El 29 de julio de 1520 se constituía en Ávila la Junta Santa, el órgano de gobierno de los comuneros de Castilla.
La de los comuneros pudo haber sido la primera revolución política de la Edad Moderna. Fue un levantamiento burgués que pretendía poner coto al absolutismo de Carlos V y a la usurpación de cargos de su séquito extranjero.
Carlos llegaba a España para reinar sin hablar palabra de español, traía una enorme corte holandesa y venía a pedir dinero para su coronación imperial en Alemania. Los problemas venían de atrás, pero fue salir el rey de España y estallar la revuelta.
Los comuneros quieren a un rey centrado en los asuntos de España y más españoles en los cargos clave de la Administración. Luchan por un gobierno cercano, por elegir a sus procuradores sin intromisiones, es decir, velan por sus intereses y quieren mantener sus privilegios. Pero aún van más allá. Los comuneros querían hacer de las Cortes de Valladolid un Parlamento , capaz de vetar las actuaciones del monarca y obrar con autonomía, toda una subversión de poderes para la época.
Y en su ambición se les fue la mano. En Segovia, los comuneros mataron a los procuradores por su conformismo a la hora de poner dinero para la ambición imperial de Carlos. La revuelta se fue recrudeciendo y el regente, Adriano de Utrecht, no veía la forma de pararla.
Los comuneros, muy organizados, formaron una junta central en Ávila que llamaron Santa Junta. Cada ciudad aportaba un líder. Toledo a Juan Padilla, Segovia a Juan Bravo, Salamanca a Pedro Maldonado. En septiembre toman Tordesillas, refugio de Juana la Loca, y ponen la rebelión a su servicio, pero la madre del rey Carlos no aceptó encabezar una rebelión contra su hijo.
Entonces surge algo inesperado. Alentada en el furor de los insurgentes, la pequeña villa de Dueñas se une al levantamiento, pero no se opone al rey flamenco, sino a los nobles dominantes, los condes de Buendía.
Hasta entonces la nobleza contemplaba complacida el movimiento con frívola curiosidad por saber cómo reaccionaría el monarca. Ahora la revolución se extendía a su ámbito y ponía en duda sus privilegios. La cosa cambiaba. Con la nobleza involucrada, los comuneros caerán en Villalar el 23 de abril de 1520.
El sueño revolucionario había terminado.
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