-41: Claudio El emperador que no debia serlo

Aunque ridiculizado por su familia, puesto en el trono por los pretorianos, manejado por sus esposas y por sus libertos, y divinizado a su muerte, fue tambiĆ©n, y ante todo, un verdadero hombre de Estado. 

Calígula había caído muerto hacía pocos minutos bajo las espadas de los guardias conjurados. Corría el año 41 D.c. En esos momentos, todo en el palacio imperial era confusión, carreras y gritos de terror. La guardia pretoriana buscaba a los responsables del magnicidio. Un soldado, al entrar en una de las habitaciones, vio los pies de alguien escondido detrÔs de una cortina. Al apartar el lienzo encontró a un personaje aterrorizado en el que, inmediatamente, reconoció al tío del emperador asesinado. Se trataba de Tiberio Claudio Nerón Druso GermÔnico, aquel al que todo el mundo consideraba idiota y que había pasado la mayor parte de su existencia recluido en el palacio, apartado de los negocios y del gobierno del Imperio.
Cuando Claudio se arrodilló a los pies del soldado, Ć©ste lo saludó como emperador y lo llevó con el resto de la tropa, conduciĆ©ndolo luego a su campamento, donde pasó la noche. Mientras tanto, los cónsules y el Senado reunidos buscaban la manera de restablecer la RepĆŗblica. Sin embargo, por la maƱana, la plebe reclamó a Claudio como Ćŗnico seƱor y la guardia pretoriana lo aclamó emperador. 

Ante esta situación, el Senado hubo de ceder en sus pretensiones aceptando los hechos consumados. 






EN UNA SOCIEDAD QUE NO ADMITIA LOS DEFECTOS FISICOS, LA TENDENCIA DE CLAUDIO A TARTAMUDEAR, A MOVER LA CABEZA Y A COJEAR FUE UNA DURA CARGA PARA ƉL.

Claudio, nacido en el aƱo 10 A.c., era hijo de Nerón Claudio Druso. Ɖste era hermano de Tiberio, y como Ć©l, hijo de Livia Drusila antes de que Ć©sta se casara con el emperador Augusto -a quien Tiberio sucedió en el trono-, La madre de Claudia, Antonia la Menor, era descendiente directa de Marco Antonio. 

Esta unión darĆ­a al mundo varios vĆ”stagos de los cuales sólo pasaron la niƱez dos varones, GermĆ”nico y Claudio, y una mujer, Livila. GermĆ”nico, encarnando en su persona las virtudes del romano, era robusto y apuesto, y se distinguió en edad viril por sus hazaƱas militares, que lo convirtieron en el Ć­dolo del pueblo. 

Claudio, por el contrario, era un niƱo dĆ©bil y propenso a contraer todo tipo de enfermedades .Probablemente una parĆ”lisis infantil originó su tendencia a tartamudear, a mover continuamente la cabeza y a cojear. 

Estas lacras fĆ­sicas pesarĆ­an sobre Ć©l de forma abrumadora durante toda su vida, en una sociedad que no admitĆ­a los defectos fĆ­sicos. QuizĆ” por esta razón su propia familia empezó a considerarlo retrasado y poco apto para las comparecencias pĆŗblicas. Su propia madre decĆ­a de Ć©l que era «una caricatura de hombre, un aborto que la naturaleza habĆ­a creado sin concluirlo», y en otras ocasiones, cuando se referĆ­a a alguien de pocas luces, solĆ­a exclamar «¡Es mĆ”s bestia que mi hijo Claudio!». Tampoco su abuela Livia podĆ­a soportarlo, mostrĆ”ndole su desprecio siempre que podĆ­a y enviĆ”ndole notas escritas para evitar hablarle. Del resto de la familia sólo Augusto atisbó algunos dones en el joven y mostró algo de compasión. En una carta dirigida a su esposa Livia le comentaba: «InvitarĆ© a comer al joven Claudio para que no estĆ© solo... Quisiera que se escogiera ... un compaƱero que pudiera servirle de modelo. ¡El pobre chico no tiene suerte! Pues en los asuntos serios, cuando su espĆ­ritu no estĆ” turbado, se ve aparecer suficientemente la nobleza de su alma». 

Ante el rechazo familiar;  su niƱez y juventud la pasó en palacio rodeado de tutores, libertos y prĆ­ncipes extranjeros que residĆ­an en Roma como rehenes. Pese a todo aprendió griego y se aplicó en el estudio de la historia y la literatura. Siguiendo el modelo de Tito Livio escribió una historia de los etruscos y otra de los cartagineses, e incluso una historia de Roma desde las guerras civiles, que no terminó porque su abuela y su madre le reprochaban que contase la estricta verdad de los hechos.
En su vejez compuso su autobiografĆ­a. Todos estos escritos fueron dados a conocer al pĆŗblico en audiciones abiertas, pero no cambiaron la opinión de sus contemporĆ”neos sobre su capacidad intelectual. 

DEBUT EN LA VIDA PÚBLICA
Al cumplir los 18 años, momento solemne en la vida de todo romano, pues era la edad en la que se tomaba la toga viril y se accedía a la edad adulta adquiriendo todos los derechos de ciudadanía, Claudio fue llevado al Capitolio por la noche en litera cerrada, sin publicidad, para evitar la vergüenza de la familia. Aunque el recuerdo de su padre y su hermano le ganaban la simpatía de aristócratas y plebeyos, no desempeñó cargo público alguno.

Cuando, en el aƱo 14 A.c., Tiberio sucedió a Augusto en el trono, Claudio le solicitó el desempeƱo de cargos pĆŗblicos, pero su tĆ­o sólo le concedió las insignias consulares, una serie de privilegios de carĆ”cter honorĆ­fico. Claudio insistió en su deseo sin recibir de Tiberio mĆ”s que buenas palabras. Muy posiblemente estas negativas produjeron en el joven Claudio tan profunda depresión que, abandonando sus estudios, se retiró a sus propiedades invitando a personajes de baja reputación, lo que le dio fama de borracho y jugador. 

Se sabe poco de su vida en los aƱos en los que gobernó su tĆ­o. El ascenso al trono de su sobrino CalĆ­gula, hijo de su hermano GermĆ”nico, supuso un parcial acercamiento a la vida polĆ­tica, al asociarlo Ć©ste al consulado en el aƱo 37. Sin embargo, acabarĆ­a sirviendo de comparsa a las locuras de su sobrino en palacio, y sufriendo burlas y humillaciones continuas del emperador y hasta de sus acompaƱantes. 

AsĆ­, cuando el Senado lo envió a Germania para felicitar a CalĆ­gula tras el descubrimiento de la conjura de LĆ©pido y GetĆŗlico fue mal recibido, hasta el punto de ser arrojado al rĆ­o, vestido como estaba, por considerar CalĆ­gula que tal persona desmerecĆ­a su dignidad. 

EN EL AƑO 43 D.C. LAS LEGIONES ROMANAS ENVIADAS POR EL EMPERADOR CLAUDIO A BRITANIA HICIERON REALIDAD EL SUEƑO DE JULIO CƉSAR: LA CONQUISTA DE ESTE PAIS

En esos aƱos Claudio fue objeto de procesos judiciales interpuestos por alguno de sus esclavos o por incumplimiento de sus compromisos hacia el fisco, aunque en todas las ocasiones fue absuelto. Una alegrĆ­a entre todas estas tribulaciones fue Su tercer matrimonio -los anteriores habĆ­an resultado fallidos--, con Valeria Mesalina, 35 aƱos mĆ”s joven que Ć©l, a la que amó sinceramente y en la que confió para todos los asuntos. De su unión nacieron Claudia Octavia y Tiberio Claudio GermĆ”nico, mĆ”s conocido por su Cognomen BritĆ”nico. 

CLAUDIO, EMPERADOR
Tras la muerte de Calígula, y entronizado como ya se ha visto, Claudio puso en marcha un programa de gobierno basado en el respeto a las tradiciones republicanas, que seguía el ejemplo de la política de Augusto, pero estableciendo reformas en la administración del Estado con un espíritu prÔctico e innovador que no era previsible en una persona con sus supuestos antecedentes de inepto para los asuntos públicos.
La primera medida de su gobierno fue decretar una amnistĆ­a general y un perdón para muchas penas capitales, excepción hecha de los asesinos de CalĆ­gula, que fueron ajusticiados. Luego honró a sus mayores con grandes distinciones: divinizó a su abuela Livia, concedió el tĆ­tulo de Augusta a su madre, rindió honores  póstumos a su padre Druso y a su hermano GermĆ”nico (muerto en el 19 D.c.) y levantó un arco triunfal a su tĆ­o Tiberio. Ɖl, en cambio, rehusó distinciones y tĆ­tulos excesivos, actuando como un ciudadano mĆ”s. 

Posiblemente una de sus primeras ocupaciones serĆ­a la reestructuración de la organización del Estado, creando despachos para atender a la creciente oleada de documentación que llegaba desde todos los lugares del Imperio. El volumen de trabajo de estos despachos era tal que casi podrĆ­a hablarse de incipientes ministerios. Para esta organización se apoyó en capaces libertos (antiguos esclavos). Las cuestiones económicas y la contabilidad (a rationibus) las atendĆ­a Marco Antonio Palas; las demandas y peticiones dirigidas al emperador (a libellis) dependĆ­an de Cayo Julio Calixto; toda la correspondencia (ab epistulis) la respondĆ­a Narciso, y la preparación de proyectos y obras a realizar correspondĆ­an a Palas. Con el tiempo, estos personajes se irĆ­an enriqueciendo y tomarĆ­an mayor importancia en la vida palaciega. Senadores y caballeros veĆ­an con malos ojos que personas de tan bajo origen ocupasen cargos de tanta responsabilidad, lo que alimentó la creencia de que Claudio estaba dominado por sus mujeres y sus libertos. 

En el mismo aƱo de su ascenso al trono estalló una revuelta en el norte de Ɓfrica como reacción al asesinato del rey de aquellas regiones por parte de CalĆ­gula. Para solucionar el problema Claudio mandó allĆ­ a Cayo Suetonio Paulino, quien en dos campaƱas se hizo con el territorio, que quedó dividido en dos provincias: la Mauritania Tingitana, con capital en Tingis (TĆ”nger), y la Mauritania Cesariense, con capital en Cesarea (Cherchell, Argelia). Por las mismas fechas otorgó el reino de Judea a Herodes Agripa, nieto de Herodes el Grande, tal vez en recuerdo de su amistad y de su intercesión ante el Senado en los momentos dramĆ”ticos de su ascensión al trono. 

Cuando Agripa falleció en el aƱo 44 puso en su lugar a procuradores cuya gestión no resultó satisfactoria, ahondĆ”ndose el odio del pueblo judĆ­o hacia los romanos. La complicada polĆ­tica de Claudio en los reinos orientales siguió los cauces de la diplomacia y, en algunos casos, la estrategia de la contención de vecinos peligrosos mediante estados mĆ”s o menos fieles. 

En la frontera del norte situó como reyezuelos a individuos que, como rehenes habĆ­an educado en Roma, favoreciendo la romanización -tal fue el caso de Germania- u obligando a algunas tribus a establecerse en el interior de la frontera (limes), como sucedió en Panonia. Para mayor seguridad mandó construir dos flotas que patrullaban a lo largo del rĆ­o Danubio. Otras veces fue necesario emplear las armas: la amenaza de los caucos y frisones en la Germania Superior fue conjurada por Cneo Domicio Corbulón, quien, adentrĆ”ndose en territorio .enemigo, logró grandes victorias. Claudio, prudente, le mandó regresar a sus bases tras asegurar la frontera. 

MĆ”s repercusión tuvo la conquista de Britania, viejo .sueƱo desde la Ć©poca de CĆ©sar y abortado proyecto del difunto CalĆ­gula. Con la intención de reforzar su prestigio ante el ejĆ©rcito, Claudio organizó en el verano del aƱo 43 una gran expedición contra Britania con mĆ”s de 40.000  hombres al mando del legado Aulo Plaucio. Tras violentos combates, las legiones cruzaron el TĆ”mesis y establecieron un fuerte y una guarnición junto al rĆ­o, preparĆ”ndose para el asalto a la capital britana en Camelodunum (Colchester). En este punto Plaucio llamó al emperador, el cual llegó a la isla para dirigir las Ćŗltimas operaciones y la toma de la ciudad. Tras una estancia de 16 dĆ­as, Claudio volvió a Roma, donde celebró un triunfo magnĆ­fico, como no se veĆ­a desde las campaƱas de su hermano GermĆ”nico, famoso general

MESALINA NO SE RECATABA DE SUS CONTINUAS INFIDELIDADES, Y DURANTE UN TIEMPO LLEGƓ A PROSTITUIRSE EN UN BURDEL DE ROMA BAJO EL PSEUDƓNIMO DE LlCISCA 
 
MESALINA: UN AMOR NO CORRESPONDIDO
La esposa a la que Claudio amó ha pasado a la historia
como una de las mujeres mƔs promiscuas del lmperio romano.
Se cuenta que derrotó a las prostitutas de Roma en una
competición para ver quién conseguía unirse a un mayor
nĆŗmero de hombres en un plazo concreto.
Arriba, estatua de Mesalina con BritƔnico
(hijo suyo y de Claudio) en brazos.
 Museo del Louvre, parĆ­s
LAS INTRIGAS DE MESALINA 
Los Ć©xitos de la polĆ­tica exterior y los asuntos de gobierno parece que nublaron los sentidos a Claudio, quien, aparentemente, no sabĆ­a lo que sucedĆ­a en su propia casa. Las relaciones con su esposa Mesalina se habĆ­an enfriado de manera notable y la emperatriz, en su provecho, mandaba ajusticiar a todo aquel que se interponĆ­a en su camino. Uno de los casos mĆ”s sonados fue la deportación y posterior asesinato de Julia Livila, la hermana pequeƱa de CalĆ­gula y sobrina de Claudio, cuyo amante, nada menos que Lucio Anneo SĆ©neca, fue confinado en la isla de Córcega. 

Otro ejemplo de la veleidad de la emperatriz fue el asunto de Publio Valerio AsiĆ”tico, un riquĆ­simo galo afincado en Roma, perteneciente al orden senatorial y muy popular entre la aristocracia y la plebe. Requerido de amores por Mesalina, tuvo  el valor para negarse a los deseos de la soberana. Ɖsta, despechada, buscó quien lo calumniara ante Claudio, acusĆ”ndolo de querer alcanzar el poder gracias a sus riquezas, su influencia y su poder de convocatoria entre la sociedad gala. Claudio lo hizo arrestar, sometiĆ©ndolo a un juicio privado en palacio, en el que el acusado pudo demostrar su inocencia. Pese a ello fue condenado, permitiendo que escogiera su propia muerte. Valerio AsiĆ”tico optó por abrirse las venas. 

En estos casos se puso de manifiesto la debilidad de Claudio ante su mujer, que no se recataba de sus infidelidades. Durante un tiempo se prostituyó por las noches en un burdel, bajo el pseudónimo de Licisca. Poco después se enamoró de Cayo Silio, que era tenido como el joven mÔs bello de la ciudad. Mesalina le obligó a repudiar a su mujer y lo convirtió en su amante público. Finalmente decidieron casarse, tras la promesa de Silio de adoptar a BritÔnico, hijo del emperador. Todo esto se convirtió en una conjura para derrocar a Claudio. Aprovechando su ausencia, consumaron el matrimonio pero Narciso descubrió el asunto al emperador, quién mandó arrestar a la pareja.
Silio y sus cómplices fueron ajusticiados de inmediato, mientras que el emperador prefirió escuchar a su mujer al día siguiente. No podría hacerlo: Narciso la mandó ejecutar. Cuando Claudio lo supo, ni se inmutó.

AGRIPINA SEDUJO A SU TIO, EL EMPERADOR CLAUDIO, CON EL OBJETIVO DE ALLANAR EL CAMINO HACIA EL PODER A SU HIJO LUCIO DOMIClO, EL FUTURO EMPERADOR NERƓN .
 
En el transcurso de estos Ćŗltimos aƱos, en paralelo a los acontecimientos que se desarrollaban bajo su propio techo, el emperador desarrolló una importante tarea legislativa, en muchos casos en colaboración con el Senado. En este sentido es ilustrativo el episodio de los ricos ciudadanos galos que solicitaron acceder a las magistraturas y al Senado, petición que suscitó la oposición de los sectores mĆ”s reaccionarios de la cĆ”mara. No obstante, la voluntad de Claudio inclinó la balanza a favor de los demandantes. Este hecho, recogido por el historiador TĆ”cito, tuvo su confirmación arqueológica cuando en Lugdunum (Lyon) se halló la Tabula Claudiana, en bronce, que refrendaba en lenguaje legal lo recogido por este historiador. 

Claudio resucitó una magistratura republicana, la censura, que no se ejercĆ­a desde la Ć©poca de Augusto. El censor era el encargado de contabilizar a los habitantes de una determinada ciudad y de velar por sus buenas costumbres. Claudio ejerció el cargo con Aula Vitelio (su hombre de confianza) como colega entre los aƱos 47 y 48. Su objetivo era conocer el nĆŗmero de ciudadanos romanos en el conjunto del Imperio y su poder económico, asĆ­ como depurar de miembros indignos los altos cargos o el Senado. 

Al final de su mandato se habĆ­an contabilizado unos seis millones de ciudadanos. 

Por otra parte, a Claudio le gustaba ejercer de juez o asistir como un espectador mĆ”s a los tribunales. En algunos casos las sentencias no fueron lo necesariamente justas, cometiendo algunas arbitrariedades ajenas a derecho que fueron aprovechadas por sus adversarios como prueba de su incapacidad. Estando en una ocasión en un tribunal fue rodeado y zarandeado por la plebe hambrienta. Por eso, durante todo su reinado, fue una preocupación continua el abastecimiento alimentario de la ciudad. Favoreció a los importadores de trigo, reguló la entrega de cereal y dio comienzo a una magna obra que nadie antes de Ć©l habĆ­a acometido por sus grandes dificultades: la construcción de un puerto en Ostia, en la desembocadura del TĆ­ber, entrada natural hacia Roma. Nerón completarĆ­a esta enorme obra en el aƱo 54. 

Preocupado por la religión y las tradiciones antiguas, Claudio ordenó revivir algunos rituales casi olvidados y conservarlos por escrito, aunque prohibió los sacrificios humanos que los druidas aĆŗn llevaban a cabo en la Galia. En Roma los conflictos entre judĆ­os, agitados, segĆŗn Suetonio, por un tal Chrestus (lo que se interpreta como el choque entre los primeros cristianos y los judĆ­os), acabaron con la expulsión de la ciudad de numerosas personas de ambos grupos religiosos. 

Importante fue tambiĆ©n la celebración de los Juegos Seculares en 47, que Augusto ya habĆ­a celebrado treinta aƱos atrĆ”s. En estos juegos se festejaba el centenario de la urbs y se honraba a las divinidades, singularmente a aquellas de las que descendĆ­a el linaje del emperador. Entre otros festejos, los jóvenes nobles, entre ellos BritĆ”nico, hijo de Claudio, y Lucio Domicio, el futuro Nerón, participaban ante el pĆŗblico en simulacros bĆ©licos. 

Tras la muerte de Mesalina, Agripina, hija de GermĆ”nico, el hermano de Claudio, fue ascendiendo mediante intrigas en los cĆ­rculos palaciegos. Con la ayuda de su amante Palas allanó el camino hacia el matrimonio con su tĆ­o Claudio, paso previo para obtener el poder para ella y su hijo Lucio Dornicio, el futuro Nerón, fruto de un matrimonio anterior. 

AGRIPINA LA MENOR
La cuarta esposa de Claudio murió cinco años después del emperador.
Fue asesinada por orden de su propío hijo Nerón en el año 59,
por oponerse a su relación con papea Sabina.
LA AMBICIƓN DE AGRIPINA
El principal problema para la boda era que en la sociedad romana no estaba permitido el incesto. Pero el colega de Claudio en el consulado y oficial de la censura, Aula Vitelio, convenció al Senado en un discurso en el que defendió los antecedentes en otros pueblos y las importantes razones de Estado que en esos momentos imperaban. AsĆ­, en el aƱo 49 Agripina se convirtió en emperatriz. Una de las primeras medidas fue levantar el destierro a SĆ©neca, que se encontraba en Córcega, para convertirlo en preceptor de su hijo. TambiĆ©n se nombró al experimentado militar Afranio Burro como jefe de la guardia pretoriana. 

Un aƱo despuĆ©s Agripina fue elevada al rango de Augusta y vio cómo ascendĆ­a al grado de colonia el poblado germano donde ella habĆ­a nacido: desde entonces fue Colonia Claudia Ara Agrippinensium (Colonia). Al mismo tiempo, Agripina logró de Claudio que adoptara a su hijo, quien al tomar en el aƱo 51 la toga viril afianzó sus posiciones como heredero al trono, reforzadas con el matrimonio celebrado poco despuĆ©s con Claudia Octavia, hija de Claudio. 

AGRIPINA, LA NUEVA ESPOSA DE CLAUDIO, SEGUIA COLMANDO SUS ASPIRACIONES Y ELIMINANDO TODA OPOSICIƓN EN DETRIMENTO DE MUCHOS NOTABLES DE ROMA 

Durante este perĆ­odo -en el aƱo 52- se concluyeron dos de las grandes obras emprendidas por Claudio. Por una parte, el acueducto que habĆ­a iniciado CalĆ­gula finalizaba ahora, tras un recorrido de 68 kilómetros y con el nombre de Acqua Claudia, en el monte Palatino. Por otra parte, se confió a Narciso la desecación del lago Fucino (hoy Celano), mediante un emisor subterrĆ”neo que enviaba las aguas al rĆ­o Liris (actual Garellano). Para celebrar tan gran evento se organizó en el lago una batalla naval en la que participaron alrededor de cien navĆ­os y mĆ”s de 19.000 hombres. El festejo fue un Ć©xito hasta que se abrieron las compuertas y las aguas, sin control, estuvieron a punto de provocar una tragedia entre el pĆŗblico. 

Agripina aprovechó la ocasión para acusar a Narciso de robo a propósito de las obras de ejecución del proyecto, aunque el liberto tampoco se calló, denunciando la ambición de la emperatriz. El odio que ambos se profesaban se agudizó dramĆ”ticamente, lo que irĆ­a en contra del liberto tras la muerte del emperador. 

Mientras, Agripina seguía colmando sus aspiraciones y eliminando toda oposición en detrimento de muchos personajes notables de la ciudad. El caso de Tulio Estatilio Tauro, que había sido consular y pro cónsul en África, fue tan sonado que el propio TÔcito lo cuenta en sus Anales. Poseedor de grandes riquezas y fincas, suscitó la envidia de la emperatriz, la cual, sirviéndose de Tulio Prisco, que había servido bajo las órdenes de Estatilio, lo acusó de cohecho y de practicar la magia. Llevado a juicio, el consular no pudo soportar la injusticia que se hacía con su persona y se suicidó. El escÔndalo hizo que el Senado expulsase a Prisco de la cÔmara. Fue una pobre victoria del orden senatorial, que veía disminuir su poder por los continuos ataques a su autoridad y la progresiva acumulación de atribuciones del emperador.

Sus filas, ademĆ”s, disminuĆ­an por las condenas a sus miembros, implicados en intrigas palaciegas o en conspiraciones reales o ficticias. Dice el historiador Suetonio que muchos senadores murieron bajo el mandato de Claudio, pero TĆ”cito matiza que «por las artes de Agripina se veĆ­a Claudio impulsado a tomar las mĆ”s crueles medidas», lo que repercutĆ­a negativamente en la fama del princeps. Sin embargo, Claudio sĆ­ promocionó al orden ecuestre en muchas ocasiones, nombrando a sus miembros procuradores para la construcción y mantenimiento de edificios u obras pĆŗblicas como los acueductos, la organización de los espectĆ”culos para la plebe o el mando de las flotas de Miseno y Ravena, al tiempo que les confiaba la administración de la justicia.

LA MUERTE DE CLAUDIO TARDƓ EN DIFUNDIRSE PORQUE LOS ASTRƓLOGOS ASEGURABAN QUE NO ERA EL MOMENTO PROPICIO PARA EL ASCENSO DEL NUEVO PRINCIPE, NERƓN

Los manejos criminales de Agripina y su intención de colocar a su hijo en el trono habrĆ­an llegado a oĆ­dos de Claudio por medio de delaciones anónimas, posiblemente confirmadas por Narciso. Estos hechos hicieron reflexionar al emperador en el sentido de haberse equivocado con aquella boda y con la adopción de Nerón. Por eso no es de extraƱar que exclamase que «su destino era sufrir las maldades de sus esposas y despuĆ©s castigarlas». EncontrĆ”ndose luego con su hijo BritĆ”nico exclamó: «¡Crece y te darĆ© cuenta de todas mis acciones!», aƱadiendo en griego: «El que te ha herido, te curarĆ” tambiĆ©n». Estas frases llegaron a oĆ­dos de Agripina, quien, alarmada, decidió acelerar sus planes. 

LA MUERTE DEL EMPERADOR
Aprovechando que Claudio, enfermo, habĆ­a ido a Sinuessa (en la costa sur del Lacio) a tomar las aguas medicinales, Agripina preparó su plan con la colaboración de la cĆ©lebre envenenadora Locusta, encargada de buscar un veneno que perturbase la mente y alargase la muerte; el eunuco Haloto, gustator (catador) de Claudio, quien simularĆ­a que la comida no tenĆ­a peligro alguno; y el mĆ©dico Jenofonte. 

De regreso Claudio de su viaje, en el transcurso de un banquete le presentaron para incitar su gula un guiso de setas, su plato favorito, previamente envenenado, que el emperador comió sin recelo. 

Las versiones difieren de lo que pasó luego. Unas cuentan que el emperador murió al amanecer despuĆ©s de fortĆ­simos dolores. Sin embargo, la mĆ”s autorizada refiere que el veneno tan sólo produjo una fuerte descomposición intestinal. Agripina, aterrada ante el fracaso de su plan, acudió a Jenofonte, quien, con el pretexto de provocar el Vomito, tocó la garganta del emperador con una pluma impregnada en un veneno que acabó con su vida. 

Pero su muerte no se difundió de inmediato porque los astrólogos aseguraban que el momento no era propicio para el ascenso de un nuevo prĆ­ncipe. Mientras el Senado hacĆ­a rogativas por la salud del soberano, la emperatriz mandó cubrir las puertas de palacio con una fuerte guardia, retener a los hijos de Claudio y dar partes falsos sobre su salud. Por fin, el 13 de octubre del aƱo 54 se abrieron las puertas y dieron paso a Nerón, escoltado por la guardia pretoriana al mando de Burro. Los soldados lo aclamaron como nuevo emperador y el Senado emitió un decreto favorable. 

Nerón pronuncio el elogio fĆŗnebre de su padre adoptivo con un discurso preparado por SĆ©neca en el que exponĆ­a la antigüedad de sus antepasados, la felicidad del Estado romano durante su gobierno y los logros principales en polĆ­tica exterior, asĆ­ como su conocimiento en las artes liberales. El funeral fue magnĆ­fico porque Agripina quiso superar el lujo de las exequias de Augusto. A Claudio se le decretaron los honores divinos y se estableció su culto, y en Roma se le erigió un suntuoso templo, convirtiĆ©ndose su viuda en la principal sacerdotisa. Aunque, como apuntó Plinio el joven, quizĆ” la divinización de Claudio obedeció mĆ”s a una intención de burla que a la fe en sus mĆ©ritos divinos. 

La oposición de una parte de la sociedad romana, encabezada por el orden senatorial, incidió en la imagen negativa que de Claudio transmiten las fuentes escritas. Pero hoy dĆ­a -manteniendo en un segundo plano los problemas domĆ©sticos- su obra se valora de manera bastante positiva a partir de los descubrimientos arqueológicos y sus grandes realizaciones arquitectónicas, que desmienten categóricamente la supuesta incapacidad de este emperador maltratado por la historia. 





Autor :Luis Baena

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