En realidad, muchas frases históricas se citan fuera de su verdadero contexto,en estas lineas conoceremos el trasfondo de las frases celebres de los grandes personajes,de las situaciones comprometidas que vivieron o la verdad que se esconde tras las leyendas.
Vivir como un sibarita
El adjetivo "sibarita", que es un sinónimo de refinado o "vividor", proviene de Síbaris, ciudad del sur de Italia próxima a Crotona; fue fundada por colonos griegos en el año 721 a.c.
De Síbaris se dice que llegó a tener más de 300.000 habitantes; fue durante varios años la residencia de Pitágoras y su escuela. Pero su fama se debió sobre todo a los lujos que había en ella y a sus habitantes, grandes comedores y bebedores, sobre los que corrían algunas historias acerca de su extremo refinamiento. Por ejemplo, se decía que dormían sobre colchones de pétalos de rosas y que su sueño era tan delicado que notaban si un pétalo estaba doblado, lo cual les impedía dormir.
En la populosa ciudad solamente trabajaban los esclavos, los cuales tenían prohibido realizar actividades ruidosas a la hora de la siesta, con el fin de no molestar a los habitantes con el trajín de sus tareas. Las actividades culinarias estaban especialmente protegidas; allí, tenía vigencia el derecho de autor de un cocinero acerca de un plato de su invención, lo cual les permitía retirarse con media docena de ellos. Acerca de la molicie de los sibaritas se comentaba una historieta acerca de cómo dos ciudadanos paseaban y comentaban entre sí el espectáculo de un hombre arando, y uno de ellos contestó: "No me lo cuentes, que me duelen los riñones sólo de oírlo".
No existía el servicio militar obligatorio, y las tropas se dedicaban más a las maniobras y a la danza a caballo -en animales amaestrados con la música-, lo cual le acarrearía una sonora derrota. A fines del siglo VI a.C, las ambiciones de Síbaris llevaron al enfrentamiento con su vecina y rival Crotona; se cuenta que en el choque de ambos ejércitos, los de Crotona solamente iban armados de flautas. Al compás de la música, los caballos perdieron su compostura marcial y se entregaron a la danza, a la que estaban más acostumbrados; la batalla campal acabó no sólo con el ejército sino que la ciudad fue completamente arrasada en el año 510. De Síbaris no quedaría más que la fama, pues de sus muros, en el siguiente siglo, el historiador Heródoto no encontró ni rastro.
De Síbaris se dice que llegó a tener más de 300.000 habitantes; fue durante varios años la residencia de Pitágoras y su escuela. Pero su fama se debió sobre todo a los lujos que había en ella y a sus habitantes, grandes comedores y bebedores, sobre los que corrían algunas historias acerca de su extremo refinamiento. Por ejemplo, se decía que dormían sobre colchones de pétalos de rosas y que su sueño era tan delicado que notaban si un pétalo estaba doblado, lo cual les impedía dormir.
En la populosa ciudad solamente trabajaban los esclavos, los cuales tenían prohibido realizar actividades ruidosas a la hora de la siesta, con el fin de no molestar a los habitantes con el trajín de sus tareas. Las actividades culinarias estaban especialmente protegidas; allí, tenía vigencia el derecho de autor de un cocinero acerca de un plato de su invención, lo cual les permitía retirarse con media docena de ellos. Acerca de la molicie de los sibaritas se comentaba una historieta acerca de cómo dos ciudadanos paseaban y comentaban entre sí el espectáculo de un hombre arando, y uno de ellos contestó: "No me lo cuentes, que me duelen los riñones sólo de oírlo".
No existía el servicio militar obligatorio, y las tropas se dedicaban más a las maniobras y a la danza a caballo -en animales amaestrados con la música-, lo cual le acarrearía una sonora derrota. A fines del siglo VI a.C, las ambiciones de Síbaris llevaron al enfrentamiento con su vecina y rival Crotona; se cuenta que en el choque de ambos ejércitos, los de Crotona solamente iban armados de flautas. Al compás de la música, los caballos perdieron su compostura marcial y se entregaron a la danza, a la que estaban más acostumbrados; la batalla campal acabó no sólo con el ejército sino que la ciudad fue completamente arrasada en el año 510. De Síbaris no quedaría más que la fama, pues de sus muros, en el siguiente siglo, el historiador Heródoto no encontró ni rastro.
¡Alea jacta est!
La biografía de Julio César, uno de los más grandes generales de la Historia, está plagada de frases célebres, reales unas y atribuidas otras. Una de las más conocidas fue pronunciada en un momento crítico de su vida pública, en plena rivalidad entre los principales hombres que se hallaban en la cúspide del poder, y con ella decidió iniciar la escalada que le llevó a la cumbre de la república. En enero del año 49, la pugna política en Roma estaba al rojo vivo:
Pompeyo Magno, partidario de la nobleza y apoyado por el Senado, está al frente del ejército de Italia. Para reducir tanto la influencia de César entre el pueblo de Roma como su poder, pues en ese momento el gran conquistador de las Galias se encontraba al frente de un numeroso ejército dispuesto a seguir a su general hasta el fin, el Senado le exigió que licenciase a sus tropas y se sometiese a un juicio político en Roma. César, por entonces en un momento delicado en el enfrentamiento político y temiendo ser condenado en ese juicio, decidió no acatar la orden. Con sus fieles soldados de tantas y tantas campañas respaldándole, se detuvo ante el río Rubicón, entonces frontera entre Italia y la Galia Cisalpina, lo que suponía ponerse al margen de la ley al penetrar con un ejército en tierras bajo la jurisdicción del Senado.
Momentos antes de traspasar sus aguas, se permitió un momento de reflexión:
"Si no cruzo el río, ello me traerá la desgracia; pero si lo hago, la desgracia será para los demás". Una vez que sus tropas atravesaron el río, César pronuncio la frase ¡Alea jacta est! (¡la suerte está echada!); así dio comienzo la guerra civil que finalizaría con la derrota y muerte de Pompeyo. No sería la última frase famosa de César, pues se le atribuyen otras muchas, incluso en el mismo momento de su muerte, asesinado por unos conjurados en el año 44 a.c.
¡Dios lo quiere!
Entre los siglos XI y XIII se emprendieron diversas expediciones destinadas a recuperar los lugares santos de la cristiandad, por entonces en manos de los musulmanes. Las llamadas Cruzadas --campañas que se emprendían bajo el signo de la cruz de Cristo, de las que se llegaron a realizar ocho oficiales y otras muchas sin aprobación por el Papado-, sin embargo, no siempre tenían como fin exclusivo rescatar los lugares que habían sido escenario de la Pasión, sino que también tenían fuertes motivaciones políticas y económicas, como fue el caso del saqueo de Constantinopla por los latinos en el transcurso de la Cuarta Cruzada.
En el año 1095, el Papa Urbano II convocó una expedición internacional contra el infiel, llamando a participar en ella a los monarcas europeos y los principales señores de la nobleza. Sin embargo, las dudas de unos y la clara oposición de otros hizo que se adelantasen las masas de creyentes que Pedro el Ermitaño y otros predicadores habían ido reuniendo con sus sermones por toda Europa. Por eso, la Primera Cruzada, llamada también "Cruzada de los pobres", es también conocida por ser cuando se generalizó la frase "[Dios lo quiere!", expresión con la que las masas de desheredados
A pesar de quedar diezmados por las enfermedades en el camino, los cruzados llegaron a tierras de Asia y empleaban ese grito en el momento de realizar sus ataques, como por ejemplo ante las murallas de Antioquía, que cayó en la noche del 2 al 3 de junio de 1098 al huir sus habitantes despavoridos ante el estruendo de esta frase, coreada a pleno pulmón por miles de gargantas. Un día después, eran los turcos los que a su vez asediaban la ciudad recién conquistada; tras un mes de sitio y con la moral reforzada por el providencial y oportuno hallazgo de la lanza que hirió a Cristo, los cristianos volvieron a emplear su grito al atacar a enemigo que, esta vez huyo definitivamente.
Convertido en grito de guerra, su empleo también Se dio en otras cruzadas posteriores, aunque no siempre con resultados positivos.
Pizarro y "los trece de la fama"
Francisco Pizarro, conocido también como "El Conquistador del Perú", nacio en Trujillo en 1478. Hidalgo de origen humilde y sin estudios -se duda que se dedicara al cuidado de cerdos en su Extremadura natal-, se embarcó a las Indias en 1502; tras una serie de aventuras, llegó a ocupar el cargo de teniente de gobernador de Panamá en 1523, antes de emprender la que sería su acción más conocida, la de descubridor y conquistador del inmenso imperio de los incas. En 1524 formó una compañía privada para esta empresa, asociándose con el capitán Diego de Almagro y el sacerdote Hernando de Luque; en ella, los socios invirtieron sus fortunas personales con la esperanza de repartirse los beneficios de la futura conquista.
La expedición, al mando de Pizarro. partió hacia el sur el l4 de noviembre de 1524 y constituyo un fracaso ante el elevado número de bajas en la tropa y el es caso botín conseguido. tras: organizar una segunda expedición, parte de ella se acantonó en la Isla del Gallo en la actual costa de Ecuador. Las noticias de la mala situación de estos hombres llegaron a oídos del nuevo gobernador de Panamá Pedro de los Ríos, quien ordenó el regreso inmediato de todos los expedicionarios a Panamá.
Según la tradición, Pizarro hizo una marca en el suelo exclamando: "Aquellos valientes que quieran seguirme, que pasen esta raya"; sus seguidores, los llamados 'Trece de la Isla del Gallo" o "los Trece de la Fama", junto con otros hombres que se sumaron posteriormente, emprendieron la campaña que les llevaría a las costas de Tumbes, donde entraron en contacto con los primeros grupos nativos que les confirmaron la existencia de un reino próspero y rico más hacia el sur.
En 1528, Pizarro decidió interrumpir el viaje exploratorio al cumplirse los seis meses del plazo concedido regresó a Panamá con un rico botín en oro, mantas, animales y manufacturas indígenas que esperaba bastasen para ampliar el permiso de conquista. Al negar el gobernador el apoyo solicitado, los socios recurrieron a Carlos I y el propio Pizarro firmaba con el emperador las Capitulaciones de Toledo en 1529. Con este acuerdo, Pizarro obtuvo la autorización y el apoyo económico que necesitaba; además, los títulos vitalicios de Gobernador, Capitán General, Adelantado y Alguacil de toda la franja territorial, hasta un máximo de 250 leguas que descubriera a partir de Tumbes.
Con estos recursos y un reducido grupo de españoles, acabó siendo el gobernador del Perú, mientras sus socios obtenían tan sólo la Alcaldía y el Obispado de Tumbes. Pizarro murió asesinado por los seguidores de Almagro, en lima, el 26 de junio del año 1541.
" ... Sin embargo, se mueve"
El matemático y astrónomo italiano Galileo Galilei (1564-1642), está considerado como uno de los más notables científicos de todos los tiempos. Nacido en Pisa, fue músico, artista y escritor; inició, además, sus estudios de medicina, aunque luego los abandonó para dedicarse de lleno a la investigación en el campo de las matemáticas y de la física. Con 25 años, se convirtió en un brillante profesor de la Universidad de Pisa. Allí demostró experimentalmente --deslizando esferas por planos con diferente ángulo de inclinación, y no con el lanlamiento de cuerpos de distinto peso desde la famosa torre inclinada de la ciudad, como se había sostenido durante mucho tiempo- que la velocidad de caída de los cuerpos era independiente de su peso. Entre sus hallazgos más notables figuran las leyes del movimiento pendular, a las que llegó -según la tradición- mientras observaba la oscilación de una lámpara en la catedral de Pisa, y las leyes del movimiento acelerado.
Desde 1591 ejerció la docencia en la Universidad de Padua, y posteriormente en Florencia (1610); allí Galileo se dedicó fundamentalmente a la astronomía. En 1609, a partir de noticias recibidas desde Holanda acerca de instrumentos de ampliación, construyó el primer telescopio -con el que consiguió unos quince aumentos-Con él, Galileo observó por primera vez las montañas de la Luna y los cuatro grandes satélites de Júpiter, además de realizar otros muchos descubrimientos -estrellas de luminosidad débil, las fases de Venus, la estructura de Saturno y las manchas solares-
Galileo es considerado el creador de la astronomía moderna, y más en general, como el introductor del método experimental en la investigación científica, de cuya nueva mentalidad -totalmente vigente en la actualidad- es también el responsable.
Los resultados se publicaron en su obra maestra, El mensajero sideral, y revolucionaron la astronomía al animar a numerosos seguidores a verificar personalmente sus comprobaciones con sus respectivos telescopios, lo que dio lugar a numerosos descubrimientos. Partiendo del modelo de Copérnico, afirmó que el Sol se encontraba en el centro del Universo y no la TIerra, y que ésta se movía alrededor del Sol al igual que los otros planetas. Sus obras fueron revisadas por el tribunal de la Inquisición en el año 1633 y fue reconvenido eclesiásticamente; amenazado con la tortura si no abandonaba sus ideas, se le prohibió dedicarse a la astronomía y tuvo que retractarse de rodillas en un acto público; según la tradición, en el momento de levantarse, murmuró ¡Eppur, si muove! -"Sin embargo, se mueve!-. A los 69 años de edad, fue condenado a arresto domiciliario de por vida y murió nueve años después.
La biografía de Julio César, uno de los más grandes generales de la Historia, está plagada de frases célebres, reales unas y atribuidas otras. Una de las más conocidas fue pronunciada en un momento crítico de su vida pública, en plena rivalidad entre los principales hombres que se hallaban en la cúspide del poder, y con ella decidió iniciar la escalada que le llevó a la cumbre de la república. En enero del año 49, la pugna política en Roma estaba al rojo vivo:
Pompeyo Magno, partidario de la nobleza y apoyado por el Senado, está al frente del ejército de Italia. Para reducir tanto la influencia de César entre el pueblo de Roma como su poder, pues en ese momento el gran conquistador de las Galias se encontraba al frente de un numeroso ejército dispuesto a seguir a su general hasta el fin, el Senado le exigió que licenciase a sus tropas y se sometiese a un juicio político en Roma. César, por entonces en un momento delicado en el enfrentamiento político y temiendo ser condenado en ese juicio, decidió no acatar la orden. Con sus fieles soldados de tantas y tantas campañas respaldándole, se detuvo ante el río Rubicón, entonces frontera entre Italia y la Galia Cisalpina, lo que suponía ponerse al margen de la ley al penetrar con un ejército en tierras bajo la jurisdicción del Senado.
Momentos antes de traspasar sus aguas, se permitió un momento de reflexión:
"Si no cruzo el río, ello me traerá la desgracia; pero si lo hago, la desgracia será para los demás". Una vez que sus tropas atravesaron el río, César pronuncio la frase ¡Alea jacta est! (¡la suerte está echada!); así dio comienzo la guerra civil que finalizaría con la derrota y muerte de Pompeyo. No sería la última frase famosa de César, pues se le atribuyen otras muchas, incluso en el mismo momento de su muerte, asesinado por unos conjurados en el año 44 a.c.
¡Dios lo quiere!
Entre los siglos XI y XIII se emprendieron diversas expediciones destinadas a recuperar los lugares santos de la cristiandad, por entonces en manos de los musulmanes. Las llamadas Cruzadas --campañas que se emprendían bajo el signo de la cruz de Cristo, de las que se llegaron a realizar ocho oficiales y otras muchas sin aprobación por el Papado-, sin embargo, no siempre tenían como fin exclusivo rescatar los lugares que habían sido escenario de la Pasión, sino que también tenían fuertes motivaciones políticas y económicas, como fue el caso del saqueo de Constantinopla por los latinos en el transcurso de la Cuarta Cruzada.
En el año 1095, el Papa Urbano II convocó una expedición internacional contra el infiel, llamando a participar en ella a los monarcas europeos y los principales señores de la nobleza. Sin embargo, las dudas de unos y la clara oposición de otros hizo que se adelantasen las masas de creyentes que Pedro el Ermitaño y otros predicadores habían ido reuniendo con sus sermones por toda Europa. Por eso, la Primera Cruzada, llamada también "Cruzada de los pobres", es también conocida por ser cuando se generalizó la frase "[Dios lo quiere!", expresión con la que las masas de desheredados
A pesar de quedar diezmados por las enfermedades en el camino, los cruzados llegaron a tierras de Asia y empleaban ese grito en el momento de realizar sus ataques, como por ejemplo ante las murallas de Antioquía, que cayó en la noche del 2 al 3 de junio de 1098 al huir sus habitantes despavoridos ante el estruendo de esta frase, coreada a pleno pulmón por miles de gargantas. Un día después, eran los turcos los que a su vez asediaban la ciudad recién conquistada; tras un mes de sitio y con la moral reforzada por el providencial y oportuno hallazgo de la lanza que hirió a Cristo, los cristianos volvieron a emplear su grito al atacar a enemigo que, esta vez huyo definitivamente.
Convertido en grito de guerra, su empleo también Se dio en otras cruzadas posteriores, aunque no siempre con resultados positivos.
Pizarro y "los trece de la fama"
Francisco Pizarro, conocido también como "El Conquistador del Perú", nacio en Trujillo en 1478. Hidalgo de origen humilde y sin estudios -se duda que se dedicara al cuidado de cerdos en su Extremadura natal-, se embarcó a las Indias en 1502; tras una serie de aventuras, llegó a ocupar el cargo de teniente de gobernador de Panamá en 1523, antes de emprender la que sería su acción más conocida, la de descubridor y conquistador del inmenso imperio de los incas. En 1524 formó una compañía privada para esta empresa, asociándose con el capitán Diego de Almagro y el sacerdote Hernando de Luque; en ella, los socios invirtieron sus fortunas personales con la esperanza de repartirse los beneficios de la futura conquista.
La expedición, al mando de Pizarro. partió hacia el sur el l4 de noviembre de 1524 y constituyo un fracaso ante el elevado número de bajas en la tropa y el es caso botín conseguido. tras: organizar una segunda expedición, parte de ella se acantonó en la Isla del Gallo en la actual costa de Ecuador. Las noticias de la mala situación de estos hombres llegaron a oídos del nuevo gobernador de Panamá Pedro de los Ríos, quien ordenó el regreso inmediato de todos los expedicionarios a Panamá.
Según la tradición, Pizarro hizo una marca en el suelo exclamando: "Aquellos valientes que quieran seguirme, que pasen esta raya"; sus seguidores, los llamados 'Trece de la Isla del Gallo" o "los Trece de la Fama", junto con otros hombres que se sumaron posteriormente, emprendieron la campaña que les llevaría a las costas de Tumbes, donde entraron en contacto con los primeros grupos nativos que les confirmaron la existencia de un reino próspero y rico más hacia el sur.
En 1528, Pizarro decidió interrumpir el viaje exploratorio al cumplirse los seis meses del plazo concedido regresó a Panamá con un rico botín en oro, mantas, animales y manufacturas indígenas que esperaba bastasen para ampliar el permiso de conquista. Al negar el gobernador el apoyo solicitado, los socios recurrieron a Carlos I y el propio Pizarro firmaba con el emperador las Capitulaciones de Toledo en 1529. Con este acuerdo, Pizarro obtuvo la autorización y el apoyo económico que necesitaba; además, los títulos vitalicios de Gobernador, Capitán General, Adelantado y Alguacil de toda la franja territorial, hasta un máximo de 250 leguas que descubriera a partir de Tumbes.
Con estos recursos y un reducido grupo de españoles, acabó siendo el gobernador del Perú, mientras sus socios obtenían tan sólo la Alcaldía y el Obispado de Tumbes. Pizarro murió asesinado por los seguidores de Almagro, en lima, el 26 de junio del año 1541.
" ... Sin embargo, se mueve"
El matemático y astrónomo italiano Galileo Galilei (1564-1642), está considerado como uno de los más notables científicos de todos los tiempos. Nacido en Pisa, fue músico, artista y escritor; inició, además, sus estudios de medicina, aunque luego los abandonó para dedicarse de lleno a la investigación en el campo de las matemáticas y de la física. Con 25 años, se convirtió en un brillante profesor de la Universidad de Pisa. Allí demostró experimentalmente --deslizando esferas por planos con diferente ángulo de inclinación, y no con el lanlamiento de cuerpos de distinto peso desde la famosa torre inclinada de la ciudad, como se había sostenido durante mucho tiempo- que la velocidad de caída de los cuerpos era independiente de su peso. Entre sus hallazgos más notables figuran las leyes del movimiento pendular, a las que llegó -según la tradición- mientras observaba la oscilación de una lámpara en la catedral de Pisa, y las leyes del movimiento acelerado.
Desde 1591 ejerció la docencia en la Universidad de Padua, y posteriormente en Florencia (1610); allí Galileo se dedicó fundamentalmente a la astronomía. En 1609, a partir de noticias recibidas desde Holanda acerca de instrumentos de ampliación, construyó el primer telescopio -con el que consiguió unos quince aumentos-Con él, Galileo observó por primera vez las montañas de la Luna y los cuatro grandes satélites de Júpiter, además de realizar otros muchos descubrimientos -estrellas de luminosidad débil, las fases de Venus, la estructura de Saturno y las manchas solares-
Galileo es considerado el creador de la astronomía moderna, y más en general, como el introductor del método experimental en la investigación científica, de cuya nueva mentalidad -totalmente vigente en la actualidad- es también el responsable.
Los resultados se publicaron en su obra maestra, El mensajero sideral, y revolucionaron la astronomía al animar a numerosos seguidores a verificar personalmente sus comprobaciones con sus respectivos telescopios, lo que dio lugar a numerosos descubrimientos. Partiendo del modelo de Copérnico, afirmó que el Sol se encontraba en el centro del Universo y no la TIerra, y que ésta se movía alrededor del Sol al igual que los otros planetas. Sus obras fueron revisadas por el tribunal de la Inquisición en el año 1633 y fue reconvenido eclesiásticamente; amenazado con la tortura si no abandonaba sus ideas, se le prohibió dedicarse a la astronomía y tuvo que retractarse de rodillas en un acto público; según la tradición, en el momento de levantarse, murmuró ¡Eppur, si muove! -"Sin embargo, se mueve!-. A los 69 años de edad, fue condenado a arresto domiciliario de por vida y murió nueve años después.
"Pienso, luego existo"
A Renato Descartes (1596- 1650), científico francés, se le considera el "padre de la filosofía moderna", pues puso su vida al servicio de lo que consideraba la mejor causa posible: la obtención de la verdad, Gran innovador de la filosofía, fue también el primero en someter las ciencias físicas a las leyes matemáticas y el iniciador de la concepción mecanicista de la naturaleza. Tras su formación con los jesuitas, inició una vida aventurera enrolándose en el ejército protestante de Mauricio de Nassau, príncipe de Orange, primero y luego en el ejército católico del Duque de Baviera.
En 1619, en espera de que amainara la tormenta para entrar en combate en Neuburg y entregado Descartes a sus reflexiones, experimentó una intuición reveladora de una nueva lógica -que denominó inventum mirabile- capaz de fundar una ciencia universal. Entusiasmado por aquella experiencia, decidió abandonar el ejército y las comodidades del mundo; vendió todas sus posesiones y vivió el resto de su vida de su rentas, aunque casi como un anacoreta. Buscando un ambiente adecuado para su trabajo científico, marchó a Holanda, donde realizó buena parte de su contribución matemática al elaborar la geometría analítica, con la que se podían reducir los problemas geométricos a ecuaciones algebraicas; con ello consiguió una universalización y, en consecuencia, una gran simplificación de los problemas.
Una vez establecido el método de trabajo, Descartes se dedica a dudar de todo, pero metódicamente. Como dudamos de los conocimientos de los sentidos, así como de las conclusiones de nuestras reflexiones, hay que partir de la existencia de conocimientos, certezas que no varían, por ejemplo, que dos más dos son cuatro. Pero el primer peldaño es estar seguro de que hay algo de lo que no se puede dudar: "no puedo dudar de que pienso y que, al pensar, estoy existiendo", es decir; su Cogito, ergo sum -"píenso, luego existo" -. Desde esta cesteza que parece una verdad de perogrullo, Descartes cimenta el edificio de su filosofía, además de indagar sobre la existencia de otras verdades igualmente evidentes: el yo que piensa (el alma), el ser infinito y perfectísimo (Dios) y la realidad externa (el mundo). El discurso del método se publicó en 1637 y tuvo tal empuje que el pensamiento científico posterior se considera heredero de su obra, denominada "cartesiana" por el nombre latino con que era también conocido, Cartesius.
"Desde lo alto de las piramides ... "
Napoleón Bonaparte nació en Ajaccio (Córcega) en 1769 y murió en Santa Elena, en 1821. Se le considera como uno de los más grandes generales de todos los tiempos y un hombre de Estado cuya influencia histórica en Europa fue de tanta importancia que se le atribuye el inicio de la Edad Contemporánea. Desarrolló una brillante carrera militar, desde sus estudios en la Academia hasta su determinante actuación para la reconquista de Tolón, en diciembre de 1793, lo que le valió el ascenso a general. En 1797 recibió el mando del ejército francés en Italia, donde se llevaba a cabo un enfrentamiento contra Austria; allí, el gran genio militar de Napoleón se manifestó en las sucesivas victorias de Arcole, Lodi y Rivoli, que obligaron a Austria a firmar la paz en el tratado de Campoflorido.
Tras la Revolución Francesa, los jerifaltes del Directorio se hallaban en una posición tambaleante, por lo que temían la ascensión napoleónica; así, decidieron apartarle del escenario político. Para ello aprobaron su proyecto de atacar e interrumpir la ruta inglesa hacia las posesiones de Oriente y la India, y Napoleón, con la conquista previa de Malta, dirigió su expedición contra Egipto tomando Alejandría en junio de 1798.
La defensa de Egipto, entonces una posesión del Imperio Otomano, estaba en manos de los mamelucos, ante los que desplegó su ejército en la llamada "batalla de las Pirámides", en las afueras de El Cairo. El propio Napoleón contaba en sus memorias, dictadas en su exilio de la isla de Santa Elena, cómo le había interesado siempre la historia y cómo había pretendido emular a sus ídolos del pasado, Alejandro Magno y Julio César. Con ese gusto por la historia y por las frases lapidarias -que tampoco sería la primera ni la única-, Napoleón arengó a sus tropas antes de entrar en combate con aquella tan conocida de "[Soldados, desde lo alto de estas pirámides, cuarenta siglos os contemplan!".
A pesar de su aplastante victoria, que le dio el control de Egipto, el almirante inglés Nelson consiguió destruir la flota napoleónica en la bahía de Abukir, lo que le incomunicó con Francia y minimizó el éxito de la campaña; finalmente tuvo que regresar apresuradamente a París ante la debilidad del partido en el poder y se dispuso a realizar las maniobras políticas que le llevarían a proclamarse emperador de los franceses entre los años 1804 y 1815.
"Escribir en Espana es llorar"'
Mariano José de Larra, nacido y fallecido en Madrid (1808-1837), es el prototipo en España del escritor romántico, con una vida ajetreada, llena de pasiones, una desbordante actividad política, una abundante obra literaria y un final trágico. Su padre fue médico militar a las órdenes de Napoleón, por lo que su familia fue perseguida por afrancesada y tuvo que emigrar a Francia al retirarse las tropas francesas de España, cuando él apenas contaba cuatro años. Allí realizó sus primeros estudios hasta que, en 1817, Fernando VII concedió una amnistía general y pudieron regresar todos aquellos que habían demostrado sus simpatías hacia Napoleón. Prosiguió sus estudios en Madrid, Valladolid y Valencia.
Una vez establecida su residencia en Madrid, frecuentó tertulias literarias y políticas; empezó a publicar bajo seudónimos sus primeros artículos en folletos, entre los que destacan El duende satírico del día, en 1828, y El pobrecito hablador, en 1832. En 1829 se casó con Josefa Anacleta Wetoret, matrimonio que fracasó y del que tuvieron tres hijos.
En 1832 comenzó su relación amorosa con Dolores Armijo, mujer casada y que influirá muy fuertemente en él; esta relación, junto con su visión crítica y dolorida de la realidad nacional, desembocará en el suicidio de Larra el 13 de febrero de 1837, en que se descerrajó un pistoletazo en la sien. Con su muerte, tan del gusto romántico, desapareció uno de los escritores más representativos de esta época.
Larra aportó a la literatura un concepto actual, el compromiso con la cultura, la moral y la religión desde un estilo conciso y cercano al público medio. Con el seudónimo definitivo de Fígaro, comenzó a colaborar desde 1833 en la Revista española y en El observador, época en la que escribe sus mejores artículos, tanto costumbristas como sobre critica política y literaria -El castellano viejo, Vuelva usted mañana, En este país, El día de difuntos de 1836-; con ellos realizó una radiografía de los principales tipos humanos y puso de manifiesto la estulticia de los políticos en general, la escasez de brillo en la cultura española y el carácter provinciano de muchos autores que se consideraban a sí mismos en la cima de la creación literaria. Fruto de esta postura procede su amarga reflexión "Escribir en España es llorar", que junto con su famoso "Vuelva Usted mañana" ha hecho tan conocido a su autor.
"América para los americanos"
Esta frase tan conocida -y tan maliciosamente interpretada ya en el siglo XIX con la variante "América para los norteamericanos" - se debe a James Monroe, brillante abogado y político estadounidense -nacido el 28 de abril de 1758 en el condado de Westmoreland (Virginia) y muerto el 4 de julio de 1831 en Nueva Yorkque, tras una larga carrera política como embajador en París y senador, acabó siendo secretario de Estado (1811-1817) bajo la segunda presidencia de James Madison (1809-1817) y quinto presidente de los Estados Unidos de América entre los años 1817 y 1825.
El contexto en que se dijo esta frase -una declaración que recoge los principios de la política exterior de Estados Unidos acerca de los derechos y actividades de las potencias europeas en el continente americano- fue el séptimo mensaje anual del presidente Monroe al Congreso, el 12 de diciembre de 1823. Aunque no fue respaldada por ninguna proclamación legislativa aprobada por el Congreso ni tampoco asumida en el derecho internacional, a partir de 1845 la conocida como "Doctrina Monroe" fue frecuentemente invocada por los norteamericanos para defender sus intereses expansionistas y justificar sus actos de imperialismo
A Renato Descartes (1596- 1650), científico francés, se le considera el "padre de la filosofía moderna", pues puso su vida al servicio de lo que consideraba la mejor causa posible: la obtención de la verdad, Gran innovador de la filosofía, fue también el primero en someter las ciencias físicas a las leyes matemáticas y el iniciador de la concepción mecanicista de la naturaleza. Tras su formación con los jesuitas, inició una vida aventurera enrolándose en el ejército protestante de Mauricio de Nassau, príncipe de Orange, primero y luego en el ejército católico del Duque de Baviera.
En 1619, en espera de que amainara la tormenta para entrar en combate en Neuburg y entregado Descartes a sus reflexiones, experimentó una intuición reveladora de una nueva lógica -que denominó inventum mirabile- capaz de fundar una ciencia universal. Entusiasmado por aquella experiencia, decidió abandonar el ejército y las comodidades del mundo; vendió todas sus posesiones y vivió el resto de su vida de su rentas, aunque casi como un anacoreta. Buscando un ambiente adecuado para su trabajo científico, marchó a Holanda, donde realizó buena parte de su contribución matemática al elaborar la geometría analítica, con la que se podían reducir los problemas geométricos a ecuaciones algebraicas; con ello consiguió una universalización y, en consecuencia, una gran simplificación de los problemas.
Una vez establecido el método de trabajo, Descartes se dedica a dudar de todo, pero metódicamente. Como dudamos de los conocimientos de los sentidos, así como de las conclusiones de nuestras reflexiones, hay que partir de la existencia de conocimientos, certezas que no varían, por ejemplo, que dos más dos son cuatro. Pero el primer peldaño es estar seguro de que hay algo de lo que no se puede dudar: "no puedo dudar de que pienso y que, al pensar, estoy existiendo", es decir; su Cogito, ergo sum -"píenso, luego existo" -. Desde esta cesteza que parece una verdad de perogrullo, Descartes cimenta el edificio de su filosofía, además de indagar sobre la existencia de otras verdades igualmente evidentes: el yo que piensa (el alma), el ser infinito y perfectísimo (Dios) y la realidad externa (el mundo). El discurso del método se publicó en 1637 y tuvo tal empuje que el pensamiento científico posterior se considera heredero de su obra, denominada "cartesiana" por el nombre latino con que era también conocido, Cartesius.
"Desde lo alto de las piramides ... "
Napoleón Bonaparte nació en Ajaccio (Córcega) en 1769 y murió en Santa Elena, en 1821. Se le considera como uno de los más grandes generales de todos los tiempos y un hombre de Estado cuya influencia histórica en Europa fue de tanta importancia que se le atribuye el inicio de la Edad Contemporánea. Desarrolló una brillante carrera militar, desde sus estudios en la Academia hasta su determinante actuación para la reconquista de Tolón, en diciembre de 1793, lo que le valió el ascenso a general. En 1797 recibió el mando del ejército francés en Italia, donde se llevaba a cabo un enfrentamiento contra Austria; allí, el gran genio militar de Napoleón se manifestó en las sucesivas victorias de Arcole, Lodi y Rivoli, que obligaron a Austria a firmar la paz en el tratado de Campoflorido.
Tras la Revolución Francesa, los jerifaltes del Directorio se hallaban en una posición tambaleante, por lo que temían la ascensión napoleónica; así, decidieron apartarle del escenario político. Para ello aprobaron su proyecto de atacar e interrumpir la ruta inglesa hacia las posesiones de Oriente y la India, y Napoleón, con la conquista previa de Malta, dirigió su expedición contra Egipto tomando Alejandría en junio de 1798.
La defensa de Egipto, entonces una posesión del Imperio Otomano, estaba en manos de los mamelucos, ante los que desplegó su ejército en la llamada "batalla de las Pirámides", en las afueras de El Cairo. El propio Napoleón contaba en sus memorias, dictadas en su exilio de la isla de Santa Elena, cómo le había interesado siempre la historia y cómo había pretendido emular a sus ídolos del pasado, Alejandro Magno y Julio César. Con ese gusto por la historia y por las frases lapidarias -que tampoco sería la primera ni la única-, Napoleón arengó a sus tropas antes de entrar en combate con aquella tan conocida de "[Soldados, desde lo alto de estas pirámides, cuarenta siglos os contemplan!".
A pesar de su aplastante victoria, que le dio el control de Egipto, el almirante inglés Nelson consiguió destruir la flota napoleónica en la bahía de Abukir, lo que le incomunicó con Francia y minimizó el éxito de la campaña; finalmente tuvo que regresar apresuradamente a París ante la debilidad del partido en el poder y se dispuso a realizar las maniobras políticas que le llevarían a proclamarse emperador de los franceses entre los años 1804 y 1815.
"Escribir en Espana es llorar"'
Mariano José de Larra, nacido y fallecido en Madrid (1808-1837), es el prototipo en España del escritor romántico, con una vida ajetreada, llena de pasiones, una desbordante actividad política, una abundante obra literaria y un final trágico. Su padre fue médico militar a las órdenes de Napoleón, por lo que su familia fue perseguida por afrancesada y tuvo que emigrar a Francia al retirarse las tropas francesas de España, cuando él apenas contaba cuatro años. Allí realizó sus primeros estudios hasta que, en 1817, Fernando VII concedió una amnistía general y pudieron regresar todos aquellos que habían demostrado sus simpatías hacia Napoleón. Prosiguió sus estudios en Madrid, Valladolid y Valencia.
Una vez establecida su residencia en Madrid, frecuentó tertulias literarias y políticas; empezó a publicar bajo seudónimos sus primeros artículos en folletos, entre los que destacan El duende satírico del día, en 1828, y El pobrecito hablador, en 1832. En 1829 se casó con Josefa Anacleta Wetoret, matrimonio que fracasó y del que tuvieron tres hijos.
En 1832 comenzó su relación amorosa con Dolores Armijo, mujer casada y que influirá muy fuertemente en él; esta relación, junto con su visión crítica y dolorida de la realidad nacional, desembocará en el suicidio de Larra el 13 de febrero de 1837, en que se descerrajó un pistoletazo en la sien. Con su muerte, tan del gusto romántico, desapareció uno de los escritores más representativos de esta época.
Larra aportó a la literatura un concepto actual, el compromiso con la cultura, la moral y la religión desde un estilo conciso y cercano al público medio. Con el seudónimo definitivo de Fígaro, comenzó a colaborar desde 1833 en la Revista española y en El observador, época en la que escribe sus mejores artículos, tanto costumbristas como sobre critica política y literaria -El castellano viejo, Vuelva usted mañana, En este país, El día de difuntos de 1836-; con ellos realizó una radiografía de los principales tipos humanos y puso de manifiesto la estulticia de los políticos en general, la escasez de brillo en la cultura española y el carácter provinciano de muchos autores que se consideraban a sí mismos en la cima de la creación literaria. Fruto de esta postura procede su amarga reflexión "Escribir en España es llorar", que junto con su famoso "Vuelva Usted mañana" ha hecho tan conocido a su autor.
"América para los americanos"
Esta frase tan conocida -y tan maliciosamente interpretada ya en el siglo XIX con la variante "América para los norteamericanos" - se debe a James Monroe, brillante abogado y político estadounidense -nacido el 28 de abril de 1758 en el condado de Westmoreland (Virginia) y muerto el 4 de julio de 1831 en Nueva Yorkque, tras una larga carrera política como embajador en París y senador, acabó siendo secretario de Estado (1811-1817) bajo la segunda presidencia de James Madison (1809-1817) y quinto presidente de los Estados Unidos de América entre los años 1817 y 1825.
El contexto en que se dijo esta frase -una declaración que recoge los principios de la política exterior de Estados Unidos acerca de los derechos y actividades de las potencias europeas en el continente americano- fue el séptimo mensaje anual del presidente Monroe al Congreso, el 12 de diciembre de 1823. Aunque no fue respaldada por ninguna proclamación legislativa aprobada por el Congreso ni tampoco asumida en el derecho internacional, a partir de 1845 la conocida como "Doctrina Monroe" fue frecuentemente invocada por los norteamericanos para defender sus intereses expansionistas y justificar sus actos de imperialismo
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