oriente medio, casi todo el medio occidente y gran parte del extremo occidente hasta los actuales estados de Oregón y Washington.
Ubicación —en verde— de Luisiana sobre los EE.UU. actuales.
En 1519 Alonso de Pineda, al navegar por la costa del Golfo de México, desembarcó junto a la desembocadura del Misisipí y tomó posesión de la tierra en nombre del rey. Desde entonces, muchos exploradores, como Narváez, Garay, Cabeza de Vaca, etc. recorrieron sus territorios.


En 1539 Hernando de Soto atravesó todo lo que es ahora el estado de Luisiana y penetró en Arkansas donde murió sobre las riberas del río Misisipí, habiendo antes recomendado a sus compañeros de viaje que continuaran explorando esas extensas comarcas.

Años después se fundó la colonia española en La Florida cuyos límites al oeste quedaron indefinidos; si bien es cierto que toda la costa del Golfo y las tierras hacia el oeste se consideraban  comprendidas en el virreinato de nueva españa. No consta, sin embargo, que se hicieran trabajos de colonización durante los siglos dieciséis o diecisiete en la zona del Misisipí.

En el último cuarto del siglo diecisiete, un explorador francés, de nombre René Robert Cavalier, Sieur de La Salle, recorrió el Misisipí, río abajo, empezando en una zona próxima al Canadá. El siete de abril de 1682 llegó a su desembocadura y dos días después tomó posesión del país llamándolo Louisiana en honor del Rey Luis XIV de Francia. Sin embargo, no fundó colonia sino que siguió a Europa con objeto de obtener ayuda para continuar sus exploraciones y colonizar.

Retornó a América, pero ya no pudo llegar a La Luisiana. Desembarcó en Texas donde fue asesinado por sus compañeros, los cuales, a su vez, fueron muertos por los indios de la región. Así acabó el primer intento de colonización en La Luisiana.

En 1699 un grupo de soldados franceses llegaron por mar a la desembocadura del gran río y en 1718 establecieron la ciudad de Nueva Orleáns. Desde esa colonia los comerciantes franceses subían por el río hacia el norte para cambiar mercancías con los indios. De este modo establecieron la colonia francesa de La Louisiana sobre toda la cuenca del río Misisipí.

Francia, sin embargo, nunca se interesó por esta colonia. La Luisiana casi no producía nada. No había ahí ricas minas de oro y plata que explotar. Su comercio con el viejo mundo era muy escaso y su agricultura languidecía miserablemente. Francia tenía que sostener el gobierno sin recibir casi nada a cambio;  y conforme pasaban los años, las condiciones de vida en La Luisiana se hacían insoportables.

España recuperó la provincia de La Luisiana en 1762.  Luis XV no se preocupó nunca por remediar los males de sus colonias, ocupado siempre en las comodidades y placeres de su fastuosa corte. Por eso, cuando en esa fecha halló la manera de deshacerse de esa pesada carga, él y con él toda Francia se apresuró a firmar el Tratado de Fontainebleau, el tres de noviembre, dando a España la posesión de Nueva Orleáns y de todo el lado oeste del Misisipí. (Durante la Guerra de los Siete Años la parte este del gran río había quedado ya dominada por los ingleses. Cuando menos nominalmente, recuperaba España el inmenso territorio comprendido ahora en dieciséis estados de la Unión Americana).

En 1764 se anuncia formalmente la adquisición de Luisiana por parte de España. Empezo entonces La Luisiana su más efectiva colonización . Con excepción del primer gobernador que, aunque hombre de gran erudición científica, carecía de dotes administrativas los gobernantes españoles de La Luisiana dejaron imborrables recuerdos en la región como personajes de gran valer, consagrados al servicio y progreso de la comunidad.

En 1766 se nombro al primer gobernador, se llamaba don Antonio de Ulloa. Investigador incansable, hombre de una erudición pasmosa, se había consagrado desde su juventud al cultivo de la ciencia. Bajo su dirección se fundó un observatorio y él, de su propio bolsillo, estableció un laboratorio para el estudio de los minerales.

El primer gobernador realmente efectivo de La Luisiana fue don Alejandro O'Reylly, español de origen irlandés, de gran iniciativa y hábil organizador (Como la mayoría de los habitantes de La Luisiana eran de origen francés, no pudieron menos de resentir de pronto el cambio de jurisdicción y hubo un levantamiento que fue muy severamente sofocado por O'Reylly).

O'Reylly reconstruyó la estructura de la colonia: reorganizó su gobierno, permitiendo, con gran habilidad política, que los franceses siguieran ocupando importantes puestos públicos; fomentó la agricultura y el comercio; abolió la esclavitud; hizo amistad con los indios, entablando vínculos comerciales y sociales ; e impulsó la obra misionera. De este modo, con su acción regeneradora, O'Reylly echó las bases para el auge que La Luisiana habría de alcanzar durante el período del gobierno español.

En 1769 le sucedió en el gobierno don Luis de Unzaga y Amézaga que continuó las tácticas pacificadoras y progresistas de su antecesor.

Don Luis se mostró amigo de los criollos («Criollo» se llama al hijo de padres europeos pero que ha nacido y ha sido criado en América)  Concedió tierras a inmigrantes europeos, impulsando así las plantaciones de tabaco y de caña de azúcar que habrían de convertirse en una fuente importante de riqueza para la colonia.

López de Armento el honor de ser, en La Luisiana, el primer superintendente de un sistema público de enseñanza en los Estados Unidos). Cargado de años y de méritos, Unzaga quiso jubilarse, pero, en consideración a sus meritos , se le nombró gobernador de la importante provincia de Venezuela.

En 1777 le sucedió en su puesto el joven coronel del regimiento de La Luisiana, don Bernardo de Gálvez.

Gálvez se había distinguido ya en el virreinato de nueva españa como soldado valiente y hábil diplomático. Aunque cuando fue nombrado gobernador no llegaba aún a los treinta años de edad, tenía todas las cualidades necesarias para ser un gran estadista. Importó gran cantidad de oro y plata para estabilizar el precio de la moneda francesa que todavía circulaba en la provincia. Impulsó la agricultura trayendo inmigrantes que cultivaran las tierras vacias. Dio a cada familia cinco acres sobre alguno de los ríos de la colonia, autorizándola también a tomar tanto terreno, tierra adentro, como pudiera cultivar adecuadamente.

Atraídos por la generosidad de Gálvez, miles de inmigrantes acudieron a poblar las riberas, no sólo del Misisipí, sino de muchos otros ríos. Españoles, alemanes, ingleses, americanos, etc. obtuvieron espléndidas parcelas que, bien cultivadas, convirtieron las tierras de La Luisiana en un paraíso. Muchos de esos colonos, además de hacerse católicos y ciudadanos de España, optaron por españolizar sus nombres. Además, un numeroso grupo de ellos fundó una ciudad en territorio que ahora es de Texas, llamándola Galveston (Gálvez-town) en gratitud al gobernador.

Durante la administración de Gálvez, siguió en toda su fuerza la revolución americana y, como el gobernador simpatizaba con ella, le dio su decidida ayuda. Permitió a los americanos surtirse de víveres y de pertrechos de guerra en su colonia; autorizó su libre tránsito por los ríos de la provincia y prestó también grandes cantidades de dinero a la nueva república. De extraordinaria importancia fue también la ayuda otorgada al general americano George Rogers Clark en la conquista del noroeste.

Irritados los ingleses por la asistencia que Gálvez daba a los revolucionarios de Washington, decidieron atacar al gobernador en Nueva Orleáns. Éste, sin embargo, se encontraba bien prevenido (pues había previsto la necesidad de mantener su provincia militarmente preparada) y decidió salir de su ciudad y dar el primer golpe en terrenos del enemigo. Partió, pues, de Nueva Orleáns, encabezando un ejército de mil cuatrocientos soldados y, en rápida y arrolladora campaña, tomó los fuertes de Bute, New Richmond y Panmure, así como la ciudad de Mobile.

Aterrados los ingleses, retrocedían precipitadamente al empuje del gobernador español. Entonces Gálvez decidió que habia llegado  la hora de libertar La Florida. (Florida estaba en poder de los ingleses desde 1763. Los floridanos refugiados en La Luisiana fueron de gran ayuda a Gálvez en la reconquista de su provincia).

Pensacola era la plaza más importante de La Florida Occidental y tenía una guarnición de dos mil soldados. Gálvez determinó atacar por mar. Le puso cerco y los ingleses se defendieron tenazmente; pero, al fin, obligados por el constante fuego del enemigo, rindieron la plaza el 10 de mayo de 1781. Con esta victoria decisiva, quedaron los ingleses expulsados de todo el Golfo de México.

Esta actuación le valió el grado de teniente general y en 1783 los títulos de vizconde de Gálvezton y conde de Gálvez. Ese mismo año regresa a España, pero vuelve a las Indias el año siguiente, como gobernador y capitán general de Cuba. Al poco tiempo de estar en La Habana, fallece su padre, Matías de Gálvez y Gallardo (17 de junio de 1785), virrey de Nueva España, y es promovido a virrey, cargo del que toma posesión el 17 de junio de 1785, pero muere el 30 de noviembre de 1786, se sospecha que envenenado.

Al coronel Esteban Miró, inmediato sucesor de Gálvez, le tocó sufrir las consecuencias del pavoroso incendio que destruyó Nueva Orleáns el 21 de marzo de 1788. Miró trabajó sin descanso por delinear una nueva ciudad limpia y hermosa; lo cual logró, para ventaja de su generación y delicia de las generaciones futuras. Muchos de los edificios construidos en tiempo de Miró están aún en pie: de bello estilo español, aunque el vulgo (ignorante de la historia y de los estilos arquitectónicos del siglo XVIII) los ha considerado de origen francés.

En 1791, sucedió a Miró don Francisco Luis Héctor, Gobernó muy acertadamente la provincia y protegió las artes y las letras. En su tiempo se publicó el primer periódico de La Luisiana. Le siguió en el cargo don Manuel Gayoso de Lemos, afable y simpático en extremo, Murió en 1799. Ocupó su puesto el marqués de Casa Calvo, quien, como se verá en el curso de esta historia, tuvo que entregar nuevamente el poder a los franceses.

El doctor Edwin Adams Davis, profesor de historia de la Universidad estatal de Lousiana, sumariza la obra española en su estado en estas notas,  de su obra Louisiana Land of the Pelikans:

«Cuando España adquirió Louisiana en 1762 era una colonia pequeña y débil, de menos de 7.500 habitantes. Aparte de Nueva Orleans , sólo habian unas pocas aldeas pequeñas . Las granjas y plantaciones se concentraron en el  Mississippi por encima y por debajo de Nueva Orleans ». «Al final del régimen español, Louisiana era un país grande y próspero, con más de 50.000 habitantes, más de 30.000 de los cuales vivían en el bajo Mississippi y Nueva Orleans ...» «Los enviados desde Francia al principio no eran buenos colonos . Francia había forzado a los residentes de Louisiana a usar el papel moneda, que rápidamente perdio valor, y el comercio no estaba permitido con otras colonias o países. Algunos de los gobernadores franceses estaban más interesados en hacer fortuna para ellos mismos que en un buen gobierno. y su administración había sido muy pobre».

«A diferencia de los franceses, los españoles habían introducido una  moneda fuerte en Louisiana. A pesar del hecho de que España había impuesto muchas restricciones al comercio, con otros países. Los gobernadores españoles habían sido en general muy trabajadores, inteligentes y honestos, y los sistemas de gobierno español y la administración de justicia ha sido eficiente y justa para todos. Bajo el dominio español pobladores de muchos países habían establecido granjas , pueblos y ciudades en Louisiana, y se habian organizado mejores medios de comunicación . A partir de una colonia débil francésa en 1762, Louisiana se había convertido en una colonia española fuerte y próspera cuarenta años más tarde. ».
Op. cit., pp. 107 y 108.                   

Los últimos años del siglo XVIII fueron testigos de grandes acontecimientos en todo el mundo pero especialmente en Francia. Los horrores de la Revolución francesa conmovieron a Europa y prepararon el ascenso al poder a un hombre ambicioso y sagaz, cuyos anhelos más profundos eran los de superar las glorias de los reyes de Francia. Ese hombre era Napoleón Bonaparte que planeó la formación de un imperio para poder ser su emperador.

Volvió entonces sus ojos a América, codiciando las tierras de Santo Domingo y anhelando recobrar las vastas regiones de La Luisiana para incorporarlas a sus dominios.

Envió Napoleón a Santo Domingo un ejército con órdenes de apoderarse de la isla a cualquier costo; que, al fin y al cabo, Santo Domingo no podía contar con el apoyo de ninguna potencia.

Pero con relación a La Luisiana, en poder de España, el gran corso optó por usar medios diplomáticos y, para ello hizo presión sobre el primer ministro español Manuel Godoy.

Pronto se dio cuenta Godoy de lo complicado de la situacion ,poco podía hacer España contra Napoleón y sí mucho podría perder teniendolo de enemigo. Si se le negaba La Luisiana, Napoleón declararía la guerra a España como lo había hecho con Santo Domingo y, mientras España y Francia pelearan, los Estados Unidos se aprovecharían de las circunstancias para invadir la provincia.

De todos modos a España le tocaba perder. Godoy optó, entonces, por la solución que creyó ser menos perjudicial para España: pasar La Luisiana a poder de Francia en forma de encomienda. Así, pues, por el Tratado de San Ildefonso, celebrado el primero de octubre de 1800, entregó España La Luisiana a Napoleón, después de recibir del francés una promesa solemne de que «Francia no enajenaría esa colonia sino devolviéndola a España» asi terminó la influencia de España en La Luisiana.

Los siguientes acontecimientos son bien conocidos. En tres años de guerra con Santo Domingo sufrió Napoleón la más ignominiosa derrota en la isla y durante ese tiempo se dio cuenta también de la carga económica que resultaba el sostenimiento de La Luisiana. decidio entonces concentrar sus esfuerzos en la conquista de Europa, olvidando sus pretensiones de un imperio en América. Además, estaba muy escaso  de fondos para sus gigantescas campañas militares. Sin duda que esa provincia, bien vendida, resolvería su problema.

Por esas mismas fechas, los Estados Unidos necesitaban el puerto de Nueva Orleáns para garantizar el libre tránsito de su comercio por el Misisipí. Enviado por el Presidente Jefferson, James Monroe se unió al embajador Livingston en París para pedirle a Napoleón que les vendiera sus derechos sobre el puerto.

Su asombro no tuvo límites cuando el emperador les dio a conocer su propósito de venderles, no sólo la ciudad y el puerto, sino la provincia entera ¡875025 millas cuadradas! al precio de quince millones de dólares: casi otro tanto del área que entonces ocupaban los Estados Unidos, esto es 909050 millas cuadradas. ¡La mayor operación en una venta de tierras que se ha hecho desde que el mundo es mundo!

La contestación de los Estados Unidos no se hizo esperar; y la oferta era demasiado generosa para regatear el precio. De este modo, los Estados Unidos llegaron más cerca del Océano Pacífico y se abrieron enormes oportunidades de progreso y de riqueza.

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3 comentarios:

  1. Buenas, le escribo aquí ya que no encuentro una dirección de correo a la que dirigirme.
    Permítame hacerle este comentario. Acabo de descubrir su blog en una búsqueda incesante de blogs amigos y de inspiración para el mío propio. Me apunto HistoriassinHistorietas para leer asiduamente.
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    Saludos

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  2. Gracias , le recomiendo este enlace en el cual encontrara muchas paginas y blogs dedicados a la historia . un saludo,
    http://conozedigital-historia.blogspot.com/

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  3. Increible, no sabia nada de los explicado en esta entrada, MAGNIFICO.

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