Estados Unidos invadió Rusia. Sí, es cierto. Estados Unidos pisó el suelo de la Rusia siberiana en 1918, en un intento de derrocar a Lenin y a sus bolcheviques en los inicios de la Unión Soviética.
Fue un golpe audaz y visionario,se había identificado a un futuro enemigo y se pretendía acabar con él en su cuna, el tipo de acción estratégica preventiva que, por razones que resultarán obvias, pocas veces han intentado las democracias actuales.
Esta aventura aliada, condenada desde su inicio, tuvo que superar la falta de un plan real (por no mencionar que la Primera Guerra Mundial aún se estaba librando). La única planificación real que se hizo para la invasión de Rusia, el mayor país de la Tierra, fue un breve memorando que el presidente Wilson le mandó al general de división William S. Graves, a quien Wilson había elegido para comandar las tropas estadounidenses asignadas a esta desventurada historia.
Wilson, exprofesor universitario, tituló su informe de la invasión el «Memorando», Los políticos hablan sobre teoría, los generales, sobre logística, y el memorando de la invasión de Wilson carecía de ambas cosas.
Sus principales características eran la brevedad y una total falta de detalle. Daba la impresión de no haber pensadoen las implicaciones prácticas de un objetivo como el de «derrocar a los comunistas» en un país con una extensión de miles de kilómetros, simplemente con la ayuda de unas pocas brigadas de valientes hombres y un puñado de incontrolables aliados.
La invasión de Siberia llegó a perjudicar hasta tal punto a los comunistas, que sólo consiguieron mantenerse en el poder durante otros ochenta años más.
Antes de explicar la historia ,una pequeño repaso de los implicados en la trama.
Woodrow Wilson; Presidente estadounidense era un idealista. El exprofesor universitario llevó Estados Unidos a la Primera Guerra Mundial unos pocos meses después de haber sido reelegido justamente por haber prometido que no entraría en la guerra. Cuando vio la oportunidad de hacerse con los comunistas, redactó con brevedad un memorando y Se enfrentó a ellos, cuando el senador Joseph McCarthy aún estaba en la escuela primaria. pero disponia de un plan de catorce mandamientos sobre cómo gobernar el mundo.
Vladimir Lenin ;lideró a los bolcheviques en su toma del poder en Rusia después de asesinar al zar y a toda su familia. Creía en una revolución mundial de la clase trabajadora tras la que nadie poseería nada, pero todo el mundo trabajaría duramente para poseerlo todo entre todos, o algo parecido.
Convenció al kaiser Guillermo II de que le enviase de regreso a Rusia para iniciar una revolución a pesar de que él odiaba a los alemanes y los alemanes le odiaban a él. Impulsó una revolución mundial con el pegadizo tema de una canción; La Internacional.y Formó la Unión Soviética.
Almirante Alexander Kolchak ; Una vez superada la emoción de estar acuartelado en la ciudad de Omsk, en Siberia occidental, a 2.500 kilómetros de Moscú, el almirante se autoproclamó Dirigente Supremo de Rusia. los países occidentales le apoyaron. Robó toda la reserva de oro del zar. y se consagro a destruir a los bolcheviques. lastima que Las tácticas navales no funcionan demasiado bien en tierra.
General de división William S. Graves: El general Graves, que no se había precisamente distinguido al defender el frente de San Francisco durante la Primera Guerra Mundial, recibió la nada envidiable tarea de derrocar al gobierno ruso con una minúscula división de infantería. las órdenes finales que recibió del secretario de Guerra en la estación de tren de Kansas City fueron mas o menos: «Que Dios le bendiga y adiós.»
En Rusia pronto se dio cuenta de que sus soldados aguantaban mejor las resacas que los bolcheviques.Después de leer el ridículo memorando de Wilson, se imaginó que aquel ampuloso asunto iba a terminar mal, pero a pesar de ello se embarcó diligentemente en la aventura.
Las guerras forman extrañas parejas de cama y la Primera Guerra Mundial no fue una excepción. Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia, junto a otros pequeños países que siempre luchan con los aliados más importantes, pero a los que en realidad nadie presta atención, se unieron contra el kaiser alemán y Austria.
El zar no era precisamente un tipo de persona democrática, pero a causa de una serie de tratados entrelazados que en realidad nadie comprendía, los rusos acabaron formando equipo con los franceses y los británicos contra los alemanes, los austriacos y los turcos en el primera gran guerra del sangriento siglo XX.
Después de que los ineptos ejércitos rusos sufrieran millones de bajas, el pueblo ruso se sublevó y, a principios de 1917, derrocó al zar y lo sustituyó por un gobierno provisional. Estas noticias fueron bien recibidas por los aliados, puesto que el nuevo gobierno se presentaba con un nombre que sonaba mucho más democrático que el Reino de Rusia.
Pero Rusia se estaba debilitando. Los ciudadanos rusos, en su mayoría siervos sin tierra, se habían cansado de haber desempeñado durante tantos siglos el papel de carne de cañón de los ineptos oficiales rusos.
La carne de cañón campesina,sin embargo, estaba altamente valorada por los franceses,británicos y americanos, porque el vasto ejército ruso obligaba a que las tropas alemanas dispusieran igualmente de grandes cantidades de soldados en el frente oriental. Los aliados temían que si el ingente número de soldados alemanes tenían vía libre para atacar el frente occidental, lo más probable fuera que apareciesen en el canal de la Mancha en unas seis semanas. Por supuesto, los franceses creían que esto nunca podía pasar.
La situación en Rusia tomó un cariz horriblemente dramático para los aliados a finales de 1917, cuando los bolcheviques, dirigidos por Lenin y Trotski, se hicieron con el control del país mediante un golpe de Estado limpiamente ejecutado (disfrazado inteligentemente como una revolución) y apartaron del poder al gobierno provisional, demostrando el hecho de que si tu objetivo es establecer un nuevo gobierno y lo denominas Gobierno provisional, probablemente acabe siéndolo.
Para los aliados, el hecho de tener a un montón de bolcheviques como sus nuevos aliados al mando de Rusia no era precisamente tranquilizador. Pero en febrero de 1918, cuando los bolcheviques declararon que dejarían de luchar en esa guerra imperialista y capitalista contra Alemania y que sus soldados regresarían a casa, los aliados sufrieron el golpe de la paz con toda su fuerza.
La retirada de Rusia significaba la transferencia potencial de unas setenta divisiones alemanas desde el frente del este al del oeste.
Los bolcheviques firmaron con entusiasmo el tratado de Brest-Litovsk el 3 de marzo de 1918, regalándose una completa y absoluta derrota. Este feliz acontecimiento para el kaiser despejó el camino de una vasta ofensiva alemana en primavera, diseñada para empujar a los atribulados aliados más allá del límite.
Los aliados estaban desesperados por lograr que los rusos regresasen al terreno de juego, y si para ello Rusia tenía que cambiar su gobierno otra vez, pues que así fuese. Y si cambiar el gobierno de Rusia significaba finalizar con el experimento del comunismo, cuyo objetivo declarado era erradicar el capitalismo y destruir todos los gobiernos de los aliados, pues mejor que mejor.
Los aliados estuvieron de acuerdo en que, con una guerra mundial en marcha, una invasión tendría perfectamente sentido. Por desgracia, el presidente Wilson ya había expuesto el decimocuarto punto de su plan para una paz mundial duradera; dicho punto afirmaba enfáticamente que se debía permitir que los países se gobernasen ellos mismos, que era mas o menos lo que los rusos estaban haciendo.
A pesar de la existencia de su plan para alcanzar la perfección del mundo, Wilson, presionado por los británicos y franceses, acabó tirando sus ideales por la borda. pero para su fortuna, a Wilson le cayó del cielo una estupenda tapadera: la legión perdida checa. La legión, que contaba con una fuerza de unos 30.000 hombres, había estado combatiendo contra los alemanes y austríacos junto con los siervos del zar.
Cuando los rusos salieron de la guerra, los checos, cuyas filas estaban repletas de desertores del ejército austriaco, se convirtieron en soldados sin guerra. Los checos obtuvieron permiso de los bolcheviques para viajar en el tren Transiberiano hasta el puerto de Vladivostok, en la costa del Pacífico, desde donde los irresponsables franceses accedieron a conducirlos de regreso al matadero del frente occidental.
Los aliados ya tenían su tapadera: las tropas checas necesitaban ayuda. Además, gran parte del equipo que los aliados habían enviado a los desagradecidos rusos se estaba oxidando en los muelles de Vladivostok, así como en los puertos rusos del norte de Arcángel y Murmansk. Los aliados eran los propietarios del equipo y, ya que los rusos iban a dejar de intervenir en la guerra, querían que se lo devolviesen.
El 3 de agosto de 1918, cuando el secretario de Guerra le entregó a Graves el memorando de Wilson en la estación de tren en Kansas City, se disculpó por enviarle a Siberia y le prometió que algún día le contaría la verdadera razón por la que tenía que ir. Le dijo a Graves: «Cuidado donde pisas. Estarás andando sobre huevos cargados de dinamita.» .El memorando, tal como el académico Woody Wilson lo denominó, no recogía las ideas concretas de un líder militar, sino las disertaciones de un político ególatra. Sin embargo, era la única guía que se había proporcionado a la fuerza invasora de Estados Unidos.
Aquel documento vacuo, que parecía escrito por un novato, era un soufflé diplomático excepcional, una invasión no invasiva, y no el guión de un programa para conquistar el país más grande del mundo.
A Graves no le quedó más opción que interpretar el confuso contenido del memorando de invasión de siete páginas, en el que lo único que quedaba claro era el siguiente mensaje, invade Rusia, pero sin causar problemas.
Graves, a pesar de verse atrapado en una situación de locura, siguió actuando racionalmente e interpretó el confuso memorando como una orden de mantener una neutralidad total después de la invasión. El 1 de septiembre de 1918,después de desembarcar en Vladivostok (a unos 8.000 kilómetros de distancia de la sede del Gobierno en Moscú), el general Graves descubrió.que su fuerza de invasión estaba rodeada de enemigos: rusos hostiles —tanto los bolcheviques como los antibolcheviques (los blancos)—, así como los franceses y los británicos, que estaban trabajando abiertamente para derrocar a los bolcheviques e intentar involucrar a los americanos para que los ayudasen .
La propia ciudad de Vladivostok estaba controlada por una parte de las tropas checas, que al parecer intentaban encontrar el modo de conseguir que sus hermanos, que estaban encallados en mitad de Siberia, saliesen de Vladivostok.
Además, una gran fuerza de tropas japonesas estaba al acecho tratando de aprovecharse del caos existente en Rusia para apoderarse de algunas zonas del territorio ruso. Graves no tardó en deducir que prácticamente cualquier actividad que las tropas estadounidenses podría causar una confrontación con alguno de aquellos grupos armados.
Aprobó un plan diseñado para frustrar cualquier amenaza contra los valerosos soldados de infantería americanos ,las tropas norteamericanas se encargarían de vigilar edificios vacíos cuyo alquiler el gobierno norteamericano estaba pagando a los terratenientes rusos, explorar la ciudad, beber vodka y perseguir mujeres. Dormían en los viejos barracones zaristas, que se habían construido sin aseos, al estilo ruso.
Como suele suceder cuando grupos de hombres armados que no hablan el mismo idioma comparten una misma zona, estalló la violencia. Las primeras bajas estadounidenses ocurrieron el 16 de septiembre de 1918, después de un encuentro con los bolcheviques, que, tras oír el rumor de que estaban siendo invadidos, se unieron a los prisioneros alemanes y austriacos para atacar a los aliados.
Cuando Graves trató de idear un modo de ayudar a la legión checa, se dio cuenta de que en realidad eran los checos los que tenían el control de Vladivostok, así como de muchos puntos del oeste a lo largo del ferrocarril Transiberiano. Un grupo numeroso de checos permanecía aún al oeste de Omsk, negociando con los bolcheviques, que insistían en que se fueran. Los checos, que de hecho estaban ayudando a los rusos blancos a derrocar a los bolcheviques en muchas de las ciudades a lo largo de la línea del ferrocarril, les daban largas.
En lugar de esperar a que los rescataran, los flexibles checos se mantenían ocupados luchando contra los bolcheviques a lo largo de la línea férrea. Y Graves había caído en la cuenta de que, los aliados, a pesar de profesar que uno de los objetivos de su misión en Siberia era evacuar a los checos, no habían pensado en un pequeño detalle: enviar algún barco que los llevase de regreso a casa.
En octubre llegaron más tropas aliadas a Vladivostok y se extendieron por toda Siberia. En total ya sumaban 9.000 americanos, 1.000 franceses, 1.600 británicos, 72.000 japoneses y la inverosímil cifra de 12.000 soldados polacos,
todos ellos invadiendo Rusia. Los japoneses, tal vez anticipándose a la táctica que emplearon en Pearl Harbor, le explicaron a Graves que sus tropas simplemente estaban allí para cargar acero y carbón en los barcos.
El general Graves, con todas sus opciones obstaculizadas por su cargo como jefe de la fuerza de invasión, continuó su desesperada batalla para no desencadenar una guerra, a pesar de tener muchos motivos en contra para hacerlo. Los británicos y los franceses querían explotar el frente siberiano para derrocar a los bolcheviques y reemplazarlos por un gobierno que continuase luchando contra Alemania, por inverosímil que pudiese ser. Las tropas japonesas seguían ocupando tierra y no la devolvían.
Tal como expresó un confuso soldado norteamericano: «¿Qué demonios estamos haciendo aquí? Después de meditarlo, hemos llegado a la conclusión de que vinimos para evitar que los japoneses se hiciesen con el control, los ingleses vinieron para vigilarnos a nosotros, los franceses para controlar a los ingleses, y así sucesivamente.»
Mientras, la batalla en el frente occidental adquirió un giro dramático durante 1918. El alto mando alemán, el general Erich Ludendorff, sabía que al ejército alemán solamente le quedaba una baza para ganar la guerra en 1918.
El bloqueo de los aliados en 1918 había cobrado su peaje a los alemanes, que se estaban enfrentando con duras restricciones de alimentos. Ludendorff trasladó al oeste a los soldados que estaban en el frente de Rusia, pero en lugar de enviar a todas las divisiones disponibles, conservó algunas en la retaguardia para controlar el caos que había en Rusia y sus ejércitos occidentales ganaron aproximadamente cuarenta divisiones.
Ludendorff también planeaba utilizar unas nuevas tácticas de tropas de choque que habían triunfado contra los rusos.
Ludendorff se apresuró a dejar fuera de combate a los británicos separándolos de los franceses. Los británicos se verían obligados a evacuar antes de que los refuerzos americanos, que iban llegando diariamente, fuesen suficientes.
Pero las dos primeras campañas masivas que los alemanes llevaron a cabo en el norte de Francia —una en marzo y la siguiente en abril—, a pesar de conseguir impresionantes avances, pronto quedaron estancadas debido a la falta de refuerzos y de material.
Una de las leyendas que surgió del asunto siberiano fue la siguiente: de los ocho vagones de tren del oro del zar que "atrapó la legión checa, solamente siete fueron entregados a los soviéticos a cambio de la libertad de la legión (junto con Kolchak) y de vía libre para salir de Rusia. ¿Qué sucedió con el otro vagón cargado de oro? Por supuesto nadie lo sabe. Los soviéticos no eran unos guardianes precisamente escrupulosos, pero está claro que la cantidad de lingotes de oro que el gobierno provisional heredó del zar. y que después terminaron en manos de los bolcheviques, era considerablemente menor que la que había ostentado el zar.
Y los checos no hablaron del tema excepto para refutar la historia en 1924, diciendo que una parte había sido robada ante las mismas narices de los guardias rusos. Lo que es indiscutible es que después de la Primera Guerra Mundial se estableció el Banco de la Legión Checa en Praga. El edificio del banco presenta escenas en relieve de la retirada de la legión a través de Rusia. El banco fue saqueado por los soviéticos en 1945,cuando invadieron el país después de la Segunda Guerra Mundial.
La tercera campaña de Ludendorff en el centro de la línea hacia París (en mayo) fue espectacularmente exitosa al principio, pero las tropas alemanas volvieron a quedarse sin suministros. Sus ataques fueron contrarrestados con la ayuda de tropas americanas de refresco que habían sido destacadas en gran número en el bosque de Belleau y Cháteau-Thierry.
Los alemanes, al fin colocados en disposición de conseguir la victoria sobre el ejército francés que se desintegraba, se dispusieron enseguida a proceder a su nuevo asalto sin disimular demasiado bien sus intenciones. La aún formidable
artillería francesa atrapó a las tropas de choque alemanas mientras se preparaban para el ataque y, a pesar de ceder terreno, evitaron que los alemanes avanzasen.
Aquel verano ambos ejércitos fueron víctimas de la gripe española, que mató a miles de soldados, pero el hambriento ejército alemán se llevó la peor parte. Su moral empezó a resquebrajarse, y la creciente presencia de los americanos,
bien alimentados, no ayudó a levantarles los ánimos.
Ludendorff, que, antes de dejar fuera de combate a los británicos, aún deseaba hacer una maniobra ofensiva de distracción contra los franceses, inició su quinto asalto el 15 de julio. Nuevamente, los franceses se enteraron de la hora del ataque y dispersaron a los alemanes con una oportuna barrera de artillería. Los alemanes, que no disponían de tanques, al principio se impusieron, pero, con el apoyo de los americanos, los italianos y los británicos, la línea francesa aguantó; un contraataque, liderado por las tropas americanas y francesas, azotó a los alemanes por el flanco.
Los alemanes se vieron obligados a retirarse y los aliados ya no cedieron en su avance.
Ludendorff, preocupado por el fracaso de su última gran ofensiva, se dirigió al kaiser en octubre de 1918 y le insistió para que negociase la paz. El kaiser había llegado hacía ya tiempo a la misma conclusión. Los alemanes hábilmente
llevaron a cabo una retirada luchando por todo el frente occidental. Ludendorff abandonó a finales de octubre y, a principios de noviembre, el kaiser había huido.
La joven república alemana, prácticamente recién nacida, firmó el armisticio y terminó la guerra el 11 de noviembre de 1918.
Una semana después del final de la guerra que tenía que acabar con todas las guerras, las cosas empezaron a mejorar para los aliados en Siberia.
El 17 de noviembre, el almirante Kolchak asumió el control del gobierno ruso blanco en Omsk, ciudad siberiana del interior, y se autoproclamó Gobernante Supremo de todas las Rusias. Los aliados, queb uscaban a un hombre fuerte que les arrebatase el poder a los rojos, creyeron haberlo encontrado en el Gobernante Supremo y empezaron a suministrarle provisiones mediante el ferrocarril Transiberiano. Aunque era un despiadado reaccionario, sin problemas a la hora de ordenar la muerte de los que se oponían a él, el antiguo jefe de la flota rusa del mar Negro convenció a los aliados de que era un líder ilustrado y Wilson estuvo dispuesto a reconocerle como el gobernante legítimo de Rusia.
A pesar de perder el motivo obvio que, obviamente, la guerra les había proporcionado, los aliados permanecieron impertérritos en su postura: la no invasión tenía que seguir adelante.
Graves prosiguió con su brillante estrategia de no hacer absolutamente nada en el creciente tumulto de la guerra civil rusa.
Los ejércitos blancos, formados por cosacos, vencieron inicialmente a los bolcheviques. Los checos, que no se dejaron impresionar por Kolchak, eran conscientes del peligro que acechaba a cualquiera que se opusiera a los bolcheviques, y decidieron finalmente aprovecharse del hecho de que la guerra había terminado e irse a casa. Sin embargo,se encontraron atrapados en el creciente caos de la guerra civil.
En la primavera de 1919, el gobierno de Kolchak dio su dudoso sello de aprobación al plan de los aliados para gestionar los decrépitos ferrocarriles siberianos. Graves, satisfecho de tener al fin a sus soldados haciendo algo que no fuese empinar el codo e ir a los burdeles de Vladivostok, trasladó a sus fuerzas fuera de la ciudad y tomó el control de una sección del ferrocarril apoyando al gobierno de Kolchak.
Sin embargo, las tropas americanas rápidamente se vieron enfrentadas con el líder cosaco de los rusos blancos, Grigori Semenov, que, aun formando nominalmente parte de las fuerzas de Kolchak, estaba respaldado por los japoneses en prácticas de invasión.
Por aquel entonces, Graves había empezado a recibir miles de rifles destinados a las fuerzas de Kolchak, pero se negó a entregárselos a Semenov porque sus salvajes cosacos habían estado arremetiendo contra los soldados americanos (y contra cualquiera que se interpusiera en su camino) cada vez que habían tenido la oportunidad.
Semenov detuvo un tren con armas destinadas a Kolchak en Omsk y pidió 15.000 rifles. Al cabo de dos días, Semenov por fin se retiró y el tren siguió lentamente su camino a Omsk.
De esta manera, en su invasión no invasiva, diseñadap ara acortar una guerra que ya había finalizado, Estados Unidos se había enfrentado a un amigo de un amigo que había sido respaldado aún por otro amigo más. Este era sencillamente uno de los muchos escenarios a los que Graves se enfrentó en Siberia y sobre los que el memorando de Wilson no proporcionaba ninguna guía.
En julio de 1919, Graves recibió instrucciones de Washington para que visitase a Kolchak en Omsk, puesto que el mes anterior, el gobierno americano y los aliados le habían prometido que proporcionaría municiones y comida a su gobierno. Graves llegó a Omsk después de un largo viaje en tren a través de Siberia, por el lago Baikal, en lo más profundo del interior..., a tiempo para ver la caída del gobierno de Kolchak.
Kolchak, sin el apoyo de la legión checa y con un ejército que no era más que una banda ingobernable de cosacos, llegó a la conclusión de que no todos los rusos pensaban que tenía madera de Gobernante Supremo. En noviembre traspasó el mando de los blancos al fastidioso cosaco Semenov.
Kolchak se retiró desanimado al este hasta que fue capturado por la oportunista legión checa. Los checos,sabedores de que Kolchak era valioso, lo entregaron a los astutos rojos junto con el oro capturado a cambio de un salvoconducto para salir de Rusia.
El general Graves, ya firmemente al mando del puerto, los bares y los restaurantes de Vladivostok, veló por la partida de los soldados checos, que, más de un año después de finalizada la Primera Guerra Mundial, zarpaban finalmente hacia su patria. Ya no había más tapaderas, así que ya era hora de irse.
Pronto llegó el transporte de barcos americanos, que fueron cargados con el botín de guerra: ochenta viudas rusas de soldados. Los números oficiales cifran las pérdidas americanas en 137 muertos en acción, y otras 216 muertes adicionales por causas tales como accidentes y enfermedades.
Los codiciosos japoneses se quedaron aún con la esperanza de añadir un buen pedazo de tundra rusa a su imperio creciente, pero finalmente cedieron ante la presión bolchevique y se fueron en 1922.
En su libro, el general Graves resumió su papel en este sorprendentemente estúpido conflicto con un eufemismo típico: «Estuve al mando de las tropas estadounidenses enviadas a Siberia y tengo que admitir que no sé qué intentaba conseguir Estados Unidos con la intervención militar.»
Podría esperarse que cuando dos pesos pesados como Estados Unidos y Rusia se enfrentan, incluso el mundo entero cambie. Y, tal vez, posiblemente el aspecto más sorprendente de este alocado asunto sea que no cambió absolutamente nada, excepto que se dieron al mundo unos pocos veteranos checos de la Primera Guerra Mundial más, y se proporcionó a los bolcheviques propaganda que podrían utilizar durante las próximas ocho décadas: "EEUU intentó invadirnos".
Nadie en Estados Unidos se acuerda, pero ellos sí.
Woodrow Wilson sufrió un ataque al corazón en 1919 y su esposa se convirtió en presidente de facto hasta el fin de su mandato. Mientras ella estuvo al mando, ocultó el presidente enfermo al vicepresidente y al gabinete. Ella no invadió ningún país y Wilson murió en 1924.
El general William Graves se retiró del ejército en 1928 y escribió un libro criticando toda aquella experiencia.
Los bolcheviques mantuvieron a Kolchak encerrado en prisión durante algunas semanas y, como era de esperar,le fusilaron el 7 de febrero. El oro encontró su camino entre los bolcheviques en Moscú.
Actualmente se alza una estatua del almirante de tierra Kolchak en Omsk.
Vladimir Lenin sufrió una serie de infartos que le fueron debilitando; empezaron en 1922, y murió dos años después.
Iósif Stalin asumió el poder de la Unión Soviética e invadió muchos países. La Unión Soviética siguió siendo comunista y el verdugo de millones de personas hasta 1991.
Basado en un texto original de Ed Strosser y Michael Prince
"... en un país con una extensión de miles de kilómetros..."
ResponderEliminarVaya, y miles de miles, también.
lindo trabajo !
ResponderEliminar"Estados Unidos invadió Rusia. Sí, es cierto. Estados Unidos pisó el suelo de la Rusia siberiana en 1918, en un intento de derrocar a Lenin y a sus bolcheviques en los inicios de la Unión Soviética."
ResponderEliminarDe la lectura del libro escrito por el general William Graves, se desprende claramente que los EE.UU. no invadieron Rusia y no intentaron jamás derrocar a Lenin.