La incontenible expansión del Islam había convertido, a partir del siglo IX, el antiguo Mare Nostrum romano en un lago musulmán.
Pisa, cansada de ser saqueada por los mahometanos —durante muchos años, recordar los asaltos del 935, del 1004 y del 1010, produjo estupor entre sus habitantes— sería la ciudad llamada a iniciar la reconquista del Mediterráneo. Fue en aquel entonces cuando se organizó una escuadra, la cual en pocos años apaciguó el frenesí expansionista de los musulmanes. En 1015, los pisanos reconquistaron Cerdeña; en 1034 y 1087, llegaron a las costas africanas saqueando Bona y Al-Madia.
Unos años más tarde, con la idea ya premeditada de lanzar un ataque contra el emir de Mallorca, la república de Pisa nombró a doce nobles para que formasen una embajada ante la Santa Sede. Estos doce acudieron ante el Papa Pascual II, el cual les entregó un estandarte con una cruz blanca en campo rojo y privilegio de cruzada . Enseguida invitaron a sus vecinos a unirse a la campaña militar contra la isla balear. Roma, Luca, Florencia, Siena, Volterra, Pistoia, Lombardia, Cerdeña y Córcega se unieron. Génova —ciudad rival— fue la única que no quiso participar.
La campaña bélica de Mallorca es conocida con detalle gracias a la crónica de un personaje anónimo que formó parte de la expedición. El magnífico documento está escrito en latín y se titula Liber maiolichinus de gestis pisanorum illustribus .
Leyendo el documento sabemos que la campaña se inició el 6 de agosto de 1113. La flota, encabezada por el arzobispo de Pisa y dos almirantes, se dirigió hacia la isla de Cerdeña. Después de una serie de vicisitudes y una fuerte tormenta la coalición llega a Blanes (Gerona), que confunden con la costa balear, asustando a los habitantes de la región. Uno de los cónsules, Ildebrando Orlando, va como legado ante Ramón Berenguer III, conde de Barcelona, para intentar unirlo a la empresa.
Cuando Ramon Berenguer III supo de la flota pisana y de la cruzada que tenían encomendada, convocó una reunión en el monasterio de Sant Feliu de Guíxols. Allí acudieron, aparte del propio conde de Barcelona y los italianos, algunos barones feudales provenientes del Languedoc, del Rosselló, de la Cerdaña, de Montpeller, de Arles, de Nimes y de Marsella. Tras el encuentro salieron dispuestos a llevar adelante la cruzada contra los musulmanes de Mallorca , firmándose un tratado de paz entre el conde de Barcelona y los pisanos.
Los preparativos llevaron su tiempo, meses. Mientras tanto, se mandaron diversas expediciones para tantear el terreno e intentar negociar con Mubassir de Mallorca. En Portopí se encontró el cónsul Lamberto con el emir mallorquín. Mubassir reunió a su consejo de ancianos. Esta institución estaba constituida por cada uno de los jefes clánicos más importantes, los cuales se repartían sus dominios entre alquerías y rafales extendidos por toda la Isla. El consejo de ancianos prefirió pactar con los cristianos que con los almorávides, decisión que no debe extrañar, sobretodo si se recuerda quienes eran esos mahometanos tan temidos. Hoy diríamos, salvando las distancias, que los almorávides eran la versión islámica de los templarios cristianos, es decir, un grupo de monjes-guerreros que vivían en unos monasterios denominados "ribats". Eran hombres altos y fuertes de raza bereber, fanáticos de su religión y de las directrices de su tradición.
Los almorávides habían iniciado una operación de expansión con el objetivo de reconquistar toda la Península Ibérica, en aquellos momentos eran una amenaza real para los condados catalanes, pero también para los musulmanes de los reinos de Taifas, entre los que se encontraba Mubassir. Esta delicada situación mantenía constantemente en vilo al conde de Barcelona y al emir de Mallorca, ambos no sabían muy bien que hacer, ambos desconfiaban de los almorávides y por ello querían evitar a toda costa que los integristas entrasen en escena.
Por ello se entablaron unas negociaciones para que los mallorquines musulmanes liberasen a los cautivos cristianos —que por lo visto en Mallorca había muchos— y pagasen los gastos de la expedición militar. A cambio, las tropas aliadas cristianas no invadirían la Isla. Tras largas consideraciones, cuando todo hacía suponer que se llegaría a un acuerdo entre ambas partes, las negociaciones se rompieron y todo se fue al garete. Los motivos de la ruptura no están muy claros, pero sí las consecuencias: empezaba la guerra.
Durante la primavera de 1114 los cristianos realizaron razias en Ibiza, Formentera y Mallorca. En la isla mayor arrasaron la antigua ciudad de Pollentia. Los supervivientes, atemorizados y desolados, viendo el peligro que se corría habitando tan cerca del mar, decidieron desplazar la población —trasladando consigo el topónimo— a un valle cercano situado más en el interior, dando origen a la actual villa de Pollença.
En el verano de 1114 se inició, ahora ya sin más preámbulos, la expedición de conquista. Unas quinientas naves zarparon de Salou para dirigirse a la desembocadura del Ebro. Desde allí pusieron rumbo a Ibiza y, al llegar a la isla, la tomaron. Al controlar la mayor de las pitiusas se conseguía tener la retaguardia protegida mientras se lanzaban al asalto de Mallorca. El 22 de agosto de 1114 la expedición militar arribaba a la bahía de Madina Mayurqa.
El 22 de agosto de 1114 la expedición militar arribaba a la bahía de Palma. En un primer momento fondeó entre Cala Figuera y Cala Mayor, pero enseguida se decidió desembarcar más hacia el levante, más o menos en la zona actual de Can Pastilla, tal como explica con precisión el Liber Maiolichinus: "hay un pinar que se extiende en un amplio arenal que dista unas seis millas de las murallas de Mallorca [...] Un pantano y el ancho mar lo cierran por dos costados [...] Estos lugares se denominan Ramora o Forenna y muchos le llaman Catins [es decir, el Prat de Sant Jordi]. Una vez desembarcados, se dirigen las tropas de la coalición cristiana a la ciudad y una vez estuvieron frente a sus muros, se levanta el campamento "en los campos vecinos a las murallas de la ciudad". De esta manera empezó el sitio de Madina Mayurqa, un duro asedio que duró ocho meses.
Los primeros asaltos se produjeron en el lienzo de muralla comprendido entre la puerta del Camp y la de Sant Antoni. Allí construyeron y emplearon las máquinas armamentísticas tradicionales de la época: grandes torres de madera, móviles —en la crónica se habla de "castillos"—, forradas de pieles de vaca, las cuales eran arrimadas a las murallas, previo relleno de los fosos; y arietes, de madera y metal que se abalanzaban contra las puertas, los gruesos muros y torres de la ciudad. A parte de combatir con estas máquinas, también se disponía de una caballería nada desdeñable, de certeros arqueros y de una valerosa infantería, las gestas remembradas así lo atestiguan.
Gracias a la valentía y profesionalidad de ese ejército que luchaba bajo diferentes estandartes de la Cristiandad, se consiguió abrir con prontitud varias brechas en el lienzo de la doble muralla. Pero, también ese mismo ejército pudo comprobar rápidamente que la poderosa defensa que poseía la ciudad —doble muro y foso— parecía inexpugnable. Así lo cuenta el cronista, testigo ocular: "[Los cristianos] atacan violentamente la parte más alta de las murallas, golpean las puertas y vencen virilmente a sus enemigos. Finalmente descubren la profundidad del doble foso, admiran sus muros y todas sus defensas. No se parece en nada a lo que les habían contado y el terror aflige a muchos de ellos [...] desconfían y regresan en silencio, delante de tanta fuerza, desesperan de poder vencer una ciudad tan poderosa".
Desde los primeros días de asedio Vieron que el asalto no sería nada fácil. No había manera de penetrar en la ciudad y la tropa se empezaba a resentir. Para sobrevivir, los militares invasores perpetraban razias en aldeas, alquerías y rahales del campo mallorquín.
Al mismo tiempo, Mubassir, valí de Mallorca, escribió más de una misiva a los almorávides explicándoles la difícil situación en que se encontraban, al mismo tiempo que les solicitaba auxilio. Éstos en poco tiempo respondieron que estaban reuniendo una flota para socorrer la capital mallorquina. No tardaron mucho en conocer los cristianos tan preocupante noticia. Además, el verano había finalizado y el clima adverso empezaba a señorearse de la Isla.
La situación empezaba a ser desalentadora. Para acabar de arreglarlo, el conde de Barcelona, Ramon Berenguer III, intentó, a espaldas del resto de barones de la expedición, pactar con Mubassir. Pero, en pleno invierno —en aquellos días las montañas de Mallorca aparecieron nevadas— Mubassir cayó enfermo y murió a los pocos días, sucediéndole Abu Rabí Suleyman que volvió a pedir ayuda a Al-Andalus.
En eso momentos los cristianos se decidieron a envestir de forma definitiva la ciudad. El frío, los escasos víveres, la agitación de la tropa y la inminente llegada de las tropas almorávides, precipitaron los acontecimientos. Durante el mes de enero de 1115, el conde de Barcelona preparó una emboscada frente a la puerta de Portopí (esta puerta estaba alineada con la calle de Sant Feliu). Al alba, en un momento en que los mahometanos abrieron las puertas, el conde y los suyos se abalanzaron sobre ellos. Los atentos vigías, desde lo alto de las murallas se percataron del ataque y en continente llamaron a los arqueros y lanceros para contestar la ofensiva.
El conde de Barcelona fue traspasado por una enorme lanza en el brazo, quedando herido. Los mahometanos, creyendo que la herida había sido mortal, desde las almenas gritaban victoriosos e hicieron correr la voz por toda Madina Mayurqa que el Conde había muerto. También espetaron gritos amenazantes a los pisanos y les conminaron a que dejasen las armas si deseaban seguir viviendo. A estas amenazas los cristianos respondieron: "No nos dais miedo. Nosotros estamos bajo la protección del Rey del mundo [Jesucristo] (…) Él nos permitirá atar con pesadas cadenas a los servidores de Satanás y matarlos con nuestras espadas. Sabed canallas que el conde de Barcelona está vivo y se acerca el momento de vuestra destrucción". Proféticas fueron esas palabras, pues el 2 de febrero de 1115 la infantería, seguida de la caballería, consiguió penetrar en la ciudad a través de una brechas abiertas en la cara meridional de las murallas, concretamente en la parte baja de la ciudad, por la parte del mar, en la zona delimitada por las actuales avenida Antonio Maura y calle del Mar. De esta manera se controló la parte baja de la ciudad.Al cabo de un mes se consiguió conquistar la parte alta de la ciudad.
Hay muchas disensiones entre los sitiadores. El clero quiere llegar al exterminio total del ememigo. pero el conde de Barcelona se inclina por una solución más moderada. Triunfa el parecer del clero y el conde de Barcelona rehusa tomar parte en el combate. Los moros quedan reducidos en la ciudadela. Los mallorquines se rinden al conde barcelonés , excepto los de la ciudadela, Aquí se da un fuerte combate el 4 de marzo de 1115 y los prisioneros cristianos son liberados.
Mientras tanto las altas torres móviles, construidas fuera de las murallas, fueron arrastradas, a través del barrio de la Calatrava, hacia los muros de la última fortaleza por conquistar, el castillo de la Almudaina.
El valí mallorquín, viéndose acorralado, se introdujo en pasadizos ocultos que llevan al mar. Consiguió zarpar, pero fue interceptado y capturado por los pisanos. El día 18 de abril de 1115 acabó la campaña, con la destrucción total del último baluarte .
Después de ocho meses de sitio, los estandartes de los barones cristianos tremolaban en el alcázar de los reyes de Mallorca.
Madina Mayurqa fue saqueada. Ante la inminente llegada de la flora almorávide, el ejército, presuroso —reunido el botín y los hombres— embarcó y cada uno se marchó a sus tierras.
Acababa así uno de los episodios más violentos de la historia de Mallorca..
Pisa, cansada de ser saqueada por los mahometanos —durante muchos años, recordar los asaltos del 935, del 1004 y del 1010, produjo estupor entre sus habitantes— sería la ciudad llamada a iniciar la reconquista del Mediterráneo. Fue en aquel entonces cuando se organizó una escuadra, la cual en pocos años apaciguó el frenesí expansionista de los musulmanes. En 1015, los pisanos reconquistaron Cerdeña; en 1034 y 1087, llegaron a las costas africanas saqueando Bona y Al-Madia.
Unos años más tarde, con la idea ya premeditada de lanzar un ataque contra el emir de Mallorca, la república de Pisa nombró a doce nobles para que formasen una embajada ante la Santa Sede. Estos doce acudieron ante el Papa Pascual II, el cual les entregó un estandarte con una cruz blanca en campo rojo y privilegio de cruzada . Enseguida invitaron a sus vecinos a unirse a la campaña militar contra la isla balear. Roma, Luca, Florencia, Siena, Volterra, Pistoia, Lombardia, Cerdeña y Córcega se unieron. Génova —ciudad rival— fue la única que no quiso participar.
La campaña bélica de Mallorca es conocida con detalle gracias a la crónica de un personaje anónimo que formó parte de la expedición. El magnífico documento está escrito en latín y se titula Liber maiolichinus de gestis pisanorum illustribus .
Leyendo el documento sabemos que la campaña se inició el 6 de agosto de 1113. La flota, encabezada por el arzobispo de Pisa y dos almirantes, se dirigió hacia la isla de Cerdeña. Después de una serie de vicisitudes y una fuerte tormenta la coalición llega a Blanes (Gerona), que confunden con la costa balear, asustando a los habitantes de la región. Uno de los cónsules, Ildebrando Orlando, va como legado ante Ramón Berenguer III, conde de Barcelona, para intentar unirlo a la empresa.
Cuando Ramon Berenguer III supo de la flota pisana y de la cruzada que tenían encomendada, convocó una reunión en el monasterio de Sant Feliu de Guíxols. Allí acudieron, aparte del propio conde de Barcelona y los italianos, algunos barones feudales provenientes del Languedoc, del Rosselló, de la Cerdaña, de Montpeller, de Arles, de Nimes y de Marsella. Tras el encuentro salieron dispuestos a llevar adelante la cruzada contra los musulmanes de Mallorca , firmándose un tratado de paz entre el conde de Barcelona y los pisanos.
Los preparativos llevaron su tiempo, meses. Mientras tanto, se mandaron diversas expediciones para tantear el terreno e intentar negociar con Mubassir de Mallorca. En Portopí se encontró el cónsul Lamberto con el emir mallorquín. Mubassir reunió a su consejo de ancianos. Esta institución estaba constituida por cada uno de los jefes clánicos más importantes, los cuales se repartían sus dominios entre alquerías y rafales extendidos por toda la Isla. El consejo de ancianos prefirió pactar con los cristianos que con los almorávides, decisión que no debe extrañar, sobretodo si se recuerda quienes eran esos mahometanos tan temidos. Hoy diríamos, salvando las distancias, que los almorávides eran la versión islámica de los templarios cristianos, es decir, un grupo de monjes-guerreros que vivían en unos monasterios denominados "ribats". Eran hombres altos y fuertes de raza bereber, fanáticos de su religión y de las directrices de su tradición.
Los almorávides habían iniciado una operación de expansión con el objetivo de reconquistar toda la Península Ibérica, en aquellos momentos eran una amenaza real para los condados catalanes, pero también para los musulmanes de los reinos de Taifas, entre los que se encontraba Mubassir. Esta delicada situación mantenía constantemente en vilo al conde de Barcelona y al emir de Mallorca, ambos no sabían muy bien que hacer, ambos desconfiaban de los almorávides y por ello querían evitar a toda costa que los integristas entrasen en escena.
Por ello se entablaron unas negociaciones para que los mallorquines musulmanes liberasen a los cautivos cristianos —que por lo visto en Mallorca había muchos— y pagasen los gastos de la expedición militar. A cambio, las tropas aliadas cristianas no invadirían la Isla. Tras largas consideraciones, cuando todo hacía suponer que se llegaría a un acuerdo entre ambas partes, las negociaciones se rompieron y todo se fue al garete. Los motivos de la ruptura no están muy claros, pero sí las consecuencias: empezaba la guerra.
Durante la primavera de 1114 los cristianos realizaron razias en Ibiza, Formentera y Mallorca. En la isla mayor arrasaron la antigua ciudad de Pollentia. Los supervivientes, atemorizados y desolados, viendo el peligro que se corría habitando tan cerca del mar, decidieron desplazar la población —trasladando consigo el topónimo— a un valle cercano situado más en el interior, dando origen a la actual villa de Pollença.
En el verano de 1114 se inició, ahora ya sin más preámbulos, la expedición de conquista. Unas quinientas naves zarparon de Salou para dirigirse a la desembocadura del Ebro. Desde allí pusieron rumbo a Ibiza y, al llegar a la isla, la tomaron. Al controlar la mayor de las pitiusas se conseguía tener la retaguardia protegida mientras se lanzaban al asalto de Mallorca. El 22 de agosto de 1114 la expedición militar arribaba a la bahía de Madina Mayurqa.
El 22 de agosto de 1114 la expedición militar arribaba a la bahía de Palma. En un primer momento fondeó entre Cala Figuera y Cala Mayor, pero enseguida se decidió desembarcar más hacia el levante, más o menos en la zona actual de Can Pastilla, tal como explica con precisión el Liber Maiolichinus: "hay un pinar que se extiende en un amplio arenal que dista unas seis millas de las murallas de Mallorca [...] Un pantano y el ancho mar lo cierran por dos costados [...] Estos lugares se denominan Ramora o Forenna y muchos le llaman Catins [es decir, el Prat de Sant Jordi]. Una vez desembarcados, se dirigen las tropas de la coalición cristiana a la ciudad y una vez estuvieron frente a sus muros, se levanta el campamento "en los campos vecinos a las murallas de la ciudad". De esta manera empezó el sitio de Madina Mayurqa, un duro asedio que duró ocho meses.
Los primeros asaltos se produjeron en el lienzo de muralla comprendido entre la puerta del Camp y la de Sant Antoni. Allí construyeron y emplearon las máquinas armamentísticas tradicionales de la época: grandes torres de madera, móviles —en la crónica se habla de "castillos"—, forradas de pieles de vaca, las cuales eran arrimadas a las murallas, previo relleno de los fosos; y arietes, de madera y metal que se abalanzaban contra las puertas, los gruesos muros y torres de la ciudad. A parte de combatir con estas máquinas, también se disponía de una caballería nada desdeñable, de certeros arqueros y de una valerosa infantería, las gestas remembradas así lo atestiguan.
Gracias a la valentía y profesionalidad de ese ejército que luchaba bajo diferentes estandartes de la Cristiandad, se consiguió abrir con prontitud varias brechas en el lienzo de la doble muralla. Pero, también ese mismo ejército pudo comprobar rápidamente que la poderosa defensa que poseía la ciudad —doble muro y foso— parecía inexpugnable. Así lo cuenta el cronista, testigo ocular: "[Los cristianos] atacan violentamente la parte más alta de las murallas, golpean las puertas y vencen virilmente a sus enemigos. Finalmente descubren la profundidad del doble foso, admiran sus muros y todas sus defensas. No se parece en nada a lo que les habían contado y el terror aflige a muchos de ellos [...] desconfían y regresan en silencio, delante de tanta fuerza, desesperan de poder vencer una ciudad tan poderosa".
Desde los primeros días de asedio Vieron que el asalto no sería nada fácil. No había manera de penetrar en la ciudad y la tropa se empezaba a resentir. Para sobrevivir, los militares invasores perpetraban razias en aldeas, alquerías y rahales del campo mallorquín.
Al mismo tiempo, Mubassir, valí de Mallorca, escribió más de una misiva a los almorávides explicándoles la difícil situación en que se encontraban, al mismo tiempo que les solicitaba auxilio. Éstos en poco tiempo respondieron que estaban reuniendo una flota para socorrer la capital mallorquina. No tardaron mucho en conocer los cristianos tan preocupante noticia. Además, el verano había finalizado y el clima adverso empezaba a señorearse de la Isla.
La situación empezaba a ser desalentadora. Para acabar de arreglarlo, el conde de Barcelona, Ramon Berenguer III, intentó, a espaldas del resto de barones de la expedición, pactar con Mubassir. Pero, en pleno invierno —en aquellos días las montañas de Mallorca aparecieron nevadas— Mubassir cayó enfermo y murió a los pocos días, sucediéndole Abu Rabí Suleyman que volvió a pedir ayuda a Al-Andalus.
En eso momentos los cristianos se decidieron a envestir de forma definitiva la ciudad. El frío, los escasos víveres, la agitación de la tropa y la inminente llegada de las tropas almorávides, precipitaron los acontecimientos. Durante el mes de enero de 1115, el conde de Barcelona preparó una emboscada frente a la puerta de Portopí (esta puerta estaba alineada con la calle de Sant Feliu). Al alba, en un momento en que los mahometanos abrieron las puertas, el conde y los suyos se abalanzaron sobre ellos. Los atentos vigías, desde lo alto de las murallas se percataron del ataque y en continente llamaron a los arqueros y lanceros para contestar la ofensiva.
El conde de Barcelona fue traspasado por una enorme lanza en el brazo, quedando herido. Los mahometanos, creyendo que la herida había sido mortal, desde las almenas gritaban victoriosos e hicieron correr la voz por toda Madina Mayurqa que el Conde había muerto. También espetaron gritos amenazantes a los pisanos y les conminaron a que dejasen las armas si deseaban seguir viviendo. A estas amenazas los cristianos respondieron: "No nos dais miedo. Nosotros estamos bajo la protección del Rey del mundo [Jesucristo] (…) Él nos permitirá atar con pesadas cadenas a los servidores de Satanás y matarlos con nuestras espadas. Sabed canallas que el conde de Barcelona está vivo y se acerca el momento de vuestra destrucción". Proféticas fueron esas palabras, pues el 2 de febrero de 1115 la infantería, seguida de la caballería, consiguió penetrar en la ciudad a través de una brechas abiertas en la cara meridional de las murallas, concretamente en la parte baja de la ciudad, por la parte del mar, en la zona delimitada por las actuales avenida Antonio Maura y calle del Mar. De esta manera se controló la parte baja de la ciudad.Al cabo de un mes se consiguió conquistar la parte alta de la ciudad.
Hay muchas disensiones entre los sitiadores. El clero quiere llegar al exterminio total del ememigo. pero el conde de Barcelona se inclina por una solución más moderada. Triunfa el parecer del clero y el conde de Barcelona rehusa tomar parte en el combate. Los moros quedan reducidos en la ciudadela. Los mallorquines se rinden al conde barcelonés , excepto los de la ciudadela, Aquí se da un fuerte combate el 4 de marzo de 1115 y los prisioneros cristianos son liberados.
Mientras tanto las altas torres móviles, construidas fuera de las murallas, fueron arrastradas, a través del barrio de la Calatrava, hacia los muros de la última fortaleza por conquistar, el castillo de la Almudaina.
El valí mallorquín, viéndose acorralado, se introdujo en pasadizos ocultos que llevan al mar. Consiguió zarpar, pero fue interceptado y capturado por los pisanos. El día 18 de abril de 1115 acabó la campaña, con la destrucción total del último baluarte .
Después de ocho meses de sitio, los estandartes de los barones cristianos tremolaban en el alcázar de los reyes de Mallorca.
Madina Mayurqa fue saqueada. Ante la inminente llegada de la flora almorávide, el ejército, presuroso —reunido el botín y los hombres— embarcó y cada uno se marchó a sus tierras.
Acababa así uno de los episodios más violentos de la historia de Mallorca..
No sé, me resulta curioso que, ya que este relato se basa en la crónica pisana de "Liber maiolichinus" -y más teniendo en cuenta que esta entrada se ubica en una etiqueta de "Catalunya"- no se mencione el dato tan relevante que viene descrito en dicha crónica: "Dux catalensis, catalanensis y catalanicus heros" cuando se refiere al Conde de Barcelona Ramón Berenguer III, o "Christicolas Catalanensis" cuando ésta se refiere a sus súbditos.
ResponderEliminarCreo, sinceramente, que esta referencia documental a Catalunya, ya sea desde un punto de vista geográfico o político, precisaba tenerse en cuenta por ser ésta histórica.
Supongo que tan solo será un despiste del autor de la entrada sin más intención.
Vista la callada por respuesta del Administrador a mi anterior comentario, constato que tal vez la omisión de dichas referencias no ha sido tan casual como a primera vista aparentaba. No sé, esperaba más de alguien que, según sus propias palabras, intenta analizar la historia sin “historietas”.
ResponderEliminarEl maiolichinus Liber de GESTIS pisanorum Illustribus (“Libro mallorquin de los Hechos de los pisanos Ilustres”) es un texto en latín medieval, épica crónica en 3.500 hexámetros , escrita entre 1117 y 1125, se redacta y detalla en pisano la expedicion militar conjunta de los italianos , catalanes y occitanos contra la taifa de las Islas Baleares , en particular Mallorca y Ibiza , en 1113-5. Fue encargado por el municipio de Pisa, y su autor anónimo era probablemente un clérigo . Sobrevive en tres manuscritos. El Liber es notable por contener la primera referencia conocida de “catalanes” (Catalanenses) tratado como un grupo étnico y “Cataluña” (Catalania) como su patria.
ResponderEliminarEl “Liber Maiolichinus” és el documento histórico más antiguo, en el que se ha hallado el étnico “catalán” y “Catalania”. Es una crónica Pisana, escrita en latín medieval, y escrito hacia 1117. Con este documento se constata que pasados tres siglos desde la conquista Franca de Barcelona, y la estructuración de la Marca Hispánica, ha nacido ya un sentimiento colectivo diferenciado en torno al Condado de Barcelona.
Se desconoce el origen del étnico, pues nunca antes había sido usado y no existen registros de el. Los árabes llamaban a los habitantes de la Marca Hispánica, Francos, sin hacer distinción alguna respecto a los vecinos del norte. Y al territorio de la Marca Hispanica, al-firanja, como al resto de Francia, y por extensión, de toda la Europea occidental. Por el contrario, los Francos les llamaron Godos y al territorio, Marca Gótica. Posteriormente se designó a la franja sur de la Marca Gótica, Limes Hispanicus y Marca Hispanica.
Había transcurrido más de un siglo desde que el Conde Borrell de Barcelona rompió el pacto de vasallaje que unía a los condes de Barcelona con los reyes Francos, y la política autónoma de estos se traducirá en el inicio de la expansión de los condados catalanes hacia el sur. La constatación de ése sentimiento colectivo lo hallamos en los apelativos que los Pisanos dan al conde de Barcelona, Ramón Berenguer III: Dux Catalanensis (Duque Catalán) Rector Catalanicus hostes (Rector de las Hustes Catalanas) Catalanicus heros (Héroe Catalán)
Christicolas Catalanensesque (Cristiano Catalán) El étnico presenta los siguientes usos: Catalanenses y Catalanensis, Y el referido al territorio de los catalanes, Cataluña, es: Catalania “Cum Catalanensi de litore classis abiba in Catalanensi consistunt litore puppes”.
Nótese finalmente, que el “étnico” es puro en su sentido. Esto es, Cataluña (Catalan-ia) no era ningún tipo de estado, ni reino, ni marquesado, ni ducado, ni condado, y por tanto, no se puedo derivar de ella una ciudadanía. Es en todo caso, al revés; dado el “étnico” catalán, sus territorios reciben el nombre de “Catalan-ia”.
aclarado esto por la insistencia de arnau , no creo que para el relato de la historia fuera necesario explicar este punto .
Para el relato puede que no, sí en cambio para la historia. Historia, porque de esto se trata, ¿no?
ResponderEliminarEres libre, como Administrador, de considerar digno de anotar lo que precises, faltaría más. Pero repito una vez más -y ya que estamos en una etiqueta que versa sobre “Catalunya”- creo que dejar de nombrar que este poema contiene las primeras referencias conocidas sobre los catalanes y su patria me parecía una omisión documental francamente imperdonable.