1936 : Guerra civil española - Del golpe de estado a la guerra

11 de julio de 1936 , El periodista español Luis Bolín,ofrece gentilmente su mano a la estudiante inglesa de Artes Dorothy Watson para ayudarla a subir al avión. El avión, un biplano Dragon Rapide, matrícula G-ACYR, de la compañía Olley Air Services,impulsado por dos motores Gipsy Six de seis cilindros y doscientos caballos de potencia, despega del aeropuerto de Croydon, cercano a Londres.

Muchos años después, el historiador británico, católico, Douglas Jerold recordará las circunstancias de aquel vuelo que «contribuyó a salvar el alma de una nación».«Luis Bolín y el ingeniero De la Cierva me citaron para almorzar en Simpson's.(El tradicional restaurante del Strand.)

»—Necesito un hombre y dos rubias platino para volar mañana a África —dijo Bolín.»—¿Tienen que ser realmente dos? —pregunté, y al oírlo, Bolín se volvió triunfante hacia De la Cierva.»—Te dije que lo haría.«Telefoneé a mi amigo Hugh Pollard, comandante retirado:»—¿Podrás volar mañana a África con dos chicas? —le pregunté.»Y escuché la respuesta que esperaba oír:»—Depende de las chicas.»

Con su potente rugido de motores, el avión se interna entre las nieblas del canal de la Mancha.Lo pilota Cecil W. H. Bebb, aviador veterano de la primera guerra mundial, con un mecánico y un telegrafista. En los asientos traseros Luis Bolín, Hugh Pollard, su hija Diana y la amiga de ésta, Dorothy Watson.Se supone que es un grupo de turistas ingleses que van a realizar un viaje de placer por las islas Canarias.

Francisco Franco
En realidad, el vuelo encubre una misión secreta: suministrar al general Franco un medio de transporte rápido para trasladarse desde Las Palmas de Gran Canaria al protectorado de Marruecos. El general va a capitanear el ejército de África sublevado contra la República Española.

Aterrizan en el aeropuerto de Burdeos, donde los espera el marqués de Luca de Tena. Mientras el resto de la tripulación y los pasajeros estan en la cantina , Luca de Tena, Bolín y el piloto trazan el plan de vuelo. Atardece. El Dragon Rapide despega de nuevo rumbo al sur.

En las ciudades es un secreto a voces que se está preparando una insurrección militar capitaneada por una Junta de Generales y secundada por los militares derechistas de la Unión Militar Española (UME)


Consciente del peligro golpista, el presidente de la República, Manuel Azaña, ha alejado de Madrid a los generales más peligrosos: Franco, a Canarias; Goded, a las Baleares; Mola, a Pamplona. Pero esa medida no impide que la conspiración militar crezca como una tela de araña tejida diestramente por Mola.el Director,como firma los comunicados que envía a los conspiradores.

Nadie espera la guerra, pero todos aguardan un golpe de Estado del ejército contra el gobierno.

Tiempo después, Gerard Brenan reflexiona: «Desde mediados de junio, todo el mundo, excepto el gobierno, parecía enterado de que los militares planeaban una sublevación.»Los militares africanos están soliviantados con las reformas de la «ley Azaña», que amenazan sus ascensos, sus condecoraciones, sus pagas y sus privilegios.

Manuel Azaña
Azaña está empeñado en reformar al ejército que ha ganado sus privilegios en la desastrosa guerra de Marruecos. Azaña pone al ejército patas arriba: los veintiún mil oficiales se reducen a ocho mil; las dieciséis divisiones, a ocho.

La remodelación de Azaña anula muchos ascensos otorgados a militares africanistas durante la Dictadura de Primo de Rivera que precedió a la República. Azaña no se atreve a aplicar la reforma con todas sus consecuencias, pero, en cualquier caso, el malestar en el ejercito es evidente.

El general Franco escapa a la degradación hasta teniente coronel(como habría exigido la aplicación estricta de la ley), pero desciende quince puestos en la escala de los generales de brigada (43 generales en total).

Aliada de los militares golpistas es una derecha conservadora formada por monárquicos, terratenientes, oligarquía financiera e industrial y caciques. Y aliada de todos ellos, la Iglesia, que se ve amenazada despues de los recientes altercados , quema de iglesias y la ley de reforma educativa.

Manuel Goded Llopis 
Los militares conjurados se reúnen en marzo para decidir quién ostentará el mando supremo.Los idóneos parecen Franco o Goded, pero es evidente que ninguno de los dos aceptará subordinarse al otro. Por otra parte, Franco se muestra bastante tibio y elusivo. El general gallego evita comprometerse francamente. En esta tesitura, los generales designan a Sanjurjo, «el héroe del Rif», un general que fracasó dos años antes en un golpe de Estado y desde entonces vive exiliado en Lisboa.

Los conspiradores cuentan, además, con importantes apoyos civiles los conservadores, la mayoria de católicos y el joven partido fascista Falange Española, cuyo líder, José Antonio Primo de Rivera, está encarcelado en Alicante por tenencia ilícita de armas.

En abril, Mola envía a los conspiradores la Instrucción Reservada Número Uno: «las circunstancias gravísimas que atraviesa la nación (...) el gobierno prisionero de las organizaciones revolucionarias (...) situación caótica (...) sólo se puede evitar mediante acción violenta». La acción debe ser «en extremo violenta (...) conquistado el poder se instaurará la dictadura militar».

Tres semanas después, Mola envía la Instrucción Reservada Número Dos: la rebelión podría fracasar en Madrid; por lo tanto, será esencial que las divisiones del Norte (Zaragoza, Burgos-Pamplona y Valladolid) envíen refuerzos lo antes posible a la capital de España para socorrer a las guarniciones sublevadas. Las milicias de la trama civil se apoderarán de los pasos de Somosierra y los mantendrán abiertos para que las columnas de auxilio puedan llegar sin contratiempos a Madrid y la ocupen como Mussolini ocupó Roma unos años antes en su célebre marcha.

Cuando falta un mes para el golpe de Estado, las voluntades de los golpistas distan mucho de ser unánimes. Algunos titubean ante la perspectiva de comprometerse en un viaje sin retorno que pondrá en peligro sus carreras y sus vidas. Si el golpe fracasa pueden acabar como Sanjurjo,malviviendo en el exilio o, peor aún, ante un pelotón de fusilamiento. Además, no están seguros de lo que harán con el poder una vez que se lo arrebaten al gobierno. ¿Acaso volver a la monarquía?Tres de los generales golpistas, Mola, Queipo y Goded, son más republicanos que monárquicos.

En realidad no piensan acabar con la República sino imponer un gobierno militar provisional que reconduzca al país por la senda conservadora. Pero otros generales golpistas son monárquicos y aspiran a restaurar a Alfonso XIII en el trono.
Serrano Suñer
Por esas fechas, el diputado derechista Calvo Sotelo pregunta a su correligionario Serrano Suñer, cuñado de Franco: —¿En qué piensa tu cuñado? ¿Qué hace? ¿No se da cuenta de cuáles son las cartas?Franco, que es (moderadamente) aficionado al naipe, sabe perfectamente cuáles son las cartas.Tanto, que está jugando con dos barajas mientras se aclara el panorama y decide de qué lado quedarse. El 23 de junio le escribe al presidente del Gobierno. Con calculada ambigüedad, el gallego se ofrece para calmar «el grave estado de inquietud» del ejército, que crece día a día debido a malentendidos y desencuentros con el gobierno.Serrano Suñer, buen conocedor de Franco, le responde a Calvo Sotelo: —Mi cuñado no hará nada que lo comprometa, estará siempre en la sombra porque es un cuco. Pero el alzamiento seguirá adelante con o sin Franquito.

En las salas de banderas de los cuarteles se propalan rumores. La sublevación es inminente: Navarra se rebelará el 12 de julio y África el 14. Finalmente, la sublevación se aplaza al día 17 a las cero horas. Unos días antes uno de los conjurados, el general Kindelán, le preguntó a Franco si estaba dispuesto a participar en el alzamiento y sólo recibió una respuesta ambigua, sí pero no. No obstante, Mola está convencido de que Franco sé sumará a última hora, cuando compruebe que la cosa va en serio y no se queda en la patochada de Sanjurjo, dos años atrás.

Hay que proporcionarle los medios para que se traslade rápidamente de las Canarias a Teman, donde deberá capitanear el ejército de África.

El marqués de Luca de Tena, dueño del diario ABC, telefonea a Luis Bolín, su corresponsal en Londres, y le encomienda que se procure un avión. Bolín, tras consultar el caso con el ingeniero aeronáutico De la Cierva, alquila un Dragon Rapide aparentemente para un viaje de placer por Casablanca, Canarias y Marruecos. Financia la operación el multimillonario Juan March, que desde hace tiempo sufraga a los golpistas desde su exilio de Biarritz. Alguien había profetizado: «O la República acaba con March, o March acabará con la República.»
Luca de tena - Bolin - De la Cierva - March

Domingo, 12 de julio 1936
El Dragon Rapide aterriza en el aeródromo militar de Espinho, Lisboa. Bolín se entrevista con José Sanjurjo, el general que capitaneará la sublevación. El avión despega para su último vuelo del día.

Alfredo Kindelan
El general Alfredo Kindelán recibe la respuesta de Franco a su último telegrama en el que lo instaba, una vez más, a comprometerse con el alzamiento: «Geografía poco extensa», dice el texto. O sea, que el Franco sigue dando largas y no se compromete con la rebelión. Hay que comunicárselo al Director.

Kindelán le entrega el telegrama a Elena Medina, joven enlace de los conspiradores. Ella se lo cose en el forro del cinturón y parte para Pamplona.

Mientras el Dragon Rapide aterriza en el aeródromo de Casablanca anochece en Madrid.

En la calle de Augusto Figueroa, el teniente de la Guardia de Asalto José Castillo sale de su domicilio para dirigirse al cuartel de Pontejos, junto a la Puerta del Sol, donde instruye a las jóvenes milicias socialistas.

Cuando Castillo alcanza la esquina de la calle de Fuencarral ,Alfonso Gómez Cobián dispara sobre el teniente su pistola ametralladora. Herido de muerte, en un taxi trasladan a Castillo al equipo quirúrgico de la calle de la Ternera, donde certifican su muerte. Una de las balas se le ha alojado en el corazón.
Jose Castillo - Calvo sotelo

La capilla ardiente del teniente se instala en la Dirección General de Seguridad. A escasos metros, en el cuarto de banderas del cuartel de Pontejos, algunos compañeros y correligionarios del finado se conjuran para asesinar a algún significado derechista esa misma noche.

A las órdenes de Fernando Condes, capitán de la Guardia Civil que viste de paisano, sacan del garaje la camioneta número 17. El guardia Orencio Bayo la conduce a través de las calles.

La víctima designada es el líder monárquico Goicoechea, pero no lo encuentran en su casa. Entonces se dirigen al domicilio del líder derechista Gil-Robles. También está ausente. Cuando transitan por la calle de Velázquez, uno de los guardias recuerda que allí cerca vive Calvo Sotelo.

Aparcan la camioneta junto a la acera, en el número 89. En el portal, una pareja de policías monta guardia. En, el cuarto piso vive Calvo Sotelo con su familia. El capitán Condes se identifica ante los guardias del portal.Condes y sus acompañantes, los guardias José del Rey, Victoriano Cuenca y otros dos de uniforme, suben al piso del político. Condes pulsa el timbre. La doncella abre la puerta.
—¿El diputado Calvo Sotelo?
—El señor está durmiendo.
—Pues despiértele. Venimos a hacer un registro de parte de la Dirección General de Seguridad. lo despiertan. Calvo Sotelo se pone un batín negro sobre el pijama y sale al recibidor.
El capitán Condes le muestra el carnet que lo acredita como capitán de la Guardia Civil.
—¿Un registro a estas horas? —se extraña el político—. En fin, permítanme que prevenga a mi mujer para que no se alarme.
Calvo Sotelo se asoma al balcón del comedor y pregunta a los guardias de la calle si realmente es la policía la que está a su puerta. Los guardias se lo confirman. Ve, además, la camioneta de la Guardia de Asalto.
Los guardias registran someramente el piso.
—Tiene que acompañarnos a la Dirección General de Seguridad —le advierte Condes.
—Eso ya no —se resiste Calvo Sotelo—. Ningún ciudadano puede ser detenido sin una orden de la autoridad competente; pero yo, además, gozo de inmunidad parlamentaria como diputado. Para detenerme es necesario que un juez pida un suplicatorio a las Cortes y que éstas lo concedan.

Calvo Sotelo intenta utilizar el teléfono, pero un guardia arranca el cable de un tirón.Se terminaron las contemplaciones. Calvo Sotelo comprende. Escoltado por los guardias, el diputado sale a la calle. Antes de subir a la camioneta dice adiós con la mano a su esposa, que presencia la escena desde un balcón. Después se sienta donde le indican, en el tercer banco del vehículo, entre dos guardias.
Condes se acomoda junto al conductor y le ordena:
—¡A la Dirección General de Seguridad!
En el cruce de la calle de Ayala, el pistolero Victoriano Cuenca, que se ha situado detrás de Calvo Sotelo, empuña su pistola Astra del 9 largo y le descerraja un tiro en la nuca. Cae Calvo Sotelo hacia la derecha. El pistolero se inclina sobre él y le dispara una segunda bala.
—¿Eso ha sido un tiro? —inquiere el conductor.
Los otros guardan silencio.
—Ahora, al cementerio del Este —ordena Condes.
En el camposanto, los asesinos entregan el cadáver a dos vigilantes del cementerio.
—Lo hemos encontrado en la calle.

Mientras tanto, la familia del secuestrado está telefoneando a amigos y correligionarios para denunciar la detención del líder. En la Dirección General de Seguridad niegan haber enviado a un grupo de guardias para detenerlo.Pasan todavía unas horas antes de que se esclarezca lo ocurrido. Finalmente se divulga la noticia: han asesinado a Calvo Sotelo.

—Este atentado significa la guerra —comenta desolado Martínez Barrio.

Sigue un largo y tenso día de conciliábulos y reuniones. El general Mola envía mensajes cifrados fijando el alzamiento para el día 17 en Marruecos y el 18 y el 19 en la Península.

Martes, 14 de julio 1936
A media mañana entierran al teniente Castillo en el cementerio civil. Decenas de camaradas rodean el féretro puño en alto, en medio de un impresionante silencio roto solamente por los lamentos de la viuda.

Por la tarde entierran a Calvo Sotelo en el cementerio católico, al otro lado de la tapia, entre gritos indignados de sus correligionarios, que abuchean a los parlamentarios presentes.

Dos Españas separadas por una tapia.

Miércoles, 15 de julio 1936
En las Cortes se celebra un tenso debate parlamentario. El diputado socialista Indalecio Prieto interroga al capitán Condes sobre su participación en el asesinato de Calvo Sotelo. Condes la admite, «abrumado por la vergüenza, la desesperación y el deshonor», y se confiesa al borde del suicidio. Un mes más tarde, Condes moriría defendiendo los pasos de Somosierra en compañía de Victoriano Cuenca, el pistolero que disparó contra Calvo Sotelo.

Jueves, 16 de julio
Santa Cruz de Tenerife. Diez de la mañana
El comandante Hugh Pollard, el amigo de Bolín llegado en el Dragon Rapide, visita al doctor Luis Gabarda en la clínica Costa.
—Galicia saluda a Francia —le dice.
Es la consigna que indica que el avión de Franco ha llegado.

A la misma hora, el general Amadeo Balmes, comandante militar de Gran Canaria, muere de un balazo en el estómago al cargar su pistola durante un ejercicio de tiro. Ésa es la explicación oficial.

Emilio Mola
Anochece. El Tercer Tabor (batallón) del Quinto Grupo de Regulares de Alhucemas camina silenciosamente por el desierto. Pernoctarán en la alcazaba de Snada y en cuanto claree el día marcharán sobre Melilla y ocuparán la estación telegráfica y telefónica de Villa Sanjurjo. Es el primer acto de guerra.
Mola medita en un despacho del Gobierno Militar de Pamplona ,La sublevación está en marcha. El alzamiento es ya irreversible.Sin embargo, las noticias procedentes de las guarniciones de Madrid y Barcelona son descorazonadoras. Se confirma su sospecha: el alzamiento fracasará en las dos ciudades más importantes del país.

Viernes, 17 de julio
Mola madruga. Confirma el alzamiento mediante telegramas cifrados a Franco, a Sanjurjo y al teniente coronel Seguí, su enlace en Melilla.

La asistencia a los funerales y entierro del general Amadeo Baimes suministra a Francisco Franco un pretexto excelente para trasladarse de Santa Cruz de Tenerife a Las Palmas, donde lo aguarda el Dragon Rapide en el aeropuerto de Gando.

La noche anterior Franco ha enviado a su familia a Las Palmas a bordo del barco correo Viera y Clavijo. Integran la expedición doña Carmen, su hija; el primo y ayudante de Franco, teniente coronel Franco Salgado-Araujo; el comandante Martínez Fuset, y cinco escoltas.

Mientras tanto, en Melilla, los sublevados arrestan al delegado gubernativo y destituyen a los jefes leales al gobierno. Unidades rebeldes ocupan Capitanía y el resto de los edificios oficiales.

Madrid A las seis y media de la tarde, el coronel Hernández Saravia penetra en el despacho del secretario del presidente de la República, Santos Martínez Saura, en el palacio de Oriente.
—¡Santos, los militares se han sublevado en Melilla! ¡Hay que comunicárselo al presidente!

Manuel Azaña está en la quinta de El Pardo, su palacete de veraneo en la Casa de Campo. De pronto, al secretario lo asalta la sospecha de que puedan secuestrarlo allí. Hace días, unos cuantos militares sospechosos estuvieron comprobando una hipotética avería de la radio. Quizá espiaban el funcionamiento de los servicios de seguridad en el entorno presidencial. Azaña comprende que debe trasladarse cuanto antes a Madrid. La quinta ha dejado de ser un lugar seguro para él y para su familia. Recogen a su esposa, doña Dolores, que visitaba a unos sobrinos en el Paular de Guadarrama.

Atropelladamente, la familia del presidente y el servicio se trasladan a Madrid, al Palacio Real o de Oriente, que ahora se llama Palacio Nacional.

Dos horas después, en el palacio, el presidente Azaña se reúne con el jefe de Gobierno, Casares Quiroga, y con los líderes de los partidos políticos fieles a la República, Prieto, Largo Caballero, Martínez Barrio y otros.

—¡Te advertí del cuartelazo! —espeta Azaña a Casares—. ¡Ya lo tenemos!

Casares Quiroga calla. Quizá recuerde ahora la salida que tuvo con unos periodistas que, ya de noche, le preguntaban sobre las posibilidades de un golpe de Estado:
—¡Ustedes me aseguran que se van a levantar los militares! Muy bien, señores, que se levanten.
Yo, en cambio, me voy a acostar.

En el Campo del Moro se detienen unos autobuses municipales de los que desciende un destacamento de la Guardia Civil enviado para proteger al presidente.

El gobierno discute la situación sin llegar a ningún acuerdo. Las tropas de Madrid quedan acuarteladas, en tensa espera.

Franco se hospeda en el hotel Madrid de Las Palmas. A las tres y pico de la madrugada, un oficial de la vecina Comandancia le entrega el radiograma del general Mola.

Es la señal. Franco se ha afeitado el bigote. Viajará de incógnito con el pasaporte diplomático de José Antonio Sangróniz, que no tiene bigote. Abandona el hotel (olvida pagar la factura) y se hace cargo del mando.

Los rebeldes han ocupado los puestos clave del archipiélago. Se recibe una llamada del subsecretario de la Guerra, que Franco ignora. Cuando amanece, Franco envía a Melilla un radiograma: «Gloria al heroico Ejército de África. España sobre todo. Recibid saludo entusiasta de estas guarniciones que se unen a vosotros y demás compañeros de la Península en estos momentos heroicos. Fe ciega en el triunfo. Viva España con honor. General Franco.»

A media mañana, Franco deja a su familia y acompañantes a bordo del barco que los trasladará a Francia. Después, de paisano, embarca en un remolcador que lo lleva al aeródromo de Gando, donde aguarda el Dragon Rapide.

El mecánico acaba de revisar y engrasar el motor. Listos para partir. Acompaña a Franco el general Luis Orgaz.

El Dragon Rapide reposta en Agadir y desde allí se dirige a Casablanca, donde pernocta la noche del día 18. Antes de que amanezca, en medio de una niebla algodonosa, el aeroplano despega, para aterrizar, ya de mañana, en el aeródromo de Tetuán.

Franco le ordena al piloto que efectúe una pasada volando bajo. Sobre la pista reconoce al coronel Sáenz de Buruaga, sonriente y relajado, rodeado de legionarios.

Sí, parece que el aeródromo está en manos de los rebeldes. Franco le ordena a Bebb que aterrice.Unas horas después el general se reúne en Ceuta con el consejo de jefes para discutir la situación.

Franco y el resto de generales coinciden en que lo más urgente es arbitrar los medios para transportar las tropas africanas a la Península, el paso del Estrecho.

En alta mar, cinco petroleros de la Texaco norteamericana, que traen gasolina para la CAMPSA,reciben la orden de alterar el rumbo y dirigirse a puertos dominados por los sublevados. La orden ha partido del dirigente de la compañía Torkid Rieber, noruego nacionalizado estadounidense que mantiene contactos con el millonario Juan March. Algunos directivos de la compañía objetan sobre la solvencia de los rebeldes, pero Rieber los tranquiliza: «Dont worry about payment»(No se preocupen del pago).

En total, la Texaco enviará a Franco, a lo largo de la guerra, dos millones de toneladas de gasolina valoradas en seis millones de dólares.Una guerra moderna se hace con acero y gasolina. Ya tienen la gasolina.

Sábado, 18 de julio 1936

Sevilla dos de la madrugada. Un telegrama cifrado de Madrid anuncia la llegada de tres aviones que repostarán y cargarán bombas en la base aérea de Tablada. La escuadrilla va a bombardear a los rebeldes de África.Uno de los oficiales de la base, partidario de los rebeldes, el capitán Carlos Martínez Vara del Rey, entretiene la espera en el bar de oficiales.

Cuando aterriza el primer avión, un DC-2 civil requisado por la República, y comienza a cargar las bombas, Vara del Rey se acerca en su coche particular, le arrebata el mosquetón a uno de los centinelas y, apoyado en el capó del automóvil, la emprende a tiros con los motores del avión. Los tripulantes desenfundan sus pistolas y repelen la agresión. Vara del Rey, herido, se refugia en el bar de suboficiales. El comandante de la base,Martínez Estévez, lo rescata y lo arresta.

A media mañana, el general Villa Abrile, jefe de la Segunda División con sede en Sevilla, se reúne con sus jefes en el cuartel de la división para discutir los últimos acontecimientos. Villa Abrile se manifiesta leal a la República. Antes, los conspiradores, dirigidos por el comandante José Cuesta Monereo, han introducido al general golpista Queipo de Llano en el cuartel sin que nadie lo advierta, y lo han ocultado en la habitación de soltero del capitán Manuel González Flórez,falangista.

Queipo de llano
En la reunión, el comandante Cuesta y otros oficiales se insubordinan contra el general Villa Abrile y se manifiestan partidarios de la rebelión militar. Mientras discuten con el general, el capitán González Flórez avisa a Queipo de Llano que es el momento de intervenir. Queipo acude ante Villa Abrile, quien, al verlo, pregunta airado: —Tú, ¿qué haces aquí?Queipo, pistola en mano, destituye al general Villa Abrile y a los oficiales fieles al gobierno,decreta la ley marcial y toma el mando de las tropas.

El capitán Alfonso Ortí Meléndez-Valdés, falangista, ocupa la Maestranza de Artillería, donde se almacenan más de veinticinco mil fusiles y decenas de ametralladoras. Cuando los milicianos de Triana acuden en busca de las armas, los reciben a tiros: once muertos y docenas de heridos.Por la tarde, las tropas sublevadas se enfrentan a la Guardia de Asalto que custodia el edificio de la Telefónica y el hotel Inglaterra, junto al Gobierno Civil, en el centro de la ciudad. Tras cinco horas de tiroteo, en las que los rebeldes cañonean la Telefónica y el hotel Inglaterra, el gobernador republicano se rinde.

Anochece. Queipo de Llano, ya dueño de la situación, se dirige por radio al pueblo de Sevilla. El general golpista exagera las fuerzas de las que dispone para amedrentar a los miles de milicianos que pululan por los barrios de la capital, mucho pico y pala, muchas barricadas, pero pocos fusiles.

Queipo de Llano telefonea a la base de Tablada e insta a su jefe, Martínez Estévez, a sumarse a la rebelión. El jefe de la base, comprendiendo que Sevilla está en manos de los sublevados, opta por arrestarse él mismo y cede el mando de Tablada a su inmediato inferior, Azaola, que está con los rebeldes.

Al día siguiente comienzan a llegar legionarios de África en el primer puente aéreo de la historia, inaugurado con dos aviones Fokker y un Dornier españoles. No son muchos, pero los suficientes para reducir, en los días que siguen, a los milicianos de Triana y los barrios del norte de la ciudad.

En toda España se preguntan: ¿qué hace el gobierno?El gobierno lleva meses esperando la cuartelada, pero, a pesar de ello, se queda paralizado como el gazapo enfrentado a la fría mirada de la serpiente un segundo antes de que lo engulla.«El Gobierno, aterrado, gira sobre sí mismo» (Martínez Barrio). Las noticias de las sucesivas sublevaciones de las guarniciones de las provincias caen como mazazos en Madrid.

Años más tarde Azaña recordará: «El Estado se derrumbó el 17 de julio, el ejército desapareció,las armas, o no las había o fueron a donde no deberían estar; la autoridad gubernativa era por todas partes trabada y combatida y desobedecida (...) el que más y el que menos engrasaba el coche para fugarse.»Los sublevados dominan algunas capitales andaluzas (Cádiz, Jerez, Granada, Huelva y Córdoba). Las bases navales de Cádiz y El Ferrol están en manos de los rebeldes, pero Cartagena permanece fiel al gobierno, así como la mayor parte de la escuadra.

Santiago Casares Quiroga
A media tarde, los representantes de los partidos del Frente Popular se reúnen en un despacho del Ministerio de la Guerra, tomado por oficiales de la UMRA. Se discute la conveniencia de armar a las milicias del pueblo.El jefe del ejecutivo, Santiago Casares Quiroga, dimite aquella noche. Lo abruma la responsabilidad de no haber tomado medidas más severas para evitar la insurrección. Se une a las tropas que marchan al Alto del León para cortar el paso a los sublevados que previsiblemente marcharán contra Madrid

Azaña inicia las consultas para formar un nuevo gobierno. Va a ser una noche muy larga. Prieto rechaza el ofrecimiento de Azaña. Su aceptación complicaría la política interna del partido socialista, escindido en dos tendencias.

Azaña encarga al moderado Diego Martínez Barrio la formación de un gobierno centrista que atempere los ánimos de las izquierdas y de las derechas, un gobierno que integre a cuantos partidos respetan la Constitución «desde las derechas republicanas a los comunistas». Con este gobierno ideado para amansar a la derecha, Martínez Barrio se dirige a los sediciosos para que reconsideren su actitud. Telefonea al general Mola. —General, me han encargado que forme gobierno y he aceptado. Solamente me mueve una consideración: la de evitar los horrores de una guerra civil. Usted, por su historial y por su posición, puede contribuir a esa tarea. (...) —Con el Frente Popular vigente, con los partidos activos, con las Cortes abiertas, no hay, no puede haber, gobierno alguno capaz de restablecer la paz social, de garantizar el orden público y de reintegrar a España a su tranquilidad —responde el general. —Con las Cortes abiertas y el funcionamiento normal de todas las instituciones de la República estoy yo dispuesto a conseguir lo que usted cree imposible. Pero el intento necesita de la obediencia de los cuerpos armados (...) espero que en este camino no me falte su concurso. —No, no es posible, señor Martínez Barrio. —¿Mide usted bien la responsabilidad que contrae? —Sí, pero ya no me puedo volver atrás (...) es tarde, muy tarde. —No insisto más. Lamento su conducta que tantos males acarrea a la patria y tan pocos laureles a su fama. —¡Qué le vamos a hacer! Es tarde, muy tarde...Y cuelgan.
Diego Martinez Barrio

Martínez Barrio telefonea a Largo Caballero, que le manifiesta también que ya es tarde para componendas. Ha llegado el momento de dirimir las diferencias por las armas.El general Cabanellas, al que Martínez Barrio ruega que no se una a los sublevados, le responde:«No hay nada que hacer.»Mientras tanto se producen manifestaciones callejeras contra el gobierno propuesto por Martínez Barrio, al que motejan de «traidor, vendido y fascista enmascarado». Martínez Barrio, desolado,dimite.

Azaña, después de una noche de intensas consultas y componendas, nombra nuevo jefe de gobierno a su amigo y correligionario José Giral, prestigioso químico que ha sido diputado y ministro de Marina.

Y se emite un decreto : —«Quedan licenciadas las tropas cuyos cuadros de mando se han colocado frente a la legalidad republicana.»

La situación se le ha escapado de las manos al gobierno. Una rebelión militar requiere una solución militar, pero el gobierno no se fía de la parte del ejército que permanece fiel. ¿Fiel por cuánto tiempo? Disuelve las unidades en las que algún oficial se haya puesto de parte de los rebeldes, que son casi todas, y reparte armas al pueblo para que forme sus propias milicias y defienda el orden constitucional.

El gobierno confía la defensa del orden constitucional a las milicias sindicales e izquierdistas. Sólo en Madrid setenta y dos mil fusiles van a parar a las manos del pueblo, sin control del gobierno.

Además de milicianos, se arman delincuentes y marginados sociales a los que sólo mueve el afán de venganza y la codicia de los bienes de los ricos. De pronto, miles de milicianos exaltados, sin formación militar,tienen a su disposición los medios para dirimir a lo vivo la lucha de clases.
José Giral Pereira

Giral no sólo fía en el heroísmo del pueblo en armas. La misma noche del 19 de julio envía un telegrama a Léon Blum, presidente francés: Hemos sido sorprendidos por un golpe militar peligroso. Os pedimos que nos ayudéis inmediatamente con armas y aviones. Fraternalmente vuestro, Giral

Las instrucciones del Director, el general Mola, son ocupar los centros de gobierno usando«tanta violencia como sea menester», pero los sublevados de Madrid, que no las tienen todas consigo, se limitan a concentrarse en el cuartel de la Montaña y en el campamento de Carabanchel,en una modosa actitud más cercana a la desobediencia civil que a la rebelión militar.Mientras tanto, los oficiales leales al gobierno, más decididos, ocupan las dependencias del Ministerio de la Guerra y otros edificios oficiales, entre ellos la estación de radio de la Marina, sita en la Ciudad Lineal. Desde allí, el oficial radiotelegrafista Benjamín Balboa cursa un comunicado ala flota denunciando las intenciones golpistas de gran parte de los jefes. La marinería, que está muy infiltrada de células anarquistas y comunistas, se amotina, se declara fiel a la República, detiene a los oficiales y a muchos los asesina.

En el acorazado Jaime I se forma un comité de la Compañía de Navío que se amotina cuando navegan a la altura del cabo de Montego. En el intercambio de disparos entre los oficiales y los amotinados mueren dos oficiales. El comité, ya dueño del barco,informa al Ministerio de Marina y pide instrucciones: «¿Qué hacemos con los cadáveres?»La respuesta no tarda en llegar: «Con respetuosa solemnidad den fondo a los cadáveres anotando situación.»En los otros barcos ocurre algo parecido. En su mayoría quedan en el lado republicano, pero desprovistos de mandos y técnicos. Esta carencia de oficiales afectará al funcionamiento de la escuadra republicana durante la guerra.

Mientras tanto, en Madrid, los milicianos estrenan sus flamantes fusiles tiroteando el cuartel de la Montaña. Los reveldes sitiados en el edificio devuelven el fuego desde las ventanas. El paqueo no cesa por la noche.

(La expresión paqueo alude a los disparos de fusil aislados, generalmente provenientes de un francotirador o paco. La expresión se acuñó en la guerra de África para designar a los moros que se emboscaban durante horas para disparar de lejos a los soldados españoles. En aquellas barrancas desoladas, el disparo sonaba: pa y el eco co, de donde paco).

Mientras un altavoz insta a los rebeldes a la rendición, un avión sobrevuela el cuartel y arroja octavillas con el mismo mensaje. Cuando amanece, los sitiadores cañonean el edificio con tres piezas que manejan diestramente los artilleros Antonio y Gabriel Vidal, padre e hijo. Un obús penetra en el centro de mando y hiere al general Fanjul, cabeza de la rebelión. En las calles adyacentes, la gente vitorea a tres carros de combate que aparecen para reforzar a los sitiadores.

La resistencia continúa, pero la moral de los sublevados decae. Se producen enconadas discusionesentre los que quieren rendirse y los que se obstinan en resistir persuadidos de la inminente llegada de las columnas de Mola. Después de otra noche de paqueos, al amanecer, los partidarios de la rendición agitan banderas blancas en algunas ventanas.Los milicianos prorrumpen en vivas. Los más entusiastas abandonan sus parapetos y corren a ocupar el cuartel, pero son abatidos a tiros desde las ventanas.

Los partidarios de prolongar la resistencia no han advertido las banderas blancas o acaso han preferido ignorarlas. Los milicianos se creen víctimas de una innoble celada. Cunde la ira. Horas más tarde se rinde el cuartel, esta vez definitivamente. Los sitiadores irrumpen furiosos y vengan a sus muertos asesinando a unos doscientos cincuenta sublevados. Una de las fotografías más impresionantes de la guerra es la del patio del cuartel sembrado de cadáveres en la mañana del día 21 de julio.

El capitán republicano Orad de la Torre recorre el cuartel tomado. En una de las dependencias encuentra a varios oficiales sentados. «A la cabecera, un comandante con el corazón atravesado por un balazo. Los otros, desplomados sobre sus sillas con heridas parecidas. Supuse que al ver elcuartel perdido se habían sentado y se habían suicidado. Conocía a algunos, compañeros míos de armas...»

Vítores en el patio. En una de las dependencias de la Montaña, los milicianos han encontrado un depósito de cuarenta y cinco mil cerrojos, los que faltaban a los fusiles almacenados en el parque. Cunde la euforia y la fe en el triunfo.En cuanto al otro cuartel sublevado, el campamento de Carabanchel, los militares leales se rebelan contra los rebeldes y los reducen.

En Barcelona, la Guardia de Asalto y la Guardia Civil, fieles a la República, aplastan la rebelión con ayuda de las milicias de la CNT. Los líderes anarquistas Durruti, Sanz y García Oliver, vencedores de la jornada, irrumpen con sus ropas sudadas, sus botas polvorientas y sus armas aún calientes en el lujoso despacho del presidente de la Generalitat, Lluís Companys, líder de un partido republicano burgués.Companys les ofrece asiento y va directo al grano en un calculado golpe de efecto: —Sois los dueños de Barcelona y de Cataluña... la habéis conquistado y todo es vuestro. Si no me necesitáis o no me queréis como presidente de Cataluña decídmelo en seguida. Si creéis que en mi puesto, con los hombres de mi partido, mi nombre y mi prestigio, puedo ser útil en la lucha... podéis contar conmigo y con mi lealtad como hombre y como político.Los anarquistas, que esperaban que el político burgués se aferrara a la poltrona, se miran sorprendidos. No sabrían qué hacer con el poder que han conquistado. Llevan toda la vida despotricando contra los gobiernos, ¿cómo van a formar ellos un gobierno? Mejor dejar al que hay, que administre.
Comité de Milicias Antifascistas
Confirmado en su puesto, Companys les imparte un cursillo acelerado de alta política. Lo que ahora interesa a la revolución es que los anarquistas se unan al Frente Popular (al que nunca antes pertenecieron) y creen todos juntos un Comité de Milicias Antifascistas para encauzar la revoluciónal tiempo que se defiende a la República. Los anarquistas dicen amén.

En Galicia triunfa el alzamiento. En la base naval de El Ferrol, los marineros que intentan impedir la rebelión terminan colgados de las vergas.En Oviedo, el comandante Aranda, un gordito de aspecto insignificante, se finge leal a la República y persuade a los mineros concentrados en la capital para que se embarquen en un tren que saldrá inmediatamente en ayuda de Madrid. Cuando el tren traspone, arroja la careta bonachona y se une a la rebelión militar.

En San Sebastián, los militares sublevados se refugian en el hotel María Cristina,rodeado por fuerzas leales.En Pamplona, los requetés se concentran con sus uniformes y sus boinas rojas en la plaza del Castillo. Suenan los compases del Oriamendi coreado por los voluntarios:
Por Dios, la Patria y el Rey Carlistas con banderas, Por Dios por la Patria y el Rey Carlistas aurrerá Lucharemos todos juntos, Todos juntos en unión, Defendiendo la Bandera De la Santa Tradición. Cueste lo que cueste Se ha de conseguir Que venga el rey muy pronto A la corte de Madrid...
El rey al que se refieren no es Alfonso XIII, sino el pretendiente carlista, la otra rama de lafamilia desposeída del trono hace cien años.

En Aragón se subleva Cabanellas, el general de la barba blanca, decano del ejército.

La costa mediterránea, desde Francia hasta Málaga, se mantiene leal a la República.

En Andalucía, una columna de diez o doce camiones de milicianos procedentes de Huelva, se dispone a recuperar Sevilla. A las puertas de la ciudad, en la Pañoleta, caen en una celada que les tienden los rebeldes. Alcanzada por los disparos estalla la dinamita que transportan. Un camión vuela por los aires. Los milicianos huyen aturdidos,dejando muchos muertos en el campo. Los rebeldes hacen setenta prisioneros, que fusilarán días después tras Consejo de Guerra sumarísimo.

En el resto de España, el golpe militar ha fracasado. Los sublevados mantienen algunas posiciones, pero su situación es apurada. Las principales ciudades, Madrid, Barcelona, Valencia,Bilbao, se mantienen fieles al gobierno.

La única esperanza de los golpistas reside en las tropas deÁfrica, la élite del ejército español, cuarenta mil soldados curtidos en las guerras de Marruecos.Pero con la mar por medio y la escuadra en manos de la República, el transporte de esas tropas a la Península no parece factible.

Franco no pierde el tiempo. Hay que solicitar ayuda a los países que pueden simpatizar con la causa rebelde. El 19 de julio Luis Bolín regresa a la Península en el Dragon Rapide con un mensaje autógrafo de Franco. La lista de la compra, escrita en un folio con el membrete del aeródromo de Tetuán, expresa por sí misma la urgencia de la petición:
Autorizo a don Luis Antonio Bolín para gestionar en Inglaterra, Alemania o Italia la compra urgente para el Ejército español no marxista de aviones y material.Tetuán, 19 de julio de 1936. El General Jefe, Francisco Franco
Interesados en 12 bombarderos y tres cazas con abundante provisión de bombas de 50, 100 y500 kilos.

Bolín hace escala en Lisboa y se entrevista con el general Sanjurjo en Estoril. El general, que está haciendo las maletas para volar a España a encabezar la rebelión, añade de su puño y letra en la misiva de Franco:
Conforme con lo que autoriza el general Franco. Jose Sanjurjo

Al día siguiente, Bolín aterriza en Biarritz, donde lo esperan Luca de Tena y el financiero Juan March. Desde allí vuela hasta Marsella para proseguir, en vuelo comercial, hasta Roma. La entrevista con el conde Galeazzo Ciano, ministro de Exteriores y yerno de Mussolini, se salda con un fracaso. El día 23 el funcionario de Exteriores Filippo Infuso comunica que Italia no ayudará a los rebeldes españoles.
Jose Sanjurjo
En el aeropuerto de Santa Cruz, cercano a Lisboa, aterriza la avioneta Puss Moth del piloto y activista monárquico Juan Antonio Ansaldo, que debe conducir a Sanjurjo a España. La mañana siguiente amanece neblinosa. Ansaldo despega de nuevo y aterriza en un llano herboso de Cascaes, próximo a la famosa Boca do Inferno, donde lo espera el general rodeado de amigos y correligionarios que quieren asistir al histórico momento. Ansaldo observa la abultada maleta que a duras penas arrastra el asistente del general. —Va a ser demasiado peso para la avioneta —objeta—. Llevamos el depósito a tope de gasolina y la pista es corta y acaba en árboles. —La maleta tiene que ir —replica el ayudante de Sanjurjo—. Contiene los uniformes de gala del general y sus condecoraciones. ¡No va a llegar a Burgos, en vísperas de la entrada triunfal en Madrid, sin los uniformes! Ansaldo se resigna. Acomodan el maletón en el espacio de carga y suben al aparato. Lastrada con ese fardo, y con el general, que también pesa lo suyo, la aeronave se desliza por el prado her boso. El piloto acelera el motor al máximo mientras retiene el aparato en tierra, la palanca adelantada, para que, al tirar de ella bruscamente hacia atrás, la potencia acumulada lo catapulte en el aire y le permita ganar altura en pocos segundos. Casi lo consigue: la avioneta se eleva sobre la pista, pero las ruedas tropiezan en la copa de un árbol. Una de las distinguidas señoras del comité de despedida grita. Los caballeros se adelantan. La avioneta pierde altura. El piloto intenta un aterrizaje forzoso en el campo vecino, pero se estrella contra una cerca de piedra. Sanjurjo muere en el acto al golpearse la cabeza contra una barra de la carlinga. Ansaldo sobrevive.

Esa noche, en Lisboa, el marqués de Quintanar acude a la capilla ardiente en la que se vela el cadáver del general golpista: «¡Sanjurjo ha muerto! —exclama—. ¡Viva Franco!»Palabras proféticas.Sanjurjo ha muerto, pero Franco, más vivo que nunca, mueve los hilos del golpe de Estado con prudencia y diligencia.

El ABC de Sevilla denomina a la rebelión militar «Cruzada en defensa de España», y unos días más tarde llamará a Franco «Caudillo».Franco, mientras tanto, se afana en acrecentar sus medios y llama a la puerta de Alemania. El teniente coronel español Beigbeder, conocido en Berlín porque ha sido agregado militar en aquella embajada, remite un telegrama urgente al agregado militar alemán en París que es amigo suyo:
El general Franco y el coronel Beigbeder presentan sus respetos a su amigo el ilustrísimo general Kühlenthal, le informan del nuevo Gobierno Nacional de España y le ruegan envíe diez aviones de transporte de tropas de máxima capacidad por mediación de empresas privadas alemanas. Los aviones pueden venir pilotados por tripulación alemana a cualquier aeródromo del Marruecos Español. El contrato se firmará más tarde. ¡Muy urgente! Bajo palabra del general Franco y de España.

También Queipo de Llano y Mola solicitan ayuda alemana. Mola envía a Berlín al marqués de Portago con una carta avalada por el general Cabanellas, presidente del Comité de Defensa, en la que solicita treinta aviones que, sugiere, podría recibir a través de Portugal. Queipo, por su parte,cursa su petición con ayuda de Fiessler, delegado de la Luft Hansa ( Entonces se escribía así, Luft Hansa (hoy Lufthansa)en Sevilla. Necesita veinte aparatos que podrían llegar a Sevilla como aviones comerciales de la Luft Hansa.

A las tres peticiones responde negativamente el ministro de Exteriores alemán Neurath.

A Alemania no le interesa apoyar una rebelión militar contra un gobierno legítimo en cuyo territorio viven más de quince mil súbditos germanos y negocian más de mil empresas del mismo origen. Por otra parte resulta sospechosa la falta de coordinación de esos tres generales rebeldes que ni siquiera se ponen de acuerdo para cursar una única demanda de ayuda. Es muy posible que una rebelión tan descoordinada no llegue a ninguna parte.

Johannes Bernhardt
Pero uno de los generales, Franco, es más precavido que los otros y cursa una segunda petición a Hitler por otro conducto, más directo, el partido nazi, sin pasar por el Ministerio de Exteriores alemán.Entre las personas que esperaban a Franco en el aeródromo de Tetuán cuando aterrizó el Dragon Rapide figuraba un joven y ambicioso hombre de negocios alemán establecido en Marruecos,Johannes Bernhardt, nazi fervoroso y Gauleiter o delegado del partido de Hitler para el norte deÁfrica. Bernhardt, que es muy amigo de algunos falangistas y militares de la zona y está en buenas relaciones con los mandos de la compañía aérea Luft Hansa y con el propio ministro delAire, Goering, se ofrece para gestionar la compra de armas en Alemania.

Franco le encomienda la misión de volar a Alemania en el Ju-52 matrícula D-APOK de la Luft Hansa, Max vori Müller, que los rebeldes han requisado en Canarias, y entregarle al Führer una carta personal suya en la que solicita ayuda.(El avión prestaba servicios entre las islas. El general Orgaz lo requisa el 21 de julio e intenta compensar a la compañía propietaria con un depósito de noventa mil pesetas.)

Parte el avión con su piloto Alfred Henke, capitán del arma aérea alemana, que no está contrariado en absoluto por la aventura militar en la que lo han metido. Detrás, en la cabina de pasaje, acomodados en los asientos de mimbre, van Bernhardt y un oficial de aviación española, el capitán Francisco Arranz, que ha realizado un curso en Alemania y chapurrea el idioma de Goethe(y de Hitler). .El aparato hace escala en Sevilla, donde una avería mecánica lo retiene un par de días. Cuando por fin despega, en la madrugada del 24 de julio, al sobrevolar Albacete, un caza republicano se le aproxima y vuela en paralelo con el consiguiente acojono de los viajeros (¿y si nos obliga aaterrizar en un aeródromo republicano?). Tras unos momentos de indecisión, que les parecen eternos, el piloto del caza advierte la matrícula alemana, levanta la mano para saludar y se retira. El Ju-52 Max von Müller prosigue su vuelo sin más contratiempos y llega a su destino, Berlín, después de dos escalas técnicas en Marsella y Stuttgart.

Ernst Bohle, jefe del Partido Nazi Exterior, conduce a los enviados de Franco ante Goering, al que el almirante (y espía) Canaris ha elogiado la figura del general Franco.Hitler está en la localidad de Bayreuth, donde cada año por estas fechas asiste al festival en el que se representan las óperas de Wagner. Allá van los emisarios con la carta del general rebelde. El día 26, finalizada la representación de la ópera La Valkiria,

Canaris
Goering y Canaris le exponen el caso.«¿Quién es ese Franco?», inquiere el Führer.Canaris, buen conocedor de España, se lo explica.Goering señala que, a cambio de la ayuda solicitada, se podría obtener de España el hierro de Vizcaya y sobre todo el wolframio que la industria alemana de guerra precisa desesperadamente.En Galicia, una de las regiones de España, abunda tanto el wolframio que hasta las cercas de los campos y las chozas se construyen con ese mineral. Por su parte, Canaris señala que el gobierno francés está ayudando a la República.

El Führer, decide ayudar a los militares españoles rebelados . Enviará los aviones que Franco solicita, unos directamente por aire y otros por mar, desmontados. Además, añade a la lista seis cazas He-51 que escolten a los lentos trimotores durante las operaciones. El ministro de Exteriores, Neurath (que ya había rechazado las peticiones de Franco, Queipo y Mola llegadas a su despacho), acata sin rechistar la voluntad del Führer. Si acaso, procura que la intervención alemana en ese conflicto pase lo más desapercibida posible. Se crea una compañía comercial HISMA (Hispano-Marroquí) para encauzar las ayudas bajo cobertura civil.

El ministro de Propaganda Goebbels cursa instrucciones a la prensa: a partir de hoy, los españoles rebelados contra el gobierno no se denominarán rebeldes si no nacionalistas.

El 28 de julio a la una de la tarde el Ju-52 Max von Müller aterriza en Tetuán después de once horas de vuelo sin escalas (le han adosado depósitos suplementarios en Berlín). Los viajeros descienden la escalerilla, molidos pero exultantes. Buenas noticias: el Führer ayudará a los rebeldes españoles, perdón, a los nacionalistas. Franco, que no cabe en sí de gozo, invita al piloto Henke a desayunar café con leche, tostadas con mantequilla y pastela marroquí. —¿Qué tal el vuelo? —se interesa Franco. —Sin novedad, usía —responde el teutón—. Excelente avión. Técnica alemana.Años más tarde, Hitler comentará, en una de sus conversaciones de sobremesa: «Franco tiene que levantar un monumento a la gloria del Ju-52. A este avión es al que tiene que agradecer su victoria la revolución española. Fue una suerte que nuestro avión pudiera volar directamente de Stuttgart a España.»

El Max von Müller, ya con los distintivos de la aviación nacionalista, se incorpora al puente aéreo que está trasladando moros y legionarios a Sevilla.

Mientras tanto, Luis Bolín ha mantenido una segunda entrevista con Ciano en Roma. Sea por sus gestiones, sea por las de los monárquicos, reforzadas por una llamada telefónica del ex rey Alfonso XIII al Duce, o porque lo informan de que el gobierno francés está suministrando aviones a la República española, Mussolini cambia de idea y decide facilitar a Franco los aviones que solicitaba,doce trimotores de transporte Savoia-Marchetti 81.

Los aparatos, con los distintivos militares burdamente borrados y las tripulaciones vestidas de paisano y provistas de documentación española, con las fotos aún frescas, despegan de su base de Cagliari, Cerdeña, y sobrevuelan el Mediterráneo rumbo a Marruecos, en vuelo sin escalas. Nueve consiguen alcanzar Tetuán, donde aterrizan con los depósitos casi vacíos, pero los tres restantes se quedan en el camino: uno aterriza de emergencia en la base francesa marroquí de Bekrane, otro cae al mar y el tercero se estrella en la orilla derecha del río Muluya, en Zaida, Marruecos francés, cerca de la frontera española.

Al día siguiente, la noticia aparece destacada en L'Echo de París.
Se descubrió el pastel. Una pequeña contrariedad que revela la implicación italiana en el conflicto.Los nueve Savoia comienzan inmediatamente a transportar tropas al otro lado del Estrecho.A los Savoia siguen, por vía marítima, doce aviones de caza Fiat CR-32, más doce cañones, cinco tanquetas Ansaldo CV-3 y cuarenta ametralladoras.

Franco está llenando de acero su cesta de la compra. Ahora sólo le falta llevar la guerra a la Península.
El mismo día que Mussolini aprueba sus envíos, Alemania inicia la Operación Fuego Mágico (Operation Feuerzauber).

Franco recibirá diverso equipo de guerra: veinte aviones Ju-52, seiscazas H-51, veinte cañones antiaéreos, equipos de transmisiones y repuestos.En distintas bases aéreas de la Luftwaffe se seleccionan pilotos y se les explica que van a intervenir en una operación secreta en España.

Se les lee un comunicado de Hitler: «El Führer ha decidido socorrer pueblo español en situación desesperada y rescatarlo del bolchevismo mediante ayuda alemana. Compromisos internacionales imposibilitan asistencia declarada. Por tanto será una acción de apoyo encubierta.»Los aviadores comparecen de paisano, sin documentos identificativos. Nadie debe conocer su paradero, ni siquiera la familia. Las cartas que escriban las remitirán a una dirección de Berlín y desde allí se reexpedirán a los destinatarios, con franqueo alemán. Nueve aeroplanos despegan de Dessau y, después de repostar cerca de la frontera, realizan un vuelo de once horas hasta Tetuán. Los aviones restantes, desmontados y embalados, embarcan en el carguero Usaramo, de 22.000 toneladas, perteneciente a la compañía Woermann, que aguarda en el puerto de Hamburgo.

Una larga fila de camiones acerca a las grúas del Usaramo un cargamento de cajas de distinto tamaño, todas muy pesadas. En algunos rótulos se lee «mobiliario-mudanzas». Entre los estibadores del puerto hay muchos militantes comunistas. Cuando observan que los pasajeros son todos jóvenes y militares (aunque visten de paisano) sospechan de la naturaleza de la carga. Para comprobarlo dejan caer, como por accidente, una de las cajas. Se rompe y revela su contenido: bombas y munición.Los comunistas están organizados en toda Europa en células pertenecientes a la Internacional.

La noticia de la ayuda alemana a los rebeldes españoles llega rápidamente al gobierno de Madrid.Cuando el Usaramo alcanza aguas del Estrecho, una semana después, el 6 de agosto, el acorazado gubernamental Jaime I lo está aguardando y le da el alto, pero el carguero alemán, que parecía navegar hacia el Mediterráneo, altera bruscamente su derrota y se dirige a toda máquina a Cádiz.

El Jaime I abre fuego contra el fugitivo, pero los disparos caen bastante lejos del blanco. (Recordemos que la tripulación amotinada había asesinado a los oficiales que sabían disparar con precisión.)El Usaramo atraca en el puerto de Cádiz en medio de músicas y fanfarrias.

En los días que siguen al levantamiento, el gobierno de la República acepta la eventualidad de una guerra. El ejército español, que no tiene más experiencia bélica que el conflicto colonial contra los irregulares rifeños, dista mucho de poseer un equipamiento moderno. La guerra que se avecina va a ser diferente, va a requerir aviación, carros de combate, artillería.Francia tiene ya dos potencias fascistas en sus fronteras norte y este (Alemania e Italia). Lo que menos le interesa es que se instale otra en el Sur.

Acoge con simpatía al enviado especial de Madrid que lleva la lista de la compra. El gobierno español solicita veinte bombarderos, ametralladoras, fusiles y cartuchos. Los franceses aumentan la cifra a treinta bombarderos.Cuando el secretario del Ministerio de Asuntos Exteriores británico, Anthony Eden, conoce la ayuda francesa, llama a la prudencia a su colega Léon Blum: «Los ingleses odiamos el fascismo, pero odiamos en igual medida al bolchevismo. Si en un país fascistas y bolcheviques se matan entre ellos, será un gran bien para la humanidad.»O sea, neutralidad.

A Francia no le interesa contrariar a los ingleses. Por otra parte, la oposición derechista francesa protesta por la implicación en el conflicto. Blum, acobardado, da marcha atrás, aunque permite la venta de material militar a terceros países (México), que se lo enviara a la República española.Para facilitar el trámite, la República española envía más de cien mil libras en oro. Francia suministra media docena de su caza Dewoitine D. 372 y algunos bombarderos Potez 540 y 542.

La República padece también escasez de pilotos y decide contratar aviadores mercenarios de distinto origen, a los que se unen algunos voluntarios desinteresados.

España ha quedado dividida en dos bloques. Los rebeldes han triunfado en los territorios africanos, en Galicia, en Castilla la Vieja, en medio Aragón, en Andalucía occidental, en Cáceres,en Mallorca y en Ibiza (y muy pronto en Menorca). Del lado del gobierno legítimo están la cornisa cantábrica, Cataluña, Madrid, casi toda Castilla la Nueva, las mitades orientales de Cáceres y Bada joz, la costa mediterránea hasta Málaga y Andalucía oriental.

España partida por gala en dos. Sobre el papel, rebeldes y republicanos parecen casi equilibrados: los golpistas dominan 230.000 kilómetros cuadrados de territorio con diez millones y medio de habitantes; el gobierno los supera en cuarenta mil kilómetros y en tres millones y medio de habitantes.

En términos económicos, el gobierno controla las regiones industriales y mineras, pero los sublevados tienen las zonas cerealistas y ganaderas. En principio parece que la situación es favorable para el gobierno, pero en términos de abastecimiento el resultado es preocupante: la República deberá alimentar a más del cincuenta por ciento de la población con menos de un tercio del trigo nacional, con una quinta parte de las vacas y con una décima parte de las ovejas.

sobre el papel, la proporción de las fuerzas armadas que han quedado del lado de la República parece favorable. El gobierno cuenta con ocho de cada diez soldados y con tres de cada cuatro agentes de la Guardia de Asalto o de la Guardia Civil. De los 303 aviones militares existentes, 207 quedan en el bando republicano y 96 en el rebelde. En lo que atañe a la Marina, casi todos los barcos de guerra se mantienen fieles a la República.

Pero no esta tan claro. esa desproporción es más aparente que real porque las mejores tropas han quedado del lado rebelde. Los soldados peninsulares, tropas de reemplazo,mal entrenadas y deficientemente armadas, no pueden compararse a las tropas de choque africanas,guerreros de colmillo retorcido, profesionales fogueados en una cruel guerra colonial, ni con las aguerridas Brigadas Navarras, los requetés que alista el general Mola, cuya tradición militar se remonta a las guerras carlistas del siglo XIX. fue Prieto el que definió al requeté como animal de cresta roja que después de comulgar ataca al hombre: «Bien confesadico, bien comulgadico, a morir por España, pues.»

En cuanto a la Marina, el mando republicano la infrautilizará porque los buques están en mano de subalternos inexpertos.

Ademas el gobierno desconfía de los militares que han quedado en su lado. Recela, que muchos se pasarán a los rebeldes en cuanto se les presente la ocasión. En esa tesitura, los aparta del mando o los relega a la función de consejeros militares a las órdenes de los jefes y oficiales improvisados por los milicianos.

La división del territorio nacional entre los dos bandos, derecha e izquierda, desencadena incontables tragedias personales.Los izquierdistas atrapados en la zona rebelde y los derechistas de la republicana se convierten automáticamente en ciudadanos sospechosos y enemigos del orden establecido en un momento en que la fiebre cainita desatada en el país no vacila en exterminar al adversario. Incluso a nivel personal, los amigos que ayer bromeaban sobre su pertenencia a bandos políticos opuestos se convierten de pronto en irreconciliables enemigos.





Adaptacion de un texto de juan eslava galan

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2 comentarios:

  1. Hoy nos vemos obligados a hablar de Paul Preston ilustre hispanista, profesor de Oxford y varias veces premiado desde el inicio de la "Santa Transición" española. Y lo hacemos porque en El Mundo aparece un artículo del corresponsal en Londres, Carlos Fresneda, que nos habla del último descubrimiento sobre la guerra española de 1936-39, que consiste en explicarnos a los españoles por qué razón los rojos perdieron la guerra. Cosa que podrá interesar a una gran mayoría de españoles que no vivieron aquellos momentos trágicos de la Historia de España. pero hay quienes la conocemos perfectamente sin necesidad de que nos la venga a explicar ahora el ilustre hispanista de Oxford.

    Aunque la tesis más extendida por los mentores de la nueva memoria histórica es la de que Franco ganó la guerra gracias a la ayuda de Italia y Alemania, se olvidan de explicar que también participó en la Victoria de Franco la Unión Soviética al proporcionar a la República buenas ametralladoras Maxim (aquellas de dos ruedas para su arrastre) y carros de combate T-26 o BT-5, que eran mucho mejores que los alemanes e italianos. No olvidemos que en la Batalla del Ebro la 13 División, (la de la mano negra de Fátima) al mando del general Barrón, estaba totalmente dotada con estas armas procedentes de los suministros soviéticos a la República.

    Para explicar lo que ahora nos está intentando demostrar Paul Preston, podrían servir las palabras que pronunció Enrique Lister en un programa de TV. Lister, en un momento de honradez, dijo exactamente: "Perdimos la guerra porque éramos unos revolucionarios capaces de destruir lo que se nos ponía por delante, pero no fuimos capaces de construir un Ejército, que es lo que nos hacía falta".

    Pero estas cosas no terminan de convencer al ilustre profesor de Oxford, y ahora nos lanza una nueva teoría para ver si nos enteramos de una vez por todas de que la Guerra no se perdió por la superioridad de las tropas nacionales, sino de los traidores que tuvo la República, incluso dentro del Ejército, y nos detalla quienes eran estos traidores.

    En primer lugar aparece el Coronel Segismundo Casado, que fué el que se plantó a los comunistas en Madrid en marzo de 1939 para terminar una guerra que estaba costando mucha sangre y se iba perdiendo a lo largo de tres años de combates.

    Casado era comandante de Caballería, diplomado de Estado Mayor, y mandaba el escuadrón de escolta del Presidente de la República, que era Manuel Azaña. y él fué quien acompañado por los anarquistas de Cipriano Mera y el socialista moderado Manuel Besteiro dan el golpe final a la guerra civil facilitando de este modo (sic) la venganza de Franco y evitando la posibilidad de una paz digna. O sea, que Casado le hizo "el juego sucio", a Franco.

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  2. A Miaja lo pone a caldo por considerar que traicionó a los suyos, y en esta entrevista dice textualmente: "El comportamiento del general Miaja en el fin de la guerra es deleznable. Junto con el general Matallana, es el principal conspirador en el juego de Segismundo Casado, y al final acaba siendo el presidente del Consejo Nacional de Defensa. El mito de Miaja como el gran defensor de Madrid ya sabemos que estaba inflado más de la cuenta. Por otro lado, estaba el mito de Miaja como un inútil que alentaron en el bando nacional. Los franquistas lo despreciaban, y su comportamiento en los últimos días de la guerra demuestra que tenían razón".

    Otro de los personajes del ejército de la República, que no escapa a sus críticas es el almirante Miguel Buiza. este hombre era un aristócrata sevillano, que al producirse el Alzamiento Nacional estaba al mando del Crucero Libertad y se situó al lado de la República. En aquel momento era Capitán de Navío, y actuó sin fortuna en algunas operaciones de poca importancia en el estrecho de Gibraltar. En septiembre de 1935 asciende a Almirante, pero poco después es sustituido en el mando de la flota por Gonzalez Ubieta y pasa a ocupar mandos secundarios. hasta que en febrero de 1939 vuelve a ocupar el Mando de la Flota y en una reunión con Negrin le plantea la necesidad de firmar un acuerdo de paz con Franco y amenaza con en caso contrario los buques saldrían fuera de las aguas jurisdiccionales, que es lo que hicieron el 5 de marzo de 1939, huyendo a Bizerta (Túnez), lo que significaba la entrega de los buques al gobierno de Franco.

    A continuación se alista en la Legión Extranjera francesa donde le conceden el grado de capitán y combate a los alemanes en Francia. Murió en 1963 en Marsella.

    Desde aquí enviamos nuestra enhorabuena a Paul Preston por sus investigaciones para demostrar que Franco y sus generales eran unos pobres desgraciados incapaces de ganar la guerra sin ayudas de italianos y alemanes.

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