Sólo habían transcurrido 33 días desde su consagración como papa, cuando Albino Luciani, más conocido como Juan Pablo I, apareció muerto en las estancias vaticanas en la madrugada del 29 de septiembre de 1978. Nunca antes un pontificado tan breve iba a generar tantos ríos de tinta.
Ese mismo día,a primera hora de la mañana, la Secretaría de Estado del Vaticano realizó un comunicado explicando las circunstancias en las que se había descubierto el cadáver del papa. Según las fuentes vaticanas, hacia las 5:30 horas de la madrugada el secretario particular del papa, el irlandés John Magee, «no habiéndole encontrado en la capilla, como de costumbre, le ha encontrado muerto en la cama, con la luz encendida, como si aún leyera. El médico, Dr. R. Buzonetti, que acudió inmediatamente, ha constatado su muerte, acaecida probablemente hacia las 23 horas del día anterior a causa de un infarto de miocardio».
Sin embargo, las dudas no tardaron en surgir en torno a aquella primera versión. Ese mismo día 29 un periodista averiguó que fue la hermana Vincenza, una religiosa que solía atender a Luciani -y no el secretario personal del papa-, quien había encontrado el cuerpo del éste al entrar en su cuarto, después de no haber obtenido respuesta a sus llamadas. La monja encontró a Juan Pablo I sentado en la cama, con la luz encendida , las gafas puestas, y sujetando entre sus manos unos documentos que más tarde desaparecieron sin dejar rastro.
Sin pérdida de tiempo, la hermana Vincenza avisó al secretario John Magee, quien a su vez puso al tanto de lo ocurrido al cardenal Villot. Fue éste quien hizo llamar al Dr. Buzonetti para que certificara el fallecimiento del Santo Padre.
Después llegaron los embalsamadores, quienes al examinar el cadáver determinaron que debía haber muerto más tarde de lo asegurado por el comunicado oficial, posiblemente en torno a las 4:30 horas de la madrugada del mismo día 29.
Sorprendentemente, los miembros del Sacro Colegio -y más especialmente el cardenal Villot- rechazaron la realización de una autopsia al cadáver del Papa, y también descartaron la apertura de una investigación para esclarecer las causas de la muerte. Todo esto resultaba bastante sospechoso, sobre todo teniendo en cuenta otras de las declaraciones de la hermana Vincenza al periodista italiano aquella misma mañana. Según la monja que atendía a Juan Pablo I, éste había estado muy nervioso la noche anterior a su muerte. En opinión de la religiosa seguramente debido a la fuerte discusión que el Pontífice había tenido con Villot y otros purpurados al discutir sobre los cambios que el papa tenía pensado acometer en la propia curia y en el Banco Vaticano.
Ante tal acumulación de circunstancias extrañas,surgen múltiples interrogantes.¿Por qué ese empeño insistente en no realizar una autopsia? ¿Por qué se realizó el embalsamamiento con tanta celeridad? ¿Qué motivos había para no desear que se realizara una investigación oficial?
Ese mismo año, el cardenal Villot aportaría nuevos datos sobre el fallecimiento de Albino Luciani que intentaban dar respuesta a estos interrogantes. Según el Secretario de Estado, todo se debió a un desgraciado accidente: «El Papa tomó por error una sobredosis de su medicina. Si se hubiese hecho una autopsia,obviamente hubiese indicado esa fatal sobredosis. Nadie habría creído que Su Santidad lo había hecho de forma accidental. Algunos alegarían suicidio, otros, asesinato. De modo que se acordó que no se realizara autopsia alguna».
El medicamento que mencionó Villot era Effortil, un fármaco destinado a tratar la presión arterial baja que padecía Juan Pablo I. Lo que no queda claro es cómo equivocó Juan Pablo I la dosis si estaba acostumbrado a tomar el medicamento de forma habitual. Según el padre Gennari, fueron la gran presión, las preocupaciones y el estrés lo que llevaron al Papa a cometer el error en la dosis. Sin duda, una explicación realmente endeble.
Contraataque desde el Vaticano
Con toda seguridad, una de las personas que mejor conoce los entresijos de esta historia -además, claro está, de los principales implicados en la misma- es el periodista y escritor británico David A. Yallop. Éste publicó en la década de 1980 un libro titulado En el nombre de Dios (Ed. Planeta), que se convirtió inmediatamente en un best-seller y en el que denunciaba la existencia de un complot para eliminar al papa Luciani. En su libro, Yallop muestra que el Vaticano ocultó las circunstancias exactas de la muerte del Pontífice, algunas de las cuales acabamos de comentar.
Como es lógico, tras el enorme éxito cosechado por el libro de Yallop, la teoría de la conspiración se extendió como un reguero de pólvora por todo el mundo. Ante una situación tan incómoda,el Vaticano se vio en la obligación de acallar dudas tan molestas, y en 1984 inició una estrategia para contrarrestar la teoría del magnicidio.
Así, el Vaticano invitó al periodista John Cornwell a que realizara una investigación formal, facilitándole el acceso a los implicados en todo lo ocurrido aquella noche. Dicha investigación tomó forma de libro y acabó saliendo a la luz bajo el título de Un ladrón en la noche. En opinión de Cornwell, Luciani no murió víctima de un asesinato: «Las pruebas me llevaron a una conclusión que me parece más vergonzosa y más trágica que cualquiera de las conspiraciones propuestas hasta el presente: (.. .) Se dejó morir por no sentirse capacitado para ser Papa». Según el periodista, el papa Juan Pablo Illegó a esa situación tras sentirse despreciado, ridiculizado e ignorado por la curia.
Sin embargo, el trabajo de Cornwell no convenció, o al menos no tanto como el realizado por Yallop. Y lo cierto es que la duda siguió manteniéndose con los años, según aparecían nuevas informaciones.
En 1991, los periódicos de todo el mundo se hacían eco de una impactante noticia:la hermana Vicenza no había encontrado a Su Santidad en la cama de su cuarto, sino sentado en su despacho y frente a un documento confidencial de la Secretaría de Estado del Vaticano y su testamento. La información procedía de fuentes de primera mano, como eran el propio hermano del Pontífice y su sobrina, quienes tras años de silencio, se habían decidido a contar lo que sabían. Ellos mismos explicaron a un periodista italiano -que fue el encargado de difundir la noticia- que habían guardado silencio siguiendo indicaciones del Vaticano, ya que la muerte se había debido a «un designio inescrutable de la Providencia» .
¿Quien Podia Querer su Muerte?
Desde su nombramiento,Juan Pablo I dio muestras de ser un Papa renovador, y se dispuso a realizar una serie de reformas importantes en el seno de la propia Iglesia.
Luciani poseía además un pensamiento liberal que molestaba enormemente a los sectores más conservadores de la curia. Era un partidario del acercamiento a otras religiones, y se mostraba abierto frente a temas como el control de la natalidad o el divorcio.También pretendía regresar al colegialismo, de modo que el poder estuviera repartido entre los obispos.
Pero además de este carácter abierto y liberal, había otro detalle, quizá el más importante, que convertía al papa Juan Pablo I en un personaje muy peligroso para determinados individuos: su conocimiento de la existencia de un entramado financiero ilegal que relacionaba a ciertos sectores del Vaticano con la mafia italo-americana y con la logia masónica P-2 (Propaganda Due),a la que supuestamente pertenecían destacados miembros de la curia.
Luciani tuvo conciencia de tales vinculaciones en 1972, cuando todavía ejercía como patriarca de Venecia. El futuro Papa había investigado las circunstancias que rodearon a la compra de la Banca Cattolica Veneto por parte del lOR (Instituto para las Obras de Religión, también conocido como Banco Vaticano), y los oscuros personajes que estuvieron detrás de ella.
Luciani poseía además un pensamiento liberal que molestaba enormemente a los sectores más conservadores de la curia. Era un partidario del acercamiento a otras religiones, y se mostraba abierto frente a temas como el control de la natalidad o el divorcio.También pretendía regresar al colegialismo, de modo que el poder estuviera repartido entre los obispos.
Pero además de este carácter abierto y liberal, había otro detalle, quizá el más importante, que convertía al papa Juan Pablo I en un personaje muy peligroso para determinados individuos: su conocimiento de la existencia de un entramado financiero ilegal que relacionaba a ciertos sectores del Vaticano con la mafia italo-americana y con la logia masónica P-2 (Propaganda Due),a la que supuestamente pertenecían destacados miembros de la curia.
Luciani tuvo conciencia de tales vinculaciones en 1972, cuando todavía ejercía como patriarca de Venecia. El futuro Papa había investigado las circunstancias que rodearon a la compra de la Banca Cattolica Veneto por parte del lOR (Instituto para las Obras de Religión, también conocido como Banco Vaticano), y los oscuros personajes que estuvieron detrás de ella.
Pero antes de continuar, conozcamos mejor los inicios de este truculento episodio..
Mafia Blanqueo de Dinero Y logias Masonicas...
Todos los periodistas que han rastreado las pistas de este lamentable asunto coinciden en su conclusión: la mafia italo-americana se valió de las instituciones financieras del Vaticano para blanquear el dinero sucio obtenido con sus actividades ilegales.
Uno de los personajes clave en dichas actividades es Michele Sindona, un banquero milanés que había conseguido una pequeña fortuna blanqueando el dinero de las familias mafiosas Inzerillo y Gambino, de Nueva York.
Algún tiempo después, Sindona conoce al cardenal Montini -futuro papa Pablo VI-, a quien ayuda financiando la construcción de un asilo en la diócesis que tenía a su cargo. Aquel gesto creó unos lazos de amistad entre Montini y Sindona. Esa amistad es la que permitió a Sindona conocer a Máximo Spada,director del Banco Vaticano. La conexión con la red financiera de la Iglesia comenzaba a dar sus primeros pasos.
Sindona continuó estableciendo nuevas amistades con gente que podía ayudarle en sus intereses, y es así como conoce a un siniestro personaje, Licio Gelli, un rico e influyente empresario.
Algún tiempo después, Sindona conoce al cardenal Montini -futuro papa Pablo VI-, a quien ayuda financiando la construcción de un asilo en la diócesis que tenía a su cargo. Aquel gesto creó unos lazos de amistad entre Montini y Sindona. Esa amistad es la que permitió a Sindona conocer a Máximo Spada,director del Banco Vaticano. La conexión con la red financiera de la Iglesia comenzaba a dar sus primeros pasos.
Sindona continuó estableciendo nuevas amistades con gente que podía ayudarle en sus intereses, y es así como conoce a un siniestro personaje, Licio Gelli, un rico e influyente empresario.
Gelli tenía un oscuro pasado a sus espaldas. En su juventud había sido un camisa-negra con Mussolini, había luchado en España apoyando al bando nacional y más tarde fue colaborador de los nazis. Era un hombre sin escrúpulos y no le importaba cambiar de bando si aquello le resultaba beneficioso, por lo que años más tarde incluso trabajó para el KGB y finalmente la CIA. A mediados de los años 60 Gelli se sintió atraído por la masonería, y decidió entrar en una logia. Cuando obtuvo el grado de maestro, fundó la suya propia: la llamada Propaganda Due (P-2).
Sindona -ahora acompañado por Gelli- siguió estrechando lazos con miembros del Vaticano. Así fue como entró en contacto con Umberto Ortolani, abogado del Papa.
Ortolani entró a formar parte de la logia P-2, y terminó convirtiéndose en el lugarteniente del mismo Gelli. En este momento hizo su aparición otra importante ficha en este peligroso juego: monseñor Paul Marcinkus. En 1963, Marcinkus era el guardaespaldas e intérprete favorito de Pablo VI y, tras salvarle la vida, se convirtió en un hombre de su confianza. Más tarde el obispo Marcinkus pasó a dirigir el Instituto para las Obras de Religión (IOR).Siguiendo los consejos de Sindona, Marcinkus comenzó a invertir el dinero de la Iglesia. Mientras, Sindona se aprovecha de la estructura bancaria vaticana para sus actividades ilegales, blanqueando dinero de la mafia y evadiendo impuestos.
Aquellas actividades fueron muy provechosas para Sindona, pero en su momento más álgido se produce la crisis del petróleo, y comienzan a circular rumores que lo relacionan con la mafia, por lo que su imperio termina por venirse abajo y decide huir a EE UU. Aquel suceso causó importantes pérdidas en las arcas vaticanas, aunque Marcinkus negó en todo momento conocer a Sindona.
Sindona -ahora acompañado por Gelli- siguió estrechando lazos con miembros del Vaticano. Así fue como entró en contacto con Umberto Ortolani, abogado del Papa.
Ortolani entró a formar parte de la logia P-2, y terminó convirtiéndose en el lugarteniente del mismo Gelli. En este momento hizo su aparición otra importante ficha en este peligroso juego: monseñor Paul Marcinkus. En 1963, Marcinkus era el guardaespaldas e intérprete favorito de Pablo VI y, tras salvarle la vida, se convirtió en un hombre de su confianza. Más tarde el obispo Marcinkus pasó a dirigir el Instituto para las Obras de Religión (IOR).Siguiendo los consejos de Sindona, Marcinkus comenzó a invertir el dinero de la Iglesia. Mientras, Sindona se aprovecha de la estructura bancaria vaticana para sus actividades ilegales, blanqueando dinero de la mafia y evadiendo impuestos.
Aquellas actividades fueron muy provechosas para Sindona, pero en su momento más álgido se produce la crisis del petróleo, y comienzan a circular rumores que lo relacionan con la mafia, por lo que su imperio termina por venirse abajo y decide huir a EE UU. Aquel suceso causó importantes pérdidas en las arcas vaticanas, aunque Marcinkus negó en todo momento conocer a Sindona.
Sí fue detenido, sin embargo, Luigi Mennini, secretario inspector del IOR, acusado de lucrarse vendiendo divisas en nombre de la Santa Sede.
Tras el "batacazo» sufrido por Sindona, éste fue sustituido por otro importante personaje de la trama: Roberto Calvi, subdirector desde 1962 del Banco Ambrosiano, que pertenecía en buena parte al IOR. Más tarde se convirtió en tesorero de la logia P-2, y Sindona le presentó al arzobispo Marcinkus. En 1971 éste último se elevó hasta el Consejo directivo del Banco Ambrosiano en Nassau. Mientras, Calvi siguió realizando operaciones de blanqueo utilizando las finanzas vaticanas. Así, en 1972 se hizo con la Banca Católica Veneto, que compró a través del lOR. Este es el hecho que investigó el entonces patriarca de Venecia, Albino Luciani, futuro Juan Pablo I, y que avanzamos antes. Y así fue como Luciani descubrió las maniobras de Calvi, Marcinkus y Sindona. Calvi siguió enriqueciéndose mediante diversas transacciones realizadas a través del Ambrosiano, y de una compañía vinculada con el IOR, Suprafin. Sin embargo, Calvi había empezado a despertar la antipatía de Gelli y Sindona,quienes le solicitaban cada vez mayores sumas de dinero, a lo que éste acabó negándose. Finalmente sus antiguos socios urdieron un plan para sacar a la luz los negocios sucios de Calvi, que tuvo que escapar a Sudamérica.
Tras el "batacazo» sufrido por Sindona, éste fue sustituido por otro importante personaje de la trama: Roberto Calvi, subdirector desde 1962 del Banco Ambrosiano, que pertenecía en buena parte al IOR. Más tarde se convirtió en tesorero de la logia P-2, y Sindona le presentó al arzobispo Marcinkus. En 1971 éste último se elevó hasta el Consejo directivo del Banco Ambrosiano en Nassau. Mientras, Calvi siguió realizando operaciones de blanqueo utilizando las finanzas vaticanas. Así, en 1972 se hizo con la Banca Católica Veneto, que compró a través del lOR. Este es el hecho que investigó el entonces patriarca de Venecia, Albino Luciani, futuro Juan Pablo I, y que avanzamos antes. Y así fue como Luciani descubrió las maniobras de Calvi, Marcinkus y Sindona. Calvi siguió enriqueciéndose mediante diversas transacciones realizadas a través del Ambrosiano, y de una compañía vinculada con el IOR, Suprafin. Sin embargo, Calvi había empezado a despertar la antipatía de Gelli y Sindona,quienes le solicitaban cada vez mayores sumas de dinero, a lo que éste acabó negándose. Finalmente sus antiguos socios urdieron un plan para sacar a la luz los negocios sucios de Calvi, que tuvo que escapar a Sudamérica.
No mucho después Albino Luciani fue elegido nuevo pontífice, con el nombre de Juan Pablo I. En ese momento fueron muchos los que comenzaron a temer las consecuencias. .
Apenas dos semanas después del nombramiento de Luciani como nuevo pontífice, una revista italiana, Op, publica un sorprendente artículo que, bajo el título de La Gran Logia Vaticano, daba a conocer una lista de 121 nombres de miembros del Vaticano que, supuestamente, pertenecían a logias masónicas. Al parecer Juan Pablo I habría encargado una investigación al cardenal Benelli con la finalidad de determinar la veracidad de dicha lista, pero su repentina muerte lo impidió.
Entre los nombres publicados por la revista Op se encontraban algunos ya conocidos por nosotros: el cardenal Villot y el arzobispo Marcinkus. Ambos continuaron en sus puestos tras la muerte de Juan Pablo I.
Entre las escasas actividades que tuvo ocasión de realizar Juan Pablo I como Papa estuvo el encuentro con el patriarca de Leningrado, Nikodim. Mientras charlaban y tomaban un café, el religioso ruso murió repentinamente de un infarto.Tras la muerte del Pontífice pocos días después, más de uno pensó que quizá la taza de café que había tomado Nikodim aquel día iba dirigida en realidad a Luciani. Quién sabe..
El fin de los conspiradores
Si Juan Pablo I fue víctima de una conspiración para acabar con su vida es algo que, seguramente, permanecerá en el secreto para siempre. Sobre todo teniendo en cuenta que nunca se realizó una autopsia que permitiera conocer con seguridad las causas de su muerte. De cualquier forma, el desgraciado final que tuvieron gran parte de los implicados en la trama constituye otro elemento más a sumar en la ya numerosa lista de circunstancias extrañas.
Así, Sindona acabó siendo procesado en los Estados Unidos, acusado de haber cometido 65 delitos de distinto tipo. Entró en prisión en marzo de 1980 y más tarde fue extraditado a Italia, donde le condenaron a cadena perpetua. Nunca tuvo ocasión de cumplir la pena impuesta. Sólo dos días después de ser encarcelado murió víctima de un café envenenado.
Un año después, la policía italiana inició la persecución contra Gelli y, aunque no lograron atraparle, descubrieron en su domicilio los archivos referentes a la logia P-2.Entre los documentos encontrados, las autoridades descubren los nombres de cientos de grandes figuras de la sociedad italiana:jueces, policías, militares, banqueros e incluso ex primeros ministros como Giulio Andreoni. El escándalo acabó con la caída del gobierno, entre cuyos colaboradores se encontraban miembros de la logia.
Si Juan Pablo I fue víctima de una conspiración para acabar con su vida es algo que, seguramente, permanecerá en el secreto para siempre. Sobre todo teniendo en cuenta que nunca se realizó una autopsia que permitiera conocer con seguridad las causas de su muerte. De cualquier forma, el desgraciado final que tuvieron gran parte de los implicados en la trama constituye otro elemento más a sumar en la ya numerosa lista de circunstancias extrañas.
Así, Sindona acabó siendo procesado en los Estados Unidos, acusado de haber cometido 65 delitos de distinto tipo. Entró en prisión en marzo de 1980 y más tarde fue extraditado a Italia, donde le condenaron a cadena perpetua. Nunca tuvo ocasión de cumplir la pena impuesta. Sólo dos días después de ser encarcelado murió víctima de un café envenenado.
Un año después, la policía italiana inició la persecución contra Gelli y, aunque no lograron atraparle, descubrieron en su domicilio los archivos referentes a la logia P-2.Entre los documentos encontrados, las autoridades descubren los nombres de cientos de grandes figuras de la sociedad italiana:jueces, policías, militares, banqueros e incluso ex primeros ministros como Giulio Andreoni. El escándalo acabó con la caída del gobierno, entre cuyos colaboradores se encontraban miembros de la logia.
En mayo de 1981 Roberto Calvi fue detenido, acusado por la quiebra del Banco Ambrosiano. Un año más tarde salió en libertad bajo fianza y viajó hasta Londres, donde la policía lo encontró muerto en extrañas circunstancias, colgado en el puente de Blackfriars (Monjes negros), con los bolsillos llenos de piedras. En un principio se barajó la posibilidad de un suicidio, pero esta hipótesis se fue abandonando para dirigir las investigaciones hacia la tesis del asesinado. Según su esposa, Calvi había sido víctima de «feroces luchas vaticanas».
Sólo Marcinkus huyó a aquella extraña «maldición», ya que escapó de la acción de la justicia y también de morir en circunstancias similares a los anteriores. Incluso tuvo la suerte de continuar en el IOR gracias a Juan Pablo II puesto que ocupó hasta 1989.
Finalmente se jubiló en 1996, asegurando que era inocente de todas las acusaciones recibidas. ..fallecio el 23/02/2006 en Illinois. a la edad de 84 años, llevándose a su tumba incontables secretos.
Muy interesante el articulo. Personalmente pienso que todo apunta en la direccion de una consiracion para acabar con su vida
ResponderEliminarSomos muchos los católicos y católicas de base y de la jerarquía (igual que no creyentes) que tienen bien claro que este santo en vida fue vilmente asesinado. Los culpables (el cerebro/s de su muerte y la mano /s que la encauzaron no tendrán perdón de nadie).
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