La marca hispánica no fue un hecho exclusivamente catalán, ya que comprendió, además de los condados catalanes del norte, territorios aragoneses y navarros.
La población local de las Marcas era diversa, incluyendo grupos montañeses autóctonos, íberos, hispano-romanos, vascones, celtas, bereberes, judíos, árabes y godos que fueron conquistados o aliados de los dominadores islámicos o francos. Eventualmente, los jefes y poblaciones se hicieron autónomos y reclamaron su independencia. El área y su composición étnica cambiaba según la fortuna de los imperios y las ambiciones feudales de los condes y valíes elegidos para administrar las comarcas. Se puede tomar como ejemplo el caso de la plaza de Alcañiz, recuperada del dominio musulmán por Alfonso I de Aragón en 1119; cinco años después, el rey cedería este lugar a los hermanos Fruela y Pelayo, como punto de defensa que no tardó en perderse.
Treinta años después, en 1157 Ramón Berenguer IV, príncipe de Aragón, la reconquistaría, ampliando su término para hacer frente al azote musulmán, pero no tardó en volver a perderse, hasta la segunda reconquista llevada a cabo por su hijo Alfonso II de Aragón. El cambio de manos de un pago era frecuentemente solventado fuera del campo de batalla, mediante una compensación económica. La región, hasta su última etapa, la anexión a España, llegó a ser el solar de los aragoneses, catalanes y navarros..
Comarcas que en distintas épocas han formado parte de la Marca: Barcelona, Besalú, Cerdaña, Conflent, Ampurias, Gerona, Jaca, Osona, Pamplona, Pallars, Peralada, Ribagorza, Rosellón, Sangüesa, Sobrarbe, Urgel y Vallespir.
Gran parte de Cataluña nunca estuvo bajo el protectorado de la Marca Hispanica, con lo que, gran parte de la actual Cataluña, casi un 60%, si estuvo bajo el dominio musulmán.
Durante el siglo IX, se designaban globalmente como Marca Hispánica a los condados catalanes. Al haberse convertido en reinos los condados occidentales, aliados y en buenas relaciones con los estados vecinos musulmanes, entre ellos, los Banu Qasi, debido al matrimonio de Musa Ib Fortún con Onneca. Los Banu Qasi eran descendientes del conde Casio, un noble visigodo. Afincados en un principio en la comarca de Tudela, fueron extendiendo posteriormente su influencia por el rico valle del Ebro.
La independencia de los condados occidentales respecto del rey Carlomagno se decidió en el fracaso de la toma de Saraqusta. El interés de Carlomagno en los asuntos hispánicos le movió a apoyar una rebelión en el Vilayato de la Marca Superior de al-Andalus, de Sulaymán al-Arabi, valí de Barcelona, que pretendía alzarse a emir de Córdoba con el apoyo de los francos, a cambio de entregar al emperador franco la plaza de Saraqusta.
Carlomagno llegó en el año 778 a las puertas de la ciudad. Sin embargo, una vez allí, el valí de Zaragoza Husayn se negó a franquearle la entrada al ejército carolingio. Debido a la complejidad que supondría un largo asedio a una plaza tan fortificada, con un ejército tan alejado de su centro logístico, desistió.
El 15 de agosto de 778, camino de vuelta a su reino por el paso de Roncesvalles, entre el collado de Ibañeta y la hondonada de Valcarlos, Carlomagno con el más poderoso ejército del siglo VIII, tras reducir a ruinas la capital de los vascones, Pamplona, aliados de los Banu Qasi, sufrió una contundente emboscada por partidas de nativos vascones, probablemente instigados por los fieles a los hijos de Sulayman: Aysun y Matruh ben Sulayman al-Arabí, quienes provocaron un descalabro general a la retaguardia de su ejército, mandada por su sobrino Roldán, a base de lanzarles rocas y dardos.
Barcelona fué gobernada por musulmanes.
El valí de Barcelona Sulayman ben al-Arabí, junto a otros valíes contrarios a Abderramán I, buscó la ayuda de Carlomagno para contrarrestar el poder del emirato en 777. El acuerdo no prosperó y Sulayman, que marchaba junto a sus tropas a unirse a las fuerzas rebeldes al emir y al ejército de Carlomagno, fue capturado por éste frente a Saraqusta como traidor. Durante la Batalla de Roncesvalles fue liberado por el ejército combinado de vascones y musulmanes y retornado a Zaragoza. Sulaymán envió a su hijo Matruh a controlar Barcelona y Gerona. A la muerte de su padre en 780, Matruh dispuso Barcelona a favor del emirato de Córdoba, al que ayudó sitiando Zaragoza en 781.
Hacia el año 748, Musa ibn Fortún se casa con Onneca, padres de Musa II, casada anteriormente con el vascón Íñigo Jiménez de la Dinastía Jimena y madre de Iñigo Iñiguez, que más tarde sería el primer rey de Pamplona. Lo cual convertía en hermanastros a Íñigo Íñiguez y Musa II.
En el 785 se entrega sin lucha Gerona, fundando Carlomagno el condado de Gerona.
En 789 el valí Husaín de Zaragoza se subleva de nuevo y toma el control de Zaragoza y Huesca (Wasqa).
El carácter fronterizo hacía que la Marca Superior-Marca Hispánica fuera el escenario de la lucha entre francos y andalusíes por delimitar sus dominios en esta región limítrofe, resultando de ello continuos cambios de alianzas de las que salieron reforzados los Banu Qasi, hasta el punto de que estos eran ya dinastía hegemónica a mediados del siglo IX. Todo lo cual se vio confirmado con el nombramiento en el año 852 por parte del recientemente proclamado emir Mohamed I, de Musa ben Qasi como gobernador de la importante Tudela y, poco después, de la capital, Zaragoza.
A la muerte de Matruh en 792, tomó el poder de Barcelona Sadun al-Ruayni. Sadun viajó a Aquisgrán, capital del imperio carolingio, en 797 para solicitar de nuevo ayuda al emperador contra el Emirato de Córdoba, entonces bajo el control de Al-Hakam I. A cambio ofreció Madinat Barshiluna.
Carlomagno envió a su hijo Ludovico Pío que, junto a otros nobles, pretendía tomar Barcelona pacíficamente, ya en otoño de 801. Sadun no cumplió su palabra y se negó a entregar la ciudad, por lo que los francos la atacaron. El asedio fue largo y Sadun escapó en busca de la ayuda de Córdoba. Fue capturado, y tomó el poder Harun, último valí de Madinat Barshiluna. Partidario de seguir defendiéndose del ataque franco, fue destituido por sus allegados y entregado a los francos, probablemente el 3 de abril de 801. Ludovico Pío avanza hasta Tortosa. En 804 y en 810 fracasan dos expediciones para la toma de Tortosa y la contraofensiva islámica le hace retroceder hasta el Llobregat.
El Imperio Carolingio se disgregó pocas décadas después, tras la muerte del hijo de Carlomagno, Luis I el Piadoso o Ludovico Pío. Los tres hijos de éste (Carlos, Lotario y Luis) se repartieron el imperio mediante el Tratado de Verdún (843)). El poder de la dinastía fue disminuyendo desde entonces.
El famoso «moro Muza» de la tradición cristiana, Musa ibn Musa, valí en el 843 de la hoy en día riojana Arnedo, al contraer matrimonio con su sobrina Ossona, hija de su hermanastro Iñigo Arista de Pamplona, y aliarse con el Conde de Barbastro, Musa II, ejerce y extiende su dominio sobre toda la Marca Superior y fortalece su autoridad creando un auténtico principado y autodenominándose «tercer rey de España» —siendo los otros el emir Mohamed I y el rey de Asturias, Ramiro I de Asturias hasta 850 y Ordoño I posteriormente—. Esta situación dura hasta 860, en que Musa ben Qasi es derrotado por Ordoño I en el Monte Lanturce, con lo que el emir le destituye del gobierno de la Marca Superior. Paralelamente, se produce el auge del reino de Pamplona, que consigue liberarse de la presión del Islam. En el año 872, los hijos de Musa II se sublevan contra el emir: Lope Musa se levantó en Arnedo y tomó Zaragoza con ayuda de sus hermanos.
La costa mediterránea, cuajada desde antiguo de torres de vigía contra la piratería berberisca, al grito de «Moros en la costa» ve en el 858 a los normandos que suben por el Ebro desde Tortosa, lo remontan hasta el reino de Navarra, dejando atrás las inexpugnables ciudades de Zaragoza y Tudela, suben luego por su afluente, el río Aragón, hasta encontrarse con el río Arga, el cual también remontan, llegan hasta Pamplona y la saquean, raptando al rey navarro. Y lo mismo hacen en Orihuela, remontando el Segura. Ante las incursiones normandas, Abderramán II construye los Ribat, fortalezas en las desembocaduras fluviales, entre ellas la denominada hoy en día San Carlos de la Rápita en Tarragona, para bloquear las incursiones desde el delta del Ebro.
El rey de Francia Carlos el Calvo, rey entonces de la Marca Hispánica, hubo de enfrentar las invasiones normandas entre 856 y 861 en su territorio. El 16 de junio de 877 firmó la Capitular de Quierzy, con la que se pretendía regular la buena marcha del imperio, estableciendo la heredad de los principados y cargos condales, lo que da paso al nacimiento del feudalismo.
La autonomía de la Zaragoza de los Banu Qasi se mantiene hasta que, tras numerosas discordias familiares, Mohamed I decide ponerle fin comprándoles Zaragoza en 884 por 15.000 dinares de oro.
En el 985 Barcelona, entonces gobernada por el conde Borrell II, es atacada por Al-Mansur que la saquea el 6 de julio, tras ocho días de asedio. El conde se refugia entonces en las montañas de Montserrat, en espera de la ayuda del rey franco, pero no aparecen las tropas aliadas, lo que genera un gran malestar. En el año 988, termina la dinastía Carolingia en el reino franco y es sustituida por la dinastía Capeta.
Al desaparecer los carolingios, la dinastía de los Capetos llega a gobernar Francia, que se va subdividiendo sucesivamente cada vez más, característica que se ha denominado «Feudalismo clásico». En todo este periodo, el rey de Francia hubo de enfrentarse continuamente a los demás nobles de su reino, en teoría sus vasallos, pero que a veces adquirían poder sobrado como para desafiar abiertamente la autoridad real.
El imperio almoravide
Probablemente fue en la batalla de Graus (1063) donde Rodrigo Díaz de Vivar, conocido como El Cid Campeador, Mio Cid o simplemente El Cid (del árabe dialectal, sīd, «señor»), peleó por primera vez, como caudillo de sus mesnadas mercenarias a las órdenes del rey taifa de Zaragoza Al-Muqtadir. Éste, a su muerte, como hizo su padre, volvió a dividir el reino al entregar a su hijo Al-Mutamin Zaragoza y la zona occidental, y a su hijo Al-Mundir, Lérida, Tortosa y Denia.
Ramiro I de Aragón ya había intentado repetidas veces apoderarse de las ciudades islámicas de Barbastro y Graus, lugares estratégicos que formaban una cuña entre sus territorios. Barbastro era la capital del distrito nororiental de la taifa de Zaragoza y esta localidad acogía un importante mercado.
En 1063 Ramiro I sitió Graus, pero Al-Muqtadir en persona, al frente de un ejército que incluía un contingente de tropas castellanas al mando de Sancho II de Castilla, hermano de Alfonso VI de Castilla, que contaba entre sus huestes con un joven castellano llamado Rodrigo Díaz de Vivar, consiguió rechazar a los aragoneses, que perdieron en esta batalla a su rey Ramiro I. Poco duraría el éxito, pues el sucesor en el trono de Aragón, Sancho Ramírez, con la ayuda de tropas de condados francos ultrapirenaicos y en unión con Armengol III, conde de Urgel, que murió en la reyerta, tomó Barbastro en 1064 en lo que se considera la primera llamada a la cruzada conocida.
Al año siguiente, Al-Muqtadir reaccionó solicitando la ayuda de todo Al-Andalus, llamando a su vez a la yihad y volviendo a recuperar Barbastro en 1065. Este triunfo le permitió tomar a Al-Muqtadir el sobrenombre honorífico de Billah («El poderoso gracias a Alá»), y Barbastro siguió en manos de la taifa de Zaragoza hasta que Armengil IV, conde de Urgel, la volviera a conquistar, ya bajo el reinado de Al-Mustain.
Los almorávides derrotan a Alfonso VI de Castilla en la batalla de Zalaca de 1086 y se apoderan de los reinos de taifas. Los protegen de los cristianos y ayudan a su economía con la introducción de una nueva moneda (el dinar de 4,20 g de oro), pero su ocupación militar fomenta desagrado. En 1090 el imperio almorávide reunificó las taifas como protectorados sometidos al poder central de Marrakech y destituyeron a todos los reyes de taifas excepto a Al-Mustaín, que conservó buenas relaciones con los almorávides, gracias a lo cual se mantuvo como reino fronterizo independiente, ya que, al constituir una avanzadilla de Al-Andalus frente a los cristianos, fue el único territorio que evitó la unificación almorávide.
Tras una tercera conquista islámica, Barbastro fue recuperada definitivamente en 1101 por el rey Pedro I de Aragón que, con el permiso del Papa, la convirtió en sede episcopal, trasladando la sede desde Roda de Isábena.
Durante una de las sesiones de las Cortes Generales de Aragón reunidas allí ocasionalmente en 1134, el rey Ramiro II de Aragón el Monje abdicó.
En el año 1137 se produjo en la ciudad uno de los acontecimientos históricos más relevantes: en el barrio del Entremuro se firmaron los esponsales entre el conde de Barcelona, Ramón Berenguer IV, y Petronila, hija de Ramiro II el Monje.
Ramón Berenguer IV el Santo a la muerte de su padre en 1131 recibe el Condado de Barcelona, mientras que su hermano gemelo Berenguer Ramón le sucede en Provenza. En agradecimiento al apoyo mostrado, en contra de los castellanos, Ramiro II de Aragón le ofreció a su hija Petronila, de un año de edad, en matrimonio.
La boda, a pesar de la enorme diferencia de edad, se celebró en Lérida, mucho más tarde, en el mes de agosto de 1150. La ciudad islámica de Lareda (Lérida) en 1149 es tomada por Ramón Berenguer IV y Armengol VI de Urgel. El 13 de noviembre de 1137.
Ramiro depositó en su yerno el reino pero no su dignidad real, otorgada legítimamente a la casa de Aragón, por su antepasado Sancho III el Mayor del reino de Navarra, firmando en adelante Ramón Berenguer como Conde de Barcelona y Príncipe de Aragón.
Luego Ramiro renunció al gobierno, aunque no a su título de rey, pues seguía siendo el Señor Mayor de la Casa de Aragón en tanto que Alfonso no cumpliera la mayoría de edad y volvió al convento. De esta manera, Ramiro II, hijo del rey de Navarra Sancho Ramirez, cumplió la misión de salvar la monarquía y así también se uniría el Reino de Aragón con el Condado de Barcelona. En marzo de 1157 nacía en Huesca el primogénito de la pareja formada por Ramón Berenguer y Petronila, llamado como su padre: Ramón Berenguer, que reinará con el nombre de Alfonso II en honor a Alfonso I, y se convertirá en el primer rey de la Corona de Aragón.
El estado de Andorra en los Pirineos y su historia proporcionan un típico ejemplo de los señoríos feudales de la región, siendo la única pervivencia actual de la Marca Hispánica.
Inmediatamente después de la conquista carolingia, en los territorios dominados por los francos, se encuentra la mención de unos distritos político-administrativos —Pallars, Ribagorza, Urgel, Barcelona, Gerona, Osona, Ampurias, Rosellón— que reciben el nombre de condado, dentro del cual, como subdivisión, existen otras circunscripciones menores, el «pago» (pagus, en singular), como por ejemplo, Berga o Vallespir.
El origen de estos condados o pagos se remonta a épocas anteriores a los carolingios, tal como lo testimonia la frecuente coincidencia entre sus límites y los de los territorios de antiguas tribus íberas; como ejemplo, el condado de Cerdeña correspondía al país de los ceretanos, el de Osona al de los ausetanos, y el pagus de Berga a los bergistanos o bergusis. En consecuencia estos territorios, forzosamente, deberían haber tenido alguna entidad político-administrativa en tiempos de los romanos y de los visigodos, aunque no se denominasen condados, ni hubiesen estado gobernados por condes en la época de los reyes de Toledo; en la monarquía visigoda, los condes, situados en jerarquía por debajo de los duques, la máxima autoridad provincial, gobernaban sólo las ciudades, circunscribiéndose su autoridad exclusivamente al ámbito urbano, a menudo delimitado por murallas, que excluían el distrito rural dependiente de la ciudad. Por consiguiente, para organizar los territorios ganados al sur del Pirineo, los francos no crearon ninguna entidad, sino que se limitaron a conservar las ya establecidas por la tradición étnica y cultural del país.
Inicialmente la autoridad condal recayó en la aristocracia local, tribal o visigoda, pero la actitud independentista que inmediatamente mostró ésta obligó a los Carolingios a sustituirlos por condes de origen franco. Pese a todo, los lazos de dependencia de los condados respecto de la monarquía franca se fueron debilitando. La autonomía se consolidó al afirmarse los derechos de herencia entre las familias condales. Esta tendencia fue acompañada de un proceso de unificación de los condados hasta formar entidades políticas más amplias.
El conde Wifredo el Velloso representó esta orientación. Su gobierno coincidió con un periodo de crisis que llevó a la fragmentación del Imperio Carolingio en principados feudales. A partir de entonces, los feudos francos se transmitieron por herencia y los reyes francos simplemente sancionaron la transmisión. Wifredo fue el último conde de Barcelona designado por la monarquía franca y el primero que legó sus estados a sus hijos. Consiguió reunir bajo su mando una serie de condados y transmitirlos en herencia a sus hijos. Conde de Urgel y Cerdaña en 870, recibió en el año 878 los condados de Barcelona, Gerona y Besalú de los reyes carolingios. A su muerte en 897, la unidad se rompió, pero el núcleo formado por los condados de Barcelona, Gerona y Vic se mantuvo indiviso. De esta forma, se crea la base patrimonial de la casa condal de Barcelona.
Durante el siglo X, los condes de Barcelona reforzaron su autoridad política. En el año 988, aprovechando la sustitución de la dinastía Carolingia por la dinastía Capeta. No consta que el conde de Barcelona, Borrel II, prestara el juramento de fidelidad al rey franco, pese a que se lo requirió por escrito. Este acto ha sido interpretado como el punto de partida de la independencia de hecho de Cataluña cosa muy alejada de la realidad ya que el conde no prestó juramento al estar el francés en lucha contra la nobleza del norte de sus territorios.
La fecha en la que realmente los condados del norte de Cataluña se independizan de Francia, es el 11 de mayo en 1258 con el tratado celebrado en Corbeil entre Jaime I de Aragón, el Conquistador y el rey franco Luis IX. En dicho tratado ambos reyes cedieron derechos sobre territorios, Jaime I de Aragón sobre territorios Occitanos y el francés sobre los condados catalanes, que pasaron a depender únicamente del monarca de la Corona de Aragón.
Hace casi 1000 años, que los condados que más tarde formaron Cataluña como tal, se integra como parte de uno de los dos grandes reinos fundadores de la actual ESPAÑA: Aragón.
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